Inicio Historia y Teoria El tránsito hacia el comunismo de Luis Emilio Recabarren

El tránsito hacia el comunismo de Luis Emilio Recabarren

247
0

por Sergio Grez Toso

Aunque la bibliografía sobre Luis Emilio Recabarren es relativamente abundante, incluyendo la relacionada con su evolución desde las ideas del “liberalismo popular”, representado por el Partido Democrático (PD), organización en la que llevó a cabo sus primeras experiencias políticas, hasta su adscripción al ideario socialista, no existe un estudio de mediana profundidad sobre su tránsito de los postulados del socialismo representado por la Internacional Socialista (II Internacional) al ideario comunista que se plasmó luego de la Revolución rusa en la Internacional Comunista (Komintern) o Tercera Internacional y en los principios del bolchevismo y del leninismo.

Si bien la historiografía ha reconstruido con cierto nivel de detalle la transformación del Partido Obrero Socialista (POS) en Partido Comunista (PCCh), con su consiguiente solicitud de incorporación a la Tercera Internacional[1], no contamos con trabajos que expliquen la concepción del comunismo que tenía Recabarren, ni tampoco su grado de ruptura con las ideas del socialismo reformista de la II Internacional, dando, al parecer, por hecho que los estudios sobre el apoyo de su partido a la Revolución rusa y al bolchevismo, sumado a la decisión de incorporación al Komintern, equivalen a explicar el acercamiento de su principal dirigente a las doctrinas del comunismo y a la forma como este las entendió. Hay, evidentemente, un vacío historiográfico que me propongo empezar a superar, estando consciente de que la parquedad de las fuentes primarias conocidas sobre este tema (incluyendo los escritos del propio Recabarren) solo permitirá una aproximación un tanto somera, a la espera del descubrimiento de documentación más rica.

En grandes líneas, pueden distinguirse cuatro etapas de su pensamiento político que se suceden en una línea evolutiva: 1) La del “liberalismo popular” de sus primeros años de militancia en el PD (1894-1898); 2) La fase de gestación de su pensamiento socialista (1898-1907 circa); 3) La del socialismo evolutivo ligado al marxismo de la II Internacional y a resabios ideológicos provenientes del anarquismo y del PD (1908-1917 circa); 4) La del socialismo marxista de impronta leninista (desde 1917 hasta su muerte en 1924).

Para efectos de una mejor comprensión, expondré de manera sucinta el conocimiento acumulado sobre las tres primeras etapas para concentrarme en la cuarta, especialmente en la idea de comunismo de Recabarren y en los principales puntos de su adhesión al bolchevismo y al leninismo.

El “liberalismo popular”

Recabarren ingresó al PD en febrero de 1894, a la edad de diecisiete años, atraído -según escribió mucho más tarde- “por la propaganda que se hacía, diciéndose que se trataba de un partido que buscaba el mejoramiento de la clase trabajadora y que por esa razón todos los trabajadores debían prestarle su concurso”[2]. La fase de su plena identificación con el “liberalismo popular” fue la de los primeros años de su militancia en el PD (1894-1898), cuando hizo suyo el ideario demócrata de reformas graduales, pacíficas e institucionales, a fin de defender los intereses populares y transformar el oligárquico y excluyente sistema político chileno en una democracia representativa que se hiciera cargo de la “cuestión social”, protegiendo a los trabajadores y desamparados. Con todo, es posible constatar que, hacia fines de dicho período, Recabarren se fue sumando a las posiciones más críticas e izquierdistas que terminarían conformándose, primero como tendencia, y luego como fracción demócrata “doctrinaria” en oposición a la corriente más tibia y adocenada, la demócrata “reglamentaria”, encabezada por Malaquías Concha, principal fundador y líder del partido (Grez, 2016).

Aunque la introducción del pensamiento socialista en Chile puede ser situada con toda seguridad en la década de 1890, la ideología que inspiró al movimiento social por la “regeneración del pueblo” hasta esa época no fue un pensamiento antisistémico de redención social, sino una lectura popular del ideario liberal de la élite. Se trataba de un “liberalismo popular” sui generis que, si bien contenía elementos distintivos y potencialmente rupturistas con la doctrina clásica liberal, no poseía aún las características de decantación y radicalidad ideológica propias del anarquismo y del socialismo. La adhesión inicial de muchos activistas populares (especialmente mutualistas) a los ideales del liberalismo, dio paso en las décadas de 1870 y 1880 a una corriente sui generis de liberalismo plebeyo, que progresivamente tendió a distinguirse y luego a separarse del liberalismo de las élites dirigentes. Esta corriente postuló una estrategia reformista que se proponía la transformación del régimen liberal en sistema democrático, aprovechando las libertades existentes para ponerlas al servicio de los intereses de los trabajadores, lo que se tradujo en una ruptura con el liberalismo “de frac y corbata”, y en la organización, hacia fines de 1887, de una representación política independiente: el PD. Poco después, específicamente luego de la huelga general de 1890, empezaron a aparecer tendencias más radicales tanto fuera como al interior de esa organización, aunque es preciso recalcar que, si bien la colectividad demócrata se proponía la “emancipación política, social y económica del pueblo”, su programa distaba mucho de ser socialista, rompiendo, en todo caso, con la concepción del liberalismo burgués. Aunque el socialismo no formaba parte de su ideario, una franja significativa de sus cuadros y militantes fue evolucionando hacia posiciones socialistas (Grez, 2007 a y 2016).

Entre los militantes que sufrieron una radicalización política se encontraba el joven Recabarren. Al igual que a muchos de sus camaradas, este obrero tipógrafo resintió, probablemente, el ingreso del PD a la Alianza Liberal, en 1896, como una traición o claudicación a la tantas veces proclamada “autonomía absoluta” de su colectividad respecto de los partidos de la oligarquía. No obstante, por disciplina, por razones de rédito político (era la única manera de asegurar mediante el voto de aliados las diputaciones conseguidas, puesto que las elecciones eran “calificadas” por el propio Parlamento) o porque su nivel de conciencia aún no se lo permitía, Recabarren se sometió, así fuera de mala gana, a la imposición del grupo hegemónico y más conservador del PD (“reglamentario”). Sin embargo, hacia 1901 Recabarren ya era una de las cabezas del sector contestatario (“doctrinario”) que, transformado en fracción, propugnaba una acción más autónoma frente a los partidos de la oligarquía, planteamiento que, frecuentemente, era acompañado por una práctica más cercana y activa en la base social popular que alentaba las formas más radicales de organización y de movilización, como el sindicalismo y las huelgas, en contraste con las prácticas moderadas y tradicionales de la fracción rival, más apegadas al parlamentarismo, las alianzas con los partidos liberales y el mutualismo como forma privilegiada de organización social. La radicalización política de Recabarren iba a la par con su praxis social de reconocido dirigente popular (Grez, 2016).

La gestación del pensamiento socialista de Recabarren (1898-1907 circa)

Esta etapa fue muy bien estudiada por Jaime Massardo, quien destacó la mezcla de influencias anarquistas, cristianas, socialistas utópicas y demócratas, así como la paulatina decantación de los postulados de Recabarren hacia el socialismo, especialmente, gracias a su militancia en el Partido Socialista de Argentina entre 1906 y 1908 y sus primeros contactos con la Internacional Socialista (Massardo, 2008, pp. 214-245), proceso al que también se han referido otros autores (Jobet, 1973; Witker, 1977; Silva, 1992, pp. 55-100; Pinto y Valdivia, 2001, pp. 23-31; Pinto, 2013, pp. 57-77; Simon, 2024), aunque sin tanta profundidad ni detención como Massardo.

A modo de síntesis, habría que recordar que en 1898 Recabarren publicó un duro artículo contra el ácrata Luis Olea, tratándolo de parásito y de exponente del “socialismo exaltado”, definiendo su propio socialismo como “un socialismo bien entendido”, sosteniendo que transformaciones como la igualdad humana, la desaparición de las injusticias, el alivio de las clases proletarias, la nivelación relativa de las fortunas, la disminución de las grandes riquezas debían “contraerse al desarrollo industrial” y a “tantos otros medios que hay para igualar las condiciones sociales”[3]. Develando su concepción hasta entonces reformista, Recabarren proclamó sin disimulo:

“Somos socialistas en este sentido y creo que no somos una amenaza para la humanidad, porque no somos como Olea, destructores, porque no empuñamos el puñal para clavarlo en el corazón de nuestros padres, esposas o hijos, ni encendemos la tea para para quemar sus cadáveres y después sus hogares”[4].

Se trataba, a todas luces, de un socialismo tenue, reformista, reflejo de condiciones del medio cultural y político en el que desenvolvía su acción Recabarren, de su militancia en el partido de los artesanos y obreros calificados. La reciente aparición de expresiones ideológicas y políticas más radicales que el “liberalismo popular” -como el anarquismo y el socialismo- era el fruto de factores materiales y subjetivos que se articulaban en una misma dirección. Por un lado, la transformación de la economía chilena, que sufrió en las últimas décadas del siglo XIX una transición del modo de producción colonial al modo de producción capitalista, generando una incipiente industrialización que trajo aparejada la formación de nuevas clases y estratos sociales, principalmente la burguesía industrial y la moderna clase obrera. A su vez, la llegada a Chile de las ideologías de redención social del anarquismo y del socialismo encontró, en los últimos años del siglo XIX, un terreno más favorable para su difusión y enraizamiento en la naciente clase obrera y en ciertos núcleos del artesanado, decepcionados de la creciente cooptación del PD por la República Parlamentaria y su entrada en los juegos politiqueros junto a los partidos de la oligarquía. Estos factores incidieron en la evolución del pensamiento político de Recabarren que se fue decantando, poco a poco, al calor de las luchas sociales y de las pugnas y debates ideológicos en el seno del PD (Grez, 2016, pp. 28-183; 2011, pp. 23-26; 2007, pp. 25-65). Entre 1898 y mediados de 1904, sus manifestaciones públicas de simpatía por las ideas socialistas o a los postulados de Marx fueron poco numerosas: aparte de la ya mencionada en el diario La Tarde, una carta a Abdón Díaz (líder de la Mancomunal de Obreros de Iquique[5]), fechada el 23 de febrero de 1902, en la que sostenía que el sentimiento común de ambos era “La emancipación de los trabajadores efectuada por ellos mismos como ha dicho el sociólogo alemán Carlos Marsch [sic]”[6]. Luego, en abril 1904, al referirse a la construcción del edificio de la Mancomunal de Obreros de Tocopilla, catalogó esta tarea realizada de manera colectiva por los trabajadores como una “nueva manifestación de la cultura”, aludiendo de manera un tanto vaga a “la fecunda semilla del socialismo tocopillano”[7]. No obstante, en septiembre del mismo año, el concepto fue anunciado con más fuerza al señalar que los trabajadores de numerosos puntos del país darían un paso “incorporándose a las filas socialistas”, asociando la idea socialista al mejoramiento de sus condiciones de vida y a una corriente política al interior del movimiento obrero[8]. Entre agosto y septiembre de 1904 se produjo un hecho importante en el proceso de definición ideológica de Recabarren. Estando preso en la cárcel de Tocopilla, protagonizó una encendida polémica con el anarquista Alejandro Escobar y Carvallo, quien lo emplazó mediante una carta:

“¿Es Ud. socialista? ¿Es Ud. anarquista? ¿O es Ud. demócrata?… No lo sé. Pero me figuro que las tres cosas a la vez. Por sus escritos, por su labor y por sus promesas, Ud. es triple. Sea de ello lo que fuere, dígame: ¿qué propaganda es la que Ud. quiere hacer, la que hace o cree haber hecho?… Tal vez ni Ud. mismo lo sabe. Pues bien: eso es lo malo. Ud. debe estudiar a fondo la cuestión social. Y después de conocer perfectamente las escuelas socialistas, ya podrá Ud. decidirse y propagar con conocimiento de causa, la que Ud. crea depositaria de la verdad”[9].

En su respuesta, Recabarren proclamó claramente sus convicciones socialistas:

“¿Qué soy yo? Es decir, ¿en qué escuela milito? ¡Soy socialista revolucionario! Eso es lo que indican mis escritos y mi labor. Promesas no hago jamás, propiamente tales. ¿Qué fin u objetivo persiguen todas las tendencias socialistas? Digo yo a mi vez y respondo: El fin que persiguen socialistas, demócratas y anarquistas y demás, es, buscando el término más adecuado a todos: ‘la felicidad proletaria, para llegar a la felicidad universal’ […]. Soy socialista revolucionario. Y creo facultativo de mi yo individual y consciente escoger las armas que a mí me plazcan, si son armas, para hacer la revolución; nadie debe insultarme por esto. Soy socialista revolucionario, y entre los medios, es decir, las armas que llevo, hasta hoy en mi bagaje, para hacer la revolución, está el parlamentarismo y de esto yo no tengo la culpa porque así se ha formado en mi conciencia, por esta razón milito en el Partido Democrático, con honor, hasta hoy, en él. ¿Qué derecho tienen para tratarme o tratar de charlatán o arlequín, al que está convencido de que esta arma aún es útil? Responda”[10].

Sin entrar en el resto de la discusión, deben destacarse dos cuestiones en relación con nuestro tema. Que -como subrayó Jaime Massardo- a partir de esta época empezaba a producirse el distanciamiento entre Recabarren y los ácratas. Recabarren diferenciaba el ideal anarquista de la práctica política de los libertarios chilenos (Massardo, 1994, pp. 173 y ss.) y seguía pensando que los objetivos de demócratas, anarquistas y socialistas eran los mismos, que tan solo los separaba una cuestión de métodos y de táctica, que todos tenían derecho a escoger la vía que les pareciera más conveniente para llegar al mismo objetivo de redención, sin por ello ser víctimas de ataques ni descalificaciones. Según su concepción, el socialismo no difería de otras corrientes como las representadas por los demócratas y anarquistas, más que en los medios para lograr el mismo fin de emancipación de los trabajadores: “Los medios se llaman anarquismo, democracia, socialismo, y el fin que se busca por este medio es el mismo”[11].

En esta época, Recabarren sostenía que socialismo y democracia se complementaban, evidenciando una confusión conceptual que tardaría algunos años en despejar:

“El socialismo evolutivo tiene la misma base que la democracia: la Libertad; y como diferencia de ideales no tiene sino la acción en la sociabilidad, o sea una mayor amplitud de exposición hacia las primordiales necesidades de las clases trabajadoras […] La democracia y el socialismo marchan paralelamente hacia el bienestar de la humanidad, hacia la redención de los oprimidos”[12].

La marcha de los acontecimientos inclinó la balanza a su favor. La corriente anarquista comenzó a sufrir un agotamiento y, apenas transcurrido un año de la polémica recién reseñada, Escobar y Carvallo pactó con Recabarren su ingreso al PD para trabajar conjuntamente en pro de su “socialización”[13]

El autoexilio de Recabarren, entre fines de 1906 y fines de 1908 en Buenos Aires (donde militó en el Partido Socialista argentino), contribuyó a un mayor afinamiento de su ideario socialista. Jaime Massardo destaca como hito importante en su demarcación con la corriente anarquista, el discurso que pronunció en el Teatro Verdi de Buenos Aires a fines de marzo de 1907, cuando se discutía la creación de una confederación unitaria de trabajadores. En esa ocasión, el chileno apoyó activamente la propuesta socialista de dejar en libertad a los afiliados a los sindicatos de escoger o no los medios políticos fuera de la organización gremial, cuestión a la que se oponían tenazmente los ácratas (Massardo, 2008, pp. 111-115)[14].

Confirmando su, cada vez, más firme adhesión a la corriente socialista internacional, en mayo de 1907, por iniciativa propia, envió desde Buenos Aires una carta-informe al Buró Internacional Socialista asentado en Bruselas, informando de la existencia de la corriente “demócrata socialista” en el PD chileno y afirmando la conveniencia de promover su ingreso al “Concierto del socialismo internacional”. Por ello -y a pesar de no detentar ninguna representación oficial- solicitó al Buró Internacional que enviara a Chile las bases y condiciones requeridas “para afiliarse al Partido Socialista Internacional [la Segunda Internacional]”, y que sometiera su informe a la consideración del Congreso Socialista Internacional a realizarse en Stuttgart en agosto del mismo año. Recabarren aprovechó esta misiva para avanzar un paso más, expresando su deseo de que el PD estuviera representado en el siguiente Congreso de la Internacional Socialista. Massardo precisa que después de ser publicado este texto por la Internacional y luego de haber pasado por Madrid y París, viajó a Bruselas a fines de mayo o principios de junio de 1908, permaneciendo “eventualmente” hasta octubre a fin de inscribir al PD en la Oficina Socialista Internacional, siendo aprobada su solicitud el 11 de octubre de ese año (2018, pp. 218-220).

Entretanto, en vísperas de la realización de una nueva Convención doctrinaria del PD, en septiembre de 1907, Recabarren había enviado un manifiesto dirigido “A los demócratas de la República chilena”, proponiendo el cambio de nombre de la colectividad por el de Partido Demócrata Socialista, partiendo de la constatación de que el programa democrático ya no satisfacía completamente “las aspiraciones generales del proletariado”, lo que implicaba “una ampliación inteligente” para abrir horizontes más vastos a dichos anhelos. En ninguna parte del mundo -argumentó- existía un partido obrero con el nombre de Partido Demócrata. Solo en algunos países había instituciones con dicha denominación, pero se trataba de “organizaciones burguesas creadas con el propósito de dividir a los obreros y alejarlos de su verdadero hogar”. Para llevar a cabo la transformación del partido, Recabarren presentó, para ser discutida en la próxima Convención partidaria, una breve declaración de principios en la que se afirmaba que, dado que la clase trabajadora era oprimida y explotada por la clase capitalista, el partido aceptaba la lucha de clases, “declarando su solidaridad para con todas las asociaciones del mundo que sustenten iguales principios”[15]. En consecuencia, sostenía su propuesta, el Partido Demócrata Socialista, en su Declaración de Principios, proclamaría que aspiraba a:

“1° La posesión de los poderes públicos por la clase trabajadora. (Los poderes legislativo, ejecutivo, judicial y comunal). 2° La transformación de la propiedad individual o corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad colectiva, social o común; entendiéndose por instrumentos de trabajo: la tierra, las minas, las fábricas, los transportes, las máquinas, capital moneda, etc., todo bajo la administración comercial o sindical. 3° La organización de la sociedad sobre la base de la Federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo y la enseñanza general científica y especial de cada profesión a los individuos de uno y otro sexo. 4° La satisfacción por la sociedad de las necesidades de las impedidas por edad o padecimiento. En suma: el ideal del partido Demócrata Socialista Obrero es la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes”[16]

Siguiendo estos postulados, en la Convención de la fracción doctrinaria del PD celebrada en Los Ángeles en noviembre de 1907, la delegación de Tocopilla propuso cambiar el nombre de la colectividad por el de Socialista, pero una amplia mayoría de delegados la rechazó, prefiriendo continuar con la denominación de Partido Demócrata Doctrinario (Grez, 2016, p. 176).

Hacia aquella época, la maduración de la idea de socialismo en Recabarren había llegado a un punto en que las diferencias con la democracia habían quedado completamente trazadas:

“Hasta hace poco tiempo he creído que la Democracia y el Socialismo eran más o menos una misma idea, una misma cosa, o que ambas se complementaban, que no tenían otra diferencia que el nombre. Sin embargo, el estudio y mi presencia desde hace algunos meses en las filas socialistas de esta nación [Argentina], el ambiente nuevo que respiro me llevan hacia otro terreno más eficaz y más completo que el de la Democracia y me hacen comprender más exactamente la diferencia que entre ambos ideales existe. He estudiado de nuevo ambos programas: el demócrata y el socialista. ¡Y cuán enorme es la diferencia! El programa demócrata aparece pálido, insignificante, probando con sus expresiones la poca capacidad moral e intelectual de los obreros de Chile. Solo contiene un programa de reformas por realizar sobre las instituciones existentes, ampliándolas, suavizándolas, democratizándolas, pero dejándolas siempre lo que son: instituciones coercitivas de la libertad dominadas por la burguesía. La democracia proclama reformar instituciones, democratizarlas. El socialismo proclama la desaparición de las instituciones inútiles y el reemplazo de algunas por otras totalmente distintas, socializándolas[…].

Democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Socialismo es la socialización común de la propiedad de la tierra y de los medios de producción. Más claro: La Democracia quiere que el gobierno sea formado por el pueblo, que vengan a él los obreros y legislen en favor del pueblo, pero que exista siempre gobierno. Este sistema adolecerá siempre de la estabilidad de la tiranía autoritaria. Quien sea que gobierne tendrá gobernados a quienes impondrá la ley y tendrá descontentos que conspirará [sic] en su contra. Ejemplos: La organización de las instituciones obreras y del mismo partido tienen su base en la democracia, y su misma condición orgánica la hace engendrar diferencias, tiranías y despotismos que palpan los mismos obreros. El socialismo acepta el gobierno solo como forma primitiva y transitoria para establecer y consolidar la forma de la sociedad socialista, que será resistida por la burguesía hasta mucho tiempo producida la revolución que transforme el orden social”[17].

Este y otros textos de la época demuestran que Recabarren había asimilado y hacía suyas las ideas del marxismo de la II Internacional con su amalgama de elementos provenientes, en su mayoría, de la socialdemocracia española, alemana, francesa y belga, tanto por absorción propia como por el filtro del socialismo argentino cuyo clima ideológico resultaría decisivo en la mutación de su pensamiento político (Massardo, 2008, pp. 222-240).

El socialismo evolutivo (1908-1917 circa)

Durante estos años, el pensamiento político de Recabarren puede ser considerado como el de un socialismo evolutivo ligado al marxismo de la II Internacional y a resabios ideológicos provenientes del anarquismo y del PD. Según Massardo, el evolucionismo y la ideología del progreso ya estaban en Recabarren antes de su primera estadía en Buenos Aires, profundizándose en esta ciudad, debido a la influencia de las tradiciones de la Internacional entre los trabajadores porteños, en especial del guesdismo, de marcada orientación evolucionista.

Una expresión práctica de estas concepciones era la importancia acordada por Recabarren al cooperativismo como instrumento de emancipación de los trabajadores, no solo como un medio para abaratar la vida sino también para constituirse en “el más poderoso factor de expropiación capitalista sin indemnización y sin consecuencias nocivas”, puesto que la proliferación de las cooperativas socialistas redundaría en “la disminución de los negocios de la burguesía”:

“La multiplicación de la cooperativa industrial es el reemplazo de la industria burguesa que explota a la comunidad productora en beneficio de unos cuantos individuos. Y mientras más campo de acción desarrolle la cooperativa socialista, más reducido irá siendo el campo de explotación que le vaya quedando a la clase capitalista, y por consiguiente el régimen de explotación irá extinguiéndose a medida del ímpetu con que progrese la cooperativa. La acción cooperativa ha sido el último medio que ha entrado en el sistema socialista y pasa hoy a ocupar el primer concepto. La cooperativa será de hoy [en] adelante la fuerza expropiadora sin indemnización, que marcha hermosamente victoriosa [sic] a realizar de verdad la emancipación y la perfección humana. Y la cooperativa tiene por base y campo de acción, la organización gremial del proletariado en cuyo seno se recluta el sostén y la fuerza productiva”[18].

La acción cooperativa debía complementarse con la acción gremial o sindical destinada a mejorar la situación de los obreros mediante la conquista de mejores salarios, menos horas de trabajo y menos reglamentos, y con la acción política, como “partido obrero de clase”, destinada a afianzar las conquistas del cooperativismo y del sindicalismo para “realizar todo aquello que no se alcance con estas dos organizaciones, incluyendo para que el Municipio, el Congreso y el Ejecutivo ayuden al mejoramiento popular”[19].

De acuerdo con estas concepciones, el primer Congreso del POS, celebrado en mayo de 1915, adoptó una resolución en la que se sostenía que la acción política sería el medio para quitar el poder político a la burguesía, llevando a la Cámara de Diputados representantes de la clase obrera que impusieran su programa, además de invadir las municipalidades “para hacer obra de higienización en las poblaciones, abolir los impuestos a los artículos de necesidad para la vida” y haciendo que los servicios de utilidad general estuvieran en manos de las mismas municipalidades y no en manos de privados. Junto con crear fábricas y almacenes cooperativos, el POS se propuso organizar a los trabajadores en federaciones de resistencia (sindicales) “con cajas de fondos dedicados esencialmente al sostén de las luchas entre el capital y el trabajo”[20]. Esta línea se basaba en la dualidad -lucha económica y lucha política- que debía asumir el socialismo para el logro de sus objetivos, creyendo ingenuamente que la progresiva acción de las secciones gremiales de oficio, organizadas en cada agrupación socialista, mediante su fuerza de cultura, llegarían -como esperaba Recabarren- a influir sobre la propia clase capitalista, y las progresivas conquistas económicas terminarían por anular toda forma de explotación y opresión, realizando el ideal socialista, lo que se traducía en el planteamiento del POS de la posibilidad de transformar pacíficamente el sistema (Grez, 2011, p. 65).

            De este modo, hacia mediados de aquella década, el pensamiento socialista de Recabarren y de su partido podían ser situados en perfecta sintonía con los planteamientos de la Internacional Socialista, salvo en la posición relativa a la Guerra Mundial en curso, cuestión respecto de la cual, de manera autónoma, basados en su propia experiencia y forma de comprensión del ideario emancipador, se situaban de manera decidida en las posiciones internacionalistas que los llevarían a coincidir con los planteamientos de la “izquierda de Zimmerwald”, punto de partida para la constitución del movimiento comunista internacional.

El socialismo marxista de impronta leninista (1917-1924)

Esta fase se extendió desde fines de 1917 hasta su muerte, en 1924, caracterizándose por la fuerte influencia que tuvieron en sus concepciones políticas la Revolución rusa de octubre, el leninismo y el bolchevismo. Curiosamente, la historiografía sobre el pensamiento político de Recabarren en sus últimos años de vida es más bien parca, en contraste con los detallados trabajos disponibles sobre la mutación de su partido, el POS, en PCCh (Ramírez, 1984; Barnard, 2017, pp. 13-45; Massardo, 2008; Grez, 2011; Pinto, 2013; Aránguiz, 2019). Como sostuve al comienzo de este artículo, pareciera que se da por hecho que la evolución del partido fue exactamente la misma que la de su principal líder, contentándonos con las declaraciones doctrinarias oficiales de adhesión a la Revolución rusa, al bolchevismo, al leninismo y a la Internacional Comunista, más uno que otro planteamiento que intentaba ponerse en sintonía con las 21 condiciones formuladas por el II Congreso (julio de 1920) del Komintern para el ingreso de partidos a su seno. Conviene preguntarse si las ideas de Recabarren eran exactamente las mismas de su partido en aspectos eminentemente teóricos, cuestión que abordaré en esta sección en base a tres puntos esenciales: a) su idea del comunismo y las diferencias entre este y el socialismo; b) los medios para la conquista del poder; c) la dictadura del proletariado.

a) Socialismo y comunismo

Durante mucho tiempo después de haber definido con claridad su ideal socialista, Recabarren utilizó indistintamente las palabras socialismo y comunismo para nombrar su proyecto de sociedad, sin hacer diferencia teórica alguna entre ambos conceptos. 

Marx, Engels, Lenin y otros referentes del marxismo de la época de Recabarren habían definido a la sociedad comunista como la sociedad sin clases, sin Estado, sin producción mercantil, sin trabajo asalariado, sin diferencias entre la ciudad y el campo, sociedad en la que se ha superado la diferencia entre el trabajo manual y el trabajo intelectual, en el que el principio de reparto económico se sintetiza en la divisa “a cada cual según sus necesidades”. Marx, en su Crítica al Programa de Gotha (1875), había explicado que:

“En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, solo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!”[21].

Engels, por su parte, había sostenido en sus Principios de comunismo, que al arrebatar a los capitalistas las fuerzas productivas, los medios de transporte, así como el cambio y el reparto de los productos, “administrándolos según un plan establecido, basándose sobre los recursos y las necesidades de la colectividad”, la sociedad superaría primero las crisis de producción (en realidad de sobreproducción), y esta, en vez de crear miseria, aseguraría a todos sus integrantes los medios para satisfacer sus necesidades, de manera tal que la existencia de distintas clases no solo se haría superflua sino incompatible con el nuevo orden social (el comunismo). A su vez, la industria ejercida en común, y según un plan, por el conjunto de la colectividad, supondría personas con facultades desarrolladas en todos los sentidos, superando el carácter unilateral de la actual división del trabajo (trabajo manual/trabajo intelectual), capaces de ocupar en todos los sentidos sus facultades de manera adecuada: “De esto se deduce que desaparecerá también toda diferencia entre las clases. De suerte que la sociedad comunista, por una parte, es incompatible con la existencia de las clases y, por otra, ella misma proporciona los medios de suprimir estas diferencias de clases”[22]. Completando el panorama de la futura sociedad comunista, Engels describía a grandes rasgos otros trazos esenciales:

“La asociación general de todos los miembros de la sociedad para la utilización colectiva y racional de las fuerzas productivas, la extensión de la producción en tales proporciones que pueda satisfacer las necesidades de todos, la superación del sistema de organización social en el que las necesidades de los unos no son satisfechas más que a expensas de los otros, la completa supresión de las clases y de sus antagonismos, el pleno desenvolvimiento de las capacidades de los miembros de la sociedad por medio de la superación de la división del trabajo, al menos como ha sido realizado hasta ahora, por medio de la educación basada en el trabajo, del cambio de actividad, de la participación de todos en los goces creados por todos, de la fusión entre la ciudad y del campo, serán las principales consecuencias de la supresión de la propiedad privada”[23].

La realización de este objetivo solo sería posible a través de una larga transformación revolucionaria de la sociedad capitalista hasta el comunismo mediante un período intermedio: el socialismo o fase inferior de la sociedad comunista. “A este período -había escrito Marx- corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado[24]. Lo que implicaba que luego de la destrucción del Estado burgués, se crearía uno nuevo, el Estado proletario que, a diferencia de todas las formas de Estado anteriores -explicaría Lenin-, se iría extinguiendo paulatinamente a medida que se produjera la extinción de las clases sociales “solo entonces desaparecerá el Estado y podrá hablarse de libertad’:

“Solo entonces -agregaba el líder bolchevique- será posible y se hará realidad una democracia verdaderamente completa, una democracia que no implique ninguna restricción. Y solo entonces la democracia comenzará a extinguirse, por la sencilla razón de que los hombres, liberados de la esclavitud capitalista, de los innumerables horrores, bestialidades, absurdos y vilezas de la explotación capitalista, se habituarán poco a poco a la observación de las reglas elementales de convivencia, conocidas a lo largo de los siglos y repetidas desde hace miles de años en todos los preceptos, a observarlas sin violencia, sin coacción, sin subordinación, sin ese aparato especial de coacción que se llama Estado”[25].

Entretanto, en la fase inferior (el socialismo), la distribución se realizaría a través de un sistema de bonos-trabajo que permitirían la equivalencia (luego de la deducción para los fondos sociales) entre el trabajo individual proporcionado y aquel contenido en los bienes consumidos[26], operando como principio de reparto “a cada cual según sus capacidades”.

Los textos de Recabarren revelan un uso bastante impreciso de los términos socialismo y comunismo, a veces polisémico. Muy tempranamente declaró ser partidario de la abolición de las clases sociales, pero sin precisar que estaba postulando una sociedad comunista, tal como lo hizo en 1909 cuando aún militaba en el PD al proponer un “Programa del Partido Socialista Obrero”, algunas de cuyas ideas serían replicadas posteriormente en el Programa del POS cuyo ideal definía como: “[…] la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola, de trabajadores, dueños del fruto de su trabajo, libres, iguales, honrados e inteligentes”[27].

Resulta interesante contrastar estos planteamientos con otros formulados después de la transformación del POS en PCCh, por ejemplo, con algunos de su primera intervención en la Cámara de Diputados (julio de 1921), pudiendo constatar que en aquella oportunidad homologó en varias ocasiones las ideas socialistas, que se expresaban en el país, con las ideas comunistas. Desde hace quince o veinte años se desarrolla en Chile un estudio de “las doctrinas sovietistas y comunistas de la Rusia”, afirmó replicando al diputado liberal José Onofre Bunster que lo había interrumpido de manera impertinente[28], agregando más adelante que “el partido socialista desde el año 12 ha acogido las ideas comunistas”[29], y de manera más osada, luego afirmó que “desde el año 1916 se viene predicando en Chile el establecimiento del régimen social constituido por el soviet ruso actualmente, o sea un año antes de que se implantara allá en 1917”[30].

Su visita a Rusia, a fines de 1922, como delegado del flamante PCCh al 4° Congreso de la Internacional Comunista y de la FOCH al 2° Congreso de la Internacional de los Sindicatos Rojos (Profintern), parece haber provocado un cambio decisivo en su ideario político. Algunos planteamientos, hasta entonces un tanto confusos o poco definidos, dieron paso a la adopción de las ideas bolcheviques y leninistas, incluyendo en este cambio una distinción más nítida entre socialismo y comunismo. El apoyo irrestricto y entusiasta a la Revolución rusa, que manifestó de regreso a Chile en numerosos artículos y conferencias, no fue obstáculo para entender que en el país de los soviets se estaba recién iniciando la transición revolucionaria. “Fui a Rusia llevando en mi convicción de que los comunistas no habían podido construir todavía la sociedad comunista en Rusia”, escribió en 1923 en su famoso testimonio La Rusia obrera y campesina[31]. Con plena conciencia de las dificultades y del largo camino que la edificación de ese tipo de sociedad implicaba, agregó:

“Yo fui a aquel país a ver el trabajo realizado hasta la fecha que habrá de conducir al proletariado a la edificación del comunismo; no iba, pues, a ver funcionando el comunismo como muchos, ingenuamente o malévolamente se lo quieren imaginar. Repito, yo iba anheloso a ver cuánto trabajo se había avanzado ya en la preparación de la sociedad comunista”[32].

Como si hubiese querido dar certezas a sus lectores acerca del carácter objetivo y confiable de sus observaciones, agregó:

“No creo haber mirado la nueva organización de Rusia, con ojos optimistas y benévolos […] He examinado si los fundamentos establecidos ya en Rusia, son los fundamentos que se necesitan para la construcción de la sociedad comunista. Y es ese examen el que me ha convencido de que el pueblo de Rusia tiene en sus manos los elementos que se necesitan para la construcción de la sociedad comunista. También quise convencerme si las condiciones del pueblo ruso eran más propicias para la revolución y para el comunismo que las condiciones en que se encuentra el proletariado de Chile para acometer la misma empresa y creo no engañarme si aseguro que al proletariado de Chile solo le falta disciplinar un poco más su organización política y económica, para encontrarse en capacidad de realizar la Revolución Social que expropiará todo el sistema de explotación capitalista y que termine definitivamente con el caos capitalista incapaz de producir el bienestar social que reclama la población de Chile”[33].

Recabarren daba por hecha la abolición del capitalismo en Rusia en 1923 y el inicio de la construcción del comunismo, yendo en este sentido más lejos que lo afirmado por los propios dirigentes bolcheviques, a pesar de estar plenamente informado acerca del “retroceso táctico” representado por la Nueva Política Económica (NEP) adoptada por el régimen bolchevique[34]: “[…] el Partido Comunista ha abolido el sistema de explotación capitalista y ha dado a la clase trabajadora todos los derechos para intervenir en la construcción de los poderes político y económico, con lo cual el proletariado de Rusia construirá la sociedad comunista trazada en nuestros programas”[35]. Los sindicatos serían los órganos de poder económico encargados de la construcción económica y de la defensa de los intereses de la clase obrera durante la transición al comunismo[36].

Por aquella época, Recabarren distinguía claramente el poder en manos de los comunistas (el “régimen comunista”) del comunismo como sistema social, objetivo lejano, pero irrenunciable:

“Desde hace cinco años hemos repetido en Chile: En Rusia no existe todavía el comunismo. Lo que hay en Rusia es el poder en manos de los comunistas y con el poder se está primero, preparando los elementos y los órganos para la organización de una vida comunista o de una sociedad comunista. Si no se ha organizado todavía una vida comunista, no quiere decir eso que sea un fracaso, porque jamás nadie ha pensado que el comunismo sea un sistema social posible de establecerse en pocos días”[37].

b) los medios para la conquista del poder

Probablemente es en este plano -como he sostenido anteriormente- donde se hizo sentir con más fuerza la influencia de las ideas de la Internacional Comunista y del bolchevismo en la línea del joven PCCh. La línea del socialismo evolutivo, desarrollada por el POS durante la década de 1910, excluía la violencia para el logro de la revolución social y el socialismo, postulando como medios la organización de los trabajadores, la lucha económica y política, la educación del pueblo, el desarrollo del sindicalismo y el cooperativismo, la conquista de posiciones en el Parlamento y en los municipios y, eventualmente, la huelga general revolucionaria que provocara el colapso del régimen capitalista y el traspaso del poder a la clase obrera y el pueblo (Grez, 2011, p. 259). Hasta comienzos de la década de 1920, Recabarren seguía estando convencido de que la revolución social tenía “por medios la instrucción, la organización y progresiva capacidad del pueblo para llegar con la huelga general a inmovilizar las funciones del Estado capitalista”[38]. “La clase trabajadora –escribía- no necesita, como la burguesía, promover motines cuarteleros para realizar su revolución. La huelga general es un arma superior a todo Ejército y alcanza resultados más rápidos y concretos, más estables y definidos que un golpe militar”[39]. No obstante, la persistencia de lo que hasta entonces había sido la postura tradicional de Recabarren y del POS sobre la cuestión, en este mismo artículo él se refirió, tal vez por primera vez, al concepto de “dictadura proletaria”, “aun cuando su contenido aparece un tanto edulcorado y diluido en el contexto de la táctica indicada” (Grez, 2011, p. 260), señalando que:

“[…] la revolución social es la administración obrera que es noventa por ciento de la población para administrar la producción conforme a los intereses de ese noventa por ciento, lo cual trae como consecuencia la verdadera libertad del pueblo, que asume todo el poder de gobierno que fuere necesario hasta la ‘dictadura proletaria’ por el tiempo que sea preciso”[40].

c) la dictadura del proletariado

Este es un concepto fundamental del marxismo, cuestionado y discutido en innumerables oportunidades, línea divisoria del movimiento socialista y comunista internacional en muchas coyunturas históricas, en particular, en la que luego del triunfo de la revolución bolchevique desembocó en la fundación de la Internacional Comunista:

“Por lo que a mí se refiere -escribía Marx a Weidemeyer en 1852- no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni de haber descubierto la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, los historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y los economistas burgueses la anatomía económica de esas clases. Lo que yo he hecho de nuevo consiste en la siguiente demostración: 1) que la existencia de las clases solo va unida a ciertas luchas precisas, históricas, ligadas al desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que un período de transición hacia la supresión de todas las clases y hacia una sociedad sin clases[41].

Como ha sido explicado, antes de que Recabarren viajara a Rusia a fines de 1922, él y su partido ya habían hecho suyos y defendido públicamente el concepto de dictadura del proletariado, polemizando duramente con anarquistas y demócratas (Grez, 2011, p. 260). La estadía del líder comunista chileno en la tierra de los soviets, su contacto con camaradas de distintos países, nuevas lecturas y la participación en numerosos debates, reuniones y sesiones de distinto tipo con delegados y encargados del Komintern y del Profintern, afirmaron su adhesión a esta idea. En mayo de 1923, en una entrevista acordada a La Internacional de Buenos Aires y publicada en uno de los periódicos de su partido, el principal líder comunista chileno sostuvo:

“Mi breve estadía en Rusia de los Soviets me ha confirmado en todas mis ideas respecto de la necesidad de la violencia revolucionaria y de la dictadura proletaria. He comprendido perfectamente que sin esa dictadura de la clase obrera la revolución social no puede ser conducida a buen término”[42].

En noviembre del mismo año, en un artículo de prensa refutó tanto a burgueses como a anarquistas, identificándose como un firme partidario de la dictadura obrera:

“La prensa burguesa y anarquista protesta siempre contra toda clase de dictadura, ya sea obrera o burguesa. Consideran igual las dictaduras de Mussolini, Primo de Rivera y Lenin. La realidad marcha hacia las dictaduras. Es el caso de escoger entre la dictadura obrera y burguesa. La dictadura burguesa ya la conocemos es el hambre, la opresión, la ignorancia y la amordaza perpetua. La dictadura obrera es la fuerza que destruye el hambre, la opresión, la ignorancia y la amordaza perpetua. Es decir, hablando más claro, la dictadura obrera es la que destruye la dictadura burguesa que tantos siglos hemos sufrido. La dictadura burguesa no permite el desarrollo de la organización ni la educación progresiva del proletariado. La dictadura obrera favorece el desarrollo de la organización y el progreso de la educación, con la cual desaparecerá toda dictadura. La dictadura burguesa favorece toda clase de explotación y de vicios que envilecen. La dictadura obrera destruye la explotación y la fuente de todos los vicios. Prefiero, pues, la dictadura obrera”[43].

Aunque existe un virtual consenso historiográfico en estimar -como lo hice en mi Historia del comunismo en Chile– que la invocación a la violencia revolucionaria y a la lucha armada en el PCCh de Recabarren “fueron concesiones retóricas a la ortodoxia komintereana y al espíritu de un tiempo marcado por el triunfo de la revolución bolchevique, sin llegar a alterar la línea central que venía desarrollándose desde la fundación del Partido Obrero Socialista en 1912 y que hundía sus raíces en la aún más pretérita militancia de importantes cuadros comunistas en el Partido Democrático” (Grez, 2011, p. 263)[44], el giro discursivo comunista significó una mayor atención de su parte por las instituciones armadas del Estado, escenario que lo llevó a esbozar algunos incipientes lineamientos respecto de la Policía y de las Fuerzas Armadas, que se tradujeron en algunas acciones de propaganda y agitación (Grez, 2011, pp. 260-266).

Conclusión

La paulatina radicalización política de Recabarren se expresó, primero, en el paso de su adhesión a las ideas de la “Democracia” (el conjunto de postulados doctrinarios y programáticos del PD) a las del socialismo evolutivo de la II Internacional, y luego a las del comunismo de impronta leninista como resultado de la irradiación de la Revolución de octubre. Su apoyo a esta revolución fue entusiasta, del mismo modo como lo fue su adopción de la utopía comunista, asociada a la apropiación e incorporación en su bagaje político de elementos estratégicos como el necesario uso de la violencia revolucionaria para conquistar el poder y realizar la revolución social -ausentes durante la mayor parte de su trayectoria política y la del POS. No obstante, esta evolución no estuvo exenta de algunas imprecisiones teóricas o persistencia de algunos rasgos característicos de su pensamiento político tradicional que lo alejaban un tanto de la ortodoxia leninista y komintereana. Si en 1912 su definición de socialismo incluía recurrentemente las palabras amor (“en reemplazo de la tiranía el amor”), justicia (“en reemplazo de la explotación la justicia”) y felicidad (“felicidad completa para todos”)[45], en 1923, varios meses después de su regreso a Chile luego de su estadía en Rusia, se refería al comunismo como “la Nueva Sociedad del Amor y de la Justicia” cuyos cimientos eran “el poder político y económico en manos de la clase obrera”[46]. En ambos momentos, su idea del comunismo distaba bastante de coincidir con Engels cuando este había dicho que “no somos comunistas que quieren hacer todo por amor…”, ni tampoco de aquellos que predican desde ahora la paz perpetua, mientras que en todas partes nuestros adversarios se preparan para el combate…”[47]. La utopía y el romanticismo revolucionario persistían en Recabarren a pesar de su radicalización política y la adopción de tácticas, léxico y concepciones provenientes de la lejana Rusia. Fanny Simon, quien tuvo la suerte de conocer un par de décadas más tarde a su expareja Teresa Flores y, a través de ella, acceder a documentos desconocidos del malogrado líder, que por desgracia se encuentran perdidos, cuenta que revisó un manuscrito inédito, titulado originalmente Si triunfa el socialismo, en el que “dondequiera que este había escrito originalmente la palabra ‘socialismo’ la había reemplazado después por ‘comunismo’. Aparte de ello no había realizado otros cambios”. Lo que indica que la evolución del pensamiento del principal sembrador de la semilla comunista en Chile había significado una radicalización política, mas no una modificación completa de algunas de sus más arraigadas concepciones. El comunismo era casi el equivalente al socialismo.

(fuente: Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda)

Bibliografía

Álvarez, R. (2008). La herencia de Recabarren en el PCCh: Visiones comparadas de un heredero y un camarada del ‘Maestro’. Los casos de Orlando Millas y Salvador Barra Woll. En R. Álvarez, A. Samaniego y H. Venegas (eds.). Fragmentos de una historia. El PCCh en el siglo XX. Democratización, clandestinidad, rebelión (1912-1994) (pp. 16-51). Ediciones ICAL.

Aránguiz, S. (2019). “Chile, la Rusia de América”. La Revolución Bolchevique y el mundo obrero socialista-comunista chileno (1917-1927). Centro de Estudios Bicentenario. 

Barnard, A. (2017). El Partido Comunista de Chile, 1922-1947. Ariadna Ediciones.

Gallardo, M. (2018). Los viajes de Recabarren: una historia de los intercambios entre socialistas argentinos y chilenos (1896-1918). Tesis de Magíster, Universidad Nacional de San Martín.

Gallardo, M. (2020). Luis Emilio Recabarren y el socialismo argentino entre 1901 y 1908. Archivos de Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda, 16, 135-154. https://doi.org/10.46688/ahmoi.n16.253

Grez, S. (2007 a). De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890). RIL Editores.

Grez, S. (2007 b). Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la Idea” en Chile, (1893-1915). Lom Ediciones.

Grez, S. (2011). Historia del comunismo en Chile. La era de Recabarren (1912-1924). Lom Ediciones.

Grez, S. (2016). El Partido Democrático de Chile. Auge y ocaso de una organización política popular (1888-1927). Lom Ediciones.

Jobet, J. (1973). Recabarren y los orígenes del movimiento obrero y el socialismo chilenos. Prensa Latinoamericana.

Lillo, L. (2008). Los lejanos ecos de una gran revolución: La Rusia Sovietista en el discurso del anarquismo y socialismo-comunismo chileno (1917-1927). Tesis de Licenciatura, Universidad de Chile.

Massardo, J. (1994). La formation de l’imaginaire politique de Luis Emilio Recabarren. Tesis Doctoral, Université Paris III.

Massardo, J. (2008). La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren. Contribución al estudio crítico de la cultura política de las clases subalternas de la sociedad chilena. Lom Ediciones.

Massardo, J. (2009). Luis Emilio Recabarren. Editorial USACH.

Miranda, N. (2001). Historia marxista del Partido Comunista de Chile (1922-1973). Ediciones Clase contra Clase.

Navarro, J. (2017). Revolucionarios y parlamentarios. La cultura política del Partido Obrero Socialista, 1912-1922. Lom Ediciones.

Pinto, J. (2013). Luis Emilio Recabarren. Una biografía histórica. Lom Ediciones. 

Pinto, J. y V. Valdivia (2001). ¿Revolución proletaria o querida chusma? Socialismo y alessandrismo en la pugna por la politización pampina (1911-1932). Lom Ediciones.

Ramírez, H. (1984). Origen y formación del Partido Comunista de Chile. Ensayo de historia política y social de Chile. Editorial Progreso.

Silva, M. (1992). Recabarren y el socialismo. Taller de Artes Gráficas Apus.

Simon, F. (2024). Recabarren y el movimiento obrero en Chile. Ariadna Ediciones.

Witker, A. (1977). Los trabajos y los días de Recabarren. Casa de las Américas.


[1] El balance historiográfico más completo referido a Recabarren fue realizado por Jaime Massardo (2008, pp. 33-84). Con posterioridad, se han publicado varias obras consagradas a este personaje, al POS y los primeros años del PCCh hasta la muerte de su fundador. Entre otras, Massardo (2009), Grez (2011), Pinto (2013) y Navarro (2017). A estos libros se debe agregar el estudio de Fanny Simon, el más antiguo de todos, que se mantuvo inédito durante varias décadas, hasta que su manuscrito, encontrado en Estados Unidos por el historiador Alfonso Salgado, fue traducido y publicado recientemente en Chile (Simon, 2024).

[2] Luis E. Recabarren S., “El pataleo demócrata”, El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 14 de septiembre de 1912.

[3] Luis E. Recabarren S., “Carta al director del diario La Tarde”, La Tarde, Santiago, 15 de marzo de 1898.

[4] Ibid.

[5] Las sociedades mancomunales de obreros fueron un nuevo tipo de organización popular que floreció durante la primera década del siglo XX en gran parte de Chile. Se organizaban sobre una base territorial, reunían a personas de ambos sexos y de diferentes gremios de una misma ciudad. Aunque las mancomunales proclamaban su intención de desarrollar simultáneamente funciones sindicales, mutualistas, recreacionales, culturales y cooperativistas, en la práctica, las tareas de socorro mutuo no fueron significativas, destacando por sobre todas las de tipo sindical

[6] Luis E. Recabarren S., “Carta”, El Trabajo, Iquique, 23 de febrero de 1902.

[7] “La Mancomunal de obreros de Tocopilla”, La Voz del Pueblo, Valparaíso, 21 de abril de 1904.

[8] “Hasta cuándo”, El Marítimo, Antofagasta, 17 de septiembre de 1904.

[9] Alejandro Escobar y Carvallo, “Sobre conducta y propaganda. Carta abierta”, Tierra y Libertad, Casablanca, 31 de julio de 1904.

[10] Luis Emilio Recabarren, “Sobre conducta y propaganda. Carta de contestación”, Tierra y Libertad, Casablanca, segunda quincena de agosto de 1904. Cursivas en el original. El intercambio epistolar completo entre Escobar y Carvallo fue publicado en: Grez, 2007 a, pp. 293-323.

[11] “El fin y los medios”, El Marítimo, Antofagasta, 19 de noviembre de 1904.

[12] “Democracia y socialismo III”, El Proletario, Tocopilla, 23 de septiembre de 1905.

[13] Alejandro Escobar Carvallo, “La agitación social en Santiago, Antofagasta e Iquique”, Mapocho, nº121, Santiago, noviembre-diciembre de 1959, p. 9.

[14]  Las experiencias de Recabarren en Argentina y en Europa han sido tratadas con bastante detalle en dos trabajos de Melvin Gallardo Márquez(2018, pp. 73-114; 2020).

[15] Luis E. Recabarren S., “A los demócratas de la República chilena”, Buenos Aires, septiembre de 1907, La Reforma, Santiago, 24 de septiembre de 1907. También fue publicado en El Pueblo Obrero, bajo el título “A los demócratas de toda la República chilena”, Iquique, 5 de octubre de 1907.

[16] Ibid. Según Massardo, este texto era casi la transcripción literal del programa del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) redactado por Pablo Iglesias (Massardo, 2018, pp. 222-223).

[17] Luis E. Recabarren S., Buenos Aires, 1907, “Democracia-Socialismo”, La Reforma, Santiago, 22 de diciembre de 1907. Cursivas en el original.

[18] Luis E. Recabarren S., “La evolución de la cooperativa”, El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 30 de abril de 1914.

[19] Ibid.

[20] POS de Chile, “Declaración de principios”, El Socialista, Valparaíso, 11 de agosto de 1915.

[21] Carlos Marx (2000). Crítica del Programa de Gotha. Elaleph.com, p. 17.

[22] Federico Engels (1972). Principios de comunismo. Quimantú, p. 28.

[23] Ibid., p. 29.

[24] Marx, Crítica…, op. cit., p. 29. Las cursivas son mías.

[25] V. I. Lenin (1971). El Estado y la revolución. La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución. Ediciones en Lenguas Extranjeras, pp. 109-110. Cursivas en el original.

[26] Bernard Chavance (1985). La utopía comunista de Marx. Perspectivas. Revista de teoría y análisis político, 1, 133.

[27] Luis E. Recabarren S., “Programa del Partido Socialista Obrero”, El Socialista, Santiago, 7 de agosto de 1909.

[28] Luis E. Recabarren S., “Los albores de la revolución social en Chile”. En Luis Emilio Recabarren (1965). Obras Escogidas (p. 24). Editorial Recabarren.

[29] Ibid., p. 33.

[30] Ibid., p. 46.

[31] Luis E. Recabarren S. (1923). La Rusia obrera y campesina. Algo de lo que he visto en una visita a Moscú. Talleres Gráficos, p. 3.

[32] Ibid., pp. 3-4.

[33] Ibid., p. 5.

[34] En este mismo texto, el dirigente chileno aseveraba que, mediante la NEP, en Rusia se habían restablecido “algunos métodos capitalistas” como el arriendo de algunas fábricas a capitalistas, comercio libre y restablecimiento de los salarios en moneda, como consecuencia de las medidas anteriores, pero que ello no era óbice para que junto con estas disposiciones se hubieren producido la expropiación más completa y definitiva de toda la burguesía, que hasta ese momento no se había completado, y “la abolición completa y definitiva de toda la propiedad privada, que hasta antes de esta nueva política no se había completado”. Ibid., pág. 49. Las cursivas corresponden a destacados en el original.

[35] Ibid., p. 39.

[36] Ibid., pp. 43-44.

[37] Ibid., p. 94. 

[38] Luis E. Recabarren S., “Nuestra revolución es necesario impulsarla más”, El Socialista, Antofagasta, 1 de julio de 1920.

[39] Ibid.

[40] Recabarren, “Nuestra revolución…”, op. cit.

[41] Karl Marx, “La dictadure du prolétariat”, Lettre a Weidemeyer (5 mars 1852). En Karl Marx (1974). Œuvres choisies 1 (p. 281). Idées/Gallimard. La traducción y las cursivas son mías.

[42] “Luis E. Recabarren a su paso por Buenos Aires”, La Bandera Roja, Iquique, 30 de mayo de 1923. Citado en Lillo, 2008, pp. 98-99.

[43] Luis E. Recabarren S., “La dictadura preferible”, La Federación Obrera, Santiago, 7 de noviembre de 1923.

[44] Desde distintos ángulos, Andrew Barnard, Rolando Álvarez y Nicolás Miranda han expuesto juicios similares al mío. Véase: Barnard, 2017, pp. 47-51; Álvarez, 2008, pp. 16-51; Miranda, 2001, p. 40.

[45] Luis E. Recabarren S., “¿Qué es el socialismo?”, El Despertar de los Trabajadores, Iquique, 6 de junio de 1912.

[46] Luis E. Recabarren S., “Aurora redentora”, El Comunista, Antofagasta, 1 de mayo de 1923.

[47] Friedrich Engels (1976). Projet d’une profession de foi communiste. En Engels, Korsch, Plekhanov. Qu’est-ce le marxisme? (p. 16). Savelli.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.