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La población de la India está migrando de forma masiva. Tras años arraigadas a los entornos rurales y a las economías agrícolas, millones de personas se están desplazando a los centros urbanos. El proceso, bien conocido en Europa y América, supera en escala y magnitud a cualquiera que hayamos observado en la historia, con la excepción de China: con más de 1.300 millones de personas y creciendo, la India está muy cerca de convertirse en el país más poblado del mundo.
Y por tanto, en un país eminentemente urbano. El ejemplo más paradigmático de todo ello es Delhi, la gigantesca ciudad que sirve como capital y cuya progresiva expansión urbana está devorando palmo a palmo terrenos antaño dedicados a la agricultura o a la ganadería. A día de hoy, el conglomerado urbano de Delhi (con jurisdicción política propia merced a su capitalidad) suma alrededor de 27 millones de personas. Sólo Jakarta y Tokyo le superan.
Y por proyecciones demográficas, es probable que no lo hagan por mucho tiempo. Se estima que alrededor de 1.000 personas se mudaron a Delhi cada día en 2016. La mayor parte de ellas lo hicieron provenientes de ciudades más pequeñas o villas rurales en busca de oportunidades laborales. Dadas las cifras (365.000 personas nuevas cada año), no es de extrañar que las proyecciones coloquen a Delhi la vitola de «ciudad más poblada» ya en 2028.
Como es natural, un proceso tan acelerado tiene consecuencias visibles en el entorno físico de sus habitantes. Se aprecia tanto a ras de suelo como desde el espacio. En el primer caso, la progresiva urbanización tiene efectos medioambientales graves. Delhi es la ciudad más contaminada del planeta, superando con mucho los límites máximos advertidos por las organizaciones de la salud. Según el día, respirar en Delhi equivale a fumarse más de dos cajetillas de tabaco. La rápida industrialización y el dominio del coche empujan a escenarios de pura distopía.
En el segundo, es posible entender la enorme magnitud del éxodo rural indio con dos fotografías tomadas desde el espacio. Es lo que ha hecho Earth Observatory, una publicación de la NASA dedicada a explorar los fenómenos geográficos y humanos desde la órbitra terrestre, recuperando dos imágenes muy distantes y muy divergentes entre sí: la «Nueva Delhi» (el distrito central de la ciudad) de 1989 y la conurbación de 2018, treinta años después.
El resultado es impactante. La NASA colorea las fotografías para ilustrar bien dónde comienza lo urbano (en gris) y donde termina lo rural (en verde). Antaño, lugares como Gurugram o Bahadurgarh estaban rodeados de campos de cultivo, aún distantes del corazón de la gran ciudad. La periferia de Delhi se componía de villas no conectadas entre sí, urbanizadas pero lejos de la actual megalópolis. Faridadad, Noia o Ghaziabad ni siquiera entran en el Territorio Capital de Delhi, sino que se reparten en los estados colindantes de Uttar Pradesh o Haryana.
Ante la progresiva expansión de Delhi, el gobierno indio creó la Central National Capital Region en 1985, una entidad supraestatal que aunaba diversas poblaciones colindantes a Delhi más allá de la soberanía de los estados federales a los que pertenecían. Desde entonces ha habido diversas remodelaciones en forma y fondo para ajustar la megalópolis a su exigente crecimiento. En 2001, se estimaba que la región contaba con 16 millonesde habitantes. Hoy son más de 26.
¿Hasta dónde llegará Delhi? A juzgar por las fotografías tomadas desde los satélites Landstat, tan lejos como alcance la vista. En 2018 el mapa ilustra grandísimas zonas grises conectadas entre sí, en un proceso de mayor escala (pero similar visualmente) al de Las Vegas. En diez años, podría superar los 35 millones de habitantes, acercándose al infinito mar de asfalto y cristal que es Tokio. Para entonces podremos echar otro vistazo a estas fotografías y ver cómo han envejecido.