Por Gustavo Espinoza M. Perú
Aun están frescas las palabras que el presidente de Brasil, Ignacio “Lula” Da Silva, pronunció para aludir a las limitaciones que debía tener en cuenta en la conducción de su país el señor Donald Trump.. “A usted lo han elegido presidente de los Estados Unidos, y no Mandatario del Mundo” le dijo con precisión el líder latinoamericano como una manera de exigirle respeto a la Independencia y a la Soberanía de los Estados.
Hizo bien, sin duda, y lo hizo a tiempo, aunque por cierto el inquilino de la Casa Blanca no tomara para nada en cuenta esta reflexión. Y es que el señor Trump, más que presidente de uno o muchos países, se siente en verdad el Rey de todo el mundo.
Por eso decide que la guerra que se libra en los territorios rusos de Ucrania debe terminar ya, pero en los términos que él considera pertinente, lanzándole un salvavidas al Neo Nazi Volodimir Zelensky para preservar los intereses de Washington.
Y es que, en realidad, lo que al señor Trump le importa no es la vida de los jóvenes que perecen en esa contienda, sino las “tierras raras”, además del trigo ucraniano, el petróleo, los minerales, la riqueza acuífera del país y los 500 mil millones de dólares que el gobierno yanqui entregó a la administración de Kiev para que “desangre” a Rusia todo lo que puada, a la sombra de la OTAN.
Pero no se queda allí la nueva imagen del Tío Sam. También decide que termine la guerra en Oriente Medio y que los Palestinos desaparezcan de la faz de la tierra de tal modo que la franja de Gaza se convierta en una Riviera de lujo para descanso de multimillonarios, algo así como la Costa Azul en los mares de Francia.
Para el señor Trump es decisivo también que Groenlandia se convierta en una base nuclear de los Estados Unidos, que su país se apropie del Golfo de México, que “recupere” el Canal de Panamá a cualquier precio, y que avasalle a Canadá, a quien no puede ver como un Estado Independiente.
También, claro, le interesa sobre manera someter a la históricamente rebelde Cuba, doblegar a la Venezuela Bolivariana, destruir la influencia Sandinista en Nicaragua y hasta bloquear cualquier acercamiento entre los países de América, y Rusia y China a los que considera sus “enemigos estratégicos”.
Incluso, piensa en nosotros. Y nos envió por eso a su “emisario”, el señor Carlos Diaz Rosillo, para que nos diga -vía RPP- que en los próximos comicios tenemos que elegir a Keiko Fujimori como presidenta porque eso más le acomoda.
Pero para que nadie diga que se queda en detalles, resuelve también apoderarse del Mar Rojo martirizando al pueblo Yemita, y demoler cualquier resistencia que pueda aun encontrar en Siria, después que ingresó allí de la mano con Tel Aviv y con el régimen turco de Ankara, empeñado en restaurar en nuestro tiempo el histórico Imperio Otomano.
De alguna manera conscientes, los países de América, reunidos en Tegucigalpa en la Cumbre de la CELAC han enfrentado las bravuconadas del matón del barrio y lo han conminado a sacar sus garras de la región.
No obstante, la política de dominación por parcelas pareciera cansarle al señor Trump y a su troupe de halcones sedientos de sangre y de oro. Por eso, recientemente echó mano a otra herramienta de dominación: los aranceles. Los usa a capricho. En su afán de humillar a los que considera “más débiles” y enfrentar a “los poderosos”.
Los expertos hablan de una “guerra comercial”, pero es mucho más que eso. Es una expresión de la guerra en el plano de la economía. Y es una forma de “recuperar” la iniciativa expoliadora que él piensa se mantuvo adormilada bajo la administración Demócrata.
Primero amenazó a todos, o casi todos. Después de registrar diversas reacciones, resolvió dejar sin efecto estas “sanciones” por 90 días, para concentrar su odio contra China, a la que le elevó los aranceles en un 125% Para los demás, mantener la Espada de Damocles en plena función.
Una manera de “polarizar” a la opinión internacional obligándola a adoptar entre “la democracia liberal” -que dice representar- y el “totalitarismo”, como califica a quienes no rinden tributo al amén imperial.
Estas medidas han servido para poner en evidencia dos reacciones en el “mundo afectado” por ellas. Unos han mostrado el rostro del valor y la dignidad, y se han alzado con rechazos y propuestas orientadas a preservar y defender la soberanía de sus Estados.
Pero otros, se han retorcido en el suelo pidiendo algo así como “clemencia” al amo imperial. En el extremo, ha habido quienes han pedido “negociar” nuevas posibilidadeds de “entrega” al señor del Norte El servilismo -como era de esperarse- ha sido imitado grotescamente en nuestro país.
El embajador peruano en los Estados Unidos, el Canciller de la República y la ministra de Comercio Exterior han competido en el empeño de ganar una presea que demuestre quien es más obsecuente al dictado del Imperio. En eso, el ejemplo Dina ha funcionado a plenitud.
en esa competencia han sido aplaudidos por los voceros de ese núcleo privilegiado de la oligarquía -“los exportadores”- que son los únicos que se benefician con aranceles “bajos” y se afectan cuando estos ”suben”- Ellos se han encargado de hacer creer que sus intereses, son los del Perú, y por eso afectarlos, es contraproducente para todos.
Ellos, más que el Estado, sienten las consecuencias de las medidas que adopte la Casa Blanca en la materia, solo que “las descargan” sobre los escuálidos hombros de los trabajadores a los que explotan inicuamente. Por eso andan empeñados en asegurar la restitución de la “Ley Chlimper que tantos “beneficios” les generó.
Es claro que el vendaval Trump pasará pronto. Y el propio autor de los desaguisados que comentamos, caerá en desgracia y llorará su soledad en una celda cualquiera. Y no le faltará quienes, imitando a la Chavela Vargas, le cantarán la ranchera mexicana: “Y tú que te creías el rey de todo el mundo / Y tú que nunca fuiste capaz de perdonar / Y cruel y despiadado de todo te reías / Hoy imploras cariño, aunque sea por piedad”
EL REY DEL TODO EL MUNDO. (ARTICULO EN NUESTRA BANDERA)