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EL COVID19 CREA UNA APERTURA PARA EL PROGRESO Y EL SOCIALISMO, PERO….. SI NO LUCHAMOS A LA BARBARIE Y EL FASCISMO

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por Diego Carmoni

La pandemia de este año que termina ha revelado ante el mundo entero el abismo económico, social y moral irreconciliable que divide el afán capitalista de lucro de las necesidades más esenciales de la inmensa mayoría de la humanidad. Desde principios de año, más de 82.025.143 han sido infectadas y mas de 1.788.566 de personas han muerto por el COVID-19. En los países del norte del planeta, la segunda ola de la pandemia se ha ensañado mas que la primera, las unidades de cuidados intensivos de los hospitales están abrumadas por pacientes y en muchas partes existe un peligro real de que los sistemas de atención de la salud se derrumben bajo la presión de la enorme cantidad de pacientes y el agotamiento de los trabajadores de la salud.  

Esta conmoción extraordinaria y exógena a un orden de estatus quo gravemente roto, ha expandido el espectro de futuros y posibilidades políticas imaginables. El coronavirus ha afirmado de manera llamativa algunas de las premisas centrales de la lucha de clases: entre ellas, que los imperativos del crecimiento económico entran en conflicto con el bienestar general, y que somos perfectamente capaces de reordenar rápidamente la sociedad para subordinar el crecimiento del PIB a las necesidades humanas, si los productores de bienes y servicios, o sea los trabajadores fuéramos los que dirigen el gobierno. Los trabajadores esenciales lo probaron mayoritariamente.

El coronavirus, también, ha proporcionado una lección objetiva sobre la interdependencia de la humanidad, es decir, en las formas en que la privación de algunos amenaza el bienestar de todos. Cuando una nación carece de la infraestructura de salud pública necesaria para contener una enfermedad infecciosa, la salud pública de todas las naciones se ve socavada. Si millones no pueden permitirse quedarse en casa y no trabajar o acceder a atención médica cuando están enfermos, el bienestar de todos está en peligro. El COVID-19 ha hecho que estas realidades sean lo suficientemente innegables para que los gobiernos capitalistas se vean obligados a asumir costos de las pruebas y el tratamiento del coronavirus y para que otorgaran al menos por un tiempo licencias pagadas, aunque extremadamente inadecuadas.

En estos instantes una recesión histórica esta dejando sin trabajo a millones de personas, la perspectiva de una falta de seguro masiva en medio de una pandemia ha puesto de relieve la perversidad del sistema de atención médica privada. La profundización de la crisis económica también ha puesto de manifiesto los fundamentos políticos ineludibles de la economía de mercado. Durante décadas, el neoliberalismo ha creado una enorme desigualdad y la desgarradora dislocación económica al enmarcar las fuerzas del mercado para justificar crímenes contra el medio ambiente y la superexplotación de los trabajadores. Pero es difícil mantener la ficción de una esfera económica apolítica cuando la «mano invisible» está tan claramente unida al antebrazo de que el estado puede ser perfectamente capaz de proteger a los ciudadanos de la crueldad del mercado; la cuestión es quien controla los medios de producción y servicios y a quienes beneficia con ganancias avariciosas.

También, esta pandemia ha creado conciencia sobre el profundo valor social que crean los empleados de supermercados y las tiendas de abarrotes, los trabajadores de las bodegas y los conductores de reparto, y el fracaso de los salarios determinados por patrones mezquinos, tal como están estructurados actualmente, para compensar adecuadamente dicha mano de obra. Este desarrollo no solo les ha valido a los trabajadores del sector de servicios un tributo público del conjunto de la población, sino que también ha facilitado sus esfuerzos para organizar y afirmar el poder sobre sus empleadores.

Tome todo esto, y combínelo con la pandemia, los extraordinarios costos económicos y humanos de permanecer complaciente cuando los científicos estuvieron exigiendo por años preparación para una calamidad inminente, y puede ver cómo los reclamos progresistas definido por los objetivos de Salud para Todos y las denuncias de que la pandemia esta ligada al abuso y explotación indiscriminada del planeta podrían prosperar tras el COVID-19.

El COVID-19 puso de relieve la interdependencia de nuestra especie en un planeta atestado, interconectado y cada vez más inhóspito por la discriminada explotación de las empresas mineras, petroleras, agroindustria, pesqueras, etc. Pero también ha ilustrado la fuerte tendencia de la humanidad a circunscribir nuestras esferas de preocupación social frente a la escasez y la amenaza aguda del agua, la polución mortal y las enfermedades creadas por el abuso a la naturaleza. Montar una respuesta sólida y progresiva a la crisis climática requerirá construir y mantener lazos de solidaridad que trasciendan al estado-nación, en un contexto global caracterizado por la desigualdad, la alteración ecológica y la aguda escasez de agua potable y tierras cultivables. La pandemia actual tiene algunas implicaciones favorables para ese proyecto. Un mundo mejor es posible.

Por lo tanto, para fortalecer un proyecto socialista contra la reacción en las próximas décadas cargadas de crisis, la izquierda necesita cultivar modos de identidad social que sobrepasen las fronteras como asegurar el poder político y económico para los desposeídos del mundo. Esto era cierto antes de la aparición de COVID-19. Pero la crisis actual subraya la urgencia de estos objetivos y abre algunas oportunidades para hacerlos avanzar, pero para lograrlo no solo nuestra lucha es contra los empresarios y sus gobiernos, si no también debemos denunciar y anular el poder que ejercen los burócratas que se reclaman dirigentes de los trabajadores.

Ahora se están produciendo y distribuyendo vacunas que protegerán a las personas inoculándolas contra la infección. Sin embargo, este proceso prolongado requerirá meses antes de que tenga un impacto significativo en la tasa de muerte. Ya que en esta segunda ola no se tomado absolutamente ninguna medida de emergencia seria para detener la propagación de la pandemia, prevaleciendo la ley de la ganancia.

El gobierno, las corporaciones, los especuladores de la pandemia, que mantienen su política de «negligencia maligna», aún se niegan a tomar las medidas necesarias para salvar vidas, el cierre de todos los lugares de trabajo no esenciales, el cierre de escuelas y ayuda financiera de emergencia a todos los trabajadores y las pequeñas empresas cuyos ingresos se han visto afectados por la pandemia, porque el sistema capitalista prioriza las ganancias sobre las vidas. Los oligarcas financieros y corporativos, cuyas vastas fortunas han crecido masivamente debido al aumento del valor de las acciones, se oponen a todas las políticas que salvan vidas y que impactarían negativamente en la bolsa de valores, los beneficios corporativos y, sobre todo, su patrimonio personal.

Mientras que la pandemia ha cobrado su terrible precio, la poca democracia que existe se está derrumbando bajo la presión y las tensiones creadas por la enorme desigualdad social. Con apoyo sustancial dentro de la oligarquía empresarial-financiera. La emergencia del Coronavirus pone en foco una crisis de salud que es la expresión del fracaso del sistema capitalista para brindar soluciones a las necesidades más básicas de la población. Los medios de comunicación han pasado mucho más tiempo lamentando la caída del valor de las acciones en Wall Street y las bolsas de valores del mundo, que la pérdida de vidas humanas.

El capitalismo está en guerra con la sociedad, en la que advertimos: La pandemia de coronavirus se está convirtiendo en una crisis social, económica y política a una escala sin precedentes. El principio esencial que debe guiar la respuesta a la crisis es que las necesidades de los trabajadores deben tener una prioridad absoluta e incondicional sobre todas las consideraciones de beneficio empresarial y riqueza privada. No se trata de lo que la clase dominante diga que puede permitirse, sino de lo que necesitan las masas. Si se hubieran tenido en cuenta las advertencias de los científicos, se podrían haber salvado cientos de miles de vidas.

Nada puede ser más peligroso que pensar que la crisis ha pasado. La pandemia no es solo una tragedia. Es una advertencia. La subordinación del planeta a la búsqueda de ganancias y riqueza personal conduce al fascismo y al cataclismo final de la guerra nuclear. Pero felizmente, se está desarrollando un estado de ánimo de resistencia en todo el mundo. La respuesta criminal de las élites gobernantes a la pandemia global está provocando una ira cada vez mayor dentro de la clase trabajadora internacional. El año 2021 estará marcado por la intensificación de la crisis política y la escalada de la lucha de clases. Toda gran crisis histórica pone a prueba los movimientos políticos y sus programas. Debemos de dar el paso más importante de todos, la lucha por la unidad de la clase trabajadora internacional y un mundo sin desigualdad, opresión política y guerra.

LA DEVASTACIÓN DE LA PANDEMIA DE CORONAVIRUS ES PRODUCTO DEL CAPITALISMO, UN SISTEMA QUE PONE LAS GANANCIAS SOBRE LA VIDA DE LAS PERSONAS. ¡SOLO LA CLASE Y UN GOBIERNO OBREROS, ARMADOS CON UN PROGRAMA SOCIALISTA REVOLUCIONARIO, ¡PUEDEN PONER FIN A ESTA PESADILLA!

¡Exigimos duplicar inmediatamente los salarios de todos los trabajadores esenciales en la primera línea de la lucha contra COVID-19! Cuadriplicar sus filas y luchar contra el desempleo capacitando a millones más para ayudar a superar la tensión. ¡Garantizar protecciones de seguridad y reconocimiento sindical!

Por un salario mínimo nacional garantizado por el gobierno, determinado por los sindicatos, incluidos todos los trabajadores despedidos, los enfermos y los en cuarentena. Las grandes empresas que claman pobreza deberían verse obligadas a abrir sus libros y ser nacionalizarlas bajo el control democrático de los trabajadores si no pueden pagar a los trabajadores.

Control de los trabajadores para suspender toda la producción no esencial con fines de lucro para detener la propagación de la enfermedad. Cuando sea posible, reorientar la producción hacia los servicios esenciales y las necesidades de atención médica. Formar comités de salud y seguridad de los trabajadores en cada fábrica y lugar de trabajo para supervisar las condiciones e implementar todas las disposiciones necesarias.

¡Cualquier lugar de trabajo esencial que esté cerrado, que despida a trabajadores o solicite un rescate público debe ser nacionalizado y administrado bajo el control democrático de los trabajadores! ¡Por un plan de producción racional que garantice que no se produzcan interrupciones en la cadena de suministro de alimentos, suministros médicos y otros elementos esenciales!

Asistencia sanitaria socializada gratuita en el punto de servicio. Nacionalizar todo el sector de la salud e integrarlo en un proveedor de un Servicio Nacional de Salud administrado democráticamente. Nacionalizar todos los espacios comerciales esenciales y convertir los más adecuados en hospitales y “clínicas” lo antes posible.

Controles de precios inmediatos en todos los artículos esenciales, que serán aplicados por comités electos en vecindarios de la clase trabajadora. Cualquiera sorprendido especulando sobre la miseria de los demás, debe ser inmediatamente nacionalizado y sus bienes deben ser distribuidos a los necesitados.

Por una moratoria inmediata e indefinida de servicios públicos, alquiler, pagos de hipotecas y desalojos. Reducir las tasas de los préstamos hipotecarios a cero y renegociar los términos para las familias trabajadoras. Nacionalizar las viviendas vacías y utilizarlas para acabar con la falta de vivienda y el hacinamiento.

¡No a la xenofobia, el proteccionismo y la mentira de la “unidad nacional”! Los intereses de los trabajadores del mundo y de los capitalistas son diametralmente opuestos: la clase trabajadora sólo puede confiar en su propia fuerza y ​​en organizaciones independientes de la clase.

Romper con los sistemas binominales y bipartidista: ¡necesitamos un partido socialista de masas y un gobierno obrero!

Si bien observaremos voluntariamente el distanciamiento social en interés de la salud pública, exigimos que se garanticen nuestras necesidades básicas y no aceptaremos ninguna limitación de nuestros derechos democráticos en nombre de la emergencia nacional.

¡Eliminar todas las deudas de los trabajadores! Expropiar los principales bancos y corporaciones sin compensación, para que sean administrados bajo el control democrático de los trabajadores e integrados en un plan socialista de producción para satisfacer las necesidades de la sociedad. Por una solución internacionalista: ¡una federación socialista mundial y una economía planificada!

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