Rolando Astarita *
Marxismo & Economía, abril 2023
En una nota anterior (https://rolandoastarita.blog/2023/04/13/una-muestra-de-como-el-anti-marx-demuele-a-marx/) critiqué la afirmación de Juan Ramón Rallo, en p. 46 de su libro “Anti-Marx” (en adelante AM) de que, según la teoría de Marx, en el capitalismo “cada vez más trabajadores tienen menos y cada vez menos capitalistas tienen más”. Sostuve que ninguna de las dos afirmaciones puede ser atribuida a Marx, e hice especial hincapié en que Marx, en su obra madura, rechazó la idea del creciente empobrecimiento absoluto de la clase obrera. En este sentido, destaqué la crítica de Román Rosdolsky a esa interpretación. En una nota posterior (https://rolandoastarita.blog/2023/04/14/pauperismo-marx-se-contradice/) precisé que Marx –como lo demuestra el mismo Rosdolsky- cambió la posición sobre los salarios de “El Manifiesto Comunista” (tesis del empobrecimiento creciente). Y subrayé la importancia de la crítica de Marx a la llamada ley de bronce de los salarios, que defendía Lasalle.
Mi intención con estas dos notas fue dar un botón de muestra del tipo de argumentos con los que Rallo y sus seguidores de la escuela austriaca pretenden “demoler” a Marx. No tenía otra pretensión. Pero Rallo y algunos de sus partidarios dijeron que había sacado la cita de la p. 46 de contexto y que la misma no dice lo que Rallo parece decir. Rallo agregó una estrambótica justificación referida a “flujos y stocks” de las tenencias de los obreros y, por sobre todas las cosas, me acusó de no haber leído AM (en Comentarios de las notas anteriores hay enlace a esta respuesta de Rallo). Algo así como que si yo hubiera leído AM no habría escrito lo que escribí acerca de la cita en p. 46.
Interpreto pues la respuesta de Rallo y seguidores como el pedido de una crítica más extensa de mi parte. Aquí va pues. En lo que sigue demuestro que lo que escribió Rallo en p. 46 del AM, conecta con las ideas centrales que a lo largo de su libro le atribuye a Marx..
1) Empiezo señalando que Rallo leyó a Rosdolsky (lo cita en AM), quien demostró que Marx cambió su posición, expresada en “El Manifiesto Comunista”, sobre el salario y la pauperización. En la literatura marxista es muy conocido y compartido este argumento de Rosdolsky. Pues bien, en p. 291 del AM Rallo cita el pasaje de “El Manifiesto Comunista” sobre salario y pauperización y lo presenta como si esa fuera la posición de Marx en su obra posterior. Peor todavía, hace pasar el texto de Marx “Salario, precio y ganancia” como una prolongación de lo planteado en “El manifiesto comunista”, cuando el eje de “Salario…” es demostrar que, contra lo que decía Weston, las luchas sindicales podían mejorar el salario real (las limitaciones del reformismo sindicalista están señaladas por Marx en ese contexto). Para que la maniobra “cierre”, Rallo se cuida de informar la posición de Rosdolsky. En paralelo, no dice palabra sobre la crítica de Marx a la ley de bronce de los salarios. A pesar de que esta crítica va al corazón de la teoría de Marx sobre salarios. Todo congruente con lo que afirmó en p. 46 y fue disparador de mi crítica.
2) En p. 1080 del AM Rallo sostiene que “la profecía de Marx” era que los salarios reales “irían bajando”, y que en eso “erró por completo”. Es lo mismo que dijo en p. 46. No hay que jugar a las escondidas para ganar discusiones. Solo nos hace perder el tiempo.
3) Aclaremos brevemente el tema “flujos y stock” referidos a lo que tienen los obreros. Por empezar, los obreros no son dueños de los medios de producción, de manera que, sean flujos o stocks, siempre se trata de bienes de consumo. Si son no duraderos (la comida, por ejemplo) son flujos; si son duraderos (heladera, automóvil, vivienda) son stocks. Si se dice que los obreros tienen cada vez menos, se verán afectados tanto los flujos como los stocks. Punto, no da para más en lo referido a la teoría marxiana de los salarios.
4) En su libro Rallo admite que, según Marx, que puede mejorar el salario real en el capitalismo. Pero esta afirmación está realizada en el marco de: a) sostener que Marx continuó con la idea de la pauperización planteada en 1848; b) ocultar al lector la conocida (y conocida por Rallo) crítica de Rosdolsky a esa tesis; c) hacer silencio sobre la crítica de Marx a la ley de bronce de los salarios (una cuestión que atravesó al movimiento obrero y socialista en el siglo XIX); d) sostener que Marx predecía que en el capitalismo los salarios reales irían bajando (p. 1080 AM).
5) Lo anterior se refuerza cuando Rallo discute el teorema Okishio y las respuestas de los marxistas al mismo (véase, por ejemplo, p. 1205). Rallo cita aprobatoriamente a Samuelson, quien a su vez cita a Joan Robinson, donde esta sostiene que “Marx sólo puede demostrar que existe una tendencia a que los beneficios desciendan abandonando su argumento de que los salarios reales se mantendrán constantes”. Sin embargo: a) Marx no sostenía que los salarios reales se mantendrían constantes, de manera que no tuvo que “abandonar” nada; b) Marx no conoció nada parecido al teorema Okishio y su demostración de la ley no se apoya en el movimiento de los salarios, sino en la elevación de la composición orgánica (personalmente pienso que está mal argumentada la ley por Marx; véase aquí también sobre el teorema Okishio).
6) Lo dicho más arriba nos prepara para el punto clave de Rallo; sostiene: “Marx pensaba que a medio plazo había dos fuerzas que contrarrestaban cualquier tendencia a elevar estructuralmente los salarios por encima del valor de la fuerza de trabajo: el cambio en la composición orgánica del capital por progreso técnico y la ralentización del ritmo de acumulación de nuevo capital” (p. 1068). Según Rallo, Marx sería de la idea de que hay un salario “de equilibrio”. Si ese salario es w1, y sube a w2, los capitalistas reaccionan –aumentan la mecanización o enlentecen la acumulación- y el salario vuelve a w1.
Observemos que antes había escrito: “… para Marx, los salarios no podrán subir persistentemente a largo plazo por encima de su importe de equilibrio (el valor de la fuerza de trabajo). Y es que, si la demanda de fuerza de trabajo supera su oferta y eso repercute en salarios superiores al coste de reposición de la fuerza de trabajo, los capitalistas tenderán a esterilizar esa alza salarial modificando la composición orgánica de capital, es decir, sustituyendo capital variable por capital constante” (p. 286; énfasis agregado). También: “A largo plazo, además, incluso si los capitalistas no pudiesen reemplazar capital constante por capital variable y, por tanto, su demanda neta de trabajadores se incrementara con la acumulación de capital, los salarios estarían igualmente condenados a regresar a su valor porque, si el precio de la fuerza de trabajo es superior a su coste de reposición, la fuerza de trabajo se sobrerrepondrá, es decir, la población trabajadora aumentará” (p. 287). También pp. 1071-2 sostiene que Marx estaba obsesionado “con considerar que los salarios debían mantenerse anclados en equilibrio al coste de reposición de la fuerza de trabajo” (énfasis agregado).
Todo esto apunta a lo mismo: sostener que los salarios, según Marx, no pueden elevarse “estructuralmente” por encima de un supuesto nivel “de equilibrio”. Cualquier parecido con la cita de p. 46 que critiqué (botón de muestra) no es casualidad.
La realidad es que Marx no dijo que exista un único salario de equilibrio, y menos todavía se puede afirmar que estuviera “obsesionado” con algo semejante. Lo que afirmó Marx es que el salario no puede ascender a un punto en el que afecte de alguna manera grave a la tasa de ganancia, al punto que los capitalistas dejen de invertir. Por otra parte, Marx sostuvo que hay un nivel mínimo de salario, determinado por las necesidades fisiológicas de reproducción de la fuerza de trabajo. Entre esos extremos planteó que hay muchos niveles (“una inmensa escala de variaciones”, Rosdolsky) a los que puede establecerse el salario. Y en tanto alguno de esos niveles se mantenga en el tiempo, habrá cambios en el valor de la fuerza de trabajo, incluso porque a medida que se desarrollan las fuerzas productivas cambia la misma canasta salarial. Esto significa que en Marx no existe ese “punto de equilibrio” que introduce Rallo para reemplazar la tasa máxima de ganancia, que sí definió Marx. Puede verse, pues, la importancia de la crítica a la ley de bronce de los salarios (según la cual las luchas por mejoras para la clase obrera no tenían sentido). Así como la importancia de la noción de la tasa máxima de ganancia, que alude de forma directa al poder de coerción sobre el trabajo que ejerce la propiedad privada de los medios de producción y la lógica de la ganancia.
7) Para reforzar la idea de que Marx habría tenido un enfoque de salarios fijados “estructuralmente” a algún punto de “equilibrio”, Rallo sostiene que “…la teoría marxista sí es incompatible con que la mera acumulación de capital y el mero desarrollo continuado de las fuerzas productivas eleven endógenamente los salarios reales” (p. 1197). Pero esto no es lo que dice Marx (cap. 23, t. 1 EC). Por un lado, porque cabe la posibilidad “que las necesidades de la acumulación sobrepujen el acrecentamiento de la fuerza de trabajo o del número de obreros, y de que la demanda supere a su oferta, a raíz de lo cual los salarios pueden aumentar”. Y de ahí la posibilidad de que se mantenga el incremento de salario. Escribe Marx: “o bien el precio del trabajo continúa el ascenso porque su alza no estorba el progreso de la acumulación… en este caso la reducción del trabajo impago no perjudica en modo alguno la expansión del dominio del capital… o bien, y este es el otro término de la alternativa, la acumulación se enlentece tras el acrecentamiento del precio del trabajo porque se embota el aguijón de la ganancia”. Es lo opuesto de lo que Rallo le hace decir a Marx.
8) Políticamente la atribución a Marx por parte de Rallo de la idea de que de alguna manera se cumple la ley de bronce de los salarios tiene un propósito: “demostrar” que el significativo aumento de los salarios reales desde los tiempos de Marx al presente (Inglaterra sería un caso prototípico) no puede ser explicado por la teoría de Marx. Véase, por ejemplo, p. 964, donde sugiere que, desde el enfoque de Marx, es imposible explicar cómo muchos sectores de la clase obrera, en especial de países adelantados, tienen capacidad de ahorro (en general, y esto Rallo no lo dice, para adquirir bienes de consumo duraderos, incluido viviendas; y para los retiros de vejez).
9) Como Rallo sostuvo que, según la teoría de Marx no puede haber mejoras de la clase obrera por el desarrollo de la acumulación capitalista, sugiere que la única manera que tienen los marxistas para explicar la mejora en los salarios reales, o el hecho de que, al menos durante períodos de tiempo prolongado, aumentara o se mantuviera la participación de los salarios en el ingreso es explicando el asunto por la lucha de clases. Pero el marxismo no afirma semejante cosa. Por empezar, cuando Marx sostiene que en la determinación del valor de la fuerza de trabajo (y por lo tanto, de la canasta salarial) hay un elemento histórico y moral, este no se limita a la lucha de clases. El avance de las fuerzas productivas establece, de hecho, niveles más elevados de salario real necesario para poner en movimiento, o reproducir, la fuerza laboral.
Pero además, la lucha de clases no se da en el aire. Las fases del ciclo económico, los períodos de desarrollo o de crisis y recesión inciden, indefectiblemente, en los resultados de esas luchas. Incluso fenómenos de ascenso o descenso de la participación de los beneficios y salarios en el ingreso no se dan por fuera de los cambios económicos (por ejemplo, una depresión económica llevaría a la caída de la participación de los beneficios en el ingreso, al margen de que el conflicto social sea intenso o no). Por otra parte, el conflicto de clase es inherente a la misma naturaleza de la relación capital / trabajo. Entiendo que esto sea difícil de captar para los que están habituados a reducir todo a gustos y preferencias en abstracto, pero lo cierto es que el conflicto se desarrolla de muchas maneras. Esto es, no solo con las huelgas y manifestaciones obreras con reclamos a las patronales o al Estado También vía múltiples formas de resistencia –trabajo a desgano, sabotajes, cuestionamientos a las autoridades dentro de los lugares de trabajo y similares- que hemos visto, por caso, en los 1960 y 1970s en países industrializados o atrasados.
10) Según Rallo, sin el supuesto de que los salarios deberían “mantenerse anclados en equilibrio al coste de reposición de la fuerza de trabajo”, “toda la teoría de la explotación se viene abajo” (p. 1072). O sea, eliminado ese molesto “equilibrio único” (astuto invento de Rallo que le atribuye a Marx) desaparecen las constricciones objetivas que establecen la propiedad privada de los medios de producción, concentrada en los capitalistas, y la no propiedad de medios de producción de los trabajadores “libres”. De esta manera se esfuma la restricción que significa el poder del capital sobre los medios de producción; desaparece la amenaza sobre la clase obrera de la huelga de inversiones (agudizada con la globalización y los movimientos transnacionales de capitales), y las contradicciones de clase. Entramos así en un mundo de fantasía donde los obreros pueden ahorrar y convertirse en capitalistas; o elegir cuántas horas quieren trabajar por día y cuántas descansar, porque ya no necesitan trabajar para sobrevivir (véase, por ejemplo, pp. 1074 y ss.). En la misma vena de invenciones, según Rallo hasta puede suceder que la clase trabajadora explote a la clase capitalista, por ejemplo elevando los salarios “por encima del tiempo de trabajo que han desempeñado” (p. 1151). En fin, los lugares comunes de los apologistas del capitalismo.
Para terminar, la teoría de los salarios de Marx en interpretación Rallo es solo una muestra de los incontables problemas que tiene el AM.
* Economista, docente en la Universidad Nacional de Quilmes y de las facultades de Ciencias Sociales y de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).