Hace varias semanas dije que las elecciones en EE. UU. tenían dos candidatos: Lucifer y Belcebú y algunos me respondieron que esos eran dos nombres del mismo demonio. En efecto, por mucho que se diga acerca del bipartidismo estadounidense, es decir la competencia entre demócratas y republicanos, esta no es más que la miserable ficción de una vieja dictadura del capital. Ambos partidos son uno, sirven a los capitalistas y sus poderosas corporaciones imperialistas que son las que dominan el mundo de las finanzas de la producción, las mismas que lo han privatizado todo hasta los pensamientos de los seres humanos. Ambos partidos son uno solo, son Lucifer y Belcebú hijos del perverso y criminal capitalismo neoliberal. No sé si a Dante se le hubiera ocurrido semejante y demoniaca comedia… o tragedia…
No debemos olvidar que el triunfo del infernal capitalismo neoliberal, en los 90’s del siglo pasado, es el producto del pánico que generó Mayo 68 en Francia, la asonada insurreccional que iniciaron los estudiantes franceses que, entonces, involucró a la clase obrera y se globalizó poniendo en jaque a los capitalismos del mundo entero. Tal como explicara en varios artículos y entrevistas, el gran filósofo y político de la IV Internacional, Daniel Bensaïd. Esa formidable toma de consciencia que tuvo como epicentro a Paris, no llegó a la victoria por traición de estalinista Partido Comunista francés, que se puso al frente no de las posibilidades de la revolución socialista, sino para frenarla, por eso llegó a acuerdos con Charles De Gaulle, el presidente francés del momento, y declararon el fin de las jornadas revolucionarias. No podemos dudar que la orden para la traición de los dirigentes “comunistas” llegó de Moscú. Es que la burocracia también temblaba pues la nueva revolución francesa del 68 podría haber cavado la tumba de la burocracia soviética que llegó al poder, despojándoselo a los trabajadores, en 1927, bajo la conducción de Stalin a quien apropiadamente Trotsky calificó “el sepulturero de la revolución”.
El neoliberalismo, es el que ha parido a estos candidatos, mediocres y profundamente reaccionarios, tan parecidos el uno al otro, como Kamala Harris y Donald Trump, Lucifer y Belcebú. La retórica electoral de ambos terminó pareciéndose y como nadie prefiere la copia sino el original es que se ha optado por el populismo de Trump, en vez del populismo incongruente de Harris. De que hay diferencias entre ellos, por supuesto que las hay, así como existe la diferencia entre la horca y la hoguera, que eran las opciones que los invasores españoles, durante la conquista, ofrecían a los dignatarios de los pueblos originarios ya condenados a muerte desde que Colón pisó el suelo de Abya Yala.
¿Cuál es el programa que ha ganado las elecciones con Trump? que el New York Times con cierta dosis de pesimismo anuncia como la era de la incertidumbre, en primer lugar, la xenofobia, es decir, la propuesta que llevó a Hitler al poder. No en vano, ya Trump ha afirmado que el nazi-fascismo ha tenido “sus cosas buenas”. Trump promete deportar a 11 millones de inmigrantes “ilegales”, especialmente hispanos o latinos a quienes sin reparo acusa de delincuentes criminales, narcotraficantes, asesinos, que se comen a las mascotas de los estadounidenses.
¿Lo va a lograr? Es muy difícil, pero ya impuso la retórica malvada. Recordemos que, durante su gobierno anterior, Trump impuso la separación de las familias, incluso creando prisiones infrahumanas para los hijos de los migrantes deportados. Ahora en su nuevo gobierno, los que no son “wasp” (White american saxon and protestant = blanco, estadounidense, anglosajón y protestante), es decir quienes tenemos el color de la madre tierra, pasaremos a la condición de sospechosos. Por si acaso, también amenazó a los migrantes que tuvieran su “green card”,
El programa económico de Trump, que es el que ha atraído a la clase obrera, es la repatriación de las industrias que se retiraron del país en busca de mano de obra barata para lo cual se creó el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, (NAFTA) que dejó a millones de trabajadores estadounidenses sin empleo. Hoy, Trump amenaza con temibles aranceles a las importaciones de productos que lleguen a EE. UU. de manufactura de las empresas que se fueron. O regresan y dan trabajo a los obreros estadounidenses o no podrán vender sus productos en este país. Suena bien pero como decían las abuelas “del dicho al hecho… hay mucho trecho”.
Son muchas las amenazas que Trump profiere contra todo el mundo: “pondremos aranceles del 25% a los productos que provengan de México si ese país no frena la migración”. “Los aranceles de productos chinos se elevarán al 200%”. “La OTAN no recibirá nuestro apoyo económico si Europa no invierte lo mismo que nosotros” … así hay un largo etcétera de promesas que, en un país casi hundido en la bancarrota, un imperio decadente y amenazado por la multipolaridad, no podrá cumplir.
A nivel global, a Trump no le será posible sacarse de la espalda el puñal que representan los BRICS y su amenaza de reducir al dólar en “otro medio de cambio”. Pese a que Trump en su discurso triunfal promete que EE. UU. no participará en una guerra, ¿frenará el genocida holocausto al que Israel está sometiendo al martirizado pueblo palestino? Es probable que le dé la victoria a Rusia ante la ya casi rendida Ucrania, pero ¿permitirá que se rehabilite el Nord Stream 2, poniendo fin al formidable negocio especulativo de gas y petróleo que tiene EEUU y que ha convertido a Europa en su nuevo patio trasero?
¿Revertirá, Trump, la tendencia que ha generado que ya más del 35% de la población estadounidense se encuentre en la línea de pobreza como en los años 30, del siglo pasado, tras el crack de la Bolsa de Valores de Nueva York?
No lo creo, los capitalistas estadounidenses están con los ojos cerrados y la victoria de Trump los alienará mucho más, tal vez llegando a niveles demenciales… bien dice el dicho, atribuido al profeta Ezequiel, “Dios cierra los ojos a quienes van a perder”.
Por mi parte, debo aclarar que no le deseo un mal al pueblo estadounidense, a los trabajadores estadounidenses, muchos de los cuales votaron por Trump. La lucha de clases en EEUU, adormecida por el lavado de cerebro cotidiano propiciado por unos medios totalmente privatizados y monopolizados al servicio de la oligarquía estadounidense, que es la que gobierna este país, puede que también llegue a su fin cuando el malestar que produce la inseguridad, el hambre, la drogadicción —que ya afecta, según estadísticas a casi 30 millones de seres humanos—, fomente la resistencia de un pueblo cuyo destino manifiesto, hasta hoy una entelequia perversa, el deseo de dominar el mundo para esclavizarlo, se convierta en el objetivo realmente humano, la razón fundamental de nuestra existencia, que es la meta de libertad, igualdad y fraternidad, la única posible para lograr un planeta que sobreviva a el desastre ambiental y social al que lo han empujado las ambiciones de riqueza y poder de quienes hoy se han apoderado del 99% de las riquezas del espacio terrenal en el que aun vivimos, a quienes hoy representa Trump.
¿Trump ganó? Si es así, estamos en un día histórico para los pueblos, hay que iniciar la resistencia y no parar hasta lograr el triunfo final: el socialismo.
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Ilustración de Gustave Dore, de la serie del Infierno de Dante, La divina comedia
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