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Dos periodistas, dos GAP y dos amigos de todo el mundo una lejana noche en el Yako Bar de Valpo

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Arturo Alejandro Muñoz

Aún no eran Premio Nacional ni Premio Municipal (de periodismo deportivo), ya que ni siquiera se atisbaban para ambos tales maravillas, pero eran porteños, periodistas y cuñados entre ellos y, por cierto, amigos del alma de quien escribe estas líneas.

Alfredo Villalobos y Óscar ‘Chaflán’ Valdés. Periodistas inigualables, inimitables, locos lindos, insuperables en lo suyo.

Recuerdo con prístina claridad algunas de nuestras caminatas nocturnas por esos ya desvaídos locales de encuentro y alcohol existentes en el viejo Valparaíso, en bohemias anteriores a la época de la dictadura cívico-militar.

El ‘Yako Bar’, el ‘American Bar’, ‘Los Siete Espejos’, el ‘Cinzano’, ‘El Barco’, el ‘Bar Roland’…en fin, sólo por nombrar algunos.

Yo viajaba desde Santiago del Nuevo Extremo hasta el puerto Perla del Pacífico para encontrarme con ellos algunos fines de semana. A veces me acompañaba Osvaldo Ramírez, taxista eterno, genio y figura de las calles y recovecos del viejo Santiago. En su leal Simca 1000 nos movilizábamos por los callejones del bello Valparaíso. En una oportunidad se nos unieron en esos tránsitos dos buenos compañeros de la izquierda ‘en serio’, Dagoberto y Paulo, quienes más tarde, en 1970, formaron parte del GAP allendista, aunque en su caso dirigidos por el senador socialista Erich Schnake, capo absoluto de radio Corporación.

El mismo día martes once de septiembre de 1973, Dagoberto concurrió a la sede de su partido, el socialista, y sin esperar órdenes ni indicaciones de ningún dirigente (la mayoría de ellos estaban refugiados en caletas acordadas previamente), procedió a quemar cuanto documento encontró a mano. Allí le detuvo una patrulla militar que lo llevó a punta de patadas y golpes hasta el Ministerio de Defensa, donde fue encerrado en un cuarto junto a otros detenidos. Barruntando que la cosa iba para peor, simuló un ataque cardíaco, logrando que los militares lo dejaran en manos de carabineros, quienes le llevaron a la Posta Central. Eran las seis de la tarde. Una hora después, Dagoberto escapaba de ese establecimiento hospitalario y su rastro se pierde hasta el año 1976 cuando reaparece, muy orondo, trabajando como taxista y fallece, diez años más tarde, producto de un ataque cardíaco, esta vez un infarto verdadero.  

En cuanto a Paulo el asunto fue diferente. Hombre joven, introvertido, habilísimo con las armas y con el linchako, y de genio ligero…era favorito del senador Schnake y de algunos ministros pues sentían seguros sus físicos cuando quien los resguardaba era ese silente miembro del GAP. El once de septiembre Paulo dio batalla en la defensa de una empresa intervenida, ¿Sumar?, tal vez, no hay claridad al respecto, como tampoco la hay sobre el final que tuvo ese inefable muchacho estudiante de ingeniería y GAP a todo dar. Hubo dos versiones circulando en el correveidile de aquellos años: habría sido atrapado por la DINA y asesinado en algún lugar del litoral central…o por el contrario, evadió los cercos militares y se escabulló hacia el lejano sur, donde cambió de identidad y se esfumó para siempre.

En fin…volvamos al relato principal de estas líneas. Una noche de viernes en el mes de agosto de 1973, en el porteño ‘Yako Bar’, esperando a los amigos periodistas Óscar y Alfredo, que aún estaban despachando sus notas para los diarios “La Unión” y “el Mercurio” respectivamente, nos encontramos de narices con esos dos miembros del GAP que llegaron impensadamente a ese mismo local.

Obviamente, nos reconocieron de inmediato pues eran buenos amigos de mi acompañante, el taxista Osvaldo, compadre de mi hermano, y decidieron sentarse en nuestra misma pequeña mesa. La pregunta que saltó de sopetón era saber por qué se encontraban en Valparaíso esa noche. ¿A quién venían protegiendo? ¿Al Chicho, al ‘Pibe’ Palma, al ministro Vergara, al ministro Tohá? ¿A quién? Por cierto, alguien del más alto nivel político se encontraba en el puerto en ese momento. Nos bastaba saber que si el hábil y peligroso Paulo estaba allí, el personaje era uno de los grandes.

Lo mismo opinaron más tarde Oscar y Alfredo cuando se nos unieron en la conversación y los tragos. “Ya, poh…suelten la pepa…¿quién está en Valpo?”, insistía yo, mientras que los periodistas mostraban otro interés, saber por qué estaba en Valparaíso un determinado personaje de alto nivel oficialista a esa extraña hora de la noche.

Finalmente, Alfredo dio en el clavo. “Sea quién sea, ya no está en el puerto…ya se marchó con la compañía de otros GAP y ustedes quedaron libres por el resto de la noche, ¿es así, verdad?”. La respuesta de Dago fue una tenue mueca simulando una tibia sonrisa; Paulo sólo bebió otro sorbo de su piscola y comentó: “ustedes son periodistas deportivos, no traten de pasarse de listos; de política no cachan una”. Y regresó a su habitual mutismo.

A las cuatro de la madrugada nos despedimos Osvaldo y yo para regresar a Santiago en el veloz Simca. Los chicos de la prensa continuaron en el Yako Bar junto a otros colegas de un canal de televisión local, a la vez que nuestros amigos del GAP subieron a su Fiat 125 y se marcharon con destino desconocido.

Es extraña la vida, de ello no hay duda. Tres semanas después, el domingo 9 de septiembre de 1973, asistía yo a un espectáculo de atletismo en el Estadio Nacional. En medio del público unas personas se movilizaban llevando ignotas listas en sus manos pidiendo a la gente firmar en apoyo de lo que en ellas se expresaba. Querían la renuncia del doctor Allende a la presidencia de la república. Pasaron frente a mí, mostraron las listas y siguieron su paseo cuando negué firmar. 

Mi amigo y vecino Guillermo Larrazábal me dio un suave codazo a la vez que comentaba lo acaecido esa misma mañana en Santiago cuando el senador Carlos Altamirano encendió las alertas de todos y todas al informar de lo que ocurría en la Armada, ya que un grupo de marinos le había informado que sus altos mandos preparaban un golpe de estado.

“Altamirano reconoció que se entrevistó con ellos hace algunas semanas en Valparaíso” -agregó Larrazábal- esto se pone más feo a cada rato”.

¡Ese era el personaje que habían estado protegiendo Paulo y Dago aquella noche de viernes en el puerto! Mucha razón tenían nuestros amigos periodistas cuando consultaron a los muchachos del GAP “a qué y para qué ese -entonces- incógnito personaje político estaba en Valparaíso a esas horas de la noche”.

Lo que ocurrió después en Chile -48 horas más tarde de aquel domingo- es asunto conocido. Desde el mismo once de septiembre Óscar hubo de mantenerse escondido largo tiempo en el puerto al ser requerido por el gorilaje de la Armada debido a que era periodista del diario “La Unión”, perteneciente al partido socialista local. Años más tarde, regresado a la actividad periodística como jefe de prensa de Radio Festival de Viña del Mar, obtuvo el Premio Municipal de Periodismo Deportivo (en Viña y Valparaíso).

Alfredo Villalobos falleció hace algunos años (maldito cáncer) luego de haber sido homenajeado con el Premio Nacional de Periodismo Deportivo.

Las historias de Paulo y Dago ya se las conté, aunque muy sucintamente.

Todo ello ocurrió y fui testigo.

 

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