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Deuda, golpes de Estado y colonialismo: Exhortan a Francia y EE.UU. a que paguen reparaciones por la destrucción de Haití

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Democracy Now!

Analizamos en profundidad “El rescate”, una nueva serie de artículos de investigación publicada por el periódico The New York Times, que detalla cómo Francia devastó la economía de Haití al obligarle a pagar cuantiosas reparaciones por la pérdida de mano de obra tras la rebelión de los haitianos esclavizados y la fundación de la primera república negra del mundo en 1804. Conversamos con los historiadores Westenley Alcenat y Gerald Horne sobre la historia financiera de Haití y el reiterado rechazo a las demandas de reparaciones que ese país ha hecho. Alcenat afirma que esta serie “le muestra al resto del mundo una información que, en realidad, ha estado disponible desde hace más de cien años” y, si bien celebra su publicación, también exige que el periódico The New York Times se disculpe por la publicación de estereotipos racistas sobre Haití que el columnista David Brooks hizo en 2010. Al mismo tiempo, Horne le pide a The New York Times que ponga a disposición de otros historiadores los documentos reveladores citados en los diferentes artículos. Horne espera que la serie “nos haga reexaminar la historia de nuestro país y nos permita tomar distancia de la idea propagandística según la cual Estados Unidos era, en cierto sentido, una república abolicionista cuando en realidad era la república con mayor número de esclavos”.

AMY GOODMAN: “El rescate”. Ese es el nombre de una serie de artículos publicados por The New York Times que detallan cómo Haití se convirtió en uno de los países más pobres en el mundo, mientras que los banqueros de Francia y Estados Unidos hicieron una fortuna. La historia se remonta a principios del siglo XIX.

En 1804, el pueblo esclavizado de Haití se levantó y lideró una revuelta contra el dominio colonial francés, lo que llevó a la fundación de la primera república negra. En 1825, bajo la amenaza de un ataque militar francés, Haití accedió a pagar reparaciones a Francia por los supuestos “bienes”, que incluían a personas esclavizadas, que los propietarios franceses perdieron en la rebelión. Francia amenazó con invadir y reimponer la esclavitud si Haití no aceptaba pagar una exhorbitante suma en reparaciones: 150 millones de francos, 30 veces los ingresos anuales de Haití. Haití empezó a obtener préstamos de bancos franceses, lo que produjo una crisis económica que continúa hasta el día de hoy.

The New York Times estima que Haití le pagó a Francia el equivalente actual de 560 millones de dólares durante las siguientes siete décadas. Se estima que el costo verdadero para la economía de Haití es la impactante cifra de 115.000 millones de dólares. Y eso es solo una parte de la historia. En 1880, un banco francés estableció el primer banco nacional de Haití, lo que prácticamente le daría a Francia el control del erario público haitiano. Ese banco francés, Crédit Industriel et Commercial, usó parte de las enormes ganancias para ayudar a financiar la Torre Eiffel. El propietario actual de dicho banco acaba de iniciar una investigación sobre sus negocios en Haití y su papel en lo que ha denominado un “ecosistema del colonialismo”.

El reportaje de The New York Times también analiza la ocupación militar estadounidense en Haití desde 1915 hasta 1934. Un apoyo clave para la ocupación estadounidense vino del National City Bank de Nueva York, el banco predecesor de Citibank. El exdiplomático estadounidense Patrick Gaspard, director del centro de investigación Center for American Progress, dijo que el grupo financiero Citigroup debería pagar reparaciones a Haití. Gaspard escribió en Twitter: “Durante décadas, muchos han tratado de hablar abiertamente sobre el papel que jugó EE.UU. en el saqueo de Haití. Nadie quiso escuchar. Por fin tenemos algunas verdades”, dijo. Durante años, las demandas de Haití para obtener reparaciones han sido rechazadas repetidamente, a veces a la fuerza. El exembajador de Francia en Haití Thierry Burkhard, le confesó a The New York Times que Francia y Estados Unidos orquestaron el golpe de Estado de 2004 que derrocó al primer presidente democráticamente elegido de Haití, Jean-Bertrand Aristide. Burkhard dijo que uno de los beneficios del golpe fue poner fin a la campaña con la que Aristide buscaba obligar a Francia a pagar indemnizaciones a Haití.

Para hablar más sobre Haití, los efectos devastadores del colonialismo, y sobre esta extensa serie de artículos en The New York Times, tenemos dos invitados. Westenley Alcenat es un profesor haitiano-estadounidense en la Universidad de Fordham, donde dicta cátedra sobre el comercio transatlántico de esclavos, el movimiento abolicionista en EE.UU. e historia afrocaribeña. También nos acompaña Gerald Horne, profesor de Historia y Estudios Afroestadounidenses en la Universidad de Houston, autor de muchos libros, entre ellos “Confronting Black Jacobins”, que analiza los efectos de la Revolución haitiana en EE.UU. y en la formación de la República Dominicana.

Les damos la bienvenida a los dos a Democracy Now!. Profesor Alcenat, empecemos con usted. Esta serie de artículos de The New York Times ha recibido tanto críticas como elogios y fue publicada en creole y en inglés, algo que el periódico no había hecho antes. ¿Puede explicar la importancia de lo que muchos llaman revelaciones —al menos para el público en general—, pero que es algo que el pueblo haitiano ha estado afirmando durante siglos, y más que afirmar, ha presentado pruebas al respecto?

WESTENLEY ALCENAT: Sí. Gracias, Amy, por la invitación al programa de hoy. Es un placer estar aquí conversando con ustedes. Primero, quiero comenzar resaltando el trabajo de los muchos reporteros y editores que produjeron esta publicación tan especial y le dieron una visibilidad prominente en el diario. Esto significará mucho, aunque no tanto para los haitianos, ya que los hechos que se revelan a lo largo del reportaje son muy conocidos incluso por los haitianos más analfabetos y hasta los más jóvenes crecen con esa información. De hecho, dado el nivel de subdesarrollo que hoy en día prevalece en Haití, uno sabe, o al menos el pueblo haitiano sabe que todo esto solo pudo haber sido el legado de una fuerza externa y no un producto de su propia creación.

Pienso que la importancia de este reportaje radicará en que expondrá al resto del mundo a un conocimiento que realmente ha existido durante más de cien años sobre diferentes actores, tanto en el sector privado con respecto a la industria financiera, así como los Gobiernos de Estados Unidos, Alemania, el Reino Unido y, desde luego el más influyente, el de Francia, que desempeñaron un papel en la imposición de la deuda que en muchos sentidos explica la pobreza de Haití en la actualidad. Por lo tanto, celebro este reportaje. Es un gran trabajo, producto de muchas investigaciones que tomaron como referencia tanto el material académico ya existente, como nuevas revelaciones que continúan surgiendo. Sin embargo, creo que el término “revelaciones” es un nombre inapropiado.

Yo mismo he escrito muy extensamente sobre el tema. Muchos colegas académicos, historiadores, han escrito al respecto. Ha habido movimientos durante décadas para hacer que Estados Unidos, Francia y las demás partes asumieran su responsabilidad y que hubiera una rendición de cuentas. Y creo que una gran razón por la que esto nunca llegó a captar la atención que debería merecer es porque provenía del pueblo haitiano, a quienes muchas personas ven algo así como los africanos del hemisferio occidental, pero que es una identidad que los haitianos llevan con orgullo, por razones que lógicamente tienen sentido en cuanto a la libertad por la que lucharon y establecieron para todas las personas negras.

JUAN GONZÁLEZ: Quiero traer al profesor Gerald Horne a la conversación. Usted es otro historiador que ha cubierto el tema del colonialismo, el imperialismo y la esclavitud en el continente americano durante décadas. Yo también tuve la misma sensación de que gran parte de esto solo es nuevo para quienes no han prestado atención a la historia del hemisferio occidental durante los últimos cientos de años. Me gustaría conocer su reacción ante el reportaje, porque The New York Times está ahondando en la historia mucho más que en una noticia. Creo que el aspecto más interesante de la serie de artículos son los individuos particulares en Francia y las instituciones que se beneficiaron directamente del “rescate” que Haití se vio obligado a pagar, aunque, en gran medida, es algo muy conocido por quienes saben un poco de la historia de América Latina y del hemisferio occidental. ¿Cuál es su opinión sobre el reportaje como un historiador que ha estudiado esto cuidadosamente?

GERALD HORNE: Bueno, en primer lugar, quisiera instar y alentar a The New York Times a ir más allá en su afirmación de que han descubierto nuevos documentos y los hagan públicos para que otros historiadores puedan aprovechar esos hallazgos o que, en segundo lugar, los incluyan en los archivos del periódico que, según creo se encuentran en la Biblioteca Pública de Nueva York.

Pero también creo que esta historia es de importancia y relevancia para nosotros en Estados Unidos, porque hay un mito que se ha creado sobre la existencia de un estrecho vínculo entre Estados Unidos y la Revolución haitiana, a pesar de que sabemos, como indico al inicio de mi libro sobre la Revolución haitiana, que George Washington, el padre fundador de Estados Unidos, estaba muy nervioso por el estallido en Haití en agosto de 1791. Y esto era comprensible, porque la Revolución haitiana, que culminó en 1804, condujo a una crisis generalizada de todo el sistema esclavista en las Américas que solo se podría resolver mediante su colapso. Por lo tanto, después de Francia, EE.UU. fue probablemente el país que más jugó un papel antagónico contra el pueblo haitiano. Desde el punto de vista de EE.UU., esa reacción se debió al hecho de que muchas de las revueltas de esclavos en Estados Unidos estaban impregnadas de la influencia haitiana. Me refiero a la revuelta de Gabriel [Prosser] en Virginia en 1800, la revuelta en Luisiana alrededor de 1811, y la de Dinamarca Vesey casi una década más tarde en Carolina del Sur. De hecho, Vesey había navegado hacia y desde Haití antes de esa revuelta en Charleston, Carolina del Sur.

Y luego, para culminar esa hostilidad hacia Haití, hay pruebas sustanciales que sugieren que cuando la isla, conocida como La Española, se dividió en 1844 con la secesión de Haití de lo que se convirtió en la República Dominicana, se trató de un éxito temprano para las operaciones encubiertas de EE.UU. Así que este reportaje en The New York Times es muy importante para nosotros en Estados Unidos y yo espero que nos lleve a reexaminar la historia de este país y a abandonar esa idea creada por la propaganda de que Estados Unidos era una república abolicionista, cuando en realidad era la república más importante para los esclavistas.

JUAN GONZÁLEZ: También me pregunto si no habría sido productivo que The New York Times hubiera hecho otro reportaje sobre su propia cobertura de Haití en los últimos cien años más o menos. Recuerdo, por ejemplo, que durante el primer golpe de Estado contra el presidente Aristide hubo numerosos artículos en The New York Times sobre cómo se consideraba que Aristide era mentalmente inestable y errático en su comportamiento, todo lo cual fue alimentado por fuentes de inteligencia. También recuerdo su cobertura sobre la larga ocupación estadounidense a principios del siglo XX. The New York Times parece estar dispuesto a criticar a Francia y Estados Unidos, pero en realidad no mira su propio papel en la creación de la narrativa de que Haití es un país disfuncional. Gerald, ¿qué opina usted al respecto?

GERALD HORNE: Tiene toda la razón. Obviamente, la crítica debe venir acompañada de la autocrítica y hay mucho trabajo que se debe hacer en ese aspecto por parte de The New York Times. Usted mencionó la ocupación, de 1915 a 1934. Estados Unidos… perdón, The New York Times no dio mucha importancia ni enfatizó en su cobertura la gran oposición a la ocupación estadounidense, en particular por parte de los afroestadounidenses, y en especial por parte de un fundador de la NAACP, W.E.B. Du Bois, quien, como saben, tenía raíces ancestrales en la isla. Du Bois lideró una vigorosa campaña contra esta ocupación asesina y sanguinaria, que de alguna manera implicaba la reimposición del trabajo no remunerado, la llamada “corvée”, como se le conocía eufemísticamente en Haití. The New York Times haría bien en reexaminar su propia cobertura periodística, porque, con suerte, eso mejoraría la cobertura actual.

AMY GOODMAN: Quiero volver a 2004. Juan se acaba de referir a esto. El exembajador de Francia en Haití ha admitido que Francia y Estados Unidos orquestaron efectivamente el golpe de Estado de 2004 que derrocó al presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide, el primer presidente elegido democráticamente en Haití. El exembajador francés Thierry Burkhard le dijo a The New York Times que un beneficio del golpe fue que terminó con la campaña de Aristide que le exigía a Francia el pago de reparaciones a Haití. Quiero pasar a una entrevista que hicimos con Kim Ives, del semanario Haïti Liberté. Esto fue justo después de que el presidente Aristide fuera puesto en un avión y trasladado a la República Centroafricana. Esto es lo que Kim Ives describió.

AMY GOODMAN: Esta es una acción liderada por Francia y Estados Unidos. De hecho, ¿no dijo Aristide que denunciará al embajador francés en Haití por su papel en su secuestro y que quiere presentar cargos?

KIM IVES: Sí, los franceses estaban involucrados en toda esta presión y, de hecho, de alguna manera estaban liderando los esfuerzos. Esta fue una operación puramente francoestadounidense.

JUAN GONZÁLEZ: Y, por supuesto, Francia, tal vez más que Estados Unidos, era quien más tenía que perder con la permanencia de Aristide en la presidencia, ya que estaba empezando a reclamar el pago de reparaciones por parte de Francia…

KIM IVES: Correcto.

JUAN GONZÁLEZ: …por el período del colonialismo y la esclavitud.

KIM IVES: Exactamente, así es. Se había demandado la restitución de una deuda de 21.700 millones de dólares y vimos muchas rivalidades, que se pusieron a un lado para sacar a Aristide, entre los grupos poderosos de la burguesía “compradora” en Haití y los grandes terratenientes, quienes a lo largo de la historia del país han luchado constantemente para asegurarse el poder. Esos sectores dejaron a un lado sus diferencias para unirse, como fue el caso de Andy Apaid en representación de la burguesía y Guy Philippe y Jodel Chamblain, de las fuerzas paramilitares Macoute. Y vimos que Francia y EE.UU., que también estaban en una especie de competencia, dejaron de lado sus diferencias. Se dio entonces una unidad entre rivales en contra de Aristide, porque él representaba al pueblo y a la voluntad popular en Haití.

AMY GOODMAN: Cabe aclarar que a lo que Kim Ives se refería sucedió a mediados de marzo de 2004. Justo después de eso, un equipo de Democracy Now! y yo volamos a la República Centroafricana en un pequeño avión, para cubrir el viaje de un grupo de activistas y políticos afroestadounidenses, entre ellos Randall Robinson de TransAfrica, así como la congresista Maxine Waters, que se desplazaron a ese país para recoger a la familia Aristide y traerla de vuelta al hemisferio occidental, al tiempo que el Gobierno de Estados Unidos decía “¿Cómo se atreven a traerlos a este hemisferio?”, a lo que Randall Robinson respondió “¿El hemisferio de quién?”. Finalmente los trajeron a Haití, de allí la familia pasó a exiliarse en Sudáfrica durante años, antes de regresar definitivamente a Haití, donde se encuentran hoy.

Quisera conocer su opinión, comenzando con el profesor Horne y luego el profesor Alcenat, sobre lo que representan estos golpes de Estado, ya sea que hablemos de Aristide a principios de los 90 o de nuevo en 2004, los golpes de Estado en su contra, y lo que eso significaba para EE.UU. Ningún presidente volvió a exigir reparaciones.

GERALD HORNE: Bueno, lo de las reparaciones es obviamente un punto clave. Hay que tener en cuenta que el caso de Estados Unidos es único, porque a los propietarios de esclavos les expropiaron sus “bienes”, es decir, los cuerpos de africanos esclavizados, sin recibir ninguna compensación. Eso ayudó a propiciar el auge del terrorismo del Ku Klux Klan. En Haití, como ya lo hemos anotado, a los haitianos se les obligó a pagar restituciones, créanlo o no, a los esclavizadores. Del mismo modo, en colonias de propiedad británica como Jamaica, Barbados, etc., Londres pagó compensaciones a los esclavistas, aunque, según algunos cálculos, ese total no se pagó completamente hasta hace solo unos años. Así que el tema de las reparaciones es bastante clave.

También de gran importancia es el papel que tuvo Haití en ayudar a iniciar todo el proceso de abolición, que condujo a la pérdida de capital, sobre todo en Estados Unidos de América. La clase esclavizadora y sus descendientes tienen una muy buena memoria. No han olvidado el papel de Haití y por eso siguieron castigando a los haitianos, porque tuvieron la osadía de levantarse contra la esclavitud. Incluso hoy continúan reprimiendo a Haití porque ven al país como una fuente de mano de obra barata. Las pelotas de béisbol, el pasatiempo nacional en EE.UU., son en gran parte fabricadas por mano de obra barata en Haití. Así que todavía hay mucho para resolver con respecto a toda esta controversia.

AMY GOODMAN: Profesor Alcenat, ¿puede responder, y tráigalo al contexto actual, al diplomático estadounidense Patrick Gaspard, que ahora dirige el Centro para el Progreso Estadounidense, quien le pidió a Citibank que iniciara una investigación? Hable además sobre el tema de las reparaciones, ¿lo ve como algo que pueda hacerse realidad, dada la devastación de Haití?

WESTENLEY ALCENAT: Gracias, Amy, creo que quiero volver rápidamente a la pregunta anterior sobre The New York Times. Permítanme recordar a la audiencia que fue en 2010, pocos días después de que un terremoto devastara el país y dejara más de 200.000 muertos, cuando The New York Times le proporcionó una plataforma a uno de sus columnistas, David Brooks, para decir algunas de las cosas más racistas que he leído en The New York Times sobre Haití. Por lo tanto, si vamos a darle a The New York Times el crédito por lo que es un trabajo fenomenal al reportar sobre este tema, ellos también deberían comenzar disculpándose por lo que el Sr. Brooks había dicho entonces, que lo puedo citar muy rápido: “Haití, como la mayoría de las naciones más pobres del mundo, sufre de una compleja serie de influencias culturales resistentes al progreso. Existe la influencia de la religión vudú, que difunde el mensaje de que la vida es impredecible y es inútil planificar. Hay niveles altos de desconfianza social. Muchas veces no se internalizan las responsabilidades. Las prácticas de crianza de los hijos a menudo implican negligencia en los primeros años y castigos severos cuando cumplen nueve o diez años. Se supone que todos debemos respetar de manera educada las demás culturas. Pero algunas culturas son más resistentes al progreso que otras, y una tragedia horrible acaba de ser exacerbada por una de ellas”. Entonces pido a The New York Times que reconozca las declaraciones de demagogia racista en sus páginas por parte del Sr. David Brooks, que cualquiera puede juzgar por sí mismo. Pueden volver atrás y revisar el artículo de opinión y su antropologización pseudointelectual de los haitianos. Eso por un lado.

Con respecto al Sr. Gaspard, creo que en realidad trabajó para el Gobierno de Obama. Y la mayoría de la gente debería saber que el presidente Obama, siendo él mismo el primer presidente afroestadounidense de Estados Unidos, en realidad nunca realizó una visita oficial a la primera república negra en el mundo, la misma nación sin la cual el Sr. Obama no habría podido asumir el papel de liderar una sociedad como Estados Unidos de tal manera. Me gustaría saber qué dice el Sr. Gaspard sobre por qué el Gobierno de EE.UU. nunca tomó la posición tan oficial que él está tomando en este momento con respecto a la pobreza y el subdesarrollo en Haití y al papel explícito que Estados Unidos, Francia, Canadá y Alemania han desempeñado en todo eso.

Y por último, quiero responder a su pregunta que tiene que ver con la inmensidad de la deuda y el legado destructivo que esta ha tenido en Haití. Lo trágico de todo esto es que incluso una vez esta deuda sea pagada, si alguna vez se logra pagar, lo cual, al igual que el profesor Horne, creo que hay partes muy interesadas en hacer que esa posibilidad nunca se materialice, pero incluso si esa deuda se lograra pagar, estaríamos hablando de décadas que se perdieron en el desarrollo del país como resultado del manejo del presupuesto.

Aproximadamente un 80% del gasto público haitiano hasta los inicios del siglo XX fue destinado al pago de la deuda. Además, empresas estadounidenses de Wall Street estaban confabuladas con el Gobierno federal de EE.UU., particularmente el Departamento de Estado y la Marina. Había personas como el general Smedley Butler, que escribió sobre su papel como marino estadounidense en Haití y sobre cómo brindó seguridad a los intereses de los grupos financieros corporativos, además de su trabajo con el Departamento de Estado para asegurarse de que Haití fuera un refugio para el capitalismo, como él mismo dijo. El mismo presidente Franklin Delano Roosevelt fue secretario adjunto de la Marina de Estados Unidos durante la invasión de Haití, cuando el país se convertiría prácticamente en un protectorado estadounidense. Roosevelt además aseguró haber enmendado la Constitución haitiana para eliminar una cláusula bastante revolucionaria que les prohibía a los hombres blancos poseer tierras en Haití. Esa fue una de las primeras cláusulas constitucionales que la ocupación atacó en Haití, lo cual abrió las puertas a la injerencia externa por parte de las potencias internacionales.

Por último, quiero señalar algo con respecto a lo que usted mencionó sobre la Torre Eiffel. El banco Crédit Industriel, que ahora es parte de Crédit Agricole, uno de los bancos más grandes del mundo, creo que uno de los diez bancos más grandes del mundo, financió la construcción de la Torre Eiffel, que ahora es un enorme monumento al progreso industrial francés. Esto estaba sucediendo en un momento en que Estados Unidos, Francia, Alemania y partes de Europa occidental se estaban desarrollando rápidamente gracias al capital que extraían de muchas de sus antiguas colonias o de sus colonias actuales. Imagínese entonces, ¿cuál sería la historia del desarrollo en Haití hoy, si al mismo tiempo que el mundo experimentaba transformaciones industriales, como las que vemos ejemplificadas en la Torre Eiffel, se hubiera usado ese dinero que le quitaron a Haití, con el que financiaron la infraestructura francesa, para financiar en su lugar la infraestructura haitiana?

El hecho es que los haitianos no nacen de alguna manera con genes resistentes al progreso. Tal vez alguien como David Brooks nació con eso, con algún gen resistente al progreso, ya que es incapaz de comprender que los haitianos puedan cuidar de sí mismos. Pero la verdad va a mostrar a quién se le debe pasar factura sobre la situación en la que Haití se encuentra actualmente.

JUAN GONZÁLEZ: Quiero preguntarle a Gerald Horne sobre el tema bancario de este informe, que creo que es el tema de mayor interés periodístico. The New York Times logró obtener acceso, en los archivos franceses, a los acuerdos financieros que se hicieron entre entidades bancarias en Francia y Haití y, de manera más profunda, sacó a la luz el papel de First National City Bank en Haití a principios del siglo XX. Creo que esta es una de las mejores partes del reporte, pero es casi como decir: “¡Mira!, The New York Times descubrió el imperialismo”. ¿No es la participación de Wall Street y los bancos europeos en el control de las economías, no solo de Haití sino de Honduras, de Nicaragua, de Cuba y de muchos países en América Latina, parte del modus operandi del imperialismo estadounidense?

GERALD HORNE: Definitivamente. Y creo que esta serie de artículos, tan loable como ha sido, también podría haber hecho una contribución si hubiera señalado los lazos estrechos entre Francia y Estados Unidos. Es decir, en relación al siglo XX, hablaron sobre Citibank y Citicorp y cómo la multinacional se involucró en las prácticas predatorias infligidas a Haití. Pero creo que si uno va más atrás, al periodo de la Revolución haitiana, también encontraría conexiones similares. Después de todo, sabemos que lo que se convirtió en Estados Unidos participó en una revuelta contra Londres que no habría tenido éxito sin la ayuda de Francia. Sabemos que hubo una importante migración francesa a Estados Unidos y que los franceses participaron en prácticas predatorias similares y en la esclavitud en Luisiana, por ejemplo. Sabemos que cuando Texas se separó de México en 1836, el principal aliado diplomático de Texas en el frente internacional no era otro que Francia.

También sabemos que cuando estalló la guerra civil estadounidense de 1861 a 1865, fue Francia la que eligió ese momento, de manera oportunista, para tratar de tomar y ocupar México y luego perpetuar la esclavitud en Texas y en todo el sur al recibir a dueños de esclavos de Texas y otros estados confederados en el México ocupado por los franceses. Y se necesitó una revuelta masiva por parte del pueblo mexicano para acabar con ese plan en particular. Así que hay mucho más por indagar e investigar. Y quisiera reiterar mi llamado para que The New York Times actúe con transparencia y revele esos documentos que dice haber descubierto en Francia, para que académicos e investigadores puedan también examinarlos.

AMY GOODMAN: Ni siquiera hemos hablado de la compra de Louisiana, pero no hay más tiempo hoy. Sin embargo, quiero terminar hablando sobre la crisis que los haitianos enfrentan en este momento cuando intentan ingresar a Estados Unidos. Creo que fue en septiembre de 2021 cuando el enviado especial de EE.UU. a Haití dimitió en protesta por las políticas del Gobierno de Biden. En una carta, el veterano diplomático y enviado de EE.UU. a Haití, Daniel Foote, escribió: “No estaré asociado con la decisión inhumana y contraproducente por parte de Estados Unidos de deportar a miles de refugiados haitianos”. Foote también criticó al Gobierno de Biden por entrometerse en los asuntos políticos de Haití, incluyendo su apoyo a Ariel Henry como primer ministro tras el asesinato del presidente haitiano Jovenel Moïse en julio de 2021. La dimisión de Foote se produjo solo días después de que agentes de la fuerza ecuestre de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. fueran filmados persiguiendo, agarrando y azotando a solicitantes de asilo haitianos que estaban en un campamento improvisado en Del Rio, Texas. Sólo tenemos un minuto, profesor Alcenat, ¿puede hablar sobre la deportación de miles de refugiados haitianos de regreso a un país devastado?

WESTENLEY ALCENAT: Bueno, rápidamente. Creo que lo que usted acaba de demostrar es que Haití representa una metáfora singular para comprender el legado racial de las potencias imperialistas como Estados Unidos y Francia. De hecho, en el contexto de la guerra en Ucrania, se ve la magnitud de la diferencia en el trato que se le da a determinados refugiados debido a su ascendencia europea en relación con, digamos, los haitianos, como lo acaba de mostrar a propósito de lo que está sucediendo en la frontera. Ese es un ejemplo muy revelador de lo que Haití significa, no solo para Estados Unidos, sino también para el mundo en general en cuanto a los pueblos de geografías anteriormente colonizadas, así como las comunidades de color en este país, que conocen de primera mano el trato racista a manos del Gobierno de Estados Unidos.

En muchos sentidos, Haití debería ser considerado como una metáfora singular para explicar tantos malos tratos como los que mencionamos y los niveles de preferencia hacia diferentes grupos. Y creo que cuanto más aprendemos sobre Haití, más nos damos cuenta de cómo nuestro destino —y esto no es una exageración— está en realidad directamente conectado a Haití, si queremos entender mejor en qué planeta vivimos y cómo los poderes fácticos pretenden conducir al mundo hacia el imperialismo.

AMY GOODMAN: Nuestros destinos están entrelazados, me refiero a que Estados Unidos se negó a reconocer durante décadas la independencia de Haití, por temor a que una revuelta de esclavos inspirara a las personas esclavizadas en Estados Unidos a levantarse.

Westenley Alcenat, muchas gracias por estar con nosotros, profesor haitiano-estadounidense en la Universidad de Fordham, donde dicta cátedra sobre el comercio transatlántico de esclavos, el movimiento abolicionista en EE.UU. e historia afrocaribeña. Y gracias, Gerald Horne, profesor de historia y estudios afroestadounidenses en la Universidad de Houston, autor de muchos libros, incluyendo “Confronting Black Jacobins”, que analiza los efectos de la Revolución haitiana en EE.UU. y en la formación de la República Dominicana.

Traducido por Iván Hincapié. Editado por Igor Moreno Unanua.

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