El Socialista Centroamericano No 402
Lo que ocurra en Estados Unidos, siempre tendrá repercusiones en el resto del mundo. Sumido en una profunda crisis, que le hace perder la hegemonía mundial ante el empuje de otras potencias imperialistas, como Rusia y China, Estados Unidos sigue siendo todavía el gendarme del mundo.
La campaña electoral en los Estados Unidos ha entrado en la recta final. Hace algunas semanas, la resurrección política de Donald Trump y las posibilidades reales de poder ganar nuevamente las elecciones presidenciales, había asustado a muchos. Sin embargo, una conspiración dentro del gobernante Partido Demócrata obligó al anciano presidente Joe Biden a renunciar como candidato a la reelección, abriéndole sorpresivamente el camino a la vicepresidenta Kamala Harris.
Bajo la presidencia de Joe Biden la economía norteamericana dio algunos signos de recuperación, mejoraron los niveles de empleo, pero la inflación y la reducción del salario real produjo la masiva sensación que las cosas estaban empeorando. La macroeconomía se encuentra relativamente bien, con algunos sobresaltos en la Bolsa de Valores, ese nido de especulación del imperialismo mundial, pero continúa aumentando la pobreza de la clase media y de los trabajadores, lo que se manifiesta en considerablemente endeudamiento de los hogares.
Esta situación fue inicialmente aprovechada por Donald Trump, quien, con un discurso incendiario, despotricando contra la inmigración, comenzó a crecer en las encuestas electorales. La sorpresiva nominación de Kamala Harris, una hija de inmigrantes, dio un nuevo impulso a la campaña electoral de los demócratas, quienes pretenden repetir, bajo difíciles circunstancias, el fenómeno electoral que llevó a Barack Obama a convertirse en el primer presidente negro.
Estados Unidos es un país imperialista, profundamente dividido desde los cimientos de la sociedad. Construido mediante la expulsión y el genocidio de la población originaria, poblado por oleadas de inmigrantes blancos, quienes sometieron a los negros a la esclavitud, tiene profundamente arraigado en su ADN el racismo y el supremacismo blanco.
El discurso incendiario de Donald Trump, el gran líder del Partido Republicano, es quien mejor expresa ese sentimiento supremacista blanco. Por el otro lado, tenemos al Partido Demócrata que maneja un discurso igualmente imperialista, pero más moderado, concentrado en defender ciertos derechos democráticos y algunas conquistas sociales, por lo que ha logrado, en términos generales, ganarse el apoyo de las minorías raciales (negros y latinos, fundamentalmente).
Las divergencias en torno a la migración son cruciales para ambos partidos. El partido Republicano mantiene su cuota de poder por la configuración de los distritos electorales, definidos para una mayoría blanca, y no quieren que ese statu quo electoral se modifique. Los demócratas, aunque rechazan también la inmigración masiva e “irregular”, son más proclives a cambiar la composición social de los distritos electorales, aumentando la participación de las minorías inmigrantes. En esta sórdida batalla por la mayoría, los latinos se erigen como la minoría racial más importante y decisiva a la hora de las elecciones presidenciales.
El mismo fenómeno de polarización política que ocurre a nivel mundial, enfrentamiento entre las posiciones derechistas más reaccionarias, y las posturas falsamente “progresistas”, observamos también en Estados Unidos, pero a una escala peligrosamente mayor.
La decadencia de la democracia en Estados Unidos se manifiesta, entre otros aspectos, en que ya no se discuten propuestas y programas ante el electorado, sino que se libra una batalla campal de chismes, mentiras, calumnias, distorsiones y burlas, para asustar y atraer a los votantes. Trump ha convertido la política en una discusión callejera, cargadas de improperios contra la otra parte.
A pesar del ambiente toxico, inevitablemente surgen temas centrales a discutir a nivel interno: inmigración, salarios, empleo, impuestos, alto costo de los servicios médicos, el aborto que ha sido prohibido por los jueces que Trump designó en la Corte Suprema, etc.
Existen diferencias en relación a la guerra en Ucrania, pero coincidencias entre Trump y Harris en apoyar incondicionalmente a Israel, a pesar del genocidio en Gaza.
La estrategia de los demócratas, en el afán de mantenerse en el poder ejecutivo y de ganar mayoría en el Congreso, consiste en enarbolar ciertas reivindicaciones de la clase media y trabajadores: aumentar hasta el 28% los impuestos a las grandes corporaciones, reducir los impuestos a los trabajadores y apelar al voto femenino en la defensa del derecho al aborto. En algunos temas, la campaña de Trump ha tenido que retroceder y adoptar posturas similares, para ganar votos.
Gane quien gane, en relación a América Latina, es poco probable que haya cambios significativos. Estados Unidos este desesperado por recuperar el área de influencia perdida y eso lo tornará mas agresivo contra los gobiernos independientes.