Centro de Estudios Francisco Bilbao Chile.
«La montaña tiene tierra sonrosada,
el pinar le puso su negrura trágica».
(Gabriela Mistral)
Si pensamos en un bosque aparece la imagen de un ecosistema compuesto por árboles y arbustos que generan un bienestar de ahí su hospitalidad para animales y también por humanos que desean habitarlo sobre todo frente a las amenazas actuales de nuestra crisis climática planetaria. El bosque y el agua sin duda son un bien que favorece la vida.
En los versos del inicio de este texto nuestra madre intelectual percibe la tragedia del pinar. Nuestro valle central y nuestro sur poseían una gran diversidad de árboles nativos, todavía nos encanta en esos paisajes lo que va quedando de la depredación humana y de la peor depredación de explotación capitalista que es a gran escala a beneficio de unas pocas corporaciones de reconocida actuación en la corrupción de la política.
Recuerdo de infancia en plena dictadura, en mi querido pueblo de Maule, junto a otros niños, pero también adultos corríamos recogiendo bolsas de semillas de pino lanzadas por helicópteros desde el cielo como si éstas fueran un maná prodigioso. Por cierto, que esta campaña llamada de «forestación» iba acompañada por una campaña de inducción desde el Estado ilegítimo del dictador y sus colaboradores, desde la CONAF y su seductor forestín televisivo. Así el modelo económico de la injusticia neoliberal se instalaba en la televisión, herencia que podemos observar hasta hoy.
Así se fue terminando de manera programada por «políticas públicas» con nuestro hermoso bosque, vinieron los pinos y los eucaliptos, árboles que son altamente combustible, que secan la tierra productiva del valle central y del sur. Para ser justo hay un uso benéfico en el borde costero para frenar el crecimiento de las dunas según las investigaciones de Federico Albert que están testimoniadas en la reserva forestal de Chanco. El origen de la «forestación» con estas especies arboreas promovidas por el neoliberalismo chileno es parte de una política que no considera el beneficio de las comunidades humanas y que trae grandes beneficios a corporaciones capitalistas.
La continuación política del modelo neoliberal en la posdictadura colaboró con este nefasto plan de «forestación» y el crecimiento crecimiento económico del país en la década del 90 dotó de infraestructura vial a este comercio extractivista con ese mal entendido modernismo que contribuye a la explotación del ser humano y de la naturaleza, en este sentido el llamado proyecto SIRCA ha recibido duras críticas por movimientos sociales y ambientalistas.
Vinieron terribles quemas de bosques nativos para dejar terreno disponible a los pinos y eucaliptos desde la retórica de la creación de empleos. Moro en su utopía diagnosticaba en torno al problema de las economías monoproductivas, en su caso de la industria textil en Gran Bretaña la certera metáfora «las ovejas se están comiendo a los niños» debido que la tierra estaba siendo destinada exclusivamente al pastoreo y no al cultivo de alimentos. Los pinos mataron el bosque y también nos están matando, recurro a otros versos de Gabriela Mistral: «De su bosque el que ardió, sólo dejaron de escarnio su fantasma».
La cultura mapuche con su sabiduría apartada del «modernismo» y del «neoliberalismo» reconoce la importancia del bosque, claramente es imposible imaginar al machi Celestino Córdova quemando su rehue. Esto dado el valor sagrado que tiene la naturaleza en las visiones panteístas o cercanas a éste. Una cultura que reconoce el valor sagrado de la naturaleza, no atenta contra el bosque ni contra los seres humanos. Hay un respeto por la vida dado su carácter sagrado.
Un cambio urgente es una política pública en favor de las comunidades que habitan los territorios, para esto se requiere un Estado fuerte que sea capaz de no caer frente al poder corruptor de las corporaciones capitalistas que abusan del extractivismo atentando en contra de la vida humana. Esta tarea es díficil para un Gobierno que aparece pauteado por el programa político de la derecha fanática del neoliberalismo. Los dogmáticos neoliberales y los imposturales del centro político son cómplices de esta historia aparentemente trágica.
Hace poco vimos un importante signo de este Gobierno, cuando dijo no al proyecto Dominga y entregó recursos de apoyo a favor de la comunidad territorial. Aquí hay un nuevo desafío para las políticas públicas que deben garantizar la seguridad para sus ciudadanos, la producción económica forestal debe ser muy regulada y controlada, hay que ser honesto en reconocer que este monocultivo genera zonas de sacrificios. Un Estado fuerte en políticas públicas en beneficios para la comunidad, debe imponerse a los intereses de las corporaciones económicas que atentan contra del ser humano, la naturaleza, en otras palabras defender la vida. Termino con otros versos mistralianos que nos permitan valorar el bosque: «Tres árboles caídos/ quedaron a la orilla del sendero/ El leñador los olvidó/ y conversan apretados de amor/ como tres ciegos». Hagamos el ejercicio de pensar en estos árboles mutilados, no el pino ni el eucaliptus que nos privan de la diversidad de nuestro bosque nativo, pienso un Coigüe, un Quillay, un Arrayán.