Marcel Claude
El Desconcierto 17.01.2024
Una relación altamente lucrativa entre la muerte y el capital se ha ido progresivamente normalizando, vale decir, transformar el sufrimiento humano y animal en ganancias de capital. Prueba ello, como publica “El Economista”, es el crecimiento en el valor de las acciones en bolsa de las empresas de armamento con las masacres en Gaza, como también ocurrió con la invasión en Irak.
La unipolaridad geopolitica del mundo a la caida de la Union Soviética, dejo a Estados Unidos como el gran gendarme de la “Democracia, la libertad y los Derechos humanos” a nivel planetario.
Esta primacía de EEUU permitió a la política exterior norteamericana convertir a todos los Estados vinculados a las zonas de influencia del Oriente Próximo en estados fallidos, particularmente aquellos que exhibían importante proyectos de carácter socialista, como afirma la politóloga y profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad de Madrid, Nazanin Armanian: “Estados Unidos y la OTAN promueven una estrategia de caos controlado en la región, sea en Irak, Afganistán, Libia, Yemen o Siria”, como un mecanismo eficaz de dominación geopolítica.
Sin embargo, el fortalecimiento de Rusia y China, y su alianza estratégica ha reconfigurado el escenario mundial. Ambas potencias comparten objetivos geopolíticos en común sobre todo a la hora de entender el conflicto político y económico de estos dos países con la Casa Blanca. China es la segunda economía global que en los últimos 28 años ha crecido en promedio anual a una tasa del 9,7% y Rusia es una de las 10 economías más importantes del planeta. Por otra parte, con el acercamiento de estos dos gigantes a la República Islámica de Irán, se conforma una alianza que vislumbra la posibilidad de contrarrestar la hegemonía de Occidente, todo lo cual, preocupa a Washington y los países bajo su influencia.
Otro elemento que lleva a pensar en que la hegemonía estadounidense está en peligro es que éste país ostenta la mayor deuda pública en términos absolutos del mundo. En el 2020, el medio económico “El Economista” señalaba que EEUU se acerca a un abismo desconocido ya que en 30 años su deuda rozará el 200% del PIB, casi el doble que tras la II Guerra Mundial. A esto se suma que la ofensiva contra la hegemonía del dólar crece en todo el mundo (Expansión, 2023). Lo anterior se verifica entre otras razones porque el dólar se está convirtiendo en un arma de la política exterior estadounidense para castigar a quienes se oponen a sus intereses. En Rusia lo saben por experiencia propia, ya que EEUU ha congelado miles de millones de dólares de las reservas de divisas de Moscú y prácticamente ha expulsado al país del sistema bancario mundial.
Ahora bien, en este contexto geopolítico ¿Qué hay detrás del conflicto en Oriente Próximo y particularmente detrás de la masacre en Gaza? Según Nazanin Armanian “No sólo hay una batalla internacional por los recursos mundiales, por el agua, petróleo y gas, también por las rutas comerciales”. El pasado 17 de octubre –casi en simultáneo con los “ataques” de Hamás a Israel- en China transcurría la tercera cumbre de la Nueva Ruta de Seda, con la participación de 140 países. Este proyecto denominado OBOR (One Belt-One Road, en castellano: Un Cinturón-Una Ruta) constituye una política emblemática del presidente Xi Jinping, y consiste en puertos, carreteras, ferrocarriles y otras infraestructuras orientadas a fomentar el comercio y el crecimiento económico con el fin de solventar el ascenso de China como superpotencia global. Este mega proyecto de China, OBOR, entra en colisión con la alternativa que está defendiendo Israel, el corredor IMEC, una mega infraestructura alternativa que uniría la India con el Oriente Medio y Europa, cuya entrada sería Jordania e Israel; por lo tanto, el Pueblo Palestino constituye un obstáculo no menor a la hora de instalar el corredor IMEC.
No puede estar ausente en esta reflexión sobre el Oriente Próximo la cuestión del petróleo y el gas. Como se sabe, en 1911 Winston Churchill decidió transformar la Armada Británica en una flota propulsada por derivados del petróleo, en vez del tradicional carbón. A partir de ese momento garantizar un acceso fluido a los depósitos de crudo se convirtió en una prioridad para las potencias occidentales, dado que el petróleo llegó a ser el combustible por excelencia de la economía mundial y es bien sabido que entre Oriente Próximo y África disponen de más del 70% de las reservas probadas de petróleo.
Por otra parte, de los 15 países con mayores reservas probadas de petróleo en el mundo al 2020, África y Oriente Próximo representan el 57%, mientras EEUU apenas llega al 4% y ningún país de Europa Occidental se encuentra dentro de ese selecto grupo. Más grave aún, según el director del Centro de Investigación en Energía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Claudio Estrada, sólo faltan 42 años para que se agoten las reservas de crudo existentes en el planeta. Consecuentemente, las cifras hablan por sí solas acerca del factor estratégico para el modo occidental de vida que tiene el petróleo y las zonas del mundo que lo poseen.
En relación al gas natural, es de público conocimiento que la zona del Oriente Próximo es también rica en este recurso, ya que para el año 2022 importantes países árabes, entre ellos Arabia Saudí, Irán y Emiratos Árabes Unidos, estaban dentro de los 10 países con mayores reservas de gas natural. Además, sabemos que Israel ha empezado a extraer gas del campo de Leviatán, una gran reserva de gas natural en la costa mediterránea israelí frente a la franja de Gaza. La explotación del Leviatán está orientada a convertir a Israel en un centro energético que exporte gas a Europa. En este contexto, no resulta difícil vincular la política de aniquilación de Israel en la Franja de Gaza, con ciertos intereses económicos que están en la carpeta de proyectos económicos de la región.
Ahora bien, dada la relevancia estratégica y geopolítica del Oriente Próximo un país con vocación imperialista, como lo es EEUU, necesariamente debe marcar presencia de manera contundente y categórica, más aún en un escenario en donde países como Rusia y China, le están disputando la hegemonía global y, como se encuentra a mucha mayor distancia que sus contendores, a través de Israel y de sus bases militares, que acogen a cerca de 50 mil efectivos militares, puede mantener su influencia geopolítica en la región.
Hace 40 años, el secretario de Estado, Alexander Haig, designado por el entonces presidente Ronald Reagan, declaraba sin remilgo alguno que “Israel es el mayor portaaviones estadounidense, es insumergible, no lleva soldados estadounidenses y está ubicado en una región clave para la seguridad nacional de Estados Unidos”. A confesión de partes, relevo de pruebas. Desde la Segunda Guerra Mundial, Israel ha sido el mayor receptor general de ayuda exterior estadounidense. Desde 1951 hasta 2022, la ayuda militar estadounidense a Israel ha sido de US$225.200 millones. Esto le permite a Israel consolidarse como una potencia militar gravitante en Oriente Próximo, dado que, el gasto militar de Israel el año 2022 -según SIPRI- alcanzó los 23.406 millones de dólares (M$), muy por encima de sus países vecinos como Jordania con 2.323 M$, Egipto con 4.646 M$ y Líbano con 4.739 M$ y también lejos de los 6.846 M$ de Irán o los 10.644 M$ de Turquía, sus adversarios regionales más poderosos.
Asistimos a una etapa superior del modo capitalista de producción en lo que a inhumanidad y crueldades varias se pueda uno referir. La envestida en contra de los desheredados, en contra de los que nunca han poseído la tierra se ha recrudecido, y ya no es la histórica lucha por la apropiación del excedente económico, hoy es una batalla por la supervivencia, por los recursos más elementales. Y esa batalla la estamos perdiendo. Una relación altamente lucrativa entre la muerte y el capital se ha ido progresivamente normalizando, vale decir, transformar el sufrimiento humano y animal en ganancias de capital. Prueba de ello, como publica “El Economista”, es el crecimiento en el valor de las acciones en bolsa de las empresas de armamento con las masacres en Gaza, como también ocurrió con la invasión en Irak.
“La rabia bomba, la rabia de muerte, la rabia imperio asesino de niños” (Silvio Rodriguez, Días y Flores).