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COREA DEL SUR – Protestas bloquean intento de golpe de Estado

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Carl Simmons (CIT en Japón)

 

(Imagen: Coreanos protestan ante la Asamblea Nacional.CC/EPA Images)

El 3 de diciembre, a las 23 horas, el presidente de la República de Corea (ROK, Corea del Sur), Yoon Suk Yeol, hizo una transmisión pública en la que acusó a sus oponentes políticos de “actividades contra el Estado”, “colaboración con los comunistas norcoreanos” y de intentar derrocar la “democracia liberal” del país mediante la creación de una “dictadura legislativa”. El jefe del Estado Mayor del Ejército, Park An-su, anunció que “todas las actividades políticas… manifestaciones y protestas están prohibidas”. El decreto puso todos los medios de comunicación bajo el control de las autoridades militares y ordenó a los médicos en formación, que previamente habían dimitido en masa , que volvieran al trabajo en 48 horas y prohibió las huelgas.

Se emitieron órdenes de detención contra varios opositores de Yoon, incluido el líder del opositor Partido Democrático (DKP), Lee Jae-myung, pero también el líder de su propio partido conservador, el Partido del Poder Popular (PPP), Han Dong-hoon, y, según algunos informes, el líder de la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), Yang Kyung-soo.

 

La KCTU desempeñó un papel central en la oposición a este intento de golpe. En una reunión de emergencia, la dirección de la KCTU llamó a sus miembros a iniciar una huelga general indefinida hasta que Yoon fuera destituido de su cargo. El recuerdo de la represión y la brutalidad del régimen autoritario y los enormes sacrificios hechos por la clase obrera para finalmente ponerle fin en 1987 está vivo y coleando en el movimiento. La amenaza de que el poder de la clase obrera organizada se movilizara una vez más para revocar el golpe de Yoon y defender los derechos democráticos fue central para el rápido colapso del golpe. Si bien esto contradijo el llamado a una huelga general indefinida, grupos clave de trabajadores, como los trabajadores del metal y los ferroviarios, ya habían emprendido acciones de huelga en una audaz señal de la determinación de los trabajadores. El movimiento obrero coreano militante tiene la oportunidad de dejar su sello en los acontecimientos futuros, interviniendo en la profundización de la crisis política de la clase dominante y el capitalismo coreano.

El golpe fracasa

La Asamblea Nacional no estaba en sesión en el momento de la emisión de Yoon y los agentes de policía bloquearon las entradas al edificio en un intento de impedir que los diputados votaran sobre la declaración. Sin embargo, en publicaciones en las redes sociales leídas por millones de personas, los líderes de la oposición llamaron a la gente a reunirse fuera del edificio de la Asamblea Nacional para oponerse al proyecto de ley. La mayoría de los medios de comunicación también ignoraron el decreto y siguieron cubriendo la movilización popular que se desarrolló. Cuando los miembros de la Asamblea llegaron, los manifestantes se enfrentaron a la policía y a los miembros de los servicios especiales del ejército y los ayudaron a saltar las vallas para entrar en el edificio.

Finalmente, un número suficiente de miembros de la Asamblea Nacional logró llegar a la misma para celebrar una votación, incluidos los del partido de Yoon, que votaron por unanimidad levantar la ley marcial. Seis horas después de la declaración, Yoon había reconocido su derrota y había levantado él mismo la ley marcial.

La mayor parte de la cobertura de la prensa occidental ha tratado este intento de golpe y sus consecuencias como una mera aberración en el desarrollo de la República de Corea como bastión de la democracia liberal en Asia: fue el resultado de un presidente políticamente incompetente e impopular, frustrado por su incapacidad para aprobar su presupuesto y políticas importantes en una Asamblea Nacional dominada por la oposición y que actuó contra ella para impedir que iniciara una investigación sobre su esposa por corrupción. Según esta narrativa, la derrota del golpe muestra la resistencia de la «democracia» surcoreana. Un canal de noticias de la televisión de Singapur llegó a declarar: «El capitalismo es el héroe anónimo de la democracia surcoreana». Este relato tiene poca relación con la realidad. Otros relatos mencionan la polarización política entre los partidos gobernante y de oposición, ambos firmemente comprometidos con el capitalismo, y establecen comparaciones superficiales con la política estadounidense pero pasan por alto diferencias importantes. ¿Qué hay detrás del intento de golpe de Yoon y qué es probable que ocurra a partir de ahora?

 

¿Una democracia asiática vibrante?

Corea del Sur es hoy un país capitalista avanzado, pero no es precisamente un país típico. Corea, que fue una antigua colonia japonesa, se vio envuelta en una guerra entre 1950 y 1953, después de la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial. La Guerra de Corea fue el primer conflicto importante de la Guerra Fría entre las potencias imperialistas y la Unión Soviética estalinista. De la Guerra de Corea surgió en el Norte un régimen inspirado en la Rusia de Stalin y en el Sur un Estado capitalista empobrecido y autocrático. La democracia tuvo que ser conquistada por movimientos populares de masas que se enfrentaron a una represión brutal de los regímenes de derechas respaldados por Estados Unidos. A medida que la industria se fue desarrollando a partir de los años 70, el movimiento obrero y los sindicatos independientes desempeñaron un papel importante en la lucha por los derechos democráticos. La creación de sindicatos democráticos, independientes de la dirección y del Estado, fue una victoria importante para los trabajadores en la lucha por la democracia, pero los capitalistas se opusieron a cada paso.

Aunque el golpe de Yoon haya sido el primer intento de golpe abierto en casi cuarenta años, el Estado surcoreano actual aún lleva la impronta de su pasado autocrático. Cuando la expresidenta Park Geun-hye, hija del exdictador Park Chung-hee, se enfrentó a un juicio político en 2017, apareció un documento que revelaba que sectores del ejército habían hecho planes para reprimir las protestas contra Park. El incidente fue investigado por el gobierno de Moon que la reemplazó, pero la idea fue ridiculizada por muchos. Associated Press habló con un grupo de “expertos militares” y concluyó que un golpe era imposible en la Corea del Sur del siglo XXI.

La Ley de Seguridad Nacional, promulgada en 1948, justo antes de la guerra de Corea, sigue vigente y permite hasta siete años de prisión para cualquiera que “elogie, incite o propague las actividades de una organización antigubernamental”. En 2013, el Tribunal Constitucional disolvió el Partido Progresista Unido, un partido amplio y vagamente izquierdista que había obtenido 13 de los 300 escaños de la Asamblea Nacional por supuestas “opiniones pro-norcoreanas”. Amnistía Internacional declaró entonces que esto planteaba “serias dudas sobre el compromiso de las autoridades con la libertad de expresión y asociación”. Aunque los procesos judiciales se han vuelto menos frecuentes en el pasado reciente, como en el caso del intento de golpe de Estado de Yoon, las acusaciones de ser pro-norcoreano todavía se utilizan para justificar medidas autoritarias contra personas de izquierda que no tienen ninguna conexión con Corea del Norte. Los dirigentes de la militante KFTU han sido detenidos repetidamente por diversos cargos falsos bajo gobiernos tanto “liberales” como “conservadores”.

 

Polarización política

Los observadores han señalado la polarización política entre el mal llamado Partido del Poder Popular de Yoon y el opositor Partido Demócrata. Si bien el Partido Demócrata tiene sus orígenes en el movimiento por la democracia que derrocó al régimen militar en los años 1980, es un partido procapitalista de amplio espectro que incluye a personas que en la mayoría de los países serían etiquetadas como de «centroizquierda» o «centroderecha». Debido a la represión, que ha dificultado la organización de partidos de izquierda, y a un sistema electoral amañado en su contra, gran parte de la izquierda coreana, incluidos los dirigentes sindicales, han tendido a apoyar a este partido como el «mal menor». Sin embargo, invariablemente los gobiernos del DKP no han cumplido sus promesas y han traicionado al movimiento obrero.

Yoon fue nombrado originalmente fiscal público del distrito central de Seúl por el ex presidente del DKP Moon Jae-in, y había desempeñado un papel en el procesamiento de ex presidentes como Park Geun-hye y varios ex funcionarios y ejecutivos de empresas. La relación se agrió cuando intentó procesar a varios representantes del DKP.

Yoon se unió posteriormente al conservador PPP y ganó por un estrecho margen las primarias del partido para convertirse en su candidato presidencial con un programa de capitalismo de libre mercado sin regulación. Se opuso a la semana laboral máxima de 52 horas introducida por el expresidente Moon y en su lugar propuso un máximo de 120 horas. Después de ganar las elecciones presidenciales posteriores, intentó aumentar el máximo legal de 52 a 69 horas, pero se vio obligado a dar marcha atrás bajo la presión del movimiento popular. También habló a favor de desregular las normas de seguridad alimentaria, argumentando que «a los pobres se les debería permitir comer alimentos de calidad inferior a precios más bajos». A continuación, culpó a las feministas por la caída de la tasa de natalidad en Corea y negó que hubiera habido fugas de radiación en el desastre nuclear de Fukushima en Japón.

 

Política exterior

El detonante inmediato del golpe de Yoon fue probablemente la investigación por corrupción de su esposa. Sin embargo, hay pruebas de que el golpe se había planeado hasta seis meses antes. Más allá de los “factores personales” que dividen a los partidos políticos capitalistas, había diferencias más sustanciales dentro de las élites surcoreanas. El intento de golpe expuso divisiones políticas muy reales dentro de la clase dirigente.

El ascenso de China como gran potencia y la guerra en Ucrania han provocado cambios en la política exterior. Corea se encuentra en una de las fallas de lo que el FMI ha llamado las “placas tectónicas geopolíticas cambiantes” del mundo. A pesar de que Corea del Sur está firmemente integrada en el sistema de alianzas de Estados Unidos, con más de 27.000 tropas estadounidenses estacionadas en su territorio, sus élites han adoptado una política exterior básicamente pragmática, que incluye la búsqueda de la eventual reunificación de la península de Corea, lo que requiere un compromiso tanto con China como con Rusia. La economía surcoreana se benefició enormemente del comercio con China entre 2003 y 2023, convirtiéndose en su principal socio comercial. Recién en los dos últimos años, con el aumento de las fricciones comerciales entre Estados Unidos y China, la relación se ha deteriorado y Corea del Sur ha adoptado una política de “desriesgo” y de búsqueda de mercados de exportación alternativos y oportunidades de inversión en el sudeste asiático.

Irónicamente, para el hombre que acaba de lanzar un golpe militar para intentar suspender los derechos democráticos y detener a sus rivales políticos, Yoon adoptó una política llamada “diplomacia de valores”, que hacía hincapié en la construcción de relaciones más sólidas con los países que “compartían valores comunes” con la República de Corea. Yoon utilizó la palabra “libertad” unas treinta y cinco veces en su discurso inaugural. A pesar de que se habla mucho de un “orden internacional regido por normas”, lo que en realidad significa es una línea mucho más dura en las relaciones con Corea del Norte y China, y una relación más estrecha con los Estados Unidos y, lo que para Yoon es más problemático, con Japón.

La clase dirigente surcoreana se ha disfrazado históricamente de nacionalismo antijaponés en un intento de superar las divisiones de clase. Como antigua potencia colonial, existen muchas disputas históricas y de otro tipo entre Corea del Sur y Japón, incluida la cuestión de la esclavitud sexual militar en tiempos de guerra, la compensación por el trabajo forzado de los coreanos y otros, así como la cuestión territorial de los disputados islotes de Dokdo/Takeshima y las rocas que los rodean, que se encuentran entre Japón y la República de Corea.

Los socialistas son internacionalistas y defienden la unidad más estrecha posible entre los trabajadores coreanos y japoneses, pero no son indiferentes a los agravios de quienes sufrieron bajo el dominio colonial. El régimen militar japonés, que cometió crímenes en Corea y otras colonias japonesas, también fue enemigo del movimiento obrero japonés. Las políticas de Yoon coincidieron con la promoción por parte de la administración Biden de alianzas destinadas a contrarrestar a China, por lo que fueron recibidas con entusiasmo. Esto condujo a la declaración conjunta trilateral de los tres países en noviembre de 2024, en la que criticaron duramente a Corea del Norte, China y Rusia.

Para Yoon, el deseo de una alianza más estrecha con Japón ha significado reescribir la historia coreana. Promocionó a figuras controvertidas de la «Nueva Derecha» coreana que sostienen que la ocupación japonesa fue un factor positivo en la modernización de Corea. Polémicamente, en 2024 nombró a figuras de la Nueva Derecha como director y presidente del Salón de la Independencia de Corea, lo que desató protestas de la Asociación de Liberación de Corea (una organización que conmemora la independencia de Corea) y otros. Su «solución» al problema del trabajo forzoso, donde los tribunales coreanos habían ordenado a las empresas japonesas que indemnizaran a las víctimas involucradas y las empresas coreanas pagaran la indemnización en su lugar, provocó indignación y críticas de amplios sectores de la población.

Un indicio de la importancia de la cuestión de las relaciones con Japón fue que la resolución de impeachment elaborada por el DKP y presentada a la asamblea el sábado contenía el siguiente párrafo: “Además, bajo el disfraz de la llamada ‘diplomacia de valores’, Yoon ha descuidado el equilibrio geopolítico, antagonizando a Corea del Norte, China y Rusia, adhiriéndose a una extraña política exterior centrada en Japón y nombrando a individuos pro-Japón para puestos clave del gobierno, causando así aislamiento en el noreste de Asia y desencadenando una crisis de guerra, abandonando su deber de proteger la seguridad nacional y al pueblo”.

La guerra en Ucrania ha generado más problemas para la política exterior de Yoon. La guerra ha adquirido elementos de una guerra por poderes entre el Norte y el Sur. El Norte ha intentado romper su aislamiento estableciendo vínculos más fuertes con Rusia y China y ha enviado tropas para luchar del lado ruso. La República de Corea, que tiene una de las industrias de armamento más desarrolladas del mundo, ha proporcionado cierta ayuda a Ucrania proporcionándole chalecos antibalas y suministros médicos, pero hasta ahora se ha resistido a las peticiones del régimen ucraniano de Zelenski de que le suministre artillería y sistemas de defensa aérea. Yoon se ha negado a descartar el suministro de estas armas, haciéndolo depender de lo que Corea del Norte y Rusia hagan a partir de ahora. Ha estado bajo fuerte presión de la opinión pública en su país para que no lo haga. Una encuesta de opinión reciente mostró que el 82% del público se opone a suministrar armas a Ucrania. Esto no se debe a ninguna simpatía por el régimen de Putin, sino al temor de que éste tome represalias suministrando al Norte armas y tecnologías, incluidas las relacionadas con su programa nuclear.

 

¿Hacia dónde vamos ahora?

El drama que se ha desatado en la República de Corea durante la última semana no ha llegado a su fin. Aunque Yoon ha anulado la declaración de la ley marcial, sigue en el poder. A pesar de la enorme presión popular, una encuesta de opinión mostró que el 72% apoyaba el impeachment. El sábado 7 de diciembre, el partido gobernante PPP boicoteó la votación del impeachment, lo que dejó a la asamblea sin quórum. Los manifestantes expresaron su enojo fuera de la Asamblea Nacional, que según los organizadores tenía más de un millón de asistentes (la policía normalmente estimó la cifra en 150.000).

Kim Min-seok, un diputado del Partido Demócrata, que fue ridiculizado cuando señaló en agosto que Yoon se estaba preparando para un golpe de Estado, declaró en una entrevista con el periódico liberal Hankyoreh : “La declaración del presidente [o ley marcial] fue válida durante dos o tres horas. Pero es probable que esto sea sólo la primera ola. Las brasas aún están encendidas”. Si bien un segundo intento de golpe de Estado no es el desarrollo más probable, no se puede descartar. La oposición tiene razón al argumentar que Yoon debe irse inmediatamente.

El PPP teme que Yoon sea destituido porque las elecciones presidenciales que se celebrarían dentro de sesenta días probablemente supondrían un resultado desastroso para ellos. Es probable que el partido esté intentando retrasar las elecciones hasta que el líder del DKP, Lee Jae-myung, presente su apelación contra una condena por corrupción y sea también el probable candidato presidencial del DKP. El líder del partido PPP, Han Dong-hoon, ha hablado de una “dimisión ordenada”, pero como alguien que fue objeto de detención en el golpe, está jugando un juego peligroso. Ha afirmado que a Yoon le han quitado sus poderes sobre el ejército y que él y el primer ministro tienen el control, pero pocos confían en las promesas que Yoon le ha hecho a Han, de que dimitirá en el momento que el partido decida.

La oposición ha señalado acertadamente que no existe base legal para lo que en esencia es una toma de poder extrajudicial por parte del partido gobernante y ha prometido presentar más resoluciones de destitución esta semana. También ha manifestado su oposición a otras posibles formas de destituir a Yoon, por ejemplo mediante un proyecto de ley para acortar su mandato.

La clase capitalista, tanto en Corea del Sur como a nivel internacional, teme que el intento de Yoon y el partido gobernante de aferrarse al poder conduzca a una profundización del movimiento y a su radicalización. Un informe publicado por Eurasia Group el 8 de diciembre advirtió que, además de aumentar las manifestaciones, es probable que se produzcan “huelgas y formas más violentas de disidencia”. Es poco probable que el movimiento popular se apacigüe y la decepción puede convertirse rápidamente en ira.

En su última declaración, la KCTU pide la disolución del partido gobernante PPP. Pero, ¿quién va a hacerla cumplir, el Tribunal Constitucional? ¿Cómo se va a lograr? La KCTU ha pedido a sus miembros que participen en las manifestaciones con velas para pedir la destitución de Yoon. La clase obrera necesita confiar en sus propias fuerzas. El movimiento obrero tampoco puede confiar en los líderes de la oposición. En la situación actual, los sindicatos deberían tomar la iniciativa de crear comités populares en los lugares de trabajo, pero que involucren a los residentes y a los grupos de ciudadanos, para dar dirección al movimiento, garantizar la destitución de Yoon y empezar a construir una alternativa genuinamente socialista –no la caricatura totalitaria del Norte– a los partidos políticos procapitalistas cuya defensa del sistema de lucro los hace incapaces de defender de manera coherente los derechos democráticos, independientemente de las posiciones que hayan adoptado sobre el intento de golpe de Estado de Yoon.

Si la KCTU toma la iniciativa y asume el liderazgo en la lucha por la defensa de los derechos democráticos, podría sentar las bases para la creación de un auténtico partido de masas de la clase obrera coreana. Para ello, sería necesario ampliar la lucha y plantear reivindicaciones adicionales, entre las que se incluiría la abolición de la Ley de Seguridad Nacional y de todos los aspectos antidemocráticos de la actual constitución surcoreana. Lejos de ser el capitalismo el “héroe anónimo de la democracia surcoreana”, los derechos democráticos sólo pueden garantizarse en Corea si la clase obrera organizada se sitúa a la cabeza del movimiento de masas y rompe decisivamente con el capitalismo y el poder de los conglomerados capitalistas que dominan la economía surcoreana.

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