Por Adán Salgado Andrade, México
En estos tiempos de individualismo y descomposición social, tan extremos, siempre es grato encontrarse con personas que generen empatía para sostener una, muy cordial, conversación.
Ya he escrito en otros artículos, de mis pláticas con conductores de apps, como Didi o Uber (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/conversando-con-conductores-de-didi.html).
No me gusta estar callado cuando viajo con ellos, aunque muchos, no se prestan para platicar. Lo hago, porque me parece que debe de existir una convivencia, pues no es un auto autónomo el que me lleva, sino que una persona, es la que lo conduce. Es una forma, pienso, de no contribuir más a la profunda deshumanización a la que hemos llegado, pues es más fácil que dos desconocidos peleen a que platiquen cordialmente.
Fue lo que hice con Julio, un muy amable hombre de 62 años. Dio pie la conversación, el hecho de que me llevaría a reparar una cámara Canon, de las de rollo, entre análoga y electrónica, que adquirí en el lejano año de 1992, en Estados Unidos. El viaje, habría sido muy monótono, sin la conversación, pues el lugar, está muy alejado de donde resido, cerca del antiguo aeropuerto, e íbamos hasta la Avenida Las Águilas.
Lo de la cámara, como dije, propició la conversación. Incluso, puedo decirles que se siente esa necesidad que tienen algunos conductores, como Julio, de conversar, “para que no se nos haga tan largo el viaje”, como me comentó.
Y así lo hicimos, sostuvimos tan buena plática que, incluso, me esperó algunos minutos, mientras dejaba la cámara en el negocio fotográfico, con tal de seguir intercambiando anécdotas, preguntas mutuas, aspectos personales y otras cosas.
Julio, es ingeniero topógrafo retirado. Hace diez años que hizo un “sabático”, pero cuando pretendió regresar a trabajar, ya no le dieron empleo. “Sí, así he estado, por eso me dedico a esto de la conducción. Tuve un café, pero me lo mató la pandemia”, dice, resignado. Le comento que así ha sido con este largo evento sanitario, que ha cambiado vidas o las ha cegado y otros tantos inconvenientes.
“Mi esposa, me dijo que para qué me arriesgaba a manejar, pero, mira, no puedo estarme encerrado en mi casa, me gusta mucho platicar. Ya te diste cuenta, pues, para mí, es conocer a otras personas. Bueno, no todos se prestan, así, como tú, pero, en general, me gusta mucho”.
Sí, además, inspira Julio la confianza para conversar, muy espontánea. Me comentó que él tenía una cámara fotográfica de 35 milímetros, una Minolta, “pero se la regalé a un buen amigo que, por cierto, ya falleció. Él vivía en Taxco. Lo conocí porque, antes de vivir allí, rentaba enfrente de donde vivo – Paseos de Churubusco – y, desde entonces, hicimos muy buena amistad. Pero, lamentablemente, ya falleció. Pero era un tipazo, de verdad, muy bueno. Fuimos muy buenos amigos. Entonces, como te digo, le regalé la cámara a su hija, porque estaba estudiando fotografía. De hecho, esa cámara, la compré porque a mí me gusta mucho la fotografía. Como viajaba mucho, por mi trabajo, pues a todos lados la llevaba y me ponía a retratar los paisajes y todo lo que vivía”, comenta, muy entusiasmado, seguramente, reviviendo en su mente, esos pasados momentos.
Se admira de que le digo que todavía habemos personas, como yo, que gustamos de la fotografía análoga, la de insertar el rollo fotográfico, tomar las fotos, y llevarlo a revelar. “¿¡De verdad?!”, exclama admirado.
Y le comento que también tengo gusto por la fotografía instantánea, que tengo una Polaroid, también de 1992, que no había podido usar, pues no había rollos, pero como una empresa, Impossible Project, retomó la fabricación de tales rollos, en el 2008, he podido usarla nuevamente, a pesar de que son caros (ver: http://impossible.supersense.com/).
También, le digo que hay rollos hasta para cámaras 110 – eran los largos, angostos, que se usaban en cámaras que empleaban dicho formato –, pues otra empresa nueva, retomó su fabricación. Pero también son caros.
“¡Oye, pues se ve que sí te gusta la fotografía!”, dice, entusiasmado, haciendo eco de mi propio entusiasmo.
La conversación sigue, cuando me platica que trabajaba, hace unos diez años, para un proyecto que consistía en llevar telefonía rural. “Por eso, viajaba mucho, pues tenía que ir a pueblos de muchos estados. Y, como te digo, siempre llevaba mi cámara”.
Me pregunta a lo que me dedico, como parte de ese intercambio personal. Ya le comento que doy clases en la FES Aragón. “Ah, mira, muy bien, ¿qué materias impartes?”, me pregunta. Y le digo que, por mi formación, atiendo varias disciplinas de las carreras de ingeniería y sociología. “Mira, qué bien”, dice, en tono de genuina admiración.
Por el camino, pasamos por enfrente de una estética, La Parisienne, que me comenta que es de un amigo, “de la infancia, jugábamos canicas, tacón, meta, yo-yo y bolillo”. Sí, viejos juegos casi olvidados, pues los niños de la actualidad, la mayoría, ya no juegan, sino que se “entretienen” viendo videos en aplicaciones del celular, que sus madres o padres, no deberían de proporcionarles. Deberían de jugar con ellos y enseñarles todos esos anecdóticos juegos, que permiten una salud mental y física, que el sedentarismo ha suprimido.
“Fíjate que ese amigo, le cortaba el pelo a Miguel de la Madrid. Y éste presidente, le decía cuándo se iba a devaluar el dólar. ‘Compra dólares, porque ya va a subir el dólar’, le decía. Y por eso, hizo mucho dinero mi amigo. Tiene muchas de esas estéticas, como sucursales, sí. Y ese cuate, de la Madrid, se lo llevaba a todos lados, pues era su peluquero”, agrega a las anécdotas.
Sí, las mafias en el poder pasadas, viajaban en su avión personal, y llevaban a todo su séquito, ¡hasta al peluquero!
En eso, es de apreciarse que López Obrador, viaje en avión comercial, con uno o dos asistentes. Eso, ha permitido ahorrar millones de pesos en innecesario empleo del avión presidencial, que hasta se “rifó” (aunque nadie se lo ha ganado todavía, al parecer. Ver: https://www.pan.senado.gob.mx/2022/02/rifa-del-avion-presidencial-la-estafa-aerea-julen-rementeria/).
Me platica también de sus hijos, dos, uno, el mayor, ingeniero en informática y su hija, doctora. “Mi hijo, se acaba de juntar con una chica maravillosa, de verdad. Yo, siempre le había dicho que no se fuera a juntar con alguien que tomara o que sus papás, tomaran. Y, sí, ni ella, ni su papá, toman”. Está muy contento, es evidente, en la forma en que lo platica. Su hija, no tiene todavía pareja, “pero, de verdad, los dos son buenos hijos”.
Dice que no toma, “nada, sí, muy de vez en cuando tomo una copa, no te voy a decir que no, pero nada más”. Y eso se lo debe a su esposa, “de la que estoy muy enamorado, de verdad. Mira, no es porque sea mi esposa, pero es muy guapa y nos llevamos muy bien. Siempre ha habido comunicación. Yo creo que es muy importante, en todo, la comunicación. Porque, pienso, el matrimonio se construye cada día. Depende de ti que no lo hagas monótono, ¿no? Mira, entre el tiempo que la estuve pretendiendo, luego, cuando anduvimos de novios, unos seis años, y los treinta y cinco que llevamos de casados, ya son cuarenta y un años. Pero, como te digo, yo creo que es porque nos hemos entendido, nos hemos comunicado. Cuando a ella le dio la menopausia, hasta me dijo que me buscara otra mujer, porque ella, no podía atenderme en eso del sexo, ¿no? Pero, no, yo le dije que no se preocupara. Ya, cuando se le pasó, fuimos al médico, a terapia, al psicólogo, al sexólogo, para que nos ayudaran y pudiéramos tener otra vez relaciones. Y, mira, otra vez estamos, claro, no con el mismo vigor que antes, pero, sí”.
Pues le comento que es bueno que, además de que sigan tan enamorados, se complementen tan bien en todo.
Y me platica cómo fue que, gracias a su esposa, que tiene 59 años, no toma. “Mira, una vez, me puse súper borracho. Era viernes en la noche, y me fui con un amigo, que me insistió para que nos echáramos una copa. Pero, no, ¡nos aventamos toda la botella! Ya, cuando salí, era de día. Que tomo un taxi, pero estaba tan ebrio, que nada más con la mano, le iba indicando por dónde se fuera. Cuando llegué, mi esposa me recibió, pagó el taxi y que me hace un caldo de camarón, bien rico. Y que me dice ‘para que te pongas bien’. ¡Me sorprendió, porque no me dijo nada, pensé que me iba a regañar, pero no, nada!”
Ese, fue uno de los “eventos”, como él les dice, que han marcado su matrimonio y que lo han apegado tanto a su mujer.
El segundo, fue cuando a ella, unas amigas, la invitaron a una noche de strippers. Ella, no estaba muy convencida y le preguntaba y preguntaba si podía, y él, la dejaba ir. “ ‘Claro, mira, te doy mil pesos, para que no le pidas dinero a nadie’, le dije. Y, bueno, llegó el sábado, y ella me dijo que no, que no era esa clase de mujeres, que no iría y hasta me regresó el dinero”.
Supongo que la señora tiene muy firmes sus principios, en este caso, morales, al no haber acudido con sus amigas, a ver a musculosos hombres, semidesnudos, moverles y pegarles sus abultados glúteos, muy cerca de sus rostros.
El tercer evento que lo marcó, fue cuando la señora quería comprar unos zapatos, para una fiesta. Como estaban algo caros, lo esperó hasta que llegara de uno de sus viajes. “Me dijo, ‘mira, me quiero comprar esos zapatos, pero no sé si por el precio, me los quieras comprar y puedas’. Y que le dije que sí, que cómo no. Con eso, me di cuenta de lo responsable que era ella con los gastos, no me saltaba para comprarse algo”.
Sí, a diferencia de muchas mujeres, amas de casa, que compran y compran, sin que se pongan a pensar si sus maridos tienen la solvencia económica para hacerlo, puede pensarse.
Y el cuarto evento, que más convenció a Julio de que estaba con una gran mujer, fue cuando, al despedirse de ella, pues iba a otro de sus viajes, su esposa le dijo “Te puse unos condones en tu maleta”. “¡Me quedé frío!, dije, o mi mujer es muy tonta o confía mucho en mí”, exclama.
Fue una muy difícil prueba para Julio, pues, por ese entonces, trabajó año y medio en una oficina de provincia, con dos secretarias, “muy bonitas las dos, te lo digo, como hombre”. Una de ellas, diez años menor que su esposa, “de verdad, que se me metió en la mente”. Pero no cedió a la tentación, pues, se sigue preguntando, si su esposa lo hizo para probarlo o para que se cuidara, en caso de que lanzara su canita al aire.
“Pero, no, de verdad, te lo digo como hombre, que no tuve nada con esa chica. Y me siento muy, pero muy bien. Porque, fíjate, te confieso que me casé con mi esposa, sin estar enamorado, pero, con los años, me he ido enamorando. De verdad, la amo, estoy muy contento con ella y no necesito a nadie más. Como le he dicho, ya que estamos viejitos, es mejor irnos adaptando, pero, yo, como te dice el padre cuando te casas, ¡hasta que la muerte nos separe!”.
Le digo que todavía se ve bien cuidado, para su edad. “Fíjate que tengo una vecina, que tiene ¡83 años!, y todavía la lleva uno de sus nietos en moto a la tienda. Se sube ella, se pone su casco y, como si nada. Luego, le pregunto, muy discreto, si todavía le late eso del corazón. Y me dice ‘¡Claro, Julio, todavía me pongo cachonda!’. Sí, de verdad que tiene mucho vigor esa señora”.
Sí, la edad es relativa. Y podemos sentirnos tan jóvenes o viejos, como queramos, le digo.
Le comento que es un hombre excepcional, pocos duran tanto con sus relaciones de pareja, estén casados, en unión libre u otras formas.
Ustedes, lo pueden ver, no duran mucho los matrimonios actualmente. La gente es atraída únicamente por el sexo, pero cuando el deseo se termina, viene el tedio y la separación. Uno de sus amigos, tiene ese problema. “Me dice que ya no aguanta a su esposa. Le digo que se separe, pero me dice que no tiene a dónde ir. Es un problema eso”
Sí, quizá, muchas veces, lo que impida una separación, sea que no hay los medios económicos, sobre todo, para las mujeres que no trabajan, de emprender vidas separadas. Pero debe de ser un infierno vivir así. No es recomendable para la salud mental y hasta física.
Llegamos de nuevo a mi domicilio. Le pago en efectivo, lo mismo que me cobró la aplicación en el viaje de ida.
Le pido su teléfono, para comunicarme con él, cuando me tengan reparada la cámara, que me lleve y traiga nuevamente.
Me despido, muy cordialmente, a puño cerrado, por eso de la larga pandemia. “Me dio mucho gusto platicar contigo”, me dice. Es mutuo, le comento. Y salgo, no sin antes pedirle que le diga a su mujer que tiene a un excepcional hombre como esposo.
Me satisfizo conocer a alguien que, tanto gusta mucho de su trabajo como conductor, así como de que esté tan feliz con su matrimonio y con la vida.
Si así estuviera toda la gente, éste, sería un mejor mundo.
Contacto: studillac@hotmail.com