Se hace frecuente en estos tiempos descalificar a quienes manifiestan discrepancias con alguna autoridad o sostienen posiciones críticas frente a una determinada política pública. Suele motejárseles con el rótulo de que “le hacen el juego a la derecha”. Esta descalificación es propia de un sector de la “izquierda”, en especial, de aquella que comienza a girar hacia la derecha y, muy arraigada, en esa que abandonó hace tiempo las ideas de transformación social y terminó abrazando el monetarismo.
Esta práctica no es exclusiva de Chile.
Después de los 90, con la caída del muro se incrementó considerablemente. Los renegados comenzaron a multiplicarse. Felipe González en España y luego Tony Blair en el Reino Unido abjuraron de todas sus “ideas socialistas” y pasaron a abrazar aquellas que pocos años antes, los ultraliberales Reagan y Thatcher habían impulsado y materializado a través de políticas radicales que favorecían al capital por sobre el trabajo. Se iniciaba así una época de profundas transformaciones, ninguna de ellas progresistas, por el contrario, se materializaba a través de una oleada de privatizaciones, incluida la seguridad social; la destrucción de fuerzas productivas y la conculcación de derechos sociales, muchas de ellas patrocinadas por conversos de la “izquierda”.
En esa misma época, en Chile, se daba el proceso llamado “renovación socialista”, que no era otra cosa que desprenderse de aquellos pensamientos que acentuaban la idea de transformación social por aquellas más pragmáticas, “transformaciones en la medida de lo posible”. Esas posiciones no eran inocuas para la población, se traducían en reconocerle al mercado un papel más eficiente para asignar recursos; en defender la propiedad privada en todas sus dimensiones; acabar o reducir al máximo las instituciones públicas, privatizar áreas estratégicas de la economía y, lo determinante, comenzar un proceso sostenido de políticas que atentaban contra los derechos de la ciudadanía y, en particular, con los derechos de los y las trabajadoras.
Ha pasado un tiempo de esas transformaciones que, como se apreciará, han consolidado el modelo que originó la metamorfosis de ese importante sector de la izquierda. Ahora, otra “izquierda”, más remozada en apariencia viene por el mismo camino. Por ello que, cuando se le imputa a alguien estar “haciéndole el juego a la derecha” lo que en realidad se persigue, es trasladar la responsabilidad de quien ha cometido una transgresión, a quien la crítica, a quien la condena. Es el intento por liberarse de la responsabilidad que le cabe a quien traiciona.
Pero, qué significa en los hechos “hacerle el juego a la derecha”, o mejor dicho ¿quién le hace el juego a la derecha?
Advirtamos, hacerle el juego supone que la derecha, en tanto sector representativo de la clase empresarial –por ende, contraria a la clase trabajadora–, se ve favorecida por quienes le hacen el juego. Se presume que ese favorecimiento es en el terreno político y/o económico.
Nótese que, en Chile cada vez y con más frecuencia e intensidad se vienen dando procesos de abandono de los compromisos y promesas de la clase política que redundan en beneficios concretos para la derecha. Eso tiene varios peligros, quizá el más serio, es que se menoscaba la democracia, pues cuando un hombre o mujer de trabajo deposita la confianza en un político o partido, pensando que éste le representará adecuada y fidedignamente y éste la traiciona, lo que se deteriora es la actividad política, por ende, la democracia. Entonces, vale la pena preguntarse ¿quién le hace el juego a la derecha cuándo se renuncia y capitula a los más mínimos y elementales compromisos programáticos?
Cuando la coalición gobernante, integrada por el Partido Comunista y el Frente Amplio, prometían al país en la campaña presidencial refundar Carabineros para eliminar las malas prácticas cometidas en DDHH y la corrupción de altos oficiales; reestablecer los derechos de los pueblos originarios, en particular las demandas del pueblo mapuche; acabar con el Crédito con Aval del Estado (CAE); defender la soberanía económica amenazada por los Tratados de Libre Comercio, en especial el TPP-11; propender a un sistema de salud pública y solidaria; acabar con el negocio privado de las pensiones, etc., lo que se hacía, a través de esas promesas, era responder a un cúmulo de demandas sociales absolutamente legítimas por años demandadas y era, al mismo tiempo, un compromiso que se asumía ante los votantes de que se cumplirían.
Los especialistas en deslindar responsabilidades y atribuir a otros sus propias incompetencias e impericias para cumplir con lo prometido, esgrimirán no contar con mayorías en el Congreso y, los más osados dirán que las correlaciones de fuerza no son favorables. Lo primero es efectivo, el Congreso cuenta con una mayoría que es opositora, lo que no es necesariamente un obstáculo si se tiene la convicción y el valor para modificar esa realidad y, lo segundo, las correlaciones de fuerzas no son estáticas, cambian y se activan dependiendo de múltiples factores, uno de ellos, son los roles que cumplen las direcciones políticas y sociales en el contexto de la lucha política. Cuando los partidos de una coalición y sus adherentes desarticulan deliberadamente al movimiento social pretendiendo controlar el conflicto social, consiguen que las relaciones de fuerza le sean adversas. Si, por el contrario, los partidos comprometidos con el cambio, respetaran la autonomía de las organizaciones sociales y facilitaran el surgimiento de corrientes críticas en el concierto político, entonces, lograrían que las correlaciones les fueran favorables.
Pero veamos, ¿quién le hace el juego a la derecha?
Cuando la derecha en su concepción represiva convirtió, de la mano del Ejecutivo en permanente el Estado de Excepción Constitucional en la Araucanía, no hizo más que consolidar la militarización en la zona y con ello se desconocieron los compromisos adquiridos con el pueblo Mapuche. Al mismo tiempo el gobierno no solo renunció a la refundación de Carabineros, sino que, abiertamente validó su institucionalidad desconociendo las altas responsabilidades que le cupo en materia de violación a los DD. HH, en especial al director de Carabineros de la época. Con ello no solo se desconoció una promesa, sino que se dieron señales inequívocas de continuismo e impunidad. Entonces ¿quién le hizo el juego a la derecha?
Cuando los partidos de una coalición, durante mucho tiempo instalan relatos en defensa de la soberanía y contrarios al predominio de las transnacionales en la economía y terminan aprobando el TPP-11, quien le hace el juego a la derecha no es quien se opone a esos tratados, sino quien los aprueba.
Cuando por vez primera, después de 42 años, un fallo de otro Poder el Estado abre la posibilidad de poner fin a una industria inmoral que ha lucrado con la salud de las personas (isapres) y la coalición gobernante renuncia a hacer cumplir la ley y, por el contrario, activa todos sus dispositivos y en un plazo record salva a esta industria ¿quién le hace el juego a la derecha?
En estos días, al igual que la ex Concertación cuando pactaba con los brazos en altos con la derecha, la ministra Jara y el ministro Marcel se abrazaban regocijados por haber alcanzado un acuerdo para incorporar algunos mejoramientos al sistema fracasado de cuentas individuales. Lo que no dijeron es que ello implicará fortalecer a las AFP y potenciar el mercado financiero con más de seis mil millones de dólares anuales provenientes de los escuálidos salarios de los y las trabajadoras. Lo más trágico, es que las pensiones futuras no mejoraran significativamente y el Estado continuará subsidiando un sistema fracasado.
Dirán que no había alternativa, porque la derecha no estaba dispuesta a ceder. Falso, había soluciones mejores que lograban el mismo, e incluso mejor objetivo que este acuerdo, uno de ellos era “la ley corta” que proponía la Coordinadora NO+AFP, validada por la Fundación Sol y por CENDA, ambas instituciones que viene trabajando el tema por más de dos décadas; pero, pudo más el interés de las compañías de seguro, las corredoras de bolsa, los bancos de inversión que la voz de los movimientos sociales. ¿Quién entonces le hizo el juego a la derecha?
En estos días la coalición gobernante ha estrenado una nueva estrategia comunicacional, al señalar que: “los mismos que critican, son los mismos que votan por la derecha”, vale decir, ahora la responsabilidad se les endosa a la gente que, por algún motivo no le dan la mayoría a quienes, supuestamente, si la tuvieran harían los cambios, cosa discutible si se recuerda que algunos gobiernos de la Concertación en el pasado la tuvieron y no quisieron hacer reformas estructurales, realizando solo aquellas que descomprimían la presión social, pero sin tocar el modelo, es lo que ahora se repite,
Como se verá, la historia es larga respecto de quienes le hacen el juego a la derecha. De allí que sea necesario no permitir que aquellos que han capitulado a cumplir con un programa pretendan convertirse en censuradores de quienes alzan voces críticas. El peligro de quienes verdaderamente le hacen el juego a la derecha por su permanente actitud de condescendencia es que lesionan la democracia. Ya pocos creen en ella. Si se promete y no se cumple, se transgrede la confianza y ese escenario solo favorece a los que hablan sin eufemismos, a los populistas que comienzan a crecer en varias latitudes y también en Chile.
Los que le hacen el juego a la derecha son aquellos que desconocen sus promesas y compromisos. Son los que legislan cuidando siempre el interés de los poderosos y consolidan el modelo en todas sus formas para que este parezca que cambie; pero, en lo sustantivo, permanezca intacto cautelando los pilares esenciales del actual modelo. Son los que pavimentan, quiéranlo o no, el camino a los Milei, los Trump y que hacen crecer a los Kaiser.
De qué depende entonces de no hacerle el juego a la derecha, depende de crear una alternativa política realmente coherente y consecuente, que por cierto no es la que actualmente gobierna. Esa es la tarea urgente.