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Cine – Winstanley y la utopia

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Gérard Winstanley (1609-después de 1660). Principal figura en la revolución inglesa de los diggers o cavadores

Por Pepe Gutiérrez-Álvarez

Gérard Winstanley (1609-después de 1660). Principal figu­ra en la revolución inglesa de los diggers o cavadores, que formaron la extrema izquierda del movimiento. Su ideario, apoyado sobre todo en la Biblia, se fundamentaba en la idea de que a partir de Guillermo el Conquistador las tie­rras de los cultivadores fueron usurpadas por la nobleza y la Corona. En abril de 1649 llegó a Londres y comenzó a trabajar en el Surney en tierras sin cultivar y con el grupo que formó anunció su intención de ocupar los jardines y destruir los vallados. Su propósito era crear una sociedad en la que nadie, «poseyera más tierras que las que puede cultivar por sí mismo o en fraternal asociación con otros. Juntos traba­jarán los hombres y juntos comerán el pan, como las anti­guas tribus de Israel, sin recibir ni pagar salario». En un folleto, El paraíso de los fieles (1648) denuncia la desigual­dad en un tono que anuncia a Rousseau: «Mientras que los gobiernos sostengan que la tierra les pertenece, manteniendo el principio de la propiedad privada, del “mío” y el “tuyo”, jamás las gente sencilla tendrá libertad… Así, algunos se elevan hasta el trono de la tiranía, mientras que otros son aplastados por el taburete de la miseria. Basta ya de encerrar y vallar todo lo que está sobre la tierra, di­ciendo; “esto es mío”». Responde a los niveladores que intentan defenderse ante Cromwell de la acusación de comu­nismo, con La bandera levantada por los verdaderos nive­ladores, donde afirma que la guerra que asola el país tiene su raíz en la propiedad, en el privilegio: «¿Por qué los hombres son tan locos que se destruyen entre ellos? Sólo por mantener la propiedad civil, cargada de honores, de poder y de riquezas. esta es la maldición bajo la cual gime toda la creación, en espera de la redención». Su obra prin­cipal es La ley de la libertad, del que se ha dicho que es «el más característico de sus libros… un Manifiesto Comu­nista escrito en el dialecto de la época» (R. N. Brailsford), y que «reveló una comprensión de los problemas sociales como no la tuvo ningún otro pensador inglés antes de God­win» (George Woodcock). Su vida ha inspirado además una notable película británica homónima  (Gran Bretaña, 1975), dirigida por Kevin Browlow y Andrew Mollo, y aseso­rada por Christopher Hill. La misma que ayudó a sacarlo de siglos de olvido y menosprecio, la historiografía marxista británica lo rescató de olvido.

Gracias estos esfuerzos ahora sabemos que Gérard Winstanley (1609-después de 1660), fue un personaje determinante en la izquierda radical de la revolución “puritana”. El propio Bronwnlow anotó que “Winstanley es aclamado como un padre fundador por los comunistas en Rusia, los cuáqueros, y los anarquistas”; Porton puntualiza que no está de acuerdo con los segundo, pero cabe suponer que dado que nuestro hombre se apoyaba culturalmente en la Biblia, la referencia no resulta tan descabellada. Recuero que Pedra me contaba que los cuáqueros habían ayudado a la República española, y también a los anarquistas exiliados en América Latina. El cine los enfocó en más de una ocasión, en especial en dos ejemplos famosos, ambos protagonizados por Gary Cooper, El sargento York (Sergeant York, USA, 1941), y La gran prueba (Friendly persuasión, USA, 1956), de Howard Hawks y William Wyler respectivamente. En ambas, los componentes de una relajada comunidad rural cuáquera se ve perturbada por la irrupción la guerra. En el primer caso, York cambia el precepto “no matarás” para convertirse un tirador excepcional bajo la bandera norteamericana, en el segundo, el problema divide la comunidad. Según parece, los cuáqueros se mantuvieron dentro de una cierta coherencia mientras vivieron en sus granjas, pero luego la historia también los arrolló, y muestra de ello es que uno de los mayores monstruos humanos de la historia moderna,  Richard Nixon, era cuáquero y presumía de serlo.

Pero al margen de su -¿fatal?- evolución, los cuáqueros ilustran sobre la existencia de importantes corrientes revolucionarias en la enorme crisis social que comportó la Reforma. Representaron la extrema izquierda de un proceso que partió de un enfrentamiento con el absolutismo monárquico y con el Vaticano.  Porton cita al historiador socialista británico Tawney para el que “los acontecimientos que para los parlamentarios aristocráticos clausuraron la Revolución, para el ala izquierda del ejército victorioso sólo la iniciaron”.  Es de esta de lo que nos habla esta película que comienza cuando abril de 1649, Gérard llegó a Londres y comenzó a trabajar en el Surney en tierras sin cultivar y con el grupo que formó anunció su intención de ocupar los jardines y destruir los vallados. Su propósito era crear una sociedad en la que nadie, “poseyera más tierras que las que puede cultivar por sí mismo o en fraternal asociación con otros. Juntos traba­jarán los hombres y juntos comerán el pan, como las anti­guas tribus de Israel, sin recibir ni pagar salario”. En un folleto, El paraíso de los fieles (1648) denuncia la desigual­dad en un tono que anuncia al Rousseau más avanzado: “Mientras que los gobiernos sostengan que la tierra les pertenece, manteniendo el principio de la propiedad privada, del `mío´ y el `tuyo´, jamás las gente sencilla tendrá libertad… Así, algunos se elevan hasta el trono de la tiranía, mientras que otros son aplastados por el taburete de la miseria. Basta ya de encerrar y vallar todo lo que está sobre la tierra, di­ciendo; `esto es mío´”.

Winstanley responde ante Cromwell de la acusación de comu­nismo, con una declaración titulada La bandera levantada por los verdaderos nive­ladores, en el que afirma que la guerra que asola el país tiene su raíz en la propiedad, en el privilegio: “¿Por qué los hombres son tan locos que se destruyen entre ellos? Sólo por mantener la propiedad civil, cargada de honores, de poder y de riquezas. Esta es la maldición bajo la cual gime toda la creación, en espera de la redención”. Su principal escrito fue La ley de la libertad, del que se ha dicho que es “el más característico de sus libros… un Manifiesto Comu­nista escrito en el dialecto de la época” (R. N. Brailsford), y que “reveló una comprensión de los problemas sociales como no la tuvo ningún otro pensador inglés antes de God­win” (George Woodcock…Se trata pues de una historia inicial del socialismo en cualquiera de sus variantes. Un personaje al que Porton conecta también con un “místico posterior” (habría que añadir que ardiente jacobino), William Blake, y que como éste “utiliza la Biblia como materia prima  para sus ataques alegóricos al orden establecido. Con todo, y ello a diferencia  del autoconsciente y esencialmente moderno Blake, Winstanley se aturde ante cuestiones de sexualidad y género; su aprobación de la monogamia y del valor de la procreación es el aspecto más convencional de su cosmología en general heterodoxa…” Aunque eso no cuadra con la premisa Ni Dios ni amo, Porton considera que la “conmovedora pero en nada sentimental película (…) compone un despojado retrato de Winstanley durante su encarnación anarquista más genuina (…)  la película es más un ejemplo de excavación histórica minuciosa que una autorrepresentación anarquista, sugiere como un capítulo casi olvidado de la historia de la izquierda libertaria resulta pertinente en lo que toca a las luchas antiautoritarias contemporáneas” (2002;  108-115).

Porton analiza Winstanley y otras evocaciones fílmicas sobre la utopía con las críticas al “milenarismo”  inherente al mayo del 68 por parte de la derecha, y establece sus criterios a través del marxista heterodoxo Walter Benjamin

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