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CINE GRIEGO: “CHEVALIER”

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El Porteño

Inmersa en la nueva ola de cine griego, esta película parte con la premisa de un simple juego para construir una intrigante realidad propia sobre las relaciones de poder y la visón que los demás tienen de otro individuo. Divertida y ambigua, esta nueva cinta de la cineasta Tsangari se mueve entre la parábola y la metáfora para construir un laboratorio que disecciona el comportamiento humano.

A finales de 2009, Grecia vio cómo la crisis de su deuda tomaba tintes dramáticos a la vez que asistía al estreno de la película “Canino”, el filme dirigido por Yorgos Lanthimos que venía de sacudir el festival de Cannes, una película que ofrecía una extraña mirada moral con la que analizaba a la sociedad griega. Es imposible no ver un paralelismo entre la turbulenta realidad social del país y la irrupción de un nuevo tipo de cine griego que, con su simbolismo cargado de disfuncionalidad, ha generado en el mundo anglosajón la etiqueta propia de la “Greek Weird Wave”, denominación traducible como “la ola rara griega”.

Hay dos nombres propios en el centro de este movimiento cinematográfico, el mencionado Yorgos Lanthimos y Athina Rachel Tsangari, directora de “Chevalier”, aunque muchos otros cineastas forman parte de una proliferación que ha conquistado primero festivales y, poco a poco, a públicos de diferentes nacionalidades. Ejemplo de ello son “Miss Violencia” de Alexandros Avranas y que se llevó varios premios del festival de Venecia de 2013; “Cuestión de actitud. Xenia” de 2013 y su premio en Gijón, dirigida por Panos H. Koutras; “Juventud malgastada” (2011) y “Sutan” (2016) de Argyris Papadimitropoulos con su paso por los festivales de Buenos Aires y Edimburgo respectivamente; o “Los eternos retornos de Antoni Paraskeva” de Elina Psykou (2013), que se pudo ver en festivales tan diferentes como los de Sitges y Mar del Plata. Aunque Tsangari y Lanthimos no son entusiastas de este calificativo de “Weird Wave”, cierto es que el cine griego está experimentando con nuevos acercamientos y con la construcción de un lenguaje propio.

La falta de recursos y presupuesto ha generado también una colaboración entre los diferentes realizadores que normalmente son incluidos bajo esta etiqueta, creando una sinergia en acercamientos dentro de su diferencia de estilos. Lanthimos y Tsangari, por ejemplo, colaboran habitualmente en sus respectivas películas, siendo Tsangari la productora de Lanthimos en varias de sus películas, siendo Lanthimos productor y actor en “Attenberg” (2010) de Tsangari, y ambos trabajando habitualmente con el guionista Efthymis Filippou, quien ha firmado entre otros títulos los guiones tanto de “Chevalier” como de “Canino” y “Langosta”.

La rareza existente dentro de estas películas es una mezcla de cinismo, crudeza, surrealismo, ambigüedad y atmósfera alegórica a la vez que se percibe una carga política y social dentro de una estética fría que tiende a dar un paso atrás para retratar a sus sujetos. Su propuesta acostumbra a buscar la alienación frente a la empatía para crear un espejo, en ocasiones críptico, que persigue desgarrar la imagen de comodidad que proyecta la sociedad. Athina Rachel Tsangari presenta “Chevalier” con un elenco enteramente masculino, un opuesto de género y de esteticidad con respecto a su película anterior “Attenberg”. “Chevalier” es una observación sobre el comportamiento humano realizada de una forma antropológica y distanciada de cualquier emotividad. Tsangari cierra el espacio, un barco, para crear un experimento social donde un grupo de amigos de clase media-alta decide jugar a un juego llamado “chevalier”, el cual consiste en evaluarse unos a otros, con diferentes pruebas y en diferentes aspectos, para elegir quién es el mejor de entre ellos; declarar cuál de ellos es el mejor hombre.

Se inicia así un absorbente pulso sustentado en las ansias de la competencia personal donde se muestran las dinámicas de poder dentro de un grupo, la superficialidad en la proyección de la imagen personal, la lucha de egos, la gestión de vulnerabilidades, cómo uno valora su propia valía y en base a qué parámetros lo hace. “Chevalier” se mueve en una fina línea entre el drama y el humor, desplegando un cáustico sentido de la ironía en el que incluso una actividad tan banal como dormir se plasma como un momento cómico y un frio análisis de cómo los demás ven a uno. La lógica interna de la película hace que el espectador termine observando a los seis participantes de este juego teniendo en mente las mismas normas con las que ellos juegan; es una forma de ver inseguridades y comportamientos que se contagia también a los miembros de la tripulación, abriendo la interpretación de la película a un análisis de clasesSin embargo, al igual que muchas de las recientes películas griegas, la interpretación de “Chevalier” no es clara ni directa. Tampoco Tsangari ofrece claves evidentes. Aprisiona a los personajes dentro del espacio pero también encierra cualquier posible expansión de la acción y de las consecuencias sobre lo que transcurre dentro de la embarcación. La palpable sensación de que se está construyendo un alegato o que la película está destinada a algún tipo de desenlace explosivo o grandilocuente queda todo ello confinado dentro de la fría lógica interna de la película. Nada se resuelve, nada se magnifica más allá de sus límites autoimpuestos. La sensación de violencia contenida y de victoria pírrica se mantienen en su conclusión, mostrando que el juego de poder y proyección de imagen personal se perpetúa.

Incluso si esto resulta en que la película deja incumplidas muchas de las expectativas que inicialmente crea, igualmente logra que el filme quede en la mente generando un cuestionamiento que va más allá de las meras imágenes que se han visto. “Chevalier” no explota todo su posible potencial pero indaga en su premisa lo suficiente como para producir una incómoda parábola que interacciona cautivadoramente con quien tiene delante. En este caso, como en muchas películas de la llamada “ola rara griega”, quien ve la película no puede ser un espectador puro que solo mira pasivamente. Dentro de su rareza, simbolismo y alienación, son películas que buscan el diálogo con la inteligencia del público, buscan remover algo en él mediante la ambigüedad. Al huir de una dirección didáctica, o claramente significativa, logran abrir un espacio donde el espectador tiene que proyectar parte de sí mismo y de su realidad para realizar una lectura de la película. En múltiples ocasiones, lo que le devuelve el espejo no resulta agradable y pocas estéticas logran calar por debajo de la piel como lo hace “Chevalier”.

Ficha técnica:

Dirección: Athina Rachel Tsangari.
Intérpretes: Vangelis Mourikis, Nikos Orphanos, Yorgos Pirpassopoulos y Sakis Rouvas.
Año: 2015.
Duración: 105 min.

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