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Chile – Estatuas, historia y lucha de clases: el significado de honrar a los opresores

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por Jano Ramírez, Comité por una Internacional de Trabajadores CIT

La reciente aprobación para construir una estatua en honor a Sebastián Piñera no es un hecho aislado. En Chile, y en muchas otras naciones con una historia de explotación y represión, abundan monumentos dedicados a figuras que han violado sistemáticamente los derechos del pueblo trabajador y de las comunidades indígenas. Desde la colonia hasta la actualidad, las élites han utilizado estatuas y símbolos públicos para imponer su versión de la historia, presentando a opresores como «héroes» y ocultando los crímenes que cometieron contra las clases populares.

Monumentos y hegemonía: la historia contada por los vencedores

El poder no solo se ejerce con las armas y las leyes, sino también a través de la cultura y la memoria. Quienes han dominado la economía y el Estado han impuesto su propia versión de la historia, glorificando a personajes que han servido a sus intereses y borrando a quienes han luchado contra la injusticia. En Chile, se encuentran monumentos a conquistadores que dirigieron la invasión y masacre del pueblo mapuche, a políticos que consolidaron dictaduras oligárquicas en el siglo XIX, y a militares responsables de la represión brutal contra el pueblo.

La discusión sobre la estatua de Piñera sigue esa misma lógica. Su gobierno fue responsable de la violenta represión durante el estallido social de 2019, dejando decenas de muertos, cientos de mutilados y miles de presos políticos. Sin embargo, quienes controlan el aparato estatal buscan inmortalizarlo como un «estadista», minimizando su papel en la violación de derechos humanos y en la defensa de un modelo económico que mantiene las profundas desigualdades del país.

Aunque no existen estatuas oficiales de Pinochet y Merino en espacios públicos, han existido intentos de sus seguidores por rendirles homenaje. En la Escuela Militar hubo un busto de Pinochet hasta 2018, y en algunos recintos militares y círculos de derecha se les ha recordado con retratos y placas conmemorativas. También, durante años, en el ex-Congreso Nacional se mantuvo un retrato de Pinochet junto a otros exmandatarios. En el caso de Merino, la Armada ha mantenido espacios con su nombre, como una sala en una base naval. Esto demuestra que, aunque no se les rinda tributo en plazas o avenidas, sigue existiendo una corriente que busca blanquear su legado y perpetuar su influencia.

El derribo de estatuas: un acto de lucha de clases

El estallido social de 2019 en Chile y las revueltas en otros países han demostrado que el pueblo no solo cuestiona las condiciones materiales de su explotación, sino también la historia oficial impuesta por la clase dominante. Por eso, en momentos de levantamiento popular, una de las primeras acciones de las masas suele ser el derribo de estatuas de figuras opresoras.

Este fenómeno no es exclusivo de Chile. En 2020, durante las protestas del movimiento Black Lives Matter en Estados Unidos, se derribaron estatuas de esclavistas y colonialistas. En Europa, muchas estatuas de colonizadores fueron atacadas. Y en América Latina, desde México hasta Argentina, ha habido una oleada de rechazo a los símbolos del colonialismo y la opresión. En Chile, en 2019, varias estatuas fueron derribadas, mientras que otras resistieron debido a su estructura. Esto demuestra que la lucha contra la opresión no es solo material, sino también simbólica.

La necesidad de un nuevo poder popular

El problema no es solo la existencia de estas estatuas, sino el sistema que las mantiene en pie. La aprobación de un monumento a Piñera es una muestra de que las instituciones del Estado siguen defendiendo los intereses de los mismos sectores de siempre. No es solo un gesto simbólico, sino una afirmación del poder de quienes controlan el país.

Para cambiar esto no basta con derribar estatuas: se necesita una transformación profunda de la sociedad. No se trata solo de cambiar los símbolos, sino de acabar con las estructuras que perpetúan la explotación y la desigualdad. Un verdadero cambio vendrá cuando los trabajadores, los pueblos indígenas y los sectores populares tomen en sus manos la construcción de una nueva sociedad, donde los homenajes no sean para los opresores, sino para quienes han luchado por la justicia y la dignidad.

 

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