por EDISON ORTIZ 3 octubre, 2017
A la hora en que termino de escribir esta columna (20:00 hrs.), todavía no hay una declaración oficial de la mesa del PS ni de su comisión política sobre la grave denuncia hecha por un reportaje de TVN –’Informe Especial’– sobre uno de sus vicepresidentes y alcalde de San Ramón, Miguel Ángel Aguilera, y su vínculo con el submundo narco. Algunos dicen que es porque esperan una mayoría contundente que respalde una declaración oficial sobre el personaje en cuestión, aunque los más escépticos en la tienda de calle París sostienen que es porque Aguilera “los tiene a todos hackeados” y eso hace difícil que alguien se atreva a tirar la primera piedra sin que le rebote en su propia cara.
Miguel Ángel Aguilera: ¿por dónde comenzar?
Se me hace difícil comenzar por alguna parte esta historia surrealista, de manera que le otorgue una cierta coherencia interna al relato. No sé si hacerlo por el fatídico congreso de enero de 2005, que destituyó a la dirección de recambio y donde por primera vez percibí que estaba militando en una organización distinta a aquella a la que había ingresado en los duros años 80 y en la que, ahora, predominaba una mayoría sociológica de escasa formación profesional y meritocrática, pero ávida de cargos.
Miguel Ángel era un fiel representante de ellos, cuestión que supo oler muy bien el fino olfato de Camilo Escalona y que, durante ese congreso, transformó a estas personas en mayoría política, al punto de hacer caer la directiva de entonces y elevar a una generación sin mucho talento a cargos de primera responsabilidad en el Estado.
O tal vez podría iniciar el relato con aquella anécdota, ya casi mítica, sobre el personaje en cuestión y que se desarrollaba en la antesala de una reunión de una comisión política del PS. Mientras se esperaba la aparición de su presidente y secretario general, los convocados comenzaron a dialogar distendidamente, produciéndose la siguiente conversación entre uno de ellos y el hoy cuestionado alcalde:
–Miguel Ángel –quien al estilo del inolvidable clásico noventero de Tarantino, Perros de la calle, viste siempre de camisa blanca, traje y corbata negros–, ¿no te has dado cuenta deque pareces gánster? –le preguntan.
La historia cuenta que la pregunta es respondida, por el entonces concejal de San Ramón, con un altivo movimiento de cuerpo, como mirándose al espejo: “¿En serio?, ¿tú crees?”.
O también con el dramático testimonio de Alfredo Joignant hijo, quien, a propósito del reportaje de TVN, recibió el conmovedor llamado de su padre, el ex director de Investigaciones de Allende –el mismo que la madrugada del 11 salió junto a Max Marambio y Ricardo Pincheira rumbo a Rancagua a evitar un atentado dinamitero que, con pertrechos entregados por la Marina, iba a ejecutar en la ciudad Patria y Libertad– para preguntarle entre lágrimas: “¿De qué se trata esto?”.
Y es que el asunto para la generación del padre del conocido politólogo es realmente dramático: una colectividad cuyos protagonistas en el pasado dieron muestras de un coraje indomable ante la peor dictadura y que hoy algunos de sus dirigentes enlodan, al aparecer enredados con narcos.
Crónica de un escándalo anunciado
Y es que escándalo de Aguilera pudo perfectamente haberse evitado, si alguien se hubiese tomado el problema en serio alguna vez. No lo hizo Escalona cuando el personaje, estrecho aliado suyo desde el congreso del 2005, ya empezaba a hacerse famoso por su estilo peculiar de hacer política, que tempranamente llamaba la atención y que era motivo de bromas.
O cuando Isabel Allende, la principal oponente de Camilo por aquel tiempo, habría recibido los primeros reportes negros sobre Miguel Ángel de parte de algunos de sus principales asesores, minimizando su gravedad –“son cosas que dicen sobre él, pero no hay pruebas”–; o cuando se empezaron a presentar denuncias sobre la presencia de narcos en el acarreo en las elecciones internas del PS en la comuna (2012); o mucho antes, cuando el poderoso panzer Jose Miguel Insulza, en vez de cortarle rápidamente el oxígeno, lo transformó en estrecho colaborador suyo, llegando incluso a ser el padrino de su hijo.
O cuando trabajaba en el Sence, una de las dependencias del Ministerio del Trabajo, y también hubo denuncias sobre las novedosas prácticas políticas de Aguilera y nadie tomó el toro por las astas; o cuando Ricardo Núñez y Marcelo Schilling, en vez de hacerlo caer, por unos votos más, lo transformaron en un protegido.
Como me lo reconoció esta mañana un ex miembro de su comisión política: “Somos todos responsables porque ninguno hizo más por haber parado a este engendro a tiempo”. Pero no todas las responsabilidades tienen la misma envergadura, ni la misma relevancia, ni la misma gravedad.
El alcalde que soñó con ser padrino
Los jóvenes socialistas que vivieron la dramática experiencia de la Unidad Popular y luego la debacle de la resistencia y que tenían como libro de cabecera La orquesta roja, de Gilles Perrault, y como filme de referencia El Padrino, con la actuación magistral de Marlon Brando como Don Vito, jamás se imaginaron que un Miguel Ángel, décadas más tarde, sería un símil –aunque de mucho menor calibre– del personaje de Coppola al interior del PS.
Y es que el mundo popular posdictadura, que había sido un actor combativo en los 80, fue abandonado por los actores de la transición a su propia suerte y fue allí donde penetraron con mucha fuerza la UDI popular de Longueira, los microtraficantes y el mundo protestante fanático. Fue en esa escenografía donde la generación de Aguilera tuvo que resolver con quién negociar los votos del territorio y, si seguimos la lógica de ‘Informe Especial’, ya sabemos cuál fue su decisión.
Ya en la elección interna de 2012 se presentaron denuncias en las que no solo se hacía manifiesto el acarreo sistemático en San Ramón, que databa de mucho tiempo antes, sino también ponía en evidencia ahora la presencia de narcos en las internas del glorioso PS. Más tarde, hace no muchos meses, se elevó a carácter de oficial la supuesta paliza que los narcos le habrían propinado a Miguel Ángel, por incumplirles un acuerdo y que gatilló la desaparición de escena durante algunos días del controvertido alcalde.
No obstante, su creciente fama de hombre con vínculos con el submundo del hampa, no era impedimento para la consolidación de su ascendente carrera como alcalde y como hombre fuerte del PS. Miguel Ángel, con 2 mil votos a su haber se autoelegía, vez tras vez, como vicepresidente del PS sin que nadie se atreviera a llamarle la atención por su cuestionada fórmula.
Y quien –según el reportaje de la estación pública– soñaba con ser el padrino del sector sur de Santiago, también fantaseaba en grande: operadores suyos ya habían inscrito 500 militantes en la rural comuna de Chimbarongo en O’Higgins, otros tantos en el Maule, así como en el Biobío, hecho que fue frenado por una viveza de uno de los operadores más prestigiados del PS, quien, conociéndole sobremanera, pudo poner freno a su jugada a tiempo para detener, así, su ilusión más cara: la presidencia del PS.
El amateurismo oficialista
Se sabía que el personaje en cuestión llamaría la atención y, junto con ello, atraería el foco de las cámaras. Según fuentes gubernamentales y del propio PS, era de público conocimiento que Interior manejaba desde hace tiempo información relevante sobre sus andanzas, pero nadie hizo nada por detenerlo: el subsecretario Aleuy, socio en las internas junto a Aguilera, tan ágil en otras instancias, esta vez no tuvo la misma preocupación hasta que el asunto reventó. También, diversos actores del PS sabían de antemano que se venía el reportaje en cuestión y que este sacaría ronchas y que sumiría nuevamente a la colectividad en otro escándalo. Pero ya sabemos: nadie se atrevió a lanzar la primera piedra.
Y ahí está, ahora, la colectividad de Lorca, Ponce y Lagos, desarrollando su propia versión de El Padrino y cuyos protagonistas, de un tiempo a esta parte, no dejan de caminar hacia el atolladero.
Epílogo: el cruce entre políticos y narcos
El alcalde de San Ramón, a diferencia de los pistoleros de Peñailillo en el PPD, representa a un grupo societal distinto de lo que he denominado la nueva burguesía fiscal, con ribetes a veces lumpenescos, como pareciera ser este caso que, a diferencia de la G-90 que decidió anclarse en el Estado central y crear empresas de papel, perciben que el poder estatal es frágil y deciden entonces asentarse en territorios vulnerables, donde no tengan contrapeso por su nivel cultural.
Al igual que el equipo de Peñailillo, comenzaron trabajando para otros, en este caso Insulza y Núñez, hasta que decidieron trabajar para sí mismos. No son pocos quienes señalan que ya a fines de los 90 Aguilera manifestaba su intención de transformarse en vicepresidente del PS, objetivo que concretizó un par de décadas después.
Y es que el mundo popular posdictadura, que había sido un actor combativo en los 80, fue abandonado por los actores de la transición a su propia suerte y fue allí donde penetraron con mucha fuerza la UDI popular de Longueira, los microtraficantes y el mundo protestante fanático. Fue en esa escenografía donde la generación de Aguilera tuvo que resolver con quién negociar los votos del territorio y, si seguimos la lógica de ‘Informe Especial’, ya sabemos cuál fue su decisión.
A partir de ello, Aguilera comenzó a reproducir las viejas lógicas de poder oligárquicas, favoreciendo el ingreso de familiares y parientes a cargos de poder que respondan luego, no a la institución sino a lógicas patrimoniales. Práctica que está ampliamente difundida en el PS. No es casualidad que, hoy, varios de los vicepresidentes del PS sean alcaldes que desde sus cargos de elección popular han promovido a cónyuges, hermanas e hijos a cargos de elección popular y sostenido sus campañas.
Pero aquello no es solo patrimonio del PS, sino que en buena medida del sistema político casi completo. La UDI popular de Longueira instaló una lógica similar de construcción de poder desde el ámbito local y no fueron pocos los parlamentarios y alcaldes del gremialismo que, también, ascendieron a cónyuges e hijos a cargos de representación en el Estado.
Tal vez por ello llama la atención que, trascurridas ya más de 24 horas de la denuncia, ninguna colectividad –incluso la UDI, campeona de la moral– se hubiese atrevido a profundizar en la gravedad de la denuncia hecha por el programa de TVN. El personaje en cuestión es más transversal de lo que se piensa.
En los territorios desde hace tiempo se están topando actores políticos y narcos y, tal como se sabía, lo de Aguilera era un escándalo que estallaría más temprano que tarde. Pero hay muchos otros Aguilera diseminados por el territorio y que tal vez no lleguemos nunca a conocer, hasta que ya sea demasiado tarde.