Jorge Gálvez
En una entrevista hace algunos días atrás el diputado del Partido Liberal Vlado Mirosevic planteo que preparaba una serie de reuniones para constituir lo que él llamo un «polo no de izquierda» en el Frente Amplio, con el propósito de evitar la izquierdización del conglomerado. Además «advirtiendo desde ya los peligros a su juicio, izquierdizar la candidatura de la periodista» (en referencia a Beatriz Sánchez).
El mismo Mirosevic dice en la entrevista que convocara para este polo al Partido Poder, Partido Verde, al Movimiento Democrático Progresista (los que se fueron del PRO de Meo) y un sector de Revolución Democrática y del Partido Humanista. Inmediatamente podemos concluir que la izquierda entonces en el FA es Partido Igualdad, Izquierda Libertaria, Nueva Democracia, SOL, Movimiento Autonomista, un sector de RD y del Partido Humanista, entonces surge inmediatamente la pregunta ¿por qué ese sector no se está agrupando?
Pero bien, este polo «no de izquierda» de alguna manera se ha hecho sentir con ciertas frases para el bronce en fechas anteriores: «Hoy la ciudadanía no se identifica con el eje izquierda-derecha», afirma Sebastián Depolo de Revolución Democrática. Para Karina Oliva del Partido Poder «Marx su pensamiento está obsoleto casi, muerto» y agrega «…la lógica de izquierdas y derechas es una pelea de la élite política». Por su parte Mirosivic indica la «izquierdización» pone «en riesgo» las «transformaciones razonables, aplicables y no meramente simbólicas», «…gradualidad en las reformas y que no se ponga en riesgo el crecimiento económico y el emprendimiento…». Esta última frase es muy reveladora, ha sido el discurso de las últimas décadas de los sectores más conservadores de la Nueva Mayoría, como también de la derecha para mantener el modelo económico intacto. También aparece una especie de satanización de la izquierda, no solo al parecer es un discurso táctico, sino que se siente como una incómoda alianza para objetivos de corto plazo. Pero veamos qué dilucidar de este ciudadanismo, del liberalismo y del programa antineoliberal como medio de transformación.
El ciudadanismo como Acto Conservador
En las anteriores afirmaciones de los dirigentes de la «no izquierda» el ciudadanismo aparece como una fórmula aséptica, neutral, de centro, que despolitiza y esconde la lucha de clases. De esta manera el ciudadanismo busca solo reformar al capitalismo, critica sus abusos extremos, pero en ningún momento cuestiona el sistema como tal, intenta solo hacerlo más «equitativo». El ciudadanismo concibe la participación de los oprimidos dentro de la misma superestructura de dominación y explotación.
Si quisiéramos definir el ciudadanismo tendríamos que decir que es un desesperado intento de construcción de una identidad de las propias capas medias, que no logran configurarse en una situación de permanente proletarización en el marco de la crisis del capitalismo. De esta manera este fenómeno que surge precisamente en los momentos de crisis del sistema o de su patrón de acumulación, justamente para frenar el surgimiento de la conciencia y del Sujeto de la transformación. De esta manera cumple un rol conservador y muchas veces reaccionario.
La imposibilidad histórica del liberalismo
El Partido Liberal chileno como expresión más «democrática» de la derecha, se define por el libre mercado y el libre Comercio, sintetizado en el concepto ya no tan nuevo de «sociedad social de mercado», según indica su manifiesto y el de la internacional a la cual pertenece, asumiendo a la vez una serie de temas en lo que se ha llamado la «agenda valórica», tratando de disputar el escenario político desde el «centro». Intentan recoger una serie de iconos e ideas de «igualdad, libertad» surgida a mediado del siglo XIX descontextualizándolas de su contexto histórico.
No se puede analizar el liberalismo con los conceptos del siglo XIX ni XX, las ideas políticas tienen una determinación material e histórica, responden a ese momento, y cuando cambian las condiciones materiales que le dieron vida y viabilidad, se transforman en simple retórica, en pura «ideología», un velo que nos distorsiona la realidad. A los partidos liberales en Chile y en el mundo hay que entenderlos en el marco del actual desarrollo del capitalismo, por el nivel de profundidad de las contradicciones que vive el capitalismo en la actual fase, los hechos concretos muestran que la derecha tiene solo dos opciones a nivel internacional, tanto en la forma como en el contenido, por un lado el fascismo y por otro seguir administrando la crisis neoliberal, en ambos casos con elementos de «barbarie».
De esta manera, el liberalismo y el tercerismo como expresiones sistémicas no pueden llevar a cabo un programa antineoliberal, sin al mismo tiempo entrar a un proceso político e histórico que los termina negando como opción política. Un programa antineoliberal real consecuente debe asumir una dirección, en función de ir erosionando al modelo neoliberal, por supuesto que no se trata de liquidar al modelo de una sola vez, es necesario construir la correlación de fuerzas para que sea posible, pero lo que no puede faltar desde un inicio es la clara decisión y acciones concretas que le den direccionalidad a ese objetivo.
La política actual está imposibilitada de una opción liberal, las condiciones materiales de dicha opción no existen o dejaron de existir desde la irrupción del Patrón de Acumulación Neoliberal, incluso antes, desde cuando toma predominio de la economía y la política el capital financiero. El liberalismo es como un medicamento al cual ya le ha caducado su fecha de vencimiento, pero que algunos creen que aún puede tener un efecto sanador de quien padece la enfermedad, aunque al ver que no tiene ningún efecto se ven obligados de seguir administrando la enfermedad del paciente terminal. Un claro ejemplo de esto último es el actual gobierno de Canadá liderado por el Joven Primer Ministro Liberal Justin Trudeau.
El papel del Programa Anti neoliberal del Frente Amplio
Las organizaciones que componen el Frente Amplio han definido que su itinerario es antineoliberal, el cual debiera generar una mirada uniforme de las tareas y propósito del programa de gobierno. Pero ¿cuál sería un programa anti neoliberal? ¿Y qué medidas y reformas apuntarían a desarticular el modelo y cuáles no?
Primero si nos definimos como antineoliberales estamos precisando que nuestro objetivo político es terminar con la hegemonía de la oligarquía financiera en la vida nacional, terminar con el capital financiero generaría una reacción en cadena que precipitaría el colapso del modelo. Pero los debates del programa del FA han estado plagados de rechazo por parte de los sectores liberales y terceristas a medidas que apunten a confrontar al gran capital, en afirmaciones como que reformas profundas «puedan asustar al gran empresariado».
Poner fin de verdad al modelo implica acciones concretas y claras, algunas más inmediatas otras parte de un proceso de la recuperación de la soberanía nacional, es decir, terminar con el Plan Laboral, la Subcontratación, el Sistema de AFP, el Sistema Tributario, con la Educación del Lucro, el Sistema de Salud, el Fin de la Independencia del Banco Central, cambio profundos a la Banca, Fin de la Constitución Política de Pinochet, sacar a las Trasnacionales de la explotación de los Recursos Naturales como Forestal, Pesquero, Mineros, la Renacionalización del Cobre, la Recuperación de las Empresas Estratégicas en el marco de un modelo de Desarrollo Nacional, la nacionalización de las empresas de Servicios básicos (agua, electricidad, comunicaciones).
Pero he aquí el meollo del problema, un gobierno que logre esta gran proeza de terminar con el modelo neoliberal, lo pone de inmediato en contradicción con los intereses del gran capital financiero y con los intereses de los EEUU en su patio trasero. Es imposible orillar esta contradicción, lo han demostrado no solo proceso más «radicales» como Venezuela, Bolivia, Ecuador, sino la Argentina de Cristina kirchner y Brasil de Dilma Rousseff, considerando que estos dos últimos fueron un blanco más sencillo para los EEUU, porque carecían de una visión estratégica de cambios.
Por esto no es posible emprender cambios al modelo y no tener al mismo tiempo una bitácora de mediano y largo plazo en la construcción de la correlación de fuerzas, los cambios necesarios para Chile y el mundo no pueden pasar de contrabando, ocultándolos, no sincerando al pueblo de su direccionalidad. Por un hecho muy simple, porque en torno a esas ideas de cambios, de reformas profundas necesitamos construir fuerza, debemos legitimarlas, permear culturalmente a la sociedad de la necesidad del programa antineoliberal. Y esto solo lo puede hacer la Izquierda, por cierto integradora, amplia, acogedora, fortaleciendo una identidad propia, con un domicilio político claro, pero nunca entregando la conducción de la transformación a quienes nos acompañarán hasta la mitad del camino.
* Militante Movimiento Autonomista de Chile