por Andrés Figueroa Cornejo.
«No debemos olvidar a aquellas compañeras y compañeros prisioneros políticos de las revueltas y del pueblo nación mapuche que aún se encuentran en las cárceles chilenas del Estado represivo policial. Nuestro deber es colaborar en la creación de las condiciones de fuerza necesarias para que puedan salir libres.
A luchar por las demandas más sentidas de los trabajadores y trabajadoras. A votar nulo y preparar las condiciones para rechazar la Constitución de los ricos.
Castigo a los asesinos de Francisca Sandoval. ¡Viva la clase trabajadora por siempre!»,
Así terminó su alocución el presidente de la Central Clasista de las y los Trabajadores, Ramón López, en lo que fue una nueva conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores.
La Central de Clase, como en años anteriores, organizó una marcha y concentración en la Alameda, a la altura de la Estación Central, arrancando con una caminata desde Avenida Brasil, a la cual adhirieron las fuerzas del sindicalismo anticapitalista y las distintas expresiones de la disidencia radical contra el régimen de la ganancia, la alienación asalariada y la opresión.
Como ya se ha vuelto corriente, la manifestación fue provocadoramente escoltada por un numeroso destacamento de coches blindados de las Fuerzas Especiales de Carabineros, cuyos carros lanza-aguas y bombas lacrimógenas atiborraron la zona de tóxicos y químicos de alta duración y composición desconocida con el propósito de disolver la actividad y atentar contra el derecho a manifestarse.
Una facción de los participantes adoptó medidas de autodefensa y seguridad elemental contra la ofensiva policial para proteger a los asistentes. En esa misma línea, grupos de derechos humanos organizaron postas de emergencia para atender a los heridos y a quienes sufrieron los efectos de los gases lacrimógenos y los chorros de agua contaminada.
Este año, la conmemoración estuvo marcada por la exigencia de justicia para la comunicadora social y popular de Señal 3 de La Victoria, Francisca Sandoval, fallecida el jueves 12 de mayo de 2022, tras recibir un disparo en la cabeza por un individuo concertado con la policía militarizada, en el bandejón central de la Alameda, mientras reporteaba la marcha de los trabajadores clasistas el Primero de Mayo del año pasado.
En su discurso público, el dirigente sindical Ramón López indicó:
«Hoy estamos en presencia de un gobierno que no es más que la continuidad de la exConcertación, espectro político y representante de los intereses de los grandes grupos económicos en conjunto con la derecha conservadora y el imperialismo estadounidense» y agregó:
«el gobierno de Boric es patrocinador de una forma fraudulenta, por medio del Acuerdo por Chile, para redactar una nueva Constitución que establecerá lisa y llanamente la dictadura de los grandes empresarios y las transnacionales y perpetuará el modelo neoliberal. Ahora nos imponen ir a votar por sus candidatos el 7 de mayo, pero desde aquí le decimos: no a la cocina del sistema de partidos políticos institucionales. Debemos votar nulo frente a todos los atropellos padecidos por nuestra clase»»
Diversos asistentes a la manifestación, líderes de agrupaciones sociales y políticas antisistémicas y en lucha, fustigaron a la actual administración de La Moneda por la firma del tratado de inversiones TPP-11; el ajuste antipopular en curso; la entrega de los bienes comunes a la expoliación privada, como el litio, el cobre, el agua, con el consiguiente sacrificio de la biodiversidad; la política monetaria del Banco Central que sólo agudiza la recesión; una reforma tributaria hecha a la medida del gran capital; la descalcificación del presupuesto destinado a las áreas sociales como la salud, la educación y la vivienda; el encarecimiento creciente de la vida y la disminución del salario; el aumento del desempleo, el subempleo, el trabajo informal y la precarización laboral.
Asimismo, criticaron duramente la nueva legislación del ‘gatillo fácil’ que ofrece plena impunidad a los carabineros en sus procedimientos, lo que atenta contra los derechos humanos y la vida; y denunciaron la corrupción diaria del Estado, las corporaciones y las Fuerzas Armadas.
La actividad finalizó con la entonación de La Internacional, en medio de los gases irrespirables. Un comentario rondaba entre muchos asistentes: cada organización, grupo de personas e incluso individuos sin agrupación, parecían las células dispersas de un instrumento político y social de vocación emancipadora que aún no termina de cuajar.
«No sé qué estamos esperando para ser una sola herramienta de nuestro pueblo. Matices y diferencias tendremos siempre. Pero lo que nos ata son razones y prácticas muy superiores a lo que nos distancia», pensó en voz alta un manifestante.
Así sea.