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Brasil: fracasa el autogolpe de Bolsonaro

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Raúl Zibechi - Sputnik Mundo

SPUTNIK

Raúl Zibechi

Periodista e investigador uruguayo

Con el relevamiento de seis ministros y la renuncia de la cúpula militar en protesta por la destitución del ministro de Defensa, Jair Bolsonaro enfrenta la peor crisis en sus poco más de dos años de mandato, lo que coloca a su gobierno al borde del precipicio político.

Entre el lunes 29 y el martes 30 de marzo, confluyeron por lo menos tres crisis: la internacional que se relaciona con las malas relaciones con China, lo que le costó el cargo al canciller ultraderechista Ernesto Araújo; la conformación de un frente empresarial y político contra Bolsonaro y el fracaso a la hora de alinear a los militares tras su errático gobierno.

Las cosas van tan mal para el presidente, que hasta el Capitán Augusto, José Augusto Rosa, un policía militar diputado por el estado de San Pablo, pasó de ser un fervoroso bolsonarista a decir que Brasil está peor que con LulaCapitán Augusto representa el sentir de la Policía Militar, el sector uniformado más afín al presidente.

El Capitán Augusto preside el Frente Parlamentario de Seguridad, la llamada «bancada de la bala» que defiende la liberación de la tenencia de armas para combatir la delincuencia.

«Después de los gobiernos del PT que no nos gustaban, creíamos que había llegado nuestro turno. En realidad, acabamos perdiendo más en estos dos años que en los últimos diez», dijo esta semana.

La crisis comenzó con la renuncia del canciller Araújo. Se trata del más ultra de sus ministros, alineado con Donald Trump, opuesto a la globalización, enemigo de China y Rusia, que denomina al coronavirus como comunoviros. Según los medios, Araújo es el mayor responsable por el hecho de que el país «no haya conseguido comprar dosis suficientes para una vacunación en masa que permita vislumbrar un horizonte para una recuperación económica».

En medio de la crisis sanitaria que llevó el número diario de muertos a 3.780, con hospitales y salas de urgencia desbordadas, 10 senadores pidieron su renuncia y el fin de semana circuló una carta apoyada por 300 diplomáticos de carrera que pidieron la dimisión del canciller, que siempre fue despreciado por la mayoría de los funcionarios de Itamaraty.

El problema es que Araújo actuaba como propagandista, no como canciller. «A los chinos no les interesa que los países mantengan su libertad, ya que no la tienen allí», escribió Araújo en uno de sus tuits. Pero China es el principal socio comercial de Brasil, que compra ingentes cantidades de soja y otros alimentos, además de mineral de hierro.

Que Brasil se haya convertido en el hazmerreír en los foros internacionales por su posición negacionista del cambio climático y que sea una amenaza mundial porque la pandemia está fuera de control y aparecen mutaciones muy peligrosas del coronavirus, aceleró la caída de Araújo.

El segundo frente que se desbordó contra Bolsonaro es el empresarial. El 21 de marzo se difundió una carta firmada por más de 1500 economistas, empresarios y banqueros, que está en contra de separar la economía de la salud porque no pueden maginar un crecimiento del país con la pandemia fuera de control.

La carta exige una adecuada gestión gubernamental, sugiere un cierre de la actividad (a lo que Bolsonaro se niega radicalmente) y pide un manejo racional y adecuado para «poner fin al deterioro que está experimentando el país está experimentando el país».

En efecto, mientras la pandemia está en una fase explosiva, el gobierno naufraga cambiando sus ministros de Salud (ya cayó el cuarto en un año) con la dimisión del general de división Eduardo Pazuello, porque Bolsonaro «por primera vez en dos años teme perder las elecciones de 2022”, según la revista Veja.

Este es el punto central de la crisis del Gobierno Bolsonaro, que explica además su quiebre con los militares. A principios de marzo el poder judicial decidió anular las causas que pesan sobre Lula, con lo cual el expresidente puede presentarse a las elecciones de octubre de 2022, con grandes posibilidades de retornar al Palacio de Planalto.

Esta decisión no sólo cambio el escenario político sino que fue un verdadero terremoto, inesperado para la derecha brasileña, incluyendo a militares y empresarios, que coloca a la defensiva todo el proyecto que llevó a Bolsonaro al gobierno, incluyendo sobre todo las privatizaciones de las grandes empresas, como Petrobras, cuestión que ha avanzado mucho menos de lo esperado.

Todo indica que la crisis con los militares se produjo a raíz del pedido del presidente al ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, para que exigiera al comandante del ejército, Edson Pujol, que se pronunciara contra la decisión judicial que anuló las condenas del expresidente Lula.

Bolsonaro pretendía que el alto mando actuara de la misma forma que en 2018, cuando el comandante del Ejército Eduardo Villas Boas difundió un tuit rechazando la impunidad que, según su interpretación, el Supremo Tribunal podía otorgarle a Lula al aceptar un pedido de habeas corpus presentando por su defensa. Pero ahora el ministro de negó en redondo y fue dimitido.

Los comandantes de las tres armas presentaron su dimisión, en un claro posicionamiento contra un gobierno muy desgastado del que necesitan tomar distancia.

«Basta de desgobierno, basta de delirios ideológicos y amenazas golpistas, basta de hundir a Brasil en el escenario internacional», escribió la columnista Eliane Cantanhêde, a la hora de explicar cómo un vasto frente que va de los empresarios hasta los médicos, de los exportadores de soja hasta buena parte de los militares, están pidiendo un cambio en el gobierno.

Una de las voces más claras en este sentido proviene de los cuarteles. El general Carlos Alberto dos Santos Cruz fue ministro jefe de la Secretaría de Gobierno de Bolsonaro y renunció a los cinco meses por disputas con los hijos del presidente que capitanean el ala ideológica del gobierno junto al astrólogo Olavo de Carvalho, que vive en Estados Unidos.

Santos Cruz fue tajante: «Desde hace dos años el país está viviendo un ambiente muy confuso», o sea desde la llegada de Bolsonaro a la presidencia. «Falta liderazgo y vivimos en un ambiente de noticias falsas», dijo en referencia directa al entorno del presidente.

El aislamiento llevó a Bolsonaro a radicalizarse, amenazando con un estado de sitio permanente y con revertir decisiones de la justicia que tiene pendiente actuar contra sus hijos, vinculados a actividades ilegales, a grupos paramilitares que pueden haber cometido crímenes como el asesinato de Marielle Franco, concejala de Rio de Janeiro y defensora de los derechos humanos.

«No hay clima para un golpe de Estado», dijo Santos Cruz estos días, lo que revela que la posibilidad existió. «Las fuerzas armadas tienen una postura institucional muy fuerte y no se embarcan en esa onda», agregó.

En momentos de delirio mesiánico, Bolsonaro acostumbraba decir «mi Ejército», exagerando tanto su pertenencia al arma con el apoyo que recibía. Una frase que, de ahora en más, le será difícil pronunciar. Huérfano de apoyo militar, el presidente queda a expensas del Congreso, algunos de cuyos miembros ya proponen la destitución.

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE CON LA DE SPUTNIK

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