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Brasil: El exjuez derechista Sergio Moro, mil veces más corrupto que el peor de los polticos ladrones

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El Clarín de Chile

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

En la imagen Sergio Moro, exjuez y actual ministro de Justicia del gobierno de Bolsonaro

A mi modo de ver, la judicialización de la política en todos los casos conocidos hasta ahora lleva directamente a debilitar la democracia, además del surgimiento de líderes aún más corruptos que los mismos implicados.

En Italia, por ejemplo, el caso “manos limpias” destruyó a políticos corruptos, tanto del Partido Socialista como de la Democracia Cristiana; es evidente que Bettino Craxi y Giulio Andreotti no eran más corruptos que Silvio Berlusconi, elegido como parlamentario europeo en las recientes elecciones. Es cierto que los socialistas y democratacristianos eran partidos corruptos, (por ejemplo, los democratacristianos nominaban a los líderes de la mafia como candidatos a alcaldes, en las ciudades y pueblos de Sicilia), sin embargo, los dirigentes de la Liga del Norte y Cinco Estrellas son igualmente corruptos.

Según Max Weber, “el político debe pactar con el diablo para ejercer el poder”; por otra parte, el gran aporte de Maquiavelo es haber liberado a la política de la moral cristiana acercándola a la virtud romana. Quien busque la salvación en la política está condenado al fracaso, pues las cualidades del político son la antípoda de las del buen padre de familia.

Es también cierto que la democracia funciona sobre la base de pesos y contrapesos y, para que exista, es necesaria la división y el equilibrio de poderes, pero desgraciadamente los ideales democráticos están muy distantes de la realidad. En el fondo, en el presidencialismo monárquico se tiende a aniquilar los otros poderes, el legislativo y el judicial.

En las democracias imperfectas – como las latinoamericanas – la independencia del poder judicial es sólo un ritual, es el caso de algunos políticos que dicen que “los fallos judiciales se acatan, no se comentan”. A su vez, el poder judicial en los distintos países está tan corrupto como los delincuentes que penaliza.

En Perú, la totalidad de últimos ex Presidentes han pasado por los tribunales de justicia, sin embargo, los mismos jueces incluido el ex presidente de la Corte Suprema, aparece implicado junto a varios jueces, en el caso de corrupción llamado “LavaJuez”; por consiguiente, cabría preguntarse qué Organismo controla a la magistratura.

La judicialización de la política en ninguno de los casos conocidos ha limpiado los sistemas democráticos: una vez enviados los políticos a prisión, (o inducidos al suicidio, como en el caso de Alán García), vienen líderes demagogos  y puritanos – Savonarola – que, para dar gusto al vengativo populacho, asesinan y roban más que los mismos políticos.

En los casos de corrupción política surgen a menudo jueces y fiscales que pretenden demostrar una severidad en la aplicación de la ley, pero el poder, la codicia y la ambición hacen presa segura de estos personajes que, al final, terminan involucrados en política, como ocurrió con el juez Sergio Moro, nombrado ministro de Justicia por el fascista Jair Bolsonaro.

Sergio Moro se sacó la careta de un juez fascista, cuyo único objetivo era complotar con el procurador para sacar de en medio la candidatura de Inàcio Lula da Silva que, de no mediar su prisión, hubiera ganado las elecciones presidenciales.

El juez derechista, Sergio Moro, es mil veces más corrupto que el peor de los políticos ladrones: a sabiendas de que la causa de la propiedad del departamento en un balneario exclusivo de Sao Paulo  era imposible de probar en cuanto la pertenencia correspondía a Lula da Silva. Moro embobinó la causa sosteniendo que si bien carecía de pruebas, se basaba en presunciones personales.

El corrupto y ambicioso juez, para su mala suerte, fue grabado en una conversación con el procurador, en la cual manifiesta su terror de que pudiera ganar el Partido de los Trabajadores, y anima y conduce a fiscales y procuradores para que preparen una buena presentación judicial en contra del candidato Lula da Silva, que permita condenarlo a prisión. Incluso, cuando Lula  ya estaba en la cárcel, se le impidió una entrevista con el diario  La Hoja de San Pablo que, seguramente, hubiera aumentado la adhesión al candidato del Partido de los Trabajadores.

La intervención del corrupto juez, Sergio Moro, comienza a desnudar la estrategia judicial y mediática para colocar en el poder a representantes de la ultraderecha.

Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

11/06/2019            

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