Prensa Obrera
por Gabriel Solano
Hasta hace un tiempo, la política argentina tuvo una especie de enigma: ¿por qué el hecho de que Javier Milei esté realizando uno de los ajustes más brutales -el gobierno lo califica como el más grande de la humanidad-, decían muchos, no se traduce en una performance negativa de su gobierno en las encuestas de opinión pública? Varios decían que eso no tenía impacto y que el gobierno seguía teniendo apoyo popular. Sin embargo, hay muchísimos datos que indican que esa situación, si es que era cierta en el pasado, está empezando a cambiar.
Han aparecido, este fin de semana, innumerables encuestas en los diarios que muestran unánimemente que tanto el gobierno como la imagen del propio Milei están teniendo una importante caída en la consideración popular. Una de Poliarquía, una de las encuestadoras con mayor prestigio, analiza la situación social y cómo está sufriendo el pueblo; señala que el 49% de la población se está viendo muy afectada por el aumento de tarifas, indica que el pago del transporte público se convirtió en algo difícil de afrontar para muchos trabajadores que deben hacer cuentas para saber si les conviene salir a trabajar por un salario cuyo aumento no compensa el del boleto, y muestra las dificultades que en general tienen las familias para llegar a fin de mes.
La encuestadora Shila Vilker, que en su momento anticipó el triunfo de Javier Milei cuando nadie lo daba como triunfante, ahora dice que la desaprobación del gobierno alcanza los 56 puntos. Antes, Milei tenía más de la mitad de esos puntos a favor. La encuesta de Facundo Nejamkis es parecida, muestra una desaprobación del 57%. Poliarquía dice que la aprobación es solo del 40%; la desaprobación, por lo tanto, es del 60%. La de Gustavo Córdoba, que en general le da menos imagen positiva al gobierno, dice que si la economía sigue así el gobierno de Milei llegaría a fin de año con menos de 30 puntos de aprobación. Y según un índice que elabora la Universidad Di Tella, la confianza en el gobierno cayó casi 15 puntos en un mes.
Hay que considerar todo esto aunque las encuestas reflejen especulaciones y muchas veces estén atravesadas por arreglos e intereses económicos. Con todo, lo que sucedió durante la cadena nacional de la semana pasada mostró de manera más clara la caída de Milei en la consideración popular. El gobierno obtuvo menos de la mitad de los puntos de rating televisivo que alcanzó en la apertura de sesiones legislativas. Esto dio cuenta de que el pueblo no quiso escuchar al presidente de la Nación defender un superávit fiscal que todo el mundo sabe se está logrando con el hambreo de los jubilados y la caída de los salarios, mientras cae la actividad económica y aumentan las tarifas de luz, gas y transporte público.
Por otro lado, hay que tener en cuenta otro componente de la situación política. En el marco de esta caída de la imagen pública del gobierno, ¿crece su consideración entre los sectores económicos concentrados, como se suele decir? La respuesta es no. En los últimos días ha ocurrido un hecho de enorme importancia: Petronas, la petrolera malaya, canceló la inversión en el marco del Rigi que iba a hacer junto a YPF en la provincia de Río Negro para instalar una empresa de gas licuado. Se estimaba que la inversión, que se presentaba como la vía para que Argentina pase a ser un país exportador de energía, era de más o menos unos 30 mil millones de dólares. Esto fue anunciado el viernes pasado por el periodista Marcelo Bonelli en Clarín y supuso una verdadera conmoción
De acuerdo a la información periodística, para justificar su decisión, Petronas alega que no hay seguridad política y que el gobierno no tiene las condiciones para imponer los requisitos que ella quiere (levantamiento del cepo cambiario y giro de utilidades al exterior). Un golpe a Milei. Que Argentina no tenga, como se pensaba, la posibilidad de exportar energía en el corto plazo, impactaría en la capacidad del gobierno de generar los dólares necesarios para levantar el cepo cambiario y llevar adelante una serie de medidas para bajar el riesgo país y devolver a la Argentina a los mercados internacionales de crédito cuando existe el temor de que el gobierno vaya al default ante el pago de la deuda en los próximos años.
La situación del gobierno es francamente débil: se combinan la caída en la consideración pública, el hecho de que grupos económicos le estén dando la espalda y un cuadro en el que la economía no logra despegar. La Came publicó un estudio que señala que las pymes tuvieron una caída de 14 puntos en el mes de agosto. Enorme. El Indec dio cuenta de una caída económica de 6 puntos (esto, dejando de lado el campo ya que el año pasado hubo una sequía), cuando durante la cuarentena, mientras estaban cerradas las fábricas y cerrados los comercios, fue de casi 11 puntos. Ahora no tenemos pandemia ni un cuadro de cierre económico. En todo caso, la pandemia es Milei.
En este marco, ¿qué es lo que llama la atención? Un retroceso del gobierno tendría que incentivar a la oposición a salir a enfrentarlo en diferentes planos. Sin embargo, la oposición hace lo contrario. Y no cualquier sector de la oposición, sino el que se suponía que más tenía que enfrentar al gobierno, el kirchnerismo, al que se suele emparentar con las banderas nacionales y populares, el estatismo y una política más confrontativa con la de Javier Milei. Llamó mucho la atención el discurso que realizó Máximo Kirchner en un acto de La Cámpora en La Plata; allí dijo “no tenemos que enojarnos con el veto del presidente a las jubilaciones, es una facultad constitucional. Lo que tenemos que hacer es construir nuestra propia herramienta política para un futuro electoral”.
Es llamativa esta reflexión de Kirchner, porque coincide con un gobierno que empieza a retroceder. Busca salvarle las papas a Milei. Si esa facultad constitucional vale para las jubilaciones, también vale para el presupuesto universitario, cuyo aumento presupuestario el gobierno quiere vetar. El plazo para anunciar el veto vence este miércoles. Máximo Kirchner diría que no hay que luchar contra el veto al incremento de presupuesto universitario. El ala izquierda de la oposición capitalista sale a decir “no enfrentemos al gobierno” y en este marco corren versiones que indican que existe un pacto entre el gobierno de Milei y el kirchnerismo. En esta línea se inscriben sus negociaciones alrededor de la designación de Ariel Lijo como jefe de la Corte Suprema y de un reparto más amplio de los jueces de la Justicia.
Uno podría especular y decir: “bueno, quizás Máximo le está cubriendo las espaldas a su madre, Cristina Fernández de Kirchner, porque ella también recurrió al veto cuando era presidenta para denegar una ley aprobada por el Congreso que establecía el 82% móvil del salario mínimo para los jubilados”. Pero no alcanza solamente con que Kirchner le cubra las espaldas a CFK por un hecho del pasado. La intención del kirchnerismo de no enfrentar al gobierno para derrotarlo es un hecho del presente (y del futuro). Nosotros tenemos una política exactamente contraria. Acá está el quid de la cuestión. Y acá también aparecen las dificultades del movimiento popular. Es que esta bronca, que abarca a la mitad de la población, puede tender a crecer si la actividad económica sigue cayendo y si ve la luz el veto contra el presupuesto universitario. Es probable que los índices de aprobación bajen más, incluso dentro de los sectores que votaron a Milei (los sectores populares más empobrecidos, los que no pueden pagar el transporte público) y de los que aportaron sus votos a Patricia Bullrich (por ejemplo, los jubilados que sufren el veto).
En este contexto, el problema es cómo hace el pueblo para poder expresar esa bronca de manera organizada cuando la CGT no quiere hacer nada, cuando los dirigentes sindicales no quieren hacer nada (incluso son incapaces de convocar un paro para enfrentar la reforma laboral), cuando Máximo Kirchner dice que hay que dejar pasar un veto. Ahí está el problema que tiene el pueblo argentino: cómo articula una lucha contra el gobierno cuando tiene bronca y la quiere expresar pero la oposición tradicional, los sindicatos tradicionales y los movimientos sociales que existen están en una línea de complicidad.
Esto es importante porque en Argentina se va ir abriendo cada vez más el debate acerca de la necesidad de terminar con el gobierno de Javier Milei; un gobierno, como dijo Milei la otra vez en cadena nacional, que está dispuesto a vetar cualquier reclamo popular que adquiera carácter de ley; un gobierno cuya existencia se demuestra incompatible con la necesidad que tiene el pueblo de sobrevivir. El problema radica en cómo hacemos que este gobierno sea apartado de su lugar. El gobierno tiene mandato por cuatro años, pero hay que comer todos los días y esto es más importante para nosotros.
El pueblo tiene derecho a defenderse de un gobierno que se demuestra como su enemigo. Y tenemos algunas oportunidades por delante. Indudablemente una de ellas va a tener lugar el próximo 2 de octubre cuando se realice la Marcha Universitaria, que será en Congreso y no en Plaza de Mayo. Esto hay que anotarlo porque quieren desviar el reclamo al gobierno nacional para ir hacia un debate exclusivamente parlamentario. Ya hemos visto lo que pasó con las jubilaciones y el veto. Entonces tenemos que ir al Congreso pero también a Plaza de Mayo a rechazar el veto y defender las universidades.
Y esto que vale para la universidad también vale para la educación, para la salud y para el salario. Upcn, que es un gremio muy ligado al peronismo (Andrés Rodríguez es uno de los principales líderes del peronismo en la Ciudad de Buenos Aires), acaba de firmar un aumento salarial del 2% para septiembre y de un 1% para octubre. El gobierno anunció su propuesta de paritaria cero para noviembre y diciembre, y esto cuenta con el aval de Upcn.
Esto va a crear más bronca por abajo. Y esta bronca hay que impulsarla para que se terminen este tipo de gobiernos capitalistas y dar lugar a un gobierno de los trabajadores, un gobierno que permita el bienestar de la población.
Y ahora ¿Quién podrá ayudarme? En Córdoba lo están esperando.