La duda muerde y corroe el espíritu. ¿Tenemos los latinoamericanos gobiernos suficientemente firmes para defender tan preciado elemento de aquí en más? ¿O la pregunta sobra, porque ese elemento ya está entregado a empresas transnacionales o a gobiernos extranjeros?
Arturo Alejandro Muñoz
La preocupación despertó hace tiempo, pero alcanzó niveles mayores cuando el mundo se enteró que, al igual que Chile, nuestra vecina del norte, Bolivia, se encontraba sumida en una crisis hídrica. Escasea el agua potable en ambas naciones, la ausencia de lluvias y la bajísima acumulación de nieves en las altas cumbres encendieron las alarmas. La situación es de verdad seria… y no solamente para bolivianos y chilenos.
En Youtube, un ‘navegante’ escribió respecto de este tema:
“El agua brota como el mayor conflicto geopolítico del siglo XXI ya que se espera que en el año 2025, la demanda de este elemento tan necesario para la vida humana será un 56% superior que el suministro… y quienes posean agua podrían ser blanco de un saqueo forzado. Se calcula que para los 6.250 millones de habitantes a los que hemos llegado se necesitaría ya un 20% más de agua. La pugna es entre quienes creen que el agua debe ser considerado un commodity o bien comerciable (como el trigo y el café) y quienes expresan que es un bien social relacionado con el derecho a la vida”.
Según los expertos, hoy son más de mil millones de personas las que sufren las consecuencias de la escasez de agua. Esos mismos expertos creen que en el año 2025 la cifra podría elevarse sobre los tres mil millones de seres humanos (cifra que se quintuplica al considerar al resto del mundo animal). No olvidemos que si bien es cierto que dos terceras partes del planeta se encuentran ocupadas por agua (preferentemente salada, oceánica), sólo el 2,5% del agua existente es dulce.
Centroamérica cuenta en general con una elevada disponibilidad hídrica, pero el agua no llega a toda la población o lo hace sin ser de calidad, lo que evidencia que la gestión del recurso en la región es apenas incipiente. A esa situación, que trae consecuencia sanitaria como una alta incidencia de enfermedades transmitidas por el agua, especialmente en zonas rurales, se suma el cambio climático y fenómenos como El Niño, que genera una fuerte sequía en países como Honduras y Panamá. La gestión del recurso trae en varios países de la región conflictos sociales, como el que ocurre en El Salvador, donde la posibilidad de que se abra totalmente la puerta al sector privado en el ente rector del agua ha generado decenas de protestas callejeras para defender el carácter de derecho humano que tiene el recurso hídrico.
América del Sur, por su parte, es un subcontinente privilegiado en cuanto a recursos hídricos, no tan sólo por sus fabulosas hoyas hidrográficas como la amazónica, la del Orinoco y la del río de la Plata, sino porque además Chile y Argentina poseen las reservas de agua dulce más grandes del planeta, las que se encuentran en los enormes glaciares y en lugares de dolorosa belleza, como Campos de Hielo, en la zona austral de ambas naciones.
A lo anterior es necesario agregar un dato relevante. Los futuros conflictos por tenencia y uso de agua dulce se deberán a la desigual distribución geográfica o natural de los recursos hídricos, cuestión que muestra como principales lugares -donde la escasez de agua es severa- a China, India, África, Asia Central y Oriente Medio. De hecho, para muchos países africanos el agua dulce es una cuestión de ‘seguridad nacional’.
Tal vez las invasiones por el agua ya han comenzado. Vea usted, amigo lector, lo siguiente (que no es broma). Informaciones de la prensa brasileña (y un par de menciones en la prensa paraguaya) aseguran que el Ejército Sur de los EEUU –a comienzos del año 2007- tomó control de la llamada “Triple Frontera” (Brasil-Paraguay-Argentina) dando cuerpo a una declaración del departamento de Estado en el sentido que en aquella zona se “esconderían peligrosas bandas de terroristas y narcotraficantes”, cuando en realidad lo que a EEUU interesa es el Sistema Acuífero Guaraní (SAG), un verdadero mar de agua dulce subterránea, cuyos legítimos dueños son los tres países sudamericanos mencionados.
No para allí el asunto. En el portal “Expansión”(en alianza con CNN), se puede leer: “Wall Street se ha fijado en las empresas que están abordando la cuestión del suministro de agua limpia, y muchas se están convirtiendo en las consentidas del mundo de las inversiones. El líquido es un negocio de 600.000 millones de dólares, pero crecerá a un billón de dólares (trillion) en los próximos seis años, de acuerdo con un informe de investigación de Bank of America Merrill Lynch, que cita a docenas de empresas que cree que se beneficiarán de los temas relacionados con el agua y que tienen una exposición mundial a este negocio”.
No olvidemos entonces a nuestro ‘barrio’ sudamericano, pues algunas de las grandes potencias miran con ojos apasionados el petróleo venezolano, el gas de Bolivia, los ricos recursos de la Amazonía brasileña y, muy especialmente, el agua dulce de la zona austral de Argentina y Chile (donde se encuentra la mayor reserva mundial de ese vital líquido, de manera congelada, claro está).
En Chile, la Dirección General de Aguas (DGA) informó, en el año 2009, que un nuevo estudio confirmaba que nuestro país tiene unas 3.500 lenguas de hielo. Pero no es que estas formaciones sean nuevas. Lo que ocurrió es que, hasta el momento, no se conocía de su existencia.
El director general de la DGA, Rodrigo Weisner, explicó a BBC-Mundo que las nuevas tecnologías desarrolladas en los últimos años han permitido que se exploren áreas que hasta ahora habían sido inaccesibles. Según el funcionario, Chile tiene la principal reserva de agua del Hemisferio Sur y una de las más grandes del mundo. «Tenemos 20.000 kilómetros cuadrados de glaciares, pero aún no se ha determinado su profundidad, por lo que no sabemos el volumen de agua que representan», señaló.
Consignemos que el chileno medio desconfía de sus actuales autoridades. Las ve corruptas, subordinadas al capital, y por tal motivo no espera mucho de ellas, de su honestidad ni de su patriotismo. Es más, incluso las considera proclives a la delincuencia de cuello y corbata, a la traición y a la mentira que usan como “argumentos políticos”. Por ello, en estos delicados asuntos del agua, las dudas afloran con inusitada vehemencia.
¿Estarán -los gobiernos chilenos- entregando la Patagonia con sus glaciares y campos helados a manos extranjeras, a espaldas de la ciudadanía? La pregunta no es una exageración, pues en nuestro país llevamos varios años presenciando cómo esos gobiernos han regalado el agua a manos privadas, y no para que estas la cuiden, sino para que la utilicen en otros negocios que, además, contaminan el entorno, como sucede con las megaempresas mineras en el norte de Chile, y una que otra hidroeléctrica en las zonas central y sur.
Recordemos que Frei Ruiz-Tagle entregó el control y comercio del agua a una empresa española; Lagos Escobar hizo algo similar con una empresa francesa, y Piñera Echeñique regaló el resto del vital líquido a AES Gener. Para ellos, el negocio, el bolicheo, estaba por sobre los intereses y dignidad del país. Los fríos hechos así lo certifican.
La duda muerde y corroe el espíritu. ¿Tenemos gobiernos lo suficientemente firmes para defender tan preciado elemento de aquí en más? ¿O la pregunta sobra, porque ya está entregado a manos extranjeras?