Amelyren Basabe
El colonialismo europeo utiliza al continente africano como su conejillo de indias.
Históricamente, África ha sido víctima permanente de un proceso de colonización que,
además del saqueo de sus riquezas, lo utilizan como laboratorio en el que se prueban
nuevas fórmulas de medicamentos que desarrollan las transnacionales farmacéuticas.
Y para fundamentar esta aseveración, traemos uno de los casos. Durante el año 1996,
Nigeria estuvo devastada por una epidemia de meningitis nunca antes vista. La
periodista e investigadora Elena Bueriberi Córdova, del portal Afroféminas, en
2020 publicó un artículo respecto al uso del medicamento TROVAN (trovofloxacino) y
de acuerdo a sus datos, la empresa farmacéutica estadounidense Pfizer envió un
equipo de investigadores al norte de ese país, en el estado de Kano, con el objetivo de
probar su nueva medicina.
El grupo en cuestión se instaló en un campamento médico, donde la ONG Médicos
Sin Fronteras le abrió paso y puso a prueba el fármaco, omitiendo su uso
experimental sin contar con el consentimiento de los familiares de los pacientes para
ello.
El nuevo antibiótico, TROVAN, fue suministrado a 100 niños y a otros 100 se le
administró Ceftriaxona, un remedio utilizado para el tratamiento contra la meningitis.
Como consecuencia de esa prueba, fallecieron 11 de esos infantes, cinco de ellos
seguían un tratamiento con TROVAN, seis con Ceftriaxona, mientras que otros
muchos sufrieron secuelas graves, incluyendo daño cerebral.
El fracaso de la terapia experimental de Pfizer, hizo a la empresa desmantelar su
operativo dos semanas después de llegar a la zona, sin ofrecer información sobre las
pruebas.
Para contextualizar, los padres de esos niños buscaban una solución para salvar a sus
hijos de una muerte segura privados de asistencia médica. La llegada de doctores
extranjeros con medicinas gratuitas era maná caído del cielo, y ante este escenario,
¿Cómo iba a cuestionar una comunidad sin recursos, en plena crisis sanitaria, sumida
en una dictadura militar y sin derecho a la educación, a algún procedimiento médico?
Más tarde, salieron a la luz una gran cantidad de irregularidades por parte de la
empresa, tanto en la autorización para la conducción de su estudio, como en la ética
médica; ya que a pesar de evidenciar su ineficacia o que se administraban dosis
inferiores a las recomendadas, desaparecían los expedientes médicos para no
suspender los tratamientos para favorecer los resultados de su propio antibiótico.
La actitud ética del médico Juan Walterspiel, uno de los investigadores que participó
en la misión de Pfizer, le llevó a denunciar los hechos. El galeno advirtió lo sucedido, y
aseguró, que las pruebas con TROVAN habían violado normas éticas e incumplido los
protocolos para experimentación, establecidos en la Declaración de Helsinki que
regula este tipo de acciones.
La Declaración de Helsinki es un conjunto de principios éticos para la investigación
médica en seres humanos, establecido por la Asociación Médica Mundial (AMM).
Fue adoptada por primera vez en 1964 y su propósito es guiar a la comunidad médica
para proteger los derechos, la salud y el bienestar de los participantes en estudios,
estableciendo que el bienestar del sujeto prevalece sobre los intereses de la ciencia o la
sociedad.
De acuerdo a lo narrado por el diario británico The Independent, el estado de Kano,
la mayor ciudad del norte de Nigeria, reclamaba en 2007, una indemnización para el
Estado, los familiares y los afectados, por mil 480 millones de euros. Ante esta
demanda, Pfizer negó todos los hechos y los cargos, refiriendo que “fue la meningitis y
no el TROVAN, el causante de la muerte de los 11 niños y de los daños irreversibles
neurológicos, en decenas de otros niños”.
En 2009, el Estado nigeriano y Pfizer llegaron a un acuerdo extrajudicial, para
indemnizar con 55 millones de euros a las familias de los fallecidos y al resto que quedó
con secuelas. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, además de los numerosos casos
de sordera, ceguera y parálisis que dejaron en los pacientes testeados en las pruebas
de medicamentos, las autoridades sanitarias del país dijeron haber constatado una
fuerte desconfianza de la población a los medicamentos venidos de occidente. No era
de extrañar que muchas familias se negasen a que sus hijos fuesen vacunados contra la
poliomielitis, por ejemplo.
Portales como Wikileaks, The Washington Post y The Guardian revelaron
informaciones valiosísimas que sirvieron para desenmascarar las atrocidades cometidas
por Pfizer, aseguraron que es un hecho que la empresa farmacéutica se está lucrando
con la salud de millones de personas, no sólo en África, si no a nivel global, todo el sur
global. Esto solo ocurre gracias al racismo.
El diario digital satírico Le Gorafi citó a un investigador médico maliense sobre la
posibilidad de probar un tratamiento experimental contra el racismo en Europa, que
dijo: “voy a ser algo provocador, pero Europa sería el terreno ideal para realizar un
estudio a gran escala. Tienen varios focos de propagación en su continente y están
expuestos sin protecciones a numerosos discursos xenófobos”. Ojalá existiese una
vacuna para ello, pero la historia nos recuerda que el yugo colonial en los territorios
invadidos sigue presente, tanto así que África sigue siendo un campo de prueba para
el Norte y que el racismo, en pleno siglo XXI, sigue sin tener una cura definitiva.
En 2019, de acuerdo a la información suministrada a por el Dr. Theogene
Rudasingwa, líder del Departamento de Recursos Educativos e Investigación
en Salud y Seguridad de la Escuela de Chicago (IRFM) en Washington, la
empresa LEAF Pharmaceuticals, con sede en EEUU, estaba lista para comenzar
experimentos de medicamentos o vacunas aún por conocer, en pacientes que tenían
COVID-19, a través de su filial en Ruanda. No se conocen declaraciones de la OMS al
respecto de dichas pruebas.
Un artículo publicado en 2020 por la revista CIDAF referido a las pruebas
farmacéuticas en África explicó que la investigación y experimentos médicos son algo
necesario para el progreso en la prevención y tratamiento de enfermedades y
pandemias. La OMS exige que se respeten siempre los principios éticos para dicha
investigación y experimentos como lo explica en la Declaración de Helsinki y la
Asociación Médica Mundial (AMM) sobre los principios éticos para la investigación
médica en seres humanos.
A pesar de esto, la historia nos muestra que las prácticas de las empresas
farmacéuticas no respetan dichos principios, poniendo en riesgo la vida de personas en
estado de vulnerabilidad e indefensión.
Ya sin necesidad de cuidar las formas ante la opinión pública, a principios del 2020, dos
expertos en el área de salud como Jean-Paul Mira, jefe de la Unidad de Cuidados
Intensivos del Hospital Cochin de París; y Camille Locht, director del Instituto
Nacional Francés de Salud e Investigación Médica, declararon en la televisión
francesa la importancia de usar las ciudades africanas como laboratorio de pruebas
para un tratamiento contra el Coronavirus, lo que generó una enorme polémica que
hizo alzar la voz de varias personalidades del llamado continente negro.
Ante el escándalo, el Dr. Tedros Adhanom, presidente de la OMS, se vio obligado a
confirmar que todas las investigaciones médicas, en cualquier país del mundo, se
realizarán respetando siempre los principios éticos establecidos. Solo palabras.
Por su parte, el historiador Mike Davis, en una entrevista realizada por The
Washington Post declaró respecto a las prácticas de las empresas farmacéuticas que
“más que la salud de todos, buscan el lucro propio, este capitalismo feroz y egoísta es
pues una enfermedad más grave que el coronavirus”. Pero, ¿por qué sucede esto?
Porque los laboratorios farmacéuticos, atraídos por los bajos costos y los pocos
controles existentes, realizan pruebas de sus productos en Nigeria sin preocuparse por
la seguridad de sus pacientes.
También en Nigeria, en marzo de 2005 se suspendieron las pruebas clínicas del
TENOFOVIR, un antiviral utilizado contra el SIDA, a causa de graves faltas éticas.
Esos experimentos, desarrollados por la Asociación Family Health International, a
cuenta del laboratorio estadounidense Gilead Sciences, eran financiados por el
gobierno de EEUU y por la Fundación Bill y Melinda Gates. Ya un mes antes, las
pruebas también se suspendieron en Camerún y el año anterior en Camboya, sin
embargo, continuaron en Tailandia, Botswana, Malawi y Ghana.
La utilización del continente africano para realizar este tipo de estudios clínicos esconde
una serie de factores. La organización no gubernamental (ONG) holandesa Wemos,
adscrita a la Global Health Workforce Alliance de la Organización Mundial de la
Salud, recoge en su informe sobre ensayos clínicos en África, que muchos
participantes de estas pruebas no siempre eran conscientes de que se inscribieron en
un ensayo “porque los investigadores no siempre fueron transparentes al respecto”.
Además, como señala el mismo documento, muchos individuos aceptan su participación
porque es la única forma de obtener tratamiento debido a la falta de acceso a la
atención médica en su país.
Otro punto a tener en cuenta, es que en muchos países es más fácil eludir las normas y
reglamentos éticos debido a la falta de legislación y a una supervisión menos estricta.
La misma ONG denunció que el incumplimiento de los estándares internacionales no se
produce solo antes y durante el proceso sino posteriormente.
El estudio destacó el caso de un hombre enfermo de tuberculosis en Kenia, que
después de participar en un ensayo de la farmacéutica francesa MNC Sanofi Aventis
tuvo secuelas en sus ojos que le impedían ver con normalidad. Nunca pidió
compensación ni la compañía hizo seguimiento de su caso diez meses después de
finalizar dichas pruebas, a pesar de que esta supervisión es de obligatorio
cumplimiento. Además, “en caso de daño físico debido a los ensayos, se ha demostrado
que recibir una compensación financiera es extremadamente difícil”, sentencia la
organización.
Es muy vergonzoso reconocer que se experimenta con niños de países empobrecidos
para curar a los que viven en países europeos y norteamericanos. Esto es lo que cada
año realizan centenares de farmacéuticas estadounidenses, según un informe publicado
por la Universidad de Duke, de Carolina del Norte, en el que se denuncia que al
menos un tercio de los medicamentos infantiles comercializados en EEUU son probados
antes en países subdesarrollados, principalmente africanos.
La Asociación de Farmacéuticas e Investigadores de EEUU se defiende de las
denuncias al alegar que en África las pruebas de fármacos en niños están sometidas a
estrictos protocolos y explican que “todos nuestros ensayos clínicos cumplen con las
premisas legales exigidas, independientemente de dónde se desarrollen», dice Mark
Grayson, portavoz del ente, haciendo caso omiso a los miles de acusaciones.
Para tratar de arrojar algo de luz sobre estas prácticas, la Universidad de Duke,
propuso en un informe llevado ante la OMS que para disminuir prácticas irregulares
que se aumente el número de estudios que son publicados anualmente, ya que, en la
actualidad, menos de la mitad de estos ensayos difunden públicamente los resultados, y
así evitar el profundo oscurantismo que existe sobre este problema.
El acceso a medicamentos necesarios, incluidos antibióticos, vacunas y antivirales,
debería ser un derecho humano universal y gratuito. La vida de las personas
vulnerables debe ser siempre una prioridad, por encima del beneficio de las grandes
farmacéuticas. Plantea el informe de esta casa de estudios que solo una sociedad
comprometida y solidaria, a través de sus movimientos sociales, puede generar una
nueva infraestructura de salud, de educación y de gestión de los recursos sociales, que
esté al servicio del bien común, y no de las multinacionales o de los partidos políticos.
La opresión y explotación de las personas empobrecidas y de sus recursos,
particularmente en los pueblos de África y del hemisferio sur, sigue aumentando cada
día, por la codicia e inhumanidad de las multinacionales europeas y occidentales. Las
ayudas y los alimentos que se envían, nunca podrán compensar semejantes injusticias.
Los pueblos africanos, en vez de limosnas y apoyos asistenciales, piden respeto,
cooperación justa y solidaridad real.
Esto señores, es ejemplo vivo del concepto de Colonialidad de la opresión. La
continuación de las estructuras de poder, dominación y subyugación que se
establecieron durante el colonialismo, incluso después de la independencia política.
También refleja claramente lo que Frantz Fanon llamó la zona del no ser. Hoy más
que nunca su pensamiento representa una referencia fundamental y necesaria, si nos
ubicamos en la necesidad de transformar y de cambiar este mundo globalizado,
depredador, excluyente, burgués, neocolonialista, cientificista; por un mundo más
humano, justo, diverso, descolonial y desoccidentalizado, como nos los exigen la
mayoría de los pueblos y movimientos del planeta.
El racismo es una estructura de poder que niega la humanidad de ciertas personas,
confinándolas a una «zona del no ser» donde son tratadas como no-humanas y
sujetas a violencia y despojo constantes. El «no ser» se refiere a un estado de
exclusión radical del reconocimiento humano y de los derechos, donde la violencia y la
explotación son la norma.
La «zona del no ser» es un concepto que describe la condición existencial de las
personas colonizadas y racializadas, quienes son deshumanizadas por el sistema
colonial, moderno y occidental. La zona del no ser implica la negación de la
subjetividad y la plena realización humana, por lo que Fanon aboga por una liberación
radical que trascienda las identidades impuestas para reconstruir una nueva
humanidad.
Características de la «zona del no ser»
Deshumanización sistemática: El colonizador define al colonizado como inferior,
despojándolo de su valor, originalidad y humanidad.
Existencia en el límite: Las personas en esta zona viven al margen del mundo
humano hegemónico, una existencia marcada por la discriminación y la alterización.
«Doble narcisismo» y «epidermización»: Fanon analiza cómo la internalización de la
inferioridad racial lleva a una psique fragmentada, donde el cuerpo se convierte en un
objeto de discriminación.
Identidad impuesta: El colonizado se ve presionado a adoptar la identidad del
colonizador para ser reconocido, cayendo en una trampa existencial que limita la
liberación.
Liberación de la «zona del no ser»
Lucha política y existencial: Fanon argumenta que la liberación no puede ser
únicamente cultural o identitaria, sino que debe ser una lucha política para desmantelar
el orden colonial en su totalidad.
Rechazo de la «mismidad»: La liberación implica trascender la propia identidad racial
o cultural impuesta por el colonizador, en lugar de simplemente afirmar un pasado
racializado como respuesta al racismo.
Desaprendizaje y reaprendizaje: La descolonización es un proceso de
«desaprender» todo lo impuesto y «reaprender» a ser, un proceso que solo puede
completarse con la participación colectiva en la destrucción del sistema colonial.
Un humanismo nuevo: El fin es que la humanidad sea reconocida en su plenitud, un
objetivo que Fanon consideró alcanzable, si la lucha se dirige hacia la superación de las
estructuras de opresión.
También, el profesor Ramón Grosfoguel utilizó como ejemplo las maquiladoras para
ilustrar cómo la lógica del «no ser» destruye los códigos de derecho laboral,
imponiendo una explotación extrema y deshumanizante.
Tiene estas características que, para mí, describen ampliamente las razones de por que
prueban medicinas en África y no pasa nada:
Negación de la humanidad: Las personas ubicadas en la «zona del no ser» no son
reconocidas como seres humanos. Son devaluadas, tratadas como subhumanas y
excluidas de la humanidad en su totalidad.
Condición de guerra perpetua: A diferencia de la «zona del ser», que puede tener
conflictos gestionados pacíficamente, la «zona del no ser» opera bajo una «guerra
perpetua». La violencia es la herramienta de dominación principal y los derechos
humanos son irrelevantes.
Vulnerabilidad a la explotación: En esta zona, se permiten actos de violencia,
violación y apropiación de forma sistemática, algo impensable en la «zona del ser». El
código de derechos laborales, por ejemplo, no se aplica y las jornadas de trabajo
pueden ser extenuantes y peligrosas.
El racismo moderno occidental acepta y necesita seguir oprimiendo de distintas formas
al ser humano para su beneficio, es una realidad que hay que cambiar.
Entonces: develamos el problema, lo denunciamos, lo probamos, lo conceptualizamos y
lo caracterizamos, muy bien.
Y… ¿ahora?
¿Qué vamos a hacer para parar esto?
¿Qué acciones se deben tomar?
¿Con quién hay que hablar?
Hay que gritar más fuerte para que escuchen, para detener esto, para que no dé
vergüenza vivir en este mundo.
Amelyren Basabe
04/12/2025











