La Higuera: 50 años después, repensando el Che
Marcello Musto *
Sin Permiso, 8-10-2017
Traducción de G Buster – Sin Permiso
Para visitar Vallagrande, el lugar donde Ernesto Che Guevara pasó las últimas semanas de su vida, hay que hacer un viaje muy largo. Primero hay que llegar a Santa Cruz, la ciudad más poblada de Bolivia y allí tomar uno de los viejos y maltratados autobuses que recorre una sinuosa carretera de montaña que se encuentra en muy mal estado.
Sin embargo, en estos días, Vallagrande está lleno de militantes (especialmente jóvenes) que vienen de muchas ciudades del país, así como de las más diversas naciones, con motivo del cincuenta aniversario de la desaparición del revolucionario latinoamericano.
Muchos se acercan al hospital Nuestro Señor de Malta, en cuya lavandería fue fotografiado y exhibido al público por última vez el cuerpo del Che, ya sin vida, pero con los ojos aún abiertos. Aquí, como en otras provincias de Bolivia, trabajan grupos de médicos cubanos que ejercen en Bolivia gracias a un proyecto solidario concebido por Fidel Castro después de la elección de Evo Morales que tiene como objetivo la creación de centros de salud para mejorar los estándares de atención y asistencia de la región.
A pocos kilómetros del centro de la ciudad se encuentra la fosa común – recientemente convertida en un museo – donde, en la noche entre el 10 y el 11 de octubre de 1967, el Che, al que se le habían amputado las manos, fue enterrado en secreto junto con otros seis guerrilleros de su columna. El lugar dista unos cientos de metros de la pequeña pista de la aviación y del cuartel militar desde el que los rangers bolivianos, asistidos por agentes de la CIA, llevaron a cabo las operaciones de rastreo para capturar a Guevara. Sus restos reaparecieron sólo después de treinta años, gracias a las investigaciones de un equipo cubano-argentino. Hoy se conservan en un mausoleo en Santa Clara, la ciudad donde, en diciembre de 1958, el Che dirigió la batalla decisiva que marcó el final del régimen de Fulgencio Batista y el triunfo de la revolución en Cuba.
Además de visitar estos dos lugares, quienes estos días llenan las calles de Vallagrande han participado en presentaciones de libros, debates, exposiciones fotográficas y una manifestación final, con la presencia de una amplia delegación cubana – incluyendo la familia Guevara (el programa de los eventos puede consultarse en:https://50aniversariochebo.bo).
Se tarda tres horas en viajar de Vallagrande a La Higuera. Sólo se puede llegar en jeep porque el camino que conduce a este pequeño pueblo de apenas cincuenta casas, situado a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, no está asfaltado y está lleno de curvas. Es un lugar desolado, todavía hoy lejos del mundo.
En el camino se tropieza con algunos campesinos. Cruzan la carretera llena de baches, caminando lentamente, tristes, con sus herramientas de trabajo a la espalda. No parece que haya cambiado mucho desde que el Che atravesó estos valles, en un intento de derrocar la dictadura militar del general René Barrientos.
Guevara eligió Bolivia no porque le guiara, como a veces se le atribuye injustamente, la idea de reproducir mecánicamente las estrategias políticas y militares aplicadas en Cuba. Estaba convencido, sin embargo, de la necesidad de alumbrar un proceso revolucionario que afectase a todo el Cono Sur. Un proyecto supranacional que desde Bolivia fuese capaz de extenderse a Perú y Argentina, para evitar que los Estados Unidos interviniesen y pudieran aniquilar un foco único, y por lo tanto más débil, de resistencia local. En el centro del continente y rodeada por cinco países, Bolivia parecía el lugar más adecuado donde iniciar la formación de un grupo de cuadros a los que confiar, una vez entrenados, la tarea de organizar los diferentes frentes de lucha en toda América Latina.
El Che fundó el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia con sólo 45 guerrilleros. En la introducción al Diario de Bolivia, Fidel Castro escribió: «Impresiona profundamente la proeza realizada por este puñado de revolucionarios. La sola lucha contra la naturaleza hostil en que desenvolvían su acción constituye una insuperable página de heroísmo. Nunca en la historia un número tan reducido de hombres emprendió una tarea tan gigantesca”.
La muerte alcanzó a muchos de ellos de improviso, 11 meses después del inicio de la guerrilla. El 8 octubre de 1967, de hecho, el Che, sorprendido en la quebrada de Yuro junto con otros 16 compañeros, fue herido en la pierna izquierda y capturado después de tres horas de combate. Transportado a la vecina La Higuera, fue asesinado al día siguiente, por orden de Barrientos.
Después de la ejecución, el ejército boliviano se apoderó de la mochila de Che y de todos los documentos que había dentro. Los dos cuadernos con el Diario de Bolivia pudieron llegar rápidamente a Cuba. Por el contrario, otro grupo de textos cortos apareció mucho más tarde y se publicó en 1998 con el título Antes de morir: apuntes y notas de lectura. En estas páginas, Guevara copió los pasajes más importantes de sus lecturas y resumió algunos de los estudios que estaba haciendo, a pesar de las difíciles condiciones en que se encontraba. Estas notas fueron escritas durante los raros momentos de descanso y constituyen una prueba más de su extraordinaria determinación. Así, critica la falta de profundidad de análisis del sociólogo Charles Wright Mills, cuyo Los marxistas el Che leyó y resumió; lo definió como «un claro ejemplo de la intelectualidad liberal de la izquierda norteamericana». György Lukács, por el contrario, le fue muy útil, ya que le ayudó a entender la “complejidad de la filosofía hegeliana». Como guía para sus estudios de filosofía el Che utilizó el manual editado por el científico soviético Miguel Dynnik y el Antidüring de Engels, del que apreció más que cualquier otra cosa «sus pensamientos inconclusos sobre la dialéctica». Dedica varias partes a la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky, a veces criticada, pero que, en su opinión, era una «fuente de importancia esencial» sobre el nacimiento del poder soviético. Por último, Guevara también se dedicó al estudio de los autores locales y, al comentar un libro titulado Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia, señala que defendía «una tesis interesante», ya que consideraba ese país «como (un) Estado multinacional.»
Completan estas páginas de notas un guión de un proyecto de estudio sobre los diferentes modos de producción, desde los pre-capitalistas hasta el socialismo. En el se afirma que «Marx tenía razón» en relación a la pauperización del proletariado, pero también que «no previó el fenómeno imperialista. Actualmente los trabajadores de los países imperialistas son socios minoritarios del sistema”.
Además del estudio teórico, en sus últimas notas el Che copió tres poemas del escritor nicaragüense Rubén Darío. En los versos finales del último de ellos, Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, se describe un personaje que, en muchos aspectos, es como él: “Caballero errante de los caballeros, (…) noble peregrino de los peregrinos, que santificaste todos los caminos, con el paso augusto de tu heroicidad, contra las certezas, contra las conciencias, y contra las leyes y contra las ciencias, contra la mentira, contra la verdad. (…) Que de fuerza alientas y de ensueños vistes, coronado de áureo yelmo de ilusión, que nadie ha podido vencer todavía, por la adarga al brazo, toda fantasía, y la lanza en ristre, toda corazón!”
Eso es lo piensan de él todos los jóvenes que llegaron esta semana a La Higuera, para recordar al Che y para dejar nuevas huellas en la ruta larga y difícil que él emprendió.
* Marcello Musto, profesor de teoría sociológica en la Universidad de York, Toronto, Canadá.