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A 50 años de la desaparición de Manuel Carreño Navarro y su hijo Iván Carreño Aguilera a manos de la DINA 13 agosto 1974 – 13 agosto 2024

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NOTAS PRELIMINARES PARA UNA HISTORIA DE LA FAMILIA CARREÑO-AGUILERA

A 50 años de la desaparición de Manuel Carreño Navarro e Ivan Carreño Aguilera a manos de la DINA

DON MANOLO Y MANOLITO

Nuestro abuelo, Manuel Carreño, conocido como “Don Manolo”, era el pulpero de la Oficina Salitrera de San Antonio de Zapiga, en la región de Huara en la Provincia de Tarapacá. Quizás debido a su propia biografía, de la que hablaba muy poco, el abuelo Manuel era un hombre duro. En la pulpería no mostraba sentimientos, cualquier seña de amistad o solidaridad podría influir en el negocio y las ganancias que podría obtener. Era un nacionalista de tomo y lomo, militarista y de derechas. No importaba quién quedase en el camino, lo importante era la meta de hacer fortuna y retirarse a tiempo de la salitrera.

A comienzos de los años veinte, se casó con Irma Navarro, una hermosa mujer esbelta, rubia, de grandes ojos azules, con la que tuvo dos hijos, Manuel y Luis. La vida en la Oficina Salitrera era dura. Con el correr de los años la abuela Irma, cansada de las duras condiciones sociales de vida, decidió un día abandonar a su esposo y sus dos hijos y se fue a vivir con otro hombre, un empresario pudiente, a la ciudad de Antofagasta. No quiso saber más de los locos sueños de mi abuelo, que exigían enormes sacrificios.

No supimos de ella hasta que, años más tarde, a mediados de la década del sesenta, cuando nos encontramos un buen día de regreso del colegio con la casa totalmente consternada. Ana y sus hijas corrían de un lado a otro tratando del calmar a Manuel un niño. La gran noticia era que mi abuela Irma, su madre biológica, venía a Santiago, pero no en buen estado, sino para un tratamiento al cáncer que le había robado toda la vitalidad. Fue difícil hablar con ella, dado su delicado estado salud, y fue aún más difícil recuperar el lazo familiar dañado por tantos años de distancia. Pocas visitas recibió entonces la abuela hermosa, con la piel pegada a los huesos, y pómulos que resaltaban sus enormes ojos azules acerados, que traslucían el espíritu de una mujer poderosa y claros pensamientos. Nadie de nuestra familia la acompañó en su funeral.

Nuestro abuelo se quedó solo un tiempo y pronto enganchó a su futura compañera de vida. Berta, una chilena de etnia quechua, que trabajaba para mi abuelo. Berta crió a Manolito y a Luis. Para ellos fue una excelente madre, amorosa y feliz.

Nunca tuvo hijos propios. Siendo niños, Berta fue nuestra verdadera abuela. Siempre nos dio mucho cariño, nos mimaba y cuidaba, y no fueron pocos los fines de semana que pasamos con ella.

Cuando los negocios comenzaron a debilitarse mi abuelo Manuel tomo una dura decisión y envió a Manuel y Luis a un internado en Iquique. Allá, Manuel estudió Artes Gráficas, terminando con una formación profesional, para retornar junto con su hermano Luis a la oficina salitrera.

La vida en las salitreras, que habían sido la principal fuente de riqueza para el país durante varios años, estaba marcada por las enormes diferencias de clase y condiciones inhumanas de trabajo, la alta mortandad por las enfermedades producto de la manipulación del salitre y la mala alimentación, lo que empeoró en la década del treinta con la decadencia económica de ellas.

Un ejemplo de esto era el sistema de aprovisionamiento de las familias trabajadoras: la compañía salitrera no pagaba en dinero efectivo a los obreros, solo les daba bonos canjeables por alimentos y otros menesteres, bonos que después el pulpero canjeaba por dinero en la compañía salitrera. Uno de los objetos principales del pago en bonos era impedir que el obrero pudiera enviar dinero a su familia y por otro quedaba preso de la compañía al no tener dinero efectivo para poder pagar su salida de la salitrera. La esclavitud moderna.

Por ese entonces, el partido político que encausaba y defendía los derechos de los obreros pampinos era el Partido Comunista de Chile, fundado por Luis Emilio Recabarren, organización con la cual Manuel se sintió prontamente identificado.

Don Manolo, que era muy hábil para los negocios, calculó que el tiempo de vida útil de la pulpería se acercaba a su fin, y se preparó entonces para poder salir de ahí e instalar negocios en otra ciudad. Con gran disciplina, la familia -Manuel, Berta, Manuel y Luis- se instaló en el Cerro Barón, a unos pasos de del ascensor porteño que lleva el mismo nombre del cerro. Allí, nuevamente, Manuel y Berta se desempeñaron como comerciantes.

Por esos años Manolito -nuestro padre- se enroló en las Fuerzas Armadas, llegando a obtener el rango de Suboficial Instructor en el Ejército. Mientras, la familia decidió trasladarse de Valparaíso a Santiago, donde Don Manolo continuó prosperando con su fórmula comercial: instalando una triada de negocios: un emporio de abarrotes, un restaurante con Quinta de Recreo, y un bazar que administraba mi abuela Berta.

Nuestro padre se retiró de la vida militar bastante joven, cuando se empinaba en los treinta años, y se dedicó entonces a trabajar con su padre en el comercio. En la barriada eran conocidos por Don Manolo y Manolito, y aunque a él obviamente le molestaba, para nosotros resultaba jocosa la similitud de nuestros familiares con los personajes de la popular “Mafalda”.

MANUEL Y ANA: UNA NUEVA FAMILIA DE COMERCIANTES.

Retirado del ejército, Manuel conoció a Ana Aguilera Covarrubias, hija de una comerciante que en esos tiempos ofrecía sus productos casa a casa, vendiendo a crédito, y poseedora de un carisma increíble: nuestra abuela Violeta Covarrubias Centurión y un zapatero, de gran oficio pero alcohólico, Alejandro Aguilera.

Ana tenía entonces quince años. Era la mayor de seis hermanos (una de las cuales falleció a corta edad), y en vista de la necesidad de su madre de dedicarse al comercio dada la inestabilidad del padre, pronto fue retirada del colegio para dedicarse al cuidado de sus hermanos, a los que apoyó hasta que terminaron sus estudios.

Manuel era veinte años mayor que ella. Sin embargo, Don Manolo y Doña Violeta vieron con buenos ojos el matrimonio y así el seis de enero de 1951 se casaron. De ese momento hay una foto muy bella de ellos dos bailando felices. Así como también se conservan otras fotos de su viaje de luna de miel en San Alfonso en el Cajón del Maipo.

Padres e hijos comerciantes: negocio hecho. Don Manolo y Doña Violeta decidieron ayudar a la nueva pareja y juntando sus esfuerzos financiaron en parte vivienda y plan de negocios que era calcado a la estrategia del abuelo: colocar un almacén de abarrotes, junto a una librería y un depósito de licores.

Un par de años después de casados, y ya con dos hijos, la familia se mudó a Conchalí. En ese tiempo, esa parte de Santiago era una parte periférica, una población alejada de la urbe. La población El Carmen era relativamente nueva y estaba habitada sobre todo por exmilitares y excarabineros, y era una población chica, un satélite pequeño dentro de todo ese universo que estaba generándose en ese momento, y que debe haber tenido unas diez por diez cuadras como mucho. De hecho, había una junta de vecinos que estaba presidida por un ex carabinero, que era a la vez el guardia de la población, andaba con una escopeta y un bastón grande.

La población no tenía acceso sino a parte de la avenida Independencia o Libertador San Martín. Estaba rodeada por fundos, el fundo Huechuraba, el Santa Rosa que estaba detrás de la población El Cortijo; el fundo el Guanaco, el fundo la Pincoya, que eran unos sectores agrícolas de Santiago, eran la zona que producía frutas y hortalizas para la ciudad. Paralelamente Santiago estaba abriéndose por el lado de Recoleta, por el lado oriente, y ahí se hizo la toma del Fundo el Guanaco y también cuando llegamos ya se estaba construyendo en un sector que se llamó población “La Palmilla”. Más tarde, se construyó la población Juanita Aguirre, en lo que era el Fundo Santa Rosa, y colindaba con lo que es hoy día Américo Vespucio. En ese tiempo, Américo Vespucio no existía con ese nombre, era el “camino a Huechuraba”, y se llamaba así porque ahí colindaba la población con el Fundo Huechuraba…

En esos años, Santiago terminaba en ese sector que era donde terminaba la avenida Fermín Vivaceta en diagonal con Independencia, entonces, como no había locomoción hasta la población, había unas liebres, unos buses chicos. También llegaba el tranvía que transitaba por Independencia, y un autobús también que tenía su terminal por ahí. Esa geografía cambió en forma rápida y violenta en esas décadas. Ese es más o menos el panorama de cuando llegamos a esa población, a un sitio que lo financió nuestro abuelo y que fue el espacio donde nos criamos.

La vida familiar de la joven familia se desarrolló desde entonces marcada por el arduo trabajo del comerciante de barrio y en medio de grandes cambios demográficos y sociopolíticos. Cada día debían levantarse temprano, buscar provisiones, atender a los clientes, hacer contabilidad, reponer los estantes… un trabajo interminable que dejaba poco tiempo libre. Y debían navegar entre las constantes crisis que vivía la ciudad y la economía nacional. Más aun cuando la familia fue creciendo, incorporando siete hijos con poca diferencia de edad entre ellos. Irma, Leonel, Patricia, Ana, Iván, Germán y Daniel, los hijos, nacieron siempre en la casa, con partos atendidos por una comadrona alemana de nombre Bettina.

No vivíamos con grandes lujos, y la familia se administraba con “disciplina militar”: nos levantábamos temprano, “al sonido de la diana” y los mayores teníamos muchas tareas que cumplir. Irma con la madre. Leo con el padre, que debían ir a comprar los alimentos frescos y otros productos para abastecer los negocios a los fundos del alrededor, antes de que empezara la rutina escolar.

Manuel era amante de la música, y en la casa se escuchaba las melodías de su preferencia: música clásica, Chopin, Lizt, Strauss, Beethoven, entre otros, Tango, el Jazz con Beni Goodman’s Marine Band, así como los boleros que eran los favoritos de Ana, nuestra madre.

En las tardes, frecuentemente, nos visitaba después el trabajo la abuela Violeta, siempre con su bolso de mercaderías en las manos, que se sentaba con su hija Ana, alrededor de un brasero, a tomar mate o té, especialmente en las largas tardes de invierno. Los inolvidables domingos, eran la ocasión donde se reunía toda la familia para almorzar.

La llegada de la televisión fue un hito familiar, pero también -como era de esperarse- una oportunidad comercial. Nuestra madre compró la primera televisión del barrio, y pronto los vecinos se acercaron a mirar algunos de sus programas favoritos – por ejemplo, partidos de futbol, a cambio de algunas monedas.

La vida familiar seguía su curso en un país lleno de desafíos sociales en un mundo agitado por la Guerra Fría. No había un Primero de Mayo sin muertos, y las tensiones sociales clamaban por cambios urgentes, en un mundo donde hablar de revolución se hacía también popular.

La migración campo ciudad había venido in crescendo sobre todo desde la década de cuarenta, y las tensiones urbanas llegaron a un punto álgido cuando se produjo la masiva emigración de mapuches a Santiago. Producto de las políticas injustas de las corridas de cerco, y el arrebato de las tierras ancestrales, consecuentemente empobrecidos o sin medios de subsistencia, miles de ellos decidieron probar suerte en la capital. Y Santiago con su precaria infraestructura colapsó. Las familias comenzaron a acampar en las calles y plazas de Santiago y era un espectáculo desgarrador ver a hombres mujeres y niños en esas condiciones. Los partidos de izquierda de la época, PS y PC juntos a militantes del naciente MIR, comenzaron entonces a organizar los mapuche y así nacieron algunas de las primeras tomas de terreno en las comunas marginales del Gran Santiago. Las poblaciones callampa enfrentaron con dificultad el duro invierno Santiaguino, que arrasó con sus vientos y lluvias con la mayoría de los campamentos.

Frente a nuestra casa en Conchalí está (todavía) ubicada la Escuela UNESCO. Esta escuela está junto a una plaza de buen tamaño, que en aquella época fue tomada por los Mapuche sin casa, quienes levantaron campamentos de emergencia.

Por supuesto, no tardó en llegar la represión violenta de las fuerzas policiales, que castigaban sin piedad a las familias que no tenían un lugar alternativo a donde ir, ya que fueran donde fueran eran expulsadas violentamente.

Cierto domingo de invierno, la mesa del almuerzo familiar se sintió particularmente tensa. Nuestra madre, una mujer conservadora, estaba furiosa con mi padre, porque ante la situación desesperada de los Mapuche el decidió tomar a su cargo dos familias y brindarles asilo en el patio de la casa, donde había una bodega que podían habitar. Mi madre tenía miedo de la represión, a los comentarios de los vecinos y a las consecuencias también para la economía familiar que podría significar tal decisión.

A pesar de estos esfuerzos, pronto se hizo evidente que esta medida quedaba corta ante tanta necesidad. La plaza de la escuela estaba llena de familias en necesidad y nuestro padre, por iniciativa propia, formó entonces un comedor común para las mujeres y niños, en primera instancia, pero tratando de abastecer al mayor número posible de familias mapuche. Algunos vecinos de la población El Carmen comenzaron a protestar por la presencia de los mapuches; y otros se aliaron con nuestro padre para cuestionar la política represiva del gobierno y presionar la Junta de Vecinos, de la cual no hubo una sola respuesta. Entonces las presiones se trasladaron a la Municipalidad de Conchalí y subieron hasta la Gobernación de Santiago, que decretó la suspensión de las clases y la creación de un refugio temporal en la escuela UNESCO, hasta lograr reubicar las familias en cuestión.

LA UNIDAD POPULAR.

La nueva década se inició con el triunfo de Salvador Allende, candidato de la Unidad Popular – formada por el Partido Socialista y el Partido Comunista de Chile- que fue celebrado con enorme júbilo. La concentración popular, realizada para celebrar el triunfo en septiembre de 1970 en el Gran Santiago, superó el millón de trabajadores y trajo enormes esperanzas consigo, iniciando un proyecto de “revolución socialista en democracia”, que remeció al país durante alrededor de mil días.

La derecha, junto a la Democracia Cristiana, presentaron entonces una amarga oposición al gobierno, decididos a destituirlo por todos los medios posibles, y en connivencia con el gobierno de Estados Unidos, comenzaron, entre otras cosas, con un intenso y agresivo sabotaje comercial, provocando un desabastecimiento artificial, construido a partir del acaparamiento de las mercaderías y productos alimenticios de primera necesidad, la obstrucción del transporte y un floreciente mercado negro.

El gobierno respondió antes el sabotaje y el bloqueo interno, creando las Juntas de Abastecimiento Popular, JAP, bajo el mando de la Dirección de Industria Nacional y Comercio, DIRINCO, del Ministerio de Economía.

Después de largas discusiones entre los diferentes actores políticos y populares mi padre decidió sumarse al gran proyecto de generar una alternativa paralela para la distribución de alimentos y productos de primera necesidad. Puso a disposición de las nuevas “Juntas de Abastecimiento Popular” (JAP) un local comercial y una bodega, destinados a la entrega de mercaderías de consumo básico.

La primera gran medida fue generar una canasta básica de alimentos y artículos de primera necesidad, y para su distribución, fue necesario también empadronar a la población en listas por sectores, regionales y municipalidades basándose en los datos de los diferentes registros civiles y habitacionales. En un inicio, trabajamos en el abastecimiento de unas trecientas familias empadronadas. Fue un trabajo arduo preparar las entregas de los paquetes a la gente, que hacía filas de día y noche, esperando su turno para la recepción de las mercancías. Nuestro padre, consciente de su responsabilidad, era incansable en su trabajo y de una precisión a toda prueba, tanto en las entregas como en la rendición de cuentas a los organismos del estado. Él comentaba que lo que al comienzo pareció solamente un trabajo voluntario de distribución de artículos de primera necesidad, lentamente tomó caracteres de una lucha de poder entre la población mayoritaria de trabajadores versus las clases dominantes y oligarquías gobernantes de oposición al gobierno de la UP.

De ese tiempo, Ana María recuerda las peleas de Manuel con su mamá. ¿La razón? Su padre repartía todo, se quedaba sin nada, forzando a la familia –Iván y Ana María eran de los que se ofrecían— a hacer largas colas como cualquier vecino para adquirir productos de primera necesidad. A nuestra madre tampoco le gustaba la militancia de su marido y de sus hijos. Ella prefería mantenerse al margen de la política. Cosa en la que concordaba con Manuel, que no consideraba que la militancia fuera cosa de mujeres, razón por la cual sus hijas no se incorporaron al Partido Comunista.

Las contradicciones internas de la UP llevaron a crear otros canales alternativos para la distribución de mercaderías. así nacieron la “Canasta Popular”, que correspondía a sectores radicalizados del PS, y el “Abastecimiento Directo” que estaba dirigido por miembros del MIR.

Manuel tomó los dos padrones de los canales paralelos de distribución y entonces tuvimos tres sectores para las entregas de mercaderías por familia. El trabajo se multiplicó y nosotros no dábamos abasto para administrar tantas mercaderías. Decidimos contra viento y marea, e incluso contra los partidos más conservadores de la UP, integrar a los pobladores dispuestos a tomar en sus manos parte del trabajo de descarga de camiones, bodegaje y posterior entrega de los artículos básico destinados a ellos mismos y al resto de los empadronados en las tres listas que administraba mi padre. Los pobladores defendían, con todos los medios a su alcance, celosamente las mercaderías vitales para su supervivencia, así como a los locales de mi padre que las expendían.
Es importante aquí consignar que no solo hubo ataques verbales y discusiones, respecto de este sistema de abastecimiento. Sino que también tuvimos que enfrentar el incendio de la bodega de los productos de primera necesidad. Una situación muy riesgosa, puesto que los locales comerciales de la familia estaban unidos a nuestra casa familiar.

El país enfrentaba momentos de aguda polarización, cada vez más tensos desde marzo de 1973 cuando la Unidad Popular -contra todo pronóstico- logró elevar su apoyo popular al 40%. La derecha y la Democracia Cristiana (DC), vieron entonces imposibilitado su plan de destituir al gobierno desde el Congreso y persistieron en la política desestabilizadora. El 29 de junio de 1973, un conato de golpe de estado militar abrió un sendero de aun mayores grados de violencia, puesto que aun cuando se resolvió pronto con intervención del General Prat, de algún modo sentó las bases para el Golpe definitivo, que se produjo finalmente un par de meses después.

A comienzos de septiembre de 1973, Salvador Allende iba a anunciar el llamado a una consulta popular, para ofrecer como salida a la crisis, una oportunidad de opinar respecto de la continuidad de su proyecto político. El día anterior al golpe, el lunes 10 de septiembre, la tensión era evidente, y se continuó con la entrega de la Canasta Popular hasta cerca de las dos de la mañana. Al amanecer, se escucharon las primeras noticias de la movilización de los marinos en Valparaíso. El golpe de estado estaba en desarrollo, y con una potencia de fuego que buscó hacer inútil simbólica y materialmente cualquier potencial intento de defensa de un pueblo desarmado. El golpe se sella con el bombardeo del palacio de gobierno y la heroica muerte de Salvador Allende y sus guardias personales.
Esa misma tarde del 11 de septiembre, Manuel de todos modos preparó la última entrega de paquetes a los pobladores incluidos en la lista del Abastecimiento Directo.

A medida que pasaron los días, comenzaron a caer uno a uno amigos, conocidos y compañeros que estaban en las organizaciones populares y luego, en la naciente resistencia a la dictadura. Manuel tomó la decisión de luchar hasta las últimas consecuencias. Pensaba que el PC iba a resistir y luchar, y que él debía permanecer allí mismo. En su casa, en su labor diaria. Leo en cambio decidió vivir en clandestinidad. Discutieron con su padre al respecto. Pero Manuel estaba determinado a seguir adelante y confiar en las decisiones del Partido.

LOS HIJOS HACIA 1974.

Irma, la hermana mayor, tenía 22 años. En su época escolar era muy estudiosa y se tituló como educadora de párvulos.
Leonel, en 1974 tenía 20 años. Cuando niño Manuel lo animó a incorporarse a “la Jota”. Empezó repartiendo diarios “El Siglo” y participando en los pioneros. Participó en algunas pintadas de murales con la BRP. Pero cuando tenía quince años, dejó la Jota inspirado en Cuba y el Che Guevara, y se incorporó al PS. Participó de la organización de grupos cristianos de izquierda y organizaciones juveniles poblacionales. Formó parte de la Federación de Estudiantes Técnicos. Estuvo detenido por acciones por actividades políticas un tiempo antes del Golpe. Después siguió participando del PS en la zona norte. Al momento del Golpe decidió pasar a la clandestinidad. Colaboró con la salida al exterior de varias personas que eran perseguidas en esos meses, y finalmente -atrapado él mismo en una embajada mientras ayudaba a asilarse a una familia- debió salir él mismo al exilio, en Viena, Austria, a donde llegó en febrero de 1974.

Patricia, de 19 años, estudiaba para ser profesora de Historia en la Escuela Normal Abelardo Nuñez. También se casó muy temprano.
Ana María, en su época escolar no militaba en un partido político, y admiraba a Allende y al Che Guevara, pero luego comenzó a participar en grupos socialistas, especialmente trabajando en torno a la campana de Camilo Escalona a las FESES. En 1974, tenía 17 años y había
interrumpido sus estudios escolares, porque se casó muy tempranamente, y solo terminaría su Cuarto Medio tiempo después, a los veintún años. En 1974 nació su primera hija: Ana Elisa. La primera nieta, que Manuel alcanzó a disfrutar brevemente antes de ser detenido.
Germán, tenía 11 años, y aun era estudiante de primaria. 
Daniel, tenía 7 años. En esa época, estaba estudiando en la escuela primaria.

IVÁN CARRENO
Iván era el quinto hijo de nuestros padres, y el segundo hijo varón.
En la familia le decíamos “Ivanocho”. No era común a inicios de la década de 1970 mezclar la música psicodélica y el rock con la pertenencia a las Juventudes Comunistas, pero Iván sí lo hizo. Era fanático de Santana y Jimi Hendrix y coleccionaba sus discos, uno de los cuales, War Heroes, de Hendrix, aún está en la casa familiar.
Iván era un adolescente alegre, con chispa, bien flaco, bajito, la tez mate, y el pelo castaño claro y liso, más largo de lo habitual.
Era además un adolescente a quien le gustaba ayudar a los otros.
Junto con ser talentoso para la música –cantaba y tocaba instrumentos—, Iván sabía usar las manos para confeccionar lo que le hacía falta y le gustaba. Armó un barco dentro de una botella pequeña, que le regaló a su amigo íntimo, Sergio. A su perro regalón, Cascabel, le construyó una casa en el patio. No contento con eso, se hizo unos mocasines apaches y él mismo fabricó su propia guitarra eléctrica, con materiales de desecho, para tocar los temas de Santana, Hendrix, Inti Illimani y Quilapayún. Así se daba un respiro de la vida de estudiante en el Liceo No 12 de Conchalí, vida que se tomaba en serio mientras atendía a los ecos de la guerra de Vietnam.
Ana María era mayor que Iván, pero por poco. Más que cercanos, eran “yuntas”. Si a los nueve años Iván se tiraba del techo de la casa (y se quebraba la clavícula) jugando a Superman, ella hacía lo propio, saltando al patio en calidad de Superwoman. Iván era malo para la pelota, pero bueno para pololear y tener amigas, porque era muy galán, en el sentido de atento y respetuoso con las jóvenes, que le correspondían.

Ana, la madre, llevaba a toda la prole al cine Santa Lucía o al teatro La Palmilla una vez al mes. A Iván le fascinaban las películas de vaqueros. También tuvo la oportunidad de tomarle el gusto al cine de la Metro Goldwyn Mayer, gracias a un cuñado que trabajaba en la oficina santiaguina de la compañía estadounidense, y le regalaba entradas para el cine que esta tenía en la calle Banderas. Allí, Iván vio grandes producciones de Hollywood, como Lawrence de Arabia y El doctor Zhivago.
“Éramos niños felices”, asegura Ana María en una entrevista, “mis papás se preocuparon de que creciéramos bien, teníamos una librería y ahí intercambiábamos revistas, [a Iván] le gustaba la Archie”, una famosa serie de historietas dirigida a un público adolescente.

Iván también participó de un grupo scout en Conchalí, de la población La Palmilla, y que era dirigido por el guía Fernando Vizcarra -que en ese tiempo era del Partido Socialista-. Allí fue un “Lobato” y salió frecuentemente de excursión.

Al igual que Leo, su hermano mayor, “como hombre”, fue animado por el Manuel a participar de la Jota. Había ingresado a los 12 años, más o menos, cuando ya tenía experiencia pintando con la Brigada Ramona Parra. También, en las marchas de las Juventudes Comunistas, Iván tocaba el tambor.

Su amigo Juan Carlos recuerda: “Nos conocimos en la Iglesia de El Carmen, frente a la plaza Unesco. Vivíamos muy cerca y los domingos, a las 10:00 hrs. teníamos que tocar las campanas, tres veces, para la Misa Dominical de los Niños. Estrechamos amistad con el padre y párroco Jesús Rodríguez. Luego, en 1972 nos encontramos en las JJCC. Militábamos en el Comité Conchalí Costa y en la Base Jorge Dimitrov. También entramos juntos a estudiar en el Liceo 12 en Avenida Dorsal. Organizamos y participamos juntos en la Banda de la Jota. Recuerdo haber desfilado, con camisa amaranto y pantalones blancos en la gran marcha del 4 de septiembre del 73. Marchamos como cabeza de la columna norte desde Zapadores, hasta el Parque Forestal y luego, ya tarde, llegar hasta La Moneda.”
Ilich Galdames cuenta: “Lo conocí un par de años antes de su desaparición. Militamos en la Jota junto a decenas de jóvenes de la zona de Conchalí. Nos sumamos a los miles o millones de soñadores que asumimos nuestro tiempo e historia durante el gobierno popular de Salvador Allende en Chile. Recuerdo que Iván tenía poco más de 13 años cuando asumió su compromiso
social en la Jota. Le encantaba salir a propaganda donde ya éramos unos cuantos «viejos» de 17-18 años los más asiduos a amanecernos, pese al frio, rayando la buena nueva de otro Chile posible en cuanta muralla se nos cruzaba por delante. Claro que como era tan niño (13-14 años) su madre no siempre lo dejaba. También le encantaba tocar el tambor (había unos cuantos en el local partidario que no estaba lejos de su casa) Por un tiempo se dedicó con esmero a arreglarlos y limpiar el metal de las cajas-tambores y las correas de la s mismas. No recuerdo si participó en la banda de música que tuvimos que hacer con urgencia un caluroso día de verano el año 72 o 73 para el entierro del diputado o senador comunista Cipriano Pontigo.
Recuerdo que éramos unos 4-5 jotosos, pero no puedo recordar si estaba Iván en esa verdadera proesa de tocar desde el Comité Central del PC en Teatinos hasta el Cementerio General a pleno sol, con 33 grados a la sombra”

13 AGOSTO DE 1974.

El 13 de agosto de 1974, alrededor de las 00:30 horas, la puerta de la casa familiar en Conchalí fue abierta a patadas. Tres hombres
armados, miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), que no mostraron ninguna documentación, entraron
violentamente a la casa, diciendo ser policías que buscaban a Iván, de acuerdo con una lista que portaban en una carpeta negra.
Pidieron a Ana conducirlos a la habitación de su hijo. Sin dar explicaciones, lo detuvieron y registraron la casa.
Manuel, preguntó qué sucedía. Un agente le respondió: “usted quédese calladito porque también tiene que acompañarnos, es allá
donde tiene que hablar”.
Ana intentó detenerlos, y demandó saber “¿por qué se los llevan?”. Por toda respuesta obtuvo con desdén: “Ahora se preocupa y no se
preocupó antes cuando andaba pegando carteles en la calle”.
Germán, asustado, se puso a llorar ante la situación tan confuse como atemorizante. Uno de los hombres lo encañonó para hacerlo
callar.
Manuel e Iván hicieron abandono de la casa en la madrugada. Padre e hijo fueron subidos a la parte trasera de una camioneta roja sin
patente, donde además había dos agentes y otro detenido: José del Tránsito Aceitón Salazar, a quien llevaban amarrado con alambres
y tapado con una frazada. Aceitón había sido presidente de las JAP del sector.

El mismo 13 de agosto, pero en la tarde, Iván fue visto en una camioneta que se dedicó a merodear por la Población Anexo Independencia, frente al sector donde él vivía. Sus captores buscaban que reconociera a militantes del Partido Comunista. A las seis de la tarde, Iván presenció la detención de Verónica Patricia Pareja y Rosa Eliana Narváez. Las dos menores de edad habían participado, junto a él, en un grupo juvenil católico de la Población Anexo Independencia.
Después las dejaron en libertad, pero de eso Iván no se enteró.
En otra fecha que no se logró precisar, un vecino de la misma Población El Carmen divisó a Iván con agentes de la DINA
durante uno de los allanamientos a su hogar. Las torturas ya se le notaban a lo lejos: Iván no podía caminar sin ayuda.
Gracias a las declaraciones prestadas por testigos y la información recolectada por la Vicaría de la Solidaridad, se logró determinar que Iván y Manuel fueron trasladados ese día a Londres 38, uno de los centros secretos de detención y tortura de la DINA, ubicado a pasos de la catedral de San Francisco, en la Alameda, en pleno centro de la ciudad de Santiago. Consta, además, que en algún momento pasaron un breve período en la Villa Grimaldi, ubicada en calle Arrieta, en la comuna de Penalolén, y que en ese tiempo también se encontraba en poder de la DINA.

ADENTRO y AFUERA.
A partir del momento de la detención de nuestro padre y hermano, la vida de la familia quedó totalmente escindida y marcada por los hechos. Sectores de la propia familia nos abandonaron. Vecinos y amigos se distanciaron. Hubo más amedrentamientos y una vigilancia constante sobre todos nosotros. La economía familiar, basada en las actividades comerciales se vieron entorpecidas y la subsistencia de Ana y los hijos menores se vio comprometida.
Ese aislamiento interior fue acompañado también por el exilio, y las fracturas dejaron profundas cicatrices entre todos nosotros. Por lo tanto, la historia familiar desde aquí en adelante tiene distintas miradas, que solo es posible recomponer escuchando nuestras distintas experiencias de vida, los esfuerzos cotidianos por lidiar con la búsqueda de nuestros familiares y construir una nueva vida en las precarias condiciones en que quedamos.

LOS SILENCIOS DE AGOSTO.
Leo recuerda: “Vivir en el exilio en Viena, no era fácil. Menos aún la comunicación con Chile. Era cara y escasa. De pronto se instaló un silencio extraño. Todos los días miraba la casilla del correo todos los días, después al retornar del trabajo. Silencio. No había respuesta a los llamados telefónicos ni a las cartas que escribía periódicamente a mi casa paterna, en Santiago. Nada, ningún eco. El insomnio contaminaba mis noches y despertaba mojado, con los pulmones vacíos de aire. No podía dormir, tenía náuseas. No podía estar quieto. Me hundía en la soledad e imposibilidad de poder entender, de dónde provenía ese silencio. Estaba cansado. El insomnio y agotamiento empezaron a gestar ideas que iban contaminando mis días, con preguntas sin respuesta.
Hasta aquel día de septiembre del 1974, no muy diferente de los otros. Un día solitario, simple, increíblemente plano. Solo que esa vez había una carta en mi casilla. Una nota corta precisa, como un estilete que penetra en el pecho. Decía: “en la madrugada del 14 de agosto, cuando dormíamos, irrumpieron la policía civil y militares en nuestro hogar, ocupándolo. Nos trataron violentamente. Entre gritos e insultos, golpes y órdenes que nadie entendía, allanaron y destrozaron todo, mientras nos interrogaban y nos golpeaban, para que entregásemos las supuestas armas que los vecinos delatores nos cargaban. Separaron la familia en tres grupos: uno de los hermanos y otro de las hermanas y un tercer grupo con nuestro padre y madre y nos encerraron en tres piezas diferentes. Después de largos interrogatorios por separado, maltratos y amenazas, a la señal del Comandante del operativo, y sin dar alguna explicación, se llevaron a
nuestro padre Manuel y hermano Iván. Nuestra madre lloró y a gritos imploró, pidió clemencia.
Que no se llevaran a nuestro padre y hermano. Con oídos sordos, los arrojaron violentamente sobre la parte trasera de la camioneta de carga”.

Un torbellino de ideas se apoderó de mi mente. Lo primero que hice fue denunciar ante el Ministerio del Interior de Austria. Buscaba un recurso de amparo para protegerlos o liberarlos de la prisión. Solo me recibieron para tomar datos, nunca más una palabra. Recurrí a Amnistía Internacional en Viena, la cual rechazó mi solicitud. El presidente del «Chile Solidaritat Front», un cura austríaco, respondió que no podía hacer nada, que había asuntos políticos más importantes.
La Casa Chile estaba enredada en sus divisiones internas y amargas peleas intestinas. El encargado del Partido Socialista (PSCh) de la época, en Viena, también me dijo que no había tiempo para eso. Y ante mi insistencia, respondió: “al que no le gusta se va”. Desde ese momento no he vuelto a militar en PSCh. Del Consulado ni hablar. Dirigido entonces por un oficial militar, fue el mayor obstáculo para cualquier comunicación o cooperación en la búsqueda de los seres queridos. Negaban obstinadamente no solo la detención y posterior desaparición de mi padre y hermano, sino sus propias existencias, que me exigieron demostrar para ser atendido. Sentía esa impotencia que carcome el alma. La soledad y el silencio crecieron en mí, ante la maldad humana.”

ANA

“Yo busqué a mi esposo y mi hijo por todas partes, pero siempre me dieron la misma respuesta: ellos no están aquí. No en esta cárcel, no en esta comisaría. Entonces me junté con otra mujer que tenía los mismos problemas y fimos juntas a la Vicaría de la Solidaridad.
Los meses sucedieron uno tras otro, yo visité diferentes cárceles y lugares de reclusión como Tres Álamos, Villa Grimaldi y otros centros de tortura. Yo deseo contar lo que me sucedió en Villa Grimaldi, porque solo con la ayuda de Dios me pude salvar.
Era una mañana temprano en que yo tomé una liebre que me llevó a las cercanías del centro de tortura. Me bajé en el paradero correspondiente y le pregunté a unos niños que estaban jugando por ahí ¿dónde traen los militares a los presos? Inmediatamente ellos me mostraron el camino, me dijeron que había mucha gente detenida ahí. Caminé una larga distancia por la falda del cerro, hasta que pude ver unas rejas altas. Muy temerosa me fui hasta la puerta principal. Era una puerta de metal, Me acerqué y me salió al paso un soldado. Yo le pregunté si mi esposo o hijo estaban detenidos allí. Él respondió en forma agresiva: “si es que echas de menos a tu hombre, te podemos hacer aquí muy feliz” y dijo otras groserías también. Y agregó: “cuando mi sargento te vea, entonces él te va a apresar, ya ha habido muchas mujeres presas aquí y las largamos embarazadas” Muchas mujeres fueron abusadas por ellos.
Yo me devolví y de pronto me asusté mucho. Ellos habían soltado una jauría de perros pastores alemanes en contra mía, y me perseguían. Yo corrí monte abajo y el camino me parecía infinito. Yo corrí y corrí, hasta que los perros fueron detenidos por una gran reja que de pronto se cerró. Cuando subí nuevamente a la liebre y me senté, tiritaba de pies a cabeza. Cuando llegué a casa aún tiritaba y tenía escalofríos. Mis hijos me preguntaron cómo me había ido. Les respondí que todo fue en vano. Debí entonces permanecer dos días en cama, sin poder trabajar, porque me sentí muy mal. El sacerdote me visitó. Y yo le conté lo sucedido. Él dijo: “hija mía, has puesto tu vida en peligro. No vayas nunca más ahí”.

Yo sabía por qué iba a ese terrible lugar. Comencé a ir a la Vicaría tres veces por semana, porque ahí siempre se nombraban a los que ya estaban ubicados como presos y también las cárceles o lugares de detención donde ellos podían ser visitados. Una vez que yo retorné a la casa, me dijo mi hija: “mira afuera mamá. Ahí hay un hombre que quiere hablar contigo” Cuando abrí mi negocio, y estaba haciendo el aseo, vino un hombre grande y fuerte, con una venda en la cara, por lo que no lo podía reconocer realmente. Dijo venir en representación de mi esposo, que estaría enfermo, y que no podía comprarse algunas cosas. Le pregunté por mi hijo, pero él solo me dijo que venía por mi esposo, que necesitaba dinero. Yo le respondí como es común en Chile, con un par de garabatos, y le dije que me hacía sentir como mierda. Como la ley del gallinero: “la gallina que está arriba caga a las de más abajo” y que todos se fueran al diablo. Yo no le di dinero. Le dije que podía enviarle cigarrillos, té u otras cosas, porque dinero no tenía. Él dijo que podía conversar con otras familias afectadas y conseguir acumular un dinero para llevarle a los presos. Yo le respondí que no conocía a nadie y que no podía entregar direcciones de otras personas tampoco, porque no las tenía. Yo no sabía absolutamente nada. A continuación, él me dijo que debería visitar de nuevo las
cárceles donde había estado hace dos meses.

Yo me sentí muy mal, y no pude dormir. Solamente podía hacerlo si bebía. Dos de mis hijos tuvieron que ir a terapia psicológica, por el destino de su padre. Yo también tengo otro hijo, Leo, así se llama, él era mayor de edad. Y tenía participación política. Yo sabía que en cualquier momento le iba a pasar algo. Pero ellos no lo pudieron pillar. Pero Iván, que tenía solo quince años de edad, fue detenido y está desaparecido”

(traducido del alemán; Berger, 2002 :122-123)

“Yo me recuerdo que estábamos todas juntas, en fila, frente a un lugar de detención, para visitar y reconocer a los detenidos. Yo tenía fotos de mis queridos familiares en la mano, y la presentaba preguntándole a los prisioneros si alguien los había visto o los conocía. A través de esta forma de contacto, conocí a muchas mujeres con el mismo  estino. Nosotras estábamos juntas y esperábamos que se nos dejara entrar: Para nuestra sorpresa, cuando abrieron las puertas de metal, había un carro lanzaaguas que nos disparó un chorro de agua, tan fuerte que nos volteó y tiró al suelo. Nosotras quedamos totalmente mojadas y sucias, pero no nos dejamos amedrentar, e ingresamos al centro de detención a preguntar por nuestros familiares.
Allí encontré un amigo de mi hijo Iván, que nos había visitado muchas veces con anterioridad. Él se encontraba en muy mal estado físico. Yo le regalé cigarrillos y otras cosas para alimentarse. Él también se suma ahora a los detenidos desaparecidos. Esto me llevó a pensar que mi marido y mi hijo podían estar en el mismo centro de detención. Este muchacho me dijo que había visto a mi marido y mi hijo a través de una perforación en la muralla, donde había visto también como los guardias llevaban a la gente con los ojos vendados”

(traducido del alemán; Berger, 2002:123-124)

“Cuatro años estuve buscando, pero todo fue inútil. Después me vine a Austria, de modo de proteger a mis dos hijos menores. La llegada a este país fue muy triste, No fuimos bien recibidos, no tuvimos ayuda, tuve que hacer todo por mí misma. No fue posible tomar un curso de alemán. Solo a través de mi trabajo, pude pagarme un curso privado de alemán para mis hijos. Mi objetivo era trabajar. Solo una vez tuve un pequeño bono para mis hijos, para una chaqueta y pantalones. Eso nos vino muy bien, porque la ropa que habíamos traído de Chile no era adecuada para el clima local. A través de otra organización, obtuve un bono para comprar una mesa, tres sillas y un closet. Antes comíamos sobre un cajón. Con este bono debíamos comprar en una tienda específica, y no donde era más barato”

(traducido del alemán; Berger, 2002:124-125)

ANA MARÍA LA VIDA EN RESISTENCIA Y LA AFDD

“Mi mamá le pidió ayuda a mis tíos, a sus hermanos, mi tío Sergio, que es médico, buscó por todos lados y no encontró nada, buscó en la morgue en todas esas partes y mi tío que era gerente general de la papelera, dijo que no, que él no se metía”

“Nos hicieron a un lado, mi abuelo Manuel, que de hecho era de derecha, era Alessandrista, el papá de mi papá, se murió adorando a Pinochet, pero también se murió por la pena de su hijo y de su nieto”
“Mi suegra era demócrata cristiana, era en contra de Salvador Allende, y mi suegra hizo una conexión con el grupo de ayuda de las mujeres pinochetistas y ella se vinculó con ese tipo de gente y teníamos la orden de quedarnos callados”
“A mi papá y a Iván se los llevaron un 13 de agosto y a mí me operaron el 26 de agosto, entonces todo así no te dejaba pensar… estuvimos mucho tiempo en estado de shock, muchos años”.
Al principio, muchas veces, en esta búsqueda, Ana María acompañó a su mamá. «Ella decía acompáñame tú para que no me dejen… y como yo iba embarazada, no la dejaron”. “(Lo hacían) más que nada era por amedrentarla… y abusaban de ella”.

Después de que su madre y los hermanos menores se fueron al exilio, en 1977, a Viena, Austria, Ana maría tomó la posta en continuar dentro de Chile con la búsqueda de su padre y hermano. La decisión no fue fácil.
“La familia se desgranó como un choclo, nos destruyeron la familia porque de un día para otro quedé sin mamá y sin papá, yo creo que nos refugiamos con la lucha en la resistencia, ahí nos enfocamos nosotros, en la resistencia”
“Con Carlos tomamos la opción por seguir trabajando contra la dictadura… en transporte de microfilms, en transporte de propaganda política, en hacer movimientos ponte tú como la huelga de hambre que se hacía en ese tiempo, que a las seis de la tarde nos poníamos a gritar, llegaban los pacos y nos íbamos, eran cosas relámpago, pero a su vez trabajábamos a nivel comunal y con mucho miedo, porque después que se fue mi mamá siguieron allanando la casa los milicos, muchas veces”
Eran tiempos difíciles y estábamos constantemente acosados. “Hacíamos “fiestas”, unas onces, y muchas veces nos venían a allanar. Y nos decían «ah que son buenos pa las fiestas» y con mayor razón trajinaban (…) Teníamos una amiga que vendía Tupperware… hicimos una reunión Tupperware. Estábamos en lo mejor de la reunión cuando llegan los milicos, y nos dijeron «Están en reunión, ah no están en fiesta ahora», no, ella está haciendo una reunión Tupperware, y trajinaron y se fueron, que era lo que siempre hacían y después nos dimos cuenta… de que había un “patas negras”, porque al frente hay un tipo que se para esperando a alguien a las 12 de la mañana y empieza y está como hasta las 15:00 de la tarde y después está desde las 18:00 hasta como las 21:00. Hacía pausa o se cambiaba de lugar, porque yo como casi no salía… Era un punto fijo que teníamos…”

“Cuando venían a allanar a la casa, (los niños) ya sabían que debían arrancar, las más grandes con los más chicos, donde una vecina que yo tenía y ella los veía mientras los otros hacían lo que querían acá adentro. Ana, Carolina, Johanna…
Ellas se encargaban de su hermano, Carlitos. De llevarse la mamadera, todo, con el chicoco colgando. Para ellos era todo tan normal, yo les decía “tengo que hablar con los caballeros y ustedes se van donde los tíos”, entonces era todo tan natural. La vez que se asustaron fue cuando hicieron un allanamiento masivo cuando se perdió el comandante Carreño, ahí se asustaron las niñas, porque era masivo y muy violento.
“También a nosotros nos llegaron los Teleanálisis… esos temas que no salían en la tele, nuestros hijos vivieron viendo eso… lo veíamos en la casa primero y los llevábamos a las poblaciones… A la casa de algún compañero, íbamos a tal hora y se juntaba un grupo de personas.”
“Mi mamá fue de las que empezaron con la Agrupación, fue hasta a Villa Grimaldi (Pasó un tiempo) y un día justo estaba trabajando, llegó la Viviana Díaz, que venía a hacer un trámite y me dijo «No, ustedes tienen que seguir yendo a la agrupación”. Mi suegra dijo que habían cerrado el caso, pero no, no lo habían cerrado, así que nos empezamos a meter de nuevo en la agrupación, fuerte, con más ganas, con la Sola Sierra, te estoy hablando cuando la agrupación estaba en Plaza de Armas, ahí estaba la Vicaría de la solidaridad.”Más tarde, nosotros aquí a la vuelta, teníamos a una mujer que era de la Dina y esa mujer era tan hábil, que Carlos era de la Junta de Vecinos, y ella se involucró en la Junta de vecinos con tal de meterse en la casa. Entonces ella venía para acá y hablaba con Carlos de la Junta de Vecinos (…) cuando llegó esa mujer le dije «Carlos no me gusta esa mujer» y me decía «ya empezaste con tus cosas».
“Hasta que un día alguien nos dijo que cómo nosotros podíamos tener a esta persona en la Junta Vecinal, si esta persona había sido miembro de la Dina (…) en ese tiempo recién había llegado el computador a la casa y nos metimos al internet y quedamos lona, era más peligrosa que un mono con navaja y Carlos me dijo, «mira, tenías toda la razón», porque no te gustaba. (Ella era) Clodomira de Las Nieves Reyes Díaz El cuñado de ella que se llama Libardo… era nuestro punto fijo y ahora él vive en Temuco y tiene una barraca… Él era nuestro punto fijo, cuando se fue mi mamá, el venía todas las noches, con cualquier excusa, porque nosotras teníamos un bazar y venía con la hermana y con su hijo chico, venía con cualquier excusa… venía todos los días y me preguntaba por mi mamá y yo le decía «¿y a usted que le importa?» y me decía «esas no son maneras de atender un negocio» y yo le decía que no estaba atendiendo un negocio,
le estaba contestando una pregunta que el hacía por mi mamá, ahora si quería algo de la tienda, dígame que desea”

“Una vez hicimos un acto en el Cariola y con Carlos íbamos entrando con la foto de mi papá … y se acerca un joven y me dijo «¿que eres tú de él?» y le digo él es mi papá y él es mi hermano y se presenta, me dice: «Soy Mario Aguilera, yo estuve con ellos, el 74, cualquier cosa que tú necesites, comuníquense conmigo» Sí, nunca me voy a olvidar de Mario por eso, porque fue el primero que me dio indicios de que mi papá había sido detenido, que no era un mal sueño ni una mentira. Con el tiempo fueron apareciendo otras personas que atestiguan que los vieron, ya sea en Londres 38 o en Villa Grimaldi: León Gómez, Erika Hennings, Pedro Matta…”
Cuando fue el Informe Rettig yo fui a atestiguar, pero tenía mucho miedo. Yo estaba entre el «voy o no voy», “Anda” me decía él… y le decía «Carlos, ¿pero si es mentira?» y me dijo “bueno, pero vamos todos juntos”, porque si eso tengo que reconocer, que el Carlos ha sido mi compañero en la lucha toda la vida, por eso está aquí todavía. Pero él no me podía acompañar porque trabajaba en el BancoEstado y estaba amenazado…

Es que todavía pienso en cosas, ponte tú, por miedo a perder el trabajo de Carlos, no poníamos recursos de amparo, porque si lo hacíamos a Carlos lo echaban del trabajo y no teníamos nada más que hacer que quedarnos callados.

Todavía siento que fue injusto que nada de estos acosos haya sido considerado, todas las violencias que sufrimos. La Comisión Valech, solo tomó en cuenta la violencia hacia quienes estuvieron presos. …Es una cosa de sentimientos encontrados que tú tienes, no sabes cómo pensar, no sé, de hecho, estoy tiritando por dentro ahora… porque puta que nos sacamos la mugre… y no hicieron nada (al respecto). Porque no tenía por qué haberse ido mi mamá, ni el Leo, no tenía por qué Germán haber muerto en el exilio, ni mucho menos mi hermano que en ese tiempo era un niño (Daniel)
(…)”

A pesar de estas y otras amarguras, porque estos cincuenta años no han sido una trayectoria fácil, Ana María ha seguido formando parte de la AFDD, integrándose a la Directiva durante algunos períodos y haciéndose cargo de los Archivos de la Agrupación. Esto implicó no solo continuar con el trabajo activista de siempre, ir a marchas a reuniones o participar de diversos actos de memoria y protesta, sino también la motivó a estudiar a los 60 años, para convertirse en una Archivera profesional. Y no solo obtuvo su formación técnica, sino que además cursó muchos talleres y Diplomados universitarios en el tema y en otros aspectos de la gestión de sitios y la educación en derechos humanos. Su meta hoy, a cincuenta años, es lograr que los Archivos sean declarados patrimonio nacional protegido, con calidad
de Monumento Histórico.

“Lo que sí quiero es que mis nietos y mis bisnietos sepan que tuvieron unos abuelos luchadores”

EL RETORNO Y LOS EMPEÑOS DE JUSTICIA DE LEO.

Una vez levantada la prohibición de ingreso al país que pesaba sobre Leo, él decidió regresar al país acompañado de Franco, y más tarde
Valeska, entonces dos adolescentes. Su objetivo principal era integrarse a la búsqueda de sus familiares y conseguir justicia.
El retorno no fue fácil. En un primer momento, en 1991, trabajó en la Comisión Chilena de Derechos Humanos, con un proyecto que traía desde Europa. Pero los objetivos de verdad y justicia, del modo como él los imaginaba, no calzaban con la política de consensos de la nueva Democracia y dejó ese espacio donde era considerado “radical” Leo empezó a buscar trabajos en su profesión, la electromecánica. En Chile las profesiones técnicas no tienen el mismo estatus que en países industriales, como Austria, y la subsistencia era difícil. Los trabajos eran mayoritariamente sin contratos estables, los empresarios eran dados a hacer estafas y no pagar lo debido a tiempo o correctamente. Intentó entonces otros trabajos, como desempeñarse en forma paralela como taxista.
La relación con la familia no era fácil, había muchas tensiones producidas por los vacíos creados por la distancia del exilio. Hubo un largo
proceso para recomponer la relación con las hermanas que se quedaron, y para conocer a las y los sobrinos, ya adolescentes.
La adaptación de los hijos al medio chileno tampoco fue fácil. Los primeros meses Franco tuvo apoyo en el PIDEE de Valparaíso y el apoyo
inestimable de nuestra amiga Graciela. Luego, en Santiago, contamos con apoyo de algunas profesoras del Liceo de Aplicación, que eran de una identidad política afín. Pero el choque cultural fue muy grande y las condiciones de vida en Santiago eran bastante precarias en comparación con los estándares y las posibilidades en Austria. Además, era difícil para ellos comprender la angustia y los efectos del trauma familiar que impulsaba los esfuerzos del padre. Valeska se devolvió a Austria con su pequeña hija Simone; Franco se quedó pocos años, terminó el colegio y también decidió regresar a su ciudad natal, Viena.Mientras, Leo buscó otros caminos para proseguir la búsqueda. Las políticas de reparación tensionaron las organizaciones de derechos humanos, y él optó por participar de una agrupación de familiares que se organizó en la zona de Avenida Matta, “la línea fundadora”, y que se oponía a las políticas de reparación propuestas tras el Informe Rettig. Ellas y ellos buscaron seguir identificando perpetradores y sitios de detención ilegal, y producir intervenciones de la justicia, para obtener respuestas concretas y no solo reparaciones simbólicas.
“Participando de este grupo, trabajamos también de los esfuerzos de recuperación de la Villa Grimaldi, para evitar su demolición y el loteo de su terreno. Hicimos muchas reuniones y acciones de protesta, reclamando su protección y declaración como patrimonio histórico. Además, esperábamos que se hicieran indagaciones judiciales para determinar si había allí restos de nuestros familiares. Sin embargo, la política de consensos también minó estas expectativas. El flamante Parque por la Paz, ex Villa Grimaldi, inaugurado en 2000 se hizo ignorando nuestras peticiones, dejando fuera de participación a muchos de los familiares de los detenidos, sin poder opinar porque requisito fundamental para participar de la toma de decisiones era entonces “tener un título universitario”.
“Dadas las circunstancias, intenté una jugada que era poco común en ese momento y me significó mucha controversia: presentar un juicio civil paralelo a la causa que había presentado la AFDD y donde se logró, entre otras cosas, el primer allanamiento de lo que hoy se conoce como el sitio de memoria Londres 38”.“En la década del 1990, conocí a una abogada que estuvo de acuerdo con asumir la causa y demanda por nuestros familiares Detenidos Desaparecidos. Se cursaron escritos y solicitudes en el respectivo Juzgado del Crimen. Las
solicitudes fueron acogidas por el Juez Carroza quien nos tomó las respectivas declaraciones y después de una larga espera y diligencias se resolvió ejecutar un allanamiento al Instituto OHigginiano, del Ejército de Chile. Aquel día en la mañana, a las 10.30, se constituyeron funcionarios del tribunal en la calle Londres 38 para iniciar el proceso de búsqueda de las sepulturas de nuestros familiares que, de acuerdo con las declaraciones de dos testigos, se ubicaría en el patio trasero del inmueble o en el subterráneo. La búsqueda fue infructuosa, porque el allanamiento fue interrumpido por “órdenes superiores” aludiendo a “razones de estado”, según comunicaron los emisarios militares y policiales, lo que motivó una discusión entre la abogada, el juez de la causa, y los emisarios, que alegaban ser
funcionarios del Estado. El juez Carroza decidió levantar y detener inmediatamente el proceso de allanamiento y búsqueda, quedando todo nuestro esfuerzo truncado”.
“Después de eso, el juez Carroza traspasó el caso, y la causa quedó en suspenso.”
Las dificultades económicas, la distancia con sus hijos, la frustración con el proceso judicial y la falta de verdad y justicia motivaron a Leo a regresar a Austria. Fue una decisión dura de tomar. Felipe había nacido y su mamá no quiso ir a Europa. El retorno al país de exilio resultó ser efectivo en reestructurar la vida económica, pero la necesidad de encontrar respuestas siguió siempre en pie.

En este sentido, Leo reconoce la perseverancia que ha caracterizado el trabajo de muchas mujeres en la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos, más allá de las diferencias de opinión sobre aspectos puntuales.

Y en particular, Leo destaca el esfuerzo de su hermana Ana María por seguir adelante, con un gran compromiso y costo personal; admirando su compromiso y capacidad para proponerse metas y lograrlas, incluso en áreas tan desafiantes como el estudio, demostrando no solo entusiasmo por aprender, sino su disposición a toda costa de realizar sus empeños en este camino de búsqueda interminable del mejor modo.

VERDAD, JUSTICIA Y MEMORIA.

El 27 de junio de 2014, la sentencia presentada respecto por la causa conocida como “Villa Grimaldi – Cuaderno Principal” determinó responsabilidades de once agentes de estado en el secuestro calificado de : Guillermo Roberto Beausire Alonso, Alan Roberto Bruce Catalán, Jaime Enrique Vásquez Sáenz, Manuel Antonio Carreño Navarro, Iván Carreño Aguilera, María Teresa Eltit Contreras, María Isabel Joui Petersen, Jacqueline Paulette Drouilly Yurich, Juan René Molina Mogollones, René Roberto Acuña Reyes, Carlos Alberto Carrasco Matus, Hugo Daniel Ríos Videla, Agustín Alamiro Martínez Meza, Juan Rodrigo Mac-Leod Treuer, María Julieta Ramírez Gallegos, Luis Jaime Palominos Rojas, Marta Silvia Adela Neira Muñoz, César Arturo Emiliano Negrete Peña, Alejandro Juan Ávalos Davidson; y el homicidio de Humberto Juan Carlos Menenteau Aceituno. La decisión de los jueces fue respaldada posteriormente en la Crote de Apelaciones y la Corte Suprema, quedando de este modo ratificada en 2016. (Roles 1719-2014, 17887-2015, 2182-98)
Fueron nombrados allí como culpables: Pedro Espinoza Bravo, Rolf Wenderoth Pozo, Miguel Krassnoff Martchenko, Fernando Lauriani Maturana, Gerardo Godoy García, Ricardo Lawrence Mires, Basclay Zapata Reyes, Manuel Carevic Cubillos, Raúl Iturriaga Neumann, Orlando Manzo Durán y César Manríquez Bravo.
El problema con estas sentencias es que se establecen responsabilidades por el secuestro de nuestros familiares, pero lo fundamental sigue sin ser esclarecido. Quiénes y en qué circunstancias fueron responsables del destino final de nuestros familiares, más allá del secuestro inicial o las responsabilidades de mando. Y dónde se encuentran en la actualidad, sus restos, si asumimos que la forma de desaparición más probable fue el ocultamiento de sus cuerpos sin vida.
En este sentido, el resultado del juicio no satisfice los anhelos más profundos de la familia, y constituye un paso más, pero no todavía la solución necesaria para la resolución de esta gran tragedia.

HUELLAS Y MEMORIAS FAMILIARES A 50 ANOS…

“Ha sido una experiencia dura, muy dura, porque siempre el negacionismo está de por medio. Para nosotros por lo menos como familia, ha sido muy duro. No hemos tenido nunca una respuesta veraz sobre qué sucedió con Iván y mi papá. Lo que hay son puras suposiciones y tú te das cuenta, que se supone que estuvo en Villa Grimaldi, que se supone que estuvo en tal parte, que se supone que los mataron, etc. Nada concreto, todo, así como en una nebulosa de puras dudas. En realidad, no sabemos nada, no sabemos hasta el momento quién mató a mi papá, ¿Quién mató a Iván? ¿Qué hicieron con los cuerpos? ¿Qué sucedió con ellos? En la agrupación igual ha sido duro, pero enriquecedor. Aprendí realmente que puedo trabajar con personas, convivir y trabajar con otras personas que no fueran mi familia. Es un
espacio donde nos apoyamos entre todas”

(Ana María Carreño, citada por Valdés, 2023: 29)

“Pronto mi generación, que ya ha llegado a los 70 años, dejará la vida. La mayoría de mis compañeros de lucha del movimiento estudiantil resistimos y sobrevivimos, al golpe cívico-militar, a la clandestinidad, y fuimos expulsados al exilio. Eso permitió que nuestra educación y formación tanto profesional, cultural y política se produjera en los países de acogida con sus diferentes matices que caracterizan a las sociedades que nos dieron asilo. Todas nuestros análisis y discusiones sobre la cuestión chilena versaron sobre lo sucedido. La mayoría de nosotros quedamos marcados por las atrocidades de la dictadura cívico-militar, pero a través de las discusiones y análisis del proceso dictatorial chileno… nos permitió entender en alguna medida las huellas que nos dejó la dictadura… Después de cincuenta años aún Chile elude la cuestión fundamental del rol de los victimarios en la dictadura, más aún teme y reprime la discusión del pasado, se niega y oculta la verdad sin escatimar los esfuerzos para logar revertir la historia con una mezcla de verdades y mentiras imposible de aceptar. Y eso se refleja en que aún existen más de un millar de Detenidos Desaparecidos para los cuales no hay justicia y no quieren decir cuál fue su destino, donde están sus cuerpos… Esta es la razón principal para el Presente del Pasado. Entre más se niegan y ocultan los crímenes de la dictadura cívico-militar más de intensifican las voces que claman Verdad y Justicia, y No al Olvido y No a la Impunidad.
La Desaparición Forzada del opositor político era una meta imperativa de la dictadura chilena… tuvo una motivación puramente ideológica y fue una brutal demostración de poder, hacer sentir que la vida humana no tiene valor y que la dictadura podía desaparecer, asesinar y torturar impunemente a cualquier chileno-chilena que osara oponer resistencia a los designios dictatoriales. Los actos de crueldad tornaron a la dictadura chilena en algo especial en el contexto latinoamericano y el mundo.”

(Leo, en: “El Presente del Pasado”, 2024: 1-2)

“(La búsqueda) ha sido dolorosa, porque no hay respuesta. Es como una búsqueda ciega. Sin respuesta y sin intenciones de darlas tampoco, porque no hay voluntades políticas. Es contra el tiempo y nadie se pone a empatizar, ni en el lugar de los familiares. Muchos han sido olvidados, porque hay muchas familias que ya no buscan. Y a mí me duele, así como, me duele ver a mi mamá todos los días, y notar que su vida gira en torno a la búsqueda. Mi mamá no hay día, te lo juro que no busque o haga algo relacionado a esto. O sea, ella tiene posibilidades de vivir tranquilamente allá en el sur, (…) pero ella no puede salir de esta casa. Es como una prisión. Mi mamá no va al sur porque se pierde un día de búsqueda. Ella literalmente ha renunciado a todo por esta búsqueda. Si hubiera más familia involucrada ella podría delegar. (…) La idea de buscar me nació precisamente porque nuestra familia fue dividida, yo no tuve la oportunidad de conocer a ninguno de mis abuelos. Yo no tuve abuelita, no sé lo que es tener a un abuelo que te consienta. Mis tíos todos en el exilio y las que se quedaron acá se hicieron testigos de Jehová. No tuvimos uniones familiares reales. Eso yo creo que fue una de las cosas que me motivó a mí a la a la búsqueda, y el sufrimiento de mi mamá. Porque el dolor se transmite, es transgeneracional. Entonces ver a mi mamá sola buscando a mi abuelo y a mi tío hizo que yo la quisiera ayudar”

(Yohana Libante, nieta, citada por Valdés, 2023: 29).

“Yo creo que ha sido un recorrido angustioso, con una carga emocional tremenda. Cada agosto de cada año se transforma en un nuevo luto. Porque cada año buscamos respuestas y no las obtenemos, es como estar velando la nada, un duelo que no podemos dejar ir. También es triste ver como mi abuela sufre, que no puede dormir bien desde la dictadura, ver su sufrimiento y no poder hacer nada más que acompañarla. Pensar que quedó prácticamente sola en dictadura, porque las fracturas en la familia que quedaron igual son fuertes, somos una familia pequeña solo los “Libante Carreño”. Y pienso en el caso de que mi abuela fallezca, ¿quién continuará la búsqueda?, porque es una lucha contra el tiempo. (…) Igual a pesar de lo doloroso que ha sido yo siento orgullo de llevar las fotos de ellos, porque son un verdadero orgullo para mí, por su labor social. Pero claro, también da angustia porque no sabemos dónde están”

(Francisca Santana, bisnieta, citada por Valdés, 2023: 28).

FUENTES.
Fotografías familiares.
Entrevistas Ximena Goecke a Ana María Carreño. Santiago, abril y mayo de 2015
Entrevistas Ximena Goecke a Leonel Carreño. Viena, Julio de 2019.
Leonel Carreño “Los silencios de Agosto” en: “Voces de los Hijos” LOM, Santiago, 2024.
Leonel Carreño “El Presente del Pasado” documento, Alemania, 2024
“Manuel Carreño” Ana María Carreno en: Los latidos de la Memoria. https://loslatidosdelamemoria.cl/microbiografias/manuel-antonio-carreno-navarro/
“Iván Carreño” Ana María Carreno en: Los latidos de la Memoria. https://loslatidosdelamemoria.cl/microbiografias/ivan-sergio-carreno-aguilera/
“Iván Carreño” Ana María Carreno en: Vestigios. Menores de 18 años víctimas de desaparición forzada. UDP, 2023 https://vestigios.udp.cl/perfiles/ivan-carreno-aguilera/
Grace Arcos Maturana Concejala de Conchalí «Cápsulas de la Memoria» #ConchalíMemoria Capítulo 2: “Ana Carreño Aguilera, vecina de la Población El Carmen, Conchalí. Hija de
Manuel Carreño Navarro y hermana de Iván Carreño Aguilera, militantes del Partido y las Juventudes Comunistas de Chile, quienes fueron secuestrados por la DINA el 13 de Agosto
de 1974. Se encuentran desaparecidos hasta nuestros días” Disponible en: https://www.facebook.com/watch/?v=6260549807389965
“Manuel Carreño” en: Memoria Viva https://memoriaviva.com/nuevaweb/detenidos-desaparecidos/desaparecidos-c/carreno-navarro-manuel-antonio/
“Iván Carreño” en: Memoria Viva https://memoriaviva.com/nuevaweb/detenidos-desaparecidos/desaparecidos-c/carreno-aguilera-ivan-sergio/
Recopilación documentos Sentencia “Villa Grimaldi – Cuaderno Principal“ (Sentencia Preliminar, Corte de Apelaciones y Corte Suprema) en: Expedientes de la Represión,
https://expedientesdelarepresion.cl/causa/episodio-villa-grimaldi-cuaderno-principal/
Comisión Rettig (1991) Informe de la Comisión Nacional

BIBLIOGRAFÍA.

BERGER, Sigrun & Herbert (2002) Zerstörte Hoffnung Mandelbaum Verlag, Viena, Austria 315 págs.

CABEZA Monteira, Ángel, Cárdenas Hernández, Ana Paz, Lawner Steiman, Miguel, Seguel Gutiérrez, Pablo y Bustamante Danilo, Javiera (2017) Patrimonio de la Memoria de los
Derechos Humanos en Chile. Sitios de Memoria protegidos como Monumentos Nacionales, 1996-2016. Monumentos Nacionales, Santiago, Chile. Disponible en:
https://repositorio.cultura.gob.cl/handle/123456789/4334

ELGUETA, Gloria et al (2015) 40 Años de luchas y resistencia. Una experiencia de memoria, organización y movilización. Londres 38 Espacio de Memorias, Santiago, Chile.

Disponible en: http://archivodigital.londres38.cl/uploads/r/archivo-londres-38/b/8/3/b83d8535377120f52714b4cb32e380efa443ba33b4ff30d34a557c9ff871437a/articles-
97783_recurso_1.pdf

VALDÉS, Javiera (2023) “Genealogía de la búsqueda: mujeres en la larga lucha por la verdad y justicia para los Detenidos Desaparecidos de la Familia Carreno-Aguilera (1974-2023)”
Informe para optar al grado de Licenciatura en Historia. Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile, Santiago, Chile. 49 págs. Disponible en:
https://repositorio.uchile.cl/bitstream/handle/2250/197265/Genealogia-de-la-busqueda.pdf?sequence=1

 

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