Inicio Análisis y Perspectivas ¡CUANDO SE GANA CON LA DERECHA… LA DERECHA SIEMPRE GANÓ!

¡CUANDO SE GANA CON LA DERECHA… LA DERECHA SIEMPRE GANÓ!

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por Franco Machiavelo

El avance de la ultraderecha en Chile no es un misterio: es el resultado directo de una izquierda progresista que dejó de ser alternativa y pasó a ser continuadora del mismo modelo neoliberal que dice combatir. Durante décadas, esta izquierda administró el país con los mismos criterios económicos, las mismas reglas políticas y los mismos límites que impuso la derecha después de la dictadura. Cuando una izquierda gobierna con el marco ideológico del adversario, el resultado es inevitable: la derecha nunca pierde, solo espera su turno para volver.

La popularidad de los sectores ultraderechistas no surge porque tengan grandes ideas o soluciones reales, sino porque el progresismo se volvió predecible, temeroso y desconectado del pueblo. Renunció a representar los intereses de las grandes mayorías y se dedicó a cuidar el orden existente. Se volvió un gestor obediente del mercado, de los grandes grupos económicos y de una institucionalidad diseñada para frenar cualquier transformación profunda.

Mientras el pueblo exige seguridad social, salarios dignos, control democrático del territorio, una vida sin abusos y un Estado que no esté entregado a las empresas, la llamada izquierda progresista responde con discursos moderados, acuerdos cosméticos y políticas que no cambian nada esencial. Esa renuncia abre el espacio perfecto para que la ultraderecha se presente como “honesta”, “decidida” y “sin miedo”, aunque solo repita fórmulas autoritarias disfrazadas de orden.

La verdad es simple: una izquierda que teme confrontar el poder económico termina fortaleciéndolo. Y cuando la izquierda se vuelve un reflejo opaco de la derecha, el pueblo busca respuestas en quienes gritan más fuerte, aunque sus propuestas sean peligrosas o regresivas. Así, el progresismo no solo fracasa en su promesa de cambio, sino que, sin quererlo, alimenta el discurso que dice combatir.

Por eso, cuando esta izquierda celebra triunfos electorales, el país ya sabe lo que viene: las estructuras no cambian, los grupos de siempre mandan, y la derecha espera, tranquila, su próxima victoria. Porque si el modelo permanece intacto, entonces la derecha siempre gana, incluso cuando no gobierna.

La salida no está en suavizar las diferencias ni en pedir permiso a los poderosos. La salida está en recuperar una política que hable desde el pueblo, que enfrente los abusos y que deje de administrar un sistema injusto. Una política que vuelva a nombrar lo que otros ocultan y que entienda que sin confrontación real no hay transformación posible.

Hasta que esa ruptura no ocurra, Chile seguirá atrapado en el mismo ciclo: una izquierda que promete cambio pero lo evita, y una derecha que vuelve más fuerte cada vez que la izquierda decide no luchar. Porque cuando se gana con las reglas de la derecha, la derecha ya ganó antes de comenzar.

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