por Isaac Bigio
La última ocurrencia de Rafael López Aliaga es prometer transformar a la costa verde de Lima en la nueva Dubai. En su periodo como alcalde demostró cuan falsos y demagógicos fueron sus promesas de lograr que la capital sea una potencia mundial. Lo que en su gestión se potenciaron fueron el hambre, el crimen y la corrupción que él juró reducirles a cero.
No ha extendido ningunas de las líneas subterráneas del tren, ni hecho los teleféricos, ni traído las miles de motos policiales, ni ejecutado el grueso de sus planes. La única playa artificial que «creó» fue malogrando a la mayor piscina peruana llenándola de arena.
Ahora habla de que Lima sea la nueva Dubai, pero esta urbe se basa en la extrema riqueza de su clase dominante petrolera. El lado oscuro y real de tal boom es que en los Emiratos Árabes Unidos no hay democracia alguna pues el poder queda concentrado en reyes locales y el 88% de su población no tienen derecho a ser ciudadanos o nacionales. A la mano de obra que hacen esos rascacielos se les hiper-explota con bajos salarios, largas jornadas laborales y ausencia de derechos sindicales y laborales. Los trabajadores que han edificado las grandes «maravillas» de dicha metrópolis deben sobrevivir apiñados en cuartuchos miserables.
El Perú no tiene los capitales para hacer tales obras, las mismas que destruirían la herencia histórica , milenaria o colonial capitalina y obligarían a una ofensiva brutal para reducir las condiciones laborales de todos los trabajadores.
