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Chile-Argentina, una paz de siglos que no a todos gusta en América

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Arturo Alejandro Muñoz

Definitivamente, la paz de siglos entre Argentina y Chile (con una frontera común que supera los cinco mil kilómetros), ha sufrido los embates de ignorantes y borrascosos políticos y militares -extranjeros a ambas naciones en su mayoría- que procuraban agitar aguas para pescar en mares de tormenta. Claro que, también, ha habido ‘ayuda’ de políticos y estultos nacionalistas locales para que ese mar y esas aguas permitan a ciertos ambiciosos extranjeros lograr una buena pesca de arrastre.

Imposible olvidar lo acaecido el año 1879 con las pretensiones peruanas reflejadas oficialmente en las peticiones y ofertas del canciller limeño Manuel Irigoyen Arias. Vea usted, amigo lector, lo siguiente:

Los propósitos del Perú eran claros, y ellos quedan mejor explicados en las notas que los días 7 y 28 de marzo de 1879 dirige el Canciller Irigoyen a su Ministro (embajador) en Buenos Aires, Aníbal de la Torre, quien había sido su asesor en las gestiones del Tratado Secreto con Bolivia el año 1873.

En la primera de esas notas, Irigoyen le encarga a de la Torre manifestar al gobierno argentino que la guerra con Chile “es inevitable”, y gestionar, 1º: la adhesión de la Argentina al Tratado Secreto de 1873; 2º: si esto no fuera posible, firmar entonces un pacto subsidiario (con Perú y Bolivia); y 3º en último término, la compra, por tercera mano, de uno o dos blindados argentinos.

Lo más grave y delicado lo expuso Irigoyen en la nota del 6 de marzo de 1879, en la que induce a de la Torre a notificar al gobierno del Plata que si Chile no cede, el Perú tomará parte en la lucha y se invita a Argentina a participar en el concierto del Perú con Bolivia para obligar a Chile a un arreglo satisfactorio para los firmantes del Tratado Secreto. Agrega Irigoyen en esa nota que (sic) “Bolivia ofrecerá a la Argentina en cambio de su participación en la guerra los territorios del litoral que se extienden desde el grado 24º hasta el grado 27º”, es decir, el Canciller peruano hablando a nombre de Bolivia o apropiándose de ese mandato, ofrecía a Argentina territorios netamente chilenos, y la nota en comento concluye con estas notables y gravísimas frases: “El Perú verá con gran placer que la Argentina venga a tomar asiento entre los Estados del Pacífico y a favorecer la consolidación del equilibrio continental”. Sin embargo, el presidente argentino Avellaneda y los ex mandatarios Mitre y Sarmiento, se opusieron férreamente a esa invitación.

Otro factor que permite explicar la neutralidad del gobierno argentino en la guerra del Pacífico -y, por ende, el éxito de la misión de José Manuel Balmaceda enviado para esos efectos por el gobierno de Chile- era el apego de los hombres de Estado argentinos a mantener un equilibrio de poder sudamericano que, por supuesto, les fuese favorable. Si la Argentina se incorporaba a la alianza peruano-boliviana, existía alta probabilidad de que Brasil intentara defender la integridad territorial chilena. En este sentido, las palabras del enviado chileno a Brasil, José Victorino Lastarria, parecían confirmar los temores argentinos al señalar que la propaganda peruana «no cambiaría el concepto sostenido en Río de Janeiro respecto de la justicia de la posición de Chile en la cuestión del Pacífico, ni mucho menos el interés político del Imperio (brasileño) en auxiliarnos en nuestras cuestiones con Argentina». Brasil estaba de nuestro lado y desestimaba los argumentos del Perú y Bolivia.

Ahí feneció el intento peruano de cercenar Chile. Pero, habría otro intento similar, esta vez de Chile contra Argentina, realizado durante la negra época de las dictaduras militares en ambas naciones. La guerra de las Malvinas fue el escenario. Inglaterra no aceptó el desembarco de tropas argentinas en el territorio de las islas Falklands iniciando un severo evento bélico que terminó con la rendición argentina ante el innegable poderío superior militar británico. ¿Dónde está el problema con Chile?… en que el gobierno encabezado por el dictador Augusto Pinochet determinó ‘ayudar’ a Inglaterra en ese conflicto, poniendo a disposición de las naves británicas el puerto de Punta Arenas y la participación efectiva de radares y sonares y naves chilenas apoyándolas acciones bélicas del Reino Unido en los mares australes. La razón de tamaño apoyo se supo casi de inmediato. El gobierno dictatorial quería preserva la paz en el país andino ante una posible invasión argentina a territorios chilenos…ya voceada como amenaza oficial por algunas autoridades militares del gobierno argentino meses antes del lío de Buenos Aires con Londres.

Pero, muchos años antes, en 1892, la figura del canciller argentino Estanislao Zeballos cautivó a los historiadores argentinos dedicados al cultivo de la historia de la política exterior del país. El ala derecha de la tradición historiográfica argentina lo ha ponderado como el más patriota de los cancilleres que tuvo el gobierno bonaerense.

Zeballos procuró arrastrar a la Argentina al conflicto entre Chile y EEUU motivado por el incidente del Baltimore (1892). En la tradición historiográfica argentina, este episodio es poco conocido, a pesar de haber alcanzado altos niveles de tensión. La muerte de unos marineros del crucero Baltimore, surto en Valparaíso, motivó la protesta diplomática de Washington. La respuesta del gobierno chileno no resultó satisfactoria para EEUU, y se inició un entredicho diplomático.

El país del norte juzgó que debía dejar a salvo su honor, y endureció su actitud. Chile se mantuvo firme, y pronto comenzaron a efectuarse aprestos militares para saldar el pleito en el campo de batalla. Ambos países llegaron a movilizar sus flotas. Los militares de EEUU “prepararon los barcos, alistaron armas y municiones adicionales y planificaron el bloqueo de los principales puertos chilenos”. EEUU afectó a este operativo ocho buques de guerra, que en conjunto desplazaban 27.000 toneladas. El presidente de EEUU, Benjamín Harrison, envió un informe al Congreso en el cual le advertía de la situación y lo exhortaba a estar alerta para tomar una decisión apropiada. Finalmente, el Congreso de EEUU autorizó al presidente de ese país a declarar la guerra a Chile.

Pero, la sangre no llegó al río. El gobierno de Chile (Jorge Montt) aceptó pagar una fuerte indemnización en dinero a los familiares de los estadounidenses muertos en Valparaíso en una gresca de ebrios con marinos y pisanos chilenos a la salida de un bar.

Y ahora, en pleno siglo veintiuno, el presidente de los EEUU, Donald Trump, en su primera administración, cuando visitó Argentina y se reunió con el entonces presidente Mauricio Macri, mirando un mapa de la nación vecina y dejando plena constancia de su absoluto desconocimiento de geografía, le preguntó: “¿qué es este territorio delgado al lado del suyo?”. ‘Es la república de Chile’, contestó Macri, a lo que Trump acotó: “¿por qué no lo invade y así tiene salida al Pacífico y domina dos océanos?”.

Lo grave, triste y decepcionante es que en Chile hay significativos sectores derechistas y socialdemócratas que admiran y aplauden las políticas de ese desquiciado y violento mandatario estadounidense, aún si él propone borrar a Chile del mapa…y tales sectores quieren gobernar para llevar a efecto las pretensiones del morador actual de la Casa Blanca.

Chile está primero, es verdad…pero no según todos sus habitantes. Y a los hechos me remito.

 

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