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Chile – Fracaso del FA

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El fracaso

Ricardo Candia Cares

Que sea Carolina Tohá la abanderada del oficialismo se relaciona íntimamente con lo infértil del Frente Amplio que fue incapaz de generar un liderazgo de relevo de una generación que venía a cambiar todo lo malo y a terminar con el neoliberalismo. Ni uno ni lo otro. Los que cambiaron, pero para el lado opuesto a sus formulaciones política y éticas iniciales, fueron ellos mismos. Si Gabriel Boric lideró algo, fue ese renunciamiento. Ese fracaso.

Resulta paradojal que luego de tres años de un gobierno que se propuso terminar con todos los males de la política encarnados en los partidos políticos tradicionales, quienes se vieron pringados de la lacra de la corrupción aceptando dineros de empresarios poderosos, sean estos mismos los que se tomaran no solo el gobierno, sino que todo lo demás, incluido la posta continuadora de la gestión Boric. Recordemos que Carolina Tohá era la presidenta del PPD, uno de los partidos más corruptos de la historia, cuando estalló el escándalo.

No olvidemos que los principales ministros del actual gobierno, Tohá, Elizalde, Fernández, Montes, Van Klaveren, provienen de los partidos de la exConcertación, por la que en algún momento pocos daban una chaucha. 

¿No es extraño que nadie del Frente Amplio se eleve a la condición de legatario de lo hecho?

No. El Frente Amplio nació estéril.

A poco andar los lideres de este gobierno dejaron en claro que no eran los legítimos herederos de las luchas sociales, especialmente las estudiantiles que habían encabezado, y de las que se aprovecharon para ser electos diputados.

Los más importantes lideres de lo que ahora es el Frente Amplio fueron las caras visibles de los sucesos del año 2011, momento cúlmine del proceso de movilización estudiantil que comenzó el año 2001, con los estudiantes de Enseñanza Media exigiendo una tarifa escolar decente en el transporte público.

Ahora sabrán que no fue buena idea ponerse como meta llegar al gobierno como quien juega a la política. 

De las ideas de transformación estructural que se barajaron en la discusión del programa del actual gobierno nunca más se supo. La responsabilidad jamás sopesada de lo que era hacerse del gobierno en circunstancias de que el resto del poder está en manos de la ultraderecha, solo les dejó como opción la rendición ideológica. De ahí en adelante se transformaron en esos aborrecibles y típicos hombres y mujeres de Estado, solo que sin corbata.

El lenguaje contrainsurgente de la ultraderecha asumido por la ExConcertación tuvo en bocas de los exlíderes estudiantiles, ahora en el gobierno, el mismo tinte antipopular y la misma disposición represiva envuelta en un lenguaje de respeto al orden y al estado de derecho. 

El mapuche y sus luchas ancestrales no tuvieron en este lapso ni un ápice de comprensión y como única respuesta aumentó la represión y la militarización de esos territorios. Las ofertas al mundo social se deshilacharon en medidas aguachentas que no hicieron justicia real a profesores, estudiantes, pobladores ni trabajadores.

El país siguió profundizando su derrotero neoliberal. 

De reformas estructurales que asumieran la frase del presidente “aquí nació el neoliberalismo, aquí muere”, ni hablar. La ministra Vallejo en su momento advirtió que se terminaría con el neoliberalismo en educación. Y, sin embargo, se profundizó y ahora cruza una tragedia de incalculables efectos a corto, mediano y largo plazo. La educación pública vive sus últimos estertores en manos de un ministro que ha hecho entre nada y ninguna cosa.

Al final de este gobierno las bases neoliberales se verán reforzadas por que no hubo el valor para hacer algo más que abrirle paso a la ultraderecha, cuya venia es necesaria en cada ley propuesta.

La crisis de las instituciones, la que usted quiera, tiene que ver con un modelo económico dominado por los ultra millonarios y poderosos. Hay más trampas que leyes. Y no hay un espacio institucional que no tenga rasgos de corrupción.

Las instituciones funcionan, pero solo para los ricos y poderosos.

El gobierno de Gabriel Boric y sus ideas originales fueron subsumidos por esta cultura neoliberal, aquella misma que se proponían superar.

Cursó el temor al pueblo, hizo efecto su desconocimiento, el divorcio con la realidad que vive la gente abusada. Se hizo presente el miedo a la ultraderecha y la desconfianza en la gente. Fue notoria la incapacidad intelectual y primó el origen de clase de sus líderes.

 Seguramente es rico vivir en una cómoda y amplia casa de un barrio gentrificado, asegurar el futuro de ellos y de sus hijos, y relacionarse en un círculo endogámico, aislados más aun de la realidad del país profundo.

Finalmente, se convencieron de que este es el único orden posible y que pensar en una sociedad más justa es una utopía que lleva al fracaso. Es cosa de extremistas irresponsables venidos del pasado.

En Chile va a suceder lo que viene pasando en Europa, en donde gobiernos que se dijeron de izquierda, socialdemócratas o progresistas, terminaron miserablemente destinados al fondo de la tabla de posiciones luego de haber pavimentado el camino de la ultraderecha más inhumana.

Este gobierno no ha sido sino un proceso de restauración de un sistema político que hacía agua por todas las bandas. La exconcertación no puo tropezarse con algo más maravilloso como con esta experiencia que los rescató de la tumba y les regaló un segundo aire. Luego de haber sido en palabras de Gabriel Boric, lo peor de lo peor.

Para estar en política son necesarios principios y convicciones ancladas en lo más profundo de las conciencias si se levantan o se intentan levantar las ideas históricas de la izquierda: justicia social, trabajos y sueldos dignos, salud y educación democráticas, dignidad para la gente abusada, buen trato para todos mediante políticas públicas que apunten al bien común.

Y, por cierto, el rol protagónico del pueblo organizado y movilizado tras un proyecto liberador, nacional, soberano y popular. 

Algo distinto, es demagogia en estado puro. O plena ignorancia de lo que significa ser de izquierda.

Con esta izquierda neoliberalizada, comprometida hasta la madre con la cultura dominante, sumada a la izquierda genuina que aún no entiende qué pasa en el mundo, la irrupción de la ultraderecha es un peligro inminente. Europa es un claro ejemplo de lo que pasa cuando la izquierda pierde el rumbo, la ideas y su sentido de existir. 

Nunca el Orden gozó de tan buena salud.

El caso es que, desde el punto de vista de sus propias propuestas originales, de las consignas que elevaron, desde el punto de vista de la esperanza tantas veces traicionada a la gente carenciada y desde la quimera de levantar una opción genuinamente de izquierda que haga un camino estratégico que contradiga el credo neoliberal, este gobierno fue un absoluto fracaso. 

Ni siquiera les dio para un candidato propio.

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