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Un té con McCartney 60 años después

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Arturo Alejandro Muñoz

Espero invitarlo a mi casa campesina si alguna vez visita nuevamente Chile. Le debo –a él y a  sus otros tres amigos que conformaban su banda-  los años más plenos y felices de mi juventud. Podríamos conversar respecto de tantas bandas musicales que engalanaron la década de 1960, y  no exclusivamente de grupos angloparlantes, ya que por estos lados del planeta también hubo bandas y grupos inolvidables…y solistas de maravillas, por cierto.

Sin embargo (nobleza obliga), reconozco que aquel cuarteto que él integraba –The Beatles-, le dio a la música popular un giro fantástico abriendo puertas y ventanas al ingreso de una época nueva, irreverente y transgresora.

A McCartney le preguntaría, después de habernos servido un té con galletas, si ellos, los de Liverpool, eran conscientes en los años 60 de estar provocando una verdadera e histórica revolución en la música. Aún más, le inquiriría si era precisamente eso lo que deseaban, o  en caso contrario, se trató sólo de una sorpresa, un hecho fortuito, sin que supieran lo que estaba sucediendo en el escenario histórico con sus creaciones e interpretaciones.

En ese mismo encuentro recordaríamos a Cliff Richard, el modelo a seguir. ¿Cómo olvidar que el adolescente John Lennon, a finales de los años 50,  les llevaba a él y a George Harrison a las presentaciones que Cliff  Richard (junto al grupo The Shadows) tenía en el viejo Londres a objeto de aprender las técnicas que el rocanrolero usaba cuando quería encender al público? Ah, era magnífico Cliff Richard, astro inglés que brilló asombrosamente en el Reino Unido, en Canadá, en Australia, en Japón, en Europa occidental y oriental (e incluso en Chile), pero en los EEUU no tuvo éxito alguno.

Lennon y McCartney tenían muy claro que así como sin la existencia de Elvis Presley, de Buddy Holly o de Everly Brothers, no habría habido un Cliff Richard, sin la existencia de este… ¿habría habido un triunfo tan pleno de The Beatles como el que realmente ocurrió? Difícil saberlo; son las “trenzas” de la insondable Historia.

Aprovechando la visita de Paul a mi casita campesina, indagaría por qué The Beatles nunca se interesaron en viajar a Sudamérica para dar aquí grandes y masivos conciertos, agregando a esa pregunta un hecho que no es un despropósito, pues, el mismo Paul ya convertido en solista, ha estado varias veces en nuestro subcontinente, y con enorme éxito. Pero, los Beatles jamás aparecieron por estos rumbos ¿Qué lo impidió ¿Demasiadas dictaduras, excesivo conservadurismo y militarismo del establishment existente en nuestras naciones sudamericanas?  

Por otra parte, a McCartney no le agrada conversar sobre ciertos temas, como por ejemplo la influencia de Yoko Ono en la ruptura final de la banda…ni tampoco hablar respecto de aquella jornada en la que la reina Isabel los nombró “caballeros” pero, de acuerdo a lo expresado por alguna prensa, ellos se habrían hecho presente con, digamos, cierta dosis de drogas en su sangre. ¿Mito o realidad?

Por cierto, la preguntaría si fueron o no invitados al gran festival de Woodstock en 1969, y cuál de los grupos y solistas que allí actuaron él rescata como excelentes. Yo entonces reconocería que Joan Baez, Joe Cocker, Credence, Santana, Jimmy Hendrix y Jane Joplin, merecen tal titulo.

Entiendo que la visita a mi casa sería corta (la agenda, la bendita agenda). Antes de despedirnos le consultaría a Paul si es correcta aquella afirmación aparecida hace años en cierta prensa farandulera señalando que la noche en que John Lennon recibió cuatro balazos gatillados por Mark David Chapman, al ingresar moribundo al St Luke’s-Rooselvet Hospital Center, en la sala de recepción de ese establecimiento el personal habría estado escuchando un tema popularizado por los Beatles. Se dijo que era “All my loving”, en cuya primera estrofa se lee (y se escucha):

Close your eyes and I’ll kiss you

Tomorrow I’ll miss you

Remember I’ll always be true

And then while I’m away

I’ll write home everyday

And I’ll send all my loving to you

Seguramente Paul me miraría con ojos escépticos y guardaría silencio. Así, el mito continuaría vivo (¿o realmente sucedió  y Paul no quiere revivir el sufrimiento que le atacó esa noche atormentándole el alma?

Un abrazo y una despedida. McCartney se marcha de mi hogar campesino y sobre la mesa queda la tetera, dos tazas y  un sinnúmero de preguntas a la espera de respuestas.

 

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