Imagen: El aspirante presidencial de Argentina Javier Milei carga una motosierra durante un mitin de campaña en La Plata, Argentina, el martes 12 de septiembre de 2023. (Foto: Natacha Pisarenko / AP)
JACOBIN
En Argentina, el voto a Milei da cuenta de la crisis de un sistema político articulado alrededor de la emergencia y perdurabilidad de la identidad peronista. Del alcance de ese fenómeno depende la capacidad de Milei para crecer electoralmente en las elecciones generales del próximo domingo y en un eventual balotaje.
La noche del 13 de agosto, el primer puesto del ultraderechista Javier Milei en las elecciones primarias de Argentina sorprendió a propios y ajenos. Desde entonces se han sucedido una serie de análisis sobre las causas y la composición de ese voto. Todos ellos son, en realidad, ejercicios y aproximaciones a un examen que requiere más tiempo que el de la urgencia de la intervención en la coyuntura. Urgencia que viene dictada por la necesidad de comprender, condición elemental para emprender cualquier tipo de acción colectiva que resulte efectiva.
Dichos intentos por comprender los resultados de las elecciones primarias se dieron en el contexto de una multiplicación de espacios de discusión de militantes y organizaciones sociales, sindicales y políticas, en particular de la izquierda. Todos —o al menos la mayoría— tenemos la impresión de que el voto a Milei expresa algo más que la coyuntura crítica en la que se produjo; que da cuenta de procesos de más largo plazo, cuyo desconocimiento o comprensión inadecuada no nos permitió anticiparlo.
El que presentamos es un ejercicio más, tanto o más limitado que otros, pero igualmente motivado por el ánimo de comprender a qué nos enfrentamos realmente. La cantidad de casos y el tratamiento simple de los datos no permiten más que producir algunas hipótesis de lectura de una realidad esquiva e intentar, mientras tanto, hacer algo.
El próximo domingo 22 de octubre son las elecciones generales, y el conurbano bonaerense será uno de los escenarios centrales de la disputa electoral tanto debido a su peso en el total del país en una elección de distrito único como porque Milei, que salió tercero en las primarias de la provincia de Buenos Aires, tiene allí mucho espacio para crecer.
Lo primero que nos proponemos, entonces, es emprender una aproximación simple al análisis del voto en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) en una serie de partidos seleccionados del Gran Buenos Aires (GBA) a partir de dos dimensiones. En primer lugar, la relación entre el voto a las principales fuerzas políticas y la suma de las abstenciones, el voto en blanco e impugnado y la composición de clase de la población ocupada en cada uno de esos partidos. Se trata de un análisis ecológico o ambiental, que si bien no nos permite conocer la composición del voto, sí nos deja ver si aparece alguna relación entre la composición de clase de la población ocupada del distrito electoral y el desempeño electoral de las diferentes fuerzas y expresiones políticas.
En segundo lugar trataremos de observar si hay alguna relación entre el voto a las principales fuerzas políticas y la suma de las abstenciones, el voto en blanco e impugnado en cado uno de los partidos del conurbano seleccionados. Por último, testearemos las conclusiones que nos brinde este último ejercicio en el voto de las elecciones provinciales, particularmente aquellas que ganó Javier Milei.
No se pretende con ello abarcar las posibles explicaciones del fenómeno: está claro que el voto a Milei encuentra un motivo esencial en la reacción contra el movimiento feminista y que todo indica —aunque acá no podemos confirmarlo— que hay una segmentación por edad, entre otras causas. Solamente se trata de aportar un insumo más para la composición de un cuadro general que deberá seguir siendo elaborado en las discusiones colectivas.
Trabajadores informales
Una de las cuestiones en debate ha girando en torno a si el voto a Milei atraviesa del mismo modo a todos los grupos sociales o si presenta algún sesgo según clase o estrato social. La cuestión es importante, porque cuanto más «atrápalo todo» sea la candidatura de Milei, mayor es su probabilidad de construir una mayoría electoral… y más difícil también entender qué expresa. Aquí presentamos los resultados de las PASO para una serie de 10 partidos del conurbano (sobre un total de 24). La selección se hizo con dos criterios: que cubriera las zonas norte, sur y oeste, primero, y que incluyera partidos en los que haya ganado el peronismo, el macrismo y que hayan cambiado de manos, segundo.
Lo que hicimos fue tomar el censo de 2010 —el último que nos permite hacer esto— y ver la distribución de la población ocupada de cada uno de los partidos del conurbano según clase, prestando especial atención a la división de la clase obrera entre formales e informales.
Para aclarar los parámetros, señalemos que «Burguesía grande, mediana y pequeña» es la suma de todos los patrones y de todos los empleados en ocupaciones directivas del Estado y de la empresa privada, que «Asalariados formales» incluye todos los asalariados con aporte jubilatorio (excluidas las ocupaciones directivas y las ocupaciones de limpieza y el servicio doméstico), «Asalariados cuello blanco» comprende todos los asalariados formales empleados en ocupaciones no manuales y no directivas y «Clase trabajadora informal» abarca a todos los asalariados sin aporte jubilatorio, los empleados en servicios de limpieza y servicio doméstico y los trabajadores por cuenta propia.
A continuación observamos el desempeño electoral de las distintas fuerzas políticas y la suma de la abstención, el voto en blanco y el impugnado en cada uno de los partidos seleccionados. Tomamos siempre el porcentaje sobre el total de electores y solo presentamos datos de Unión por la Patria (UxP, peronismo), Juntos por el Cambio (JxC, macrismo) y La Libertad Avanza (LLA, Milei) para simplificar la exposición (la izquierda representada por el FITU estaba incluida originalmente pero no presentó ninguna relación apreciable con los indicadores elegidos, al menos a este nivel de análisis, por lo que fue suprimida de la comparativa).
Unión por la Patria y Juntos por el Cambio solo presentan una relación apreciable entre el desempeño electoral y el peso de la Burguesía grande, mediana y pequeña, aunque de signo opuesto. Allí donde el peso se acerca al doble del promedio (6,8) JxC obtiene los porcentaje más altos (San Isidro 35,5% y Vicente López 35,4%) y UxP obtiene los peores resultados (14% y 15% respectivamente). Sin embargo, la comparación para el caso de Milei tiene algo más para decirnos.
Los cuadros 3 y 4 muestran resultados matizados. Si bien el voto a Milei oscila en un rango acotado de entre el 14% y el 18% en todos los partidos, allí donde el peso de la clase trabajadora informal en la población ocupada se acerca o supera al 45%, el voto a Milei alcanza y supera el 16% (Cuadro 3); allí donde el peso de los asalariados formales es menor al 45%, alcanza y supera el 16% (Cuadro 4). La excepción es Quilmes, sobre la que podremos decir algo más enseguida.
Ahora bien, ¿Significa esto que Milei tiene más dificultades para penetrar el voto de los asalariados formales? ¿Los informales son un terreno más probable para la expansión del voto de La Libertad Avanza? ¿Puede ser el miedo (más que el interés racional) de quienes tienen algo que perder ser un límite para la expansión del voto de Milei en el conurbano bonaerense?
Crisis del peronismo
Quizás esos datos adquieran una mayor relevancia si nos acercamos al contenido político de la abstención electoral. En el Cuadro 5 ordenamos los distritos electorales según el peso de la abstención electoral. Agregamos, en el caso de Unión por la Patria, el porcentaje sobre el total de votos emitidos válidos al lado del porcentaje sobre el total de electores.
Con la excepción de Merlo, allí donde el voto al peronismo es más alto tiende a ser más alta la suma de la abstención, el voto en blanco e impugnado, y lo contrario ocurre con Juntos por el Cambio. Ello estaría señalando, una vez más, la relación entre abstención y desmovilización electoral del voto peronista. La excepción de Merlo apunta en el mismo sentido: allí el porcentaje de abstención, voto en blanco y voto nulo es tan alto (40,2%) que terminó por afectar el peso del voto de Unión por la Patria sobre el total de electores, pero la consideración del porcentaje sobre el voto emitido válido lo coloca en el lote de los partidos de alta votación para el peronismo (36%). El voto a Milei no manifiesta una relación tan clara con la abstención y los votos blanco y nulo como la del voto a Unión por la Patria, pero el promedio de abstención en los partidos donde alcanza o supera el 16% (34,8%) es mayor al promedio de los 10 partidos seleccionados (30,3%). Parece clara la relación entre el voto a Milei y la desmovilización del voto peronista, pero lo es menos la naturaleza de esa relación.
Cuando observamos el desempeño electoral de las principales fuerzas políticas según se clasifiquen los partidos entre: aquellos donde siempre, desde 2011, ganó las elecciones a presidente el peronismo; aquellos en los que Cambiemos/JxC ganaron en 2015 y 2019; y aquellos que oscilaron a lo largo de las tres elecciones, se observa que Milei obtiene los mejores resultados en los «oscilantes», con la excepción de Merlo y La Matanza, donde ya vimos que es muy alto el peso de la clase trabajadora informal (Cuadro 6). Ello puede estar expresando que el voto a Milei no manifiesta simplemente el desencanto con el peronismo, sino una tendencia a la desafección y pérdida de lealtad electoral que, si reunimos el conjunto de los datos, tiene su núcleo —al menos en el conurbano— en la clase trabajadora informal.
Una mirada superficial a las elecciones provinciales confirma lo expuesto, al menos en lo que refiere al voto de Milei y su relación con la crisis del peronismo. Como muestra el Cuadro 7, la participación electoral en las PASO presidenciales fue más baja en las provincias que ganó el peronismo, más alta en las que ganó Juntos por el Cambio e intermedia donde ganó Milei, aunque más cercana a la de Juntos por el Cambio.
Pero un acercamiento a las provincias en las que ganó Milei expone que se impuso en 5 de los 6 distritos en los que el peronismo perdió sus elecciones locales a gobernador (Chubut, San Juan, San Luis, Santa Cruz y Santa Fe); la restante es Chaco, donde llegó en segundo lugar. Un segundo grupo lo componen las cuatro provincias en las que el peronismo reeligió gobernador desdoblando comicios locales y nacionales (La Pampa, La Rioja, Tierra del Fuego y Tucumán). Un tercero, las cinco provincias cuyas elecciones locales fueron ganadas por fuerzas provinciales, incluyendo el PJ Cordobés (Córdoba, Misiones, Neuquén, Río Negro y Salta). Con la excepción de Neuquén, se trata de provincias que en el pasado fueron gobernadas por el peronismo o por aliados del peronismo nacional. Las dos provincias restantes, las únicas gobernadas previamente por —y donde reeligió— Juntos por el Cambio son Jujuy (en donde, tras la reelección del gobernador Gerardo Morales, un intento de reforma de la constitución encendió la protesta social y política) y Mendoza, en donde Juntos por el Cambio se rompió a nivel provincial y fueron separados sus principales partidos: la UCR y PRO.
Conclusiones para lo que sigue
Es difícil saber hasta qué punto el ejercicio presentado describe adecuadamente el significado del voto a Milei (al menos aquel interpretable con los indicadores elegidos). Pero si estas hipótesis encuentran un mayor respaldo, lo expuesto significa que el voto a Milei expresa más que un desencanto con el voto peronista: manifiesta un proceso de desafección y pérdida de lealtad electoral cuyo núcleo —al menos en el conurbano— es la clase trabajadora informal.
Ello no anula el hecho de que el voto a Milei dé cuenta de una crisis de representación más general, sino que más bien lo confirma: se trataría de la crisis de un sistema político articulado alrededor de la emergencia y perdurabilidad de la identidad peronista. Del alcance de ese fenómeno depende —al menos en parte, pero seguramente de modo considerable— la capacidad de Milei para crecer electoralmente en las elecciones generales y en un eventual balotaje, para extenderse entre la clase trabajadora informal pero también entre los asalariados formales, donde el miedo de los que tienen algo que perder debe coexistir con la desafección del peronismo.
Por otro lado, las excepciones portan información valiosa. Quilmes, donde a pesar de la alta abstención y el alto porcentaje de trabajadores informales, el voto a Milei no descolló, puede estar señalando un escenario donde prima el desencanto. ¿Será así? ¿Cuánto desencanto y desafección esconde la abstención electoral? Tigre muestra otra excepción: allí, a pesar de la alta abstención, el peronismo tuvo un pobre desempeño (21,4%). En Tigre, el espacio político del candidato a Presidente de Unión por la Patria —el actual ministro de Economía Sergio Massa— se encuentra en crisis desde antes de 2019, lo que condujo a su fuerza a una interna local. En un partido con un porcentaje de clase trabajadora informal inferior al 45% (42%) Milei alcanzó el 18,1% de los votos sobre el total de los electores.
No podemos confirmar si entre los jóvenes el voto a Milei fue más alto que en otros segmentos etarios, pero de ser así lo que tanto se repite tendría lógica desde los resultados presentados: es un hecho conocido que la informalidad es más alta entre los jóvenes. Pero, además, ¿qué es la identidad peronista para los más jóvenes? ¿Cuál fue la experiencia del Estado y del kirchnerismo para quienes vivieron gran parte de su vida en el largo estancamiento económico y sin perspectivas de salida política iniciado en 2012? En la respuesta a estos interrogantes sin dudas reside buena parte de las explicaciones sobre la situación actual. De momento, solo queda esperar al domingo… y tratar de hacer algo mientras tanto.
ADRIÁN PIVA
Sociólogo, profesor de la Universidad de Buenos Aires y autor de Economía y política en la Argentina kirchnerista (Batalla de Ideas, 2015).