La cuenca del Maipo, de la que depende la mitad de la población de Chile, es una de las más estresadas del mundo
Democracia Abierta
Valle del Glaciar Nieves negras que viene del Volcán San José, en el Cajón del Maipo, en los Andes chilenos | David Cossio
El río Maipo está explotado a lo largo de todo su recorrido: en la cordillera, donde nacen las aguas que alimentan a la mitad de la sociedad chilena, sus afluentes fueron entubados; en su desembocadura, un proyecto de megapuerto podría transformar su morfología; entre ambos puntos, la extracción de áridos, el sobreotorgamiento de derechos de agua y la contaminación, generan un escenario alarmante. No parece que esto sea sostenible en el tiempo para la región más habitada del país.
La mitad de los chilenos
Los recientes estragos causados por el repentino aumento de los caudales del río Maipo, entre otros ríos de la Región Metropolitana (RM) y la zona centro de Chile, nos hicieron olvidar por un momento el grave déficit hídrico que atravesamos. Camino a un catorceavo año de sequía, de no tomarse medidas con miras al futuro cercano, el principal río de la cuenca más habitada de Chile podría enfrentar problemas irreversibles que afectarían directamente a más de 7 millones de personas.
El río Maipo nace a los pies del volcán del mismo nombre, a unos 5000 metros de altitud en la cordillera de los Andes y desemboca en el océano Pacífico, recorriendo unos 250 km, y recibiendo aguas de afluentes de distintos tamaños, como las del río Mapocho, que cruza la capital del país.
Abarcando una superficie de 15.304 km2, la cuenca del Maipo comprende la totalidad de la Región Metropolitana y tres provincias de otras dos regiones: las de San Antonio y Valparaíso (Región de Valparaíso) y la de Cachapoal ( Región del Libertador Bernardo O’Higgins).
Las aguas del Maipo abastecen cerca del 70% de la demanda de agua potable, y alrededor del 90% de las demandas de regadío de la RM. Por ende, la salud del río es fundamental para garantizar el derecho al agua de unos 10 millones de personas, aproximadamente la mitad de la población de Chile.
Chile ocupa el puesto 18 de 164 con mayor estrés hídrico del mundo, y el primero en América Latina
A pesar de su importancia estratégica para el abastecimiento de agua, la cuenca del Maipo no está exenta de importantes intervenciones y amenazas como son las mineras metálicas y sus externalidades como relaves y transporte; mineras no metálicas; proyectos energéticos y sus sistemas de distribución, extracción de áridos, contaminación por pesticidas y sobreotorgamiento de derechos de agua, realidad que invita a repensar en profundidad la gestión del río.
Chile ocupa el puesto 18 de 164 con mayor estrés hídrico del mundo, y el primero en América Latina, de acuerdo con el Atlas de Riesgo de Agua, llevado a cabo por el World Resources Institute el 2019.
La hidroeléctrica y las mineras
Entre cumbres nevadas, glaciares, humedales y ríos de San José de Maipo -una comuna de poco más de 18 mil habitantes-, y en contra de la voluntad de los ciudadanos, se instaló Alto Maipo, un megaproyecto hidroeléctrico que, a través de 70 km de tubos, intercepta napas subterráneas, y drena y desvía aguas superficiales de los principales ríos tributarios del Maipo (Yeso, Colorado y Volcán), para canalizarlos hacia dos centrales de paso subterráneas.
Desde que se supo de la existencia de este proyecto en 2008, diversas agrupaciones denunciaron los riesgos de un proyecto de tal envergadura, lo que se convirtió luego en “No Alto Maipo”, un enorme movimiento ciudadano, que sin embargo no logró frenar el proyecto.
Así, a la intervención de ríos y aguas prístinas recién nacidas de los glaciares se suman factores externos globales y nacionales, como la crisis climática, la escasez de lluvias y el avance de la desertificación y la sequía: en Chile el 23% del territorio está desertificado y un 53% presenta algún estado de sequía, según el Reporte Nacional de Degradación de Tierras, elaborado por la Corporación Nacional Forestal (Conaf)
“¿Cómo se puede entender que una autoridad racional y supuestamente coherente haya permitido que Alto Maipo pasara por la institucionalidad ambiental? ¡¿Cómo?!”, se pregunta de manera retórica Juan Pablo Orrego, un reconocido ambientalista y ecólogo chileno vecino de San José de Maipo. Orrego agrega que “lo que está pasando en el cajón del Maipo, está pasando en el mundo: hay sectores con poder que están ciegos”.
Junto a esta intervención, están las amenazas de proyectos mineros como Escalones (para la extracción de cobre principalmente) y los proyectos La Perla y Rubí, (para la extracción de yeso). Pero al mismo tiempo, habitantes de esta comuna y del gran Santiago, exigen que 142 mil hectáreas de San José de Maipo sea declaradas Parque Nacional, iniciativa conocida como Queremos Parque, para resguardar glaciares milenarios, ecosistemas cordilleranos y un sinfín de especies de flora y fauna.
Mientras miles de turistas se acercan a esta comuna, principal destino turístico de la RM gracias a sus impresionantes paisajes, oferta de deportes extremos, cabalgatas y senderismo, y alto valor para el estudio de las ciencias de la tierra, a la vez se canalizan millones de metros cúbicos de agua y se extraen millones de metros cúbicos de ripio del lecho del río.
“Esta cuenca está depredada y tenemos que practicar una lucidez implacable para tratar de revertir esta situación, porque la tendencia es a la desertificación” dice, tajante, Orrego.
La sociedad civil, mobilizada
El primer domingo de cada mes, una decena de voluntarios se distribuyen en distintos puntos del cajón para sumergir con sus manos instrumentos de medición en las gélidas aguas que bajan de la cordillera. Ellos son Voluntarios por el Agua, iniciativa de ciencia ciudadana que hace más de un año miden, como dicen ellos, los signos vitales del río Maipo y sus afluentes.
“Somos vigilantes atentos al río. Sacamos fotos, muestras, y medimos de forma constante, y podemos avisar a la población que el río es muy dinámico y cambiante”, explica la coordinadora científica de Voluntarios por el Agua, Zoe Flemming, quien es también investigadora del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia de la Universidad de Chile.
Si bien el equipo que utilizan no es el más sofisticado, ni trabajan con un laboratorio certificado, están realizando una línea de investigación de base de forma ciudadana con el rigor científico pertinente que tiene el potencial de “ser un sistema de alerta temprana y, frente a algún cambio que notemos, informarlo y hacer un análisis más profundo sobre eso”, comenta Flemming.
“El extractivismo, en sus distintos niveles, nos afecta a todos, de cordillera a mar”, explica Hernán García, encargado de vinculación territorial de Somos Cuenca
En poco tiempo, este proyecto ha convocado a personas de todo Santiago y ha establecido redes con otros “vigilantes” de los ríos en latitudes más australes, pero también dentro de la cuenca del río, que auscultan mes a mes, a través del proyecto Somos Cuenca, a través del cual distintas organizaciones relacionadas con el río Maipo han establecido redes de colaboración y cooperación.
“El extractivismo, en sus distintos niveles, nos afecta a todos, de cordillera a mar. Entonces, tenemos algo en común que es el conflicto, pero a la vez, ese conflicto nos dio la oportunidad de articularnos como cuenca”, explica Hernán García, encargado de vinculación territorial de Somos Cuenca.
Lo que partió como una idea al fragor de la revuelta de octubre de 2019, continuó como un proyecto ejecutado de manera online durante la pandemia, para realizar un rescate de la memoria colectiva en torno al río Maipo. A esto se sumaron intervenciones en las partes alta, media y baja de la cuenca para establecer confianzas y generar asociatividad entre las agrupaciones medioambientales. Y todo terminó con una red activa hasta hoy en la cuenca del Maipo.
“Estamos generando una red que pretende instalar mecanismos de protección efectiva a gran parte de la cuenca y para esto es fundamental que se sumen todos los actores y que nos veamos así, como cuenca”, explica García.
Así, la protección y defensa del río es a su vez la protección y puesta en valor de flora y fauna; modos de vida tradicionales o artesanales; ecosistemas y los servicios ecosistémicos que nos brindan a los humanos; resguardo de las fuentes de agua potable y garantía de un buen vivir.
Gobierno y gobernanza
“Antes todo esto era campo, como dicen los antiguos”, afirma Francisco Caamaño (34), activista de la organización medioambiental Verde Nativo, que trabaja en la zona sur de la RM. “El cambio de uso de suelo y el aumento de la población urbana ha provocado que tierras ricas en nutrientes y con alta productividad, hoy estén bajo viviendas y poblaciones, algunas irregulares”, explica, dando cuenta de la transformación de la vocación de comunas del sur de la RM, como El Monte, Talagante, Isla de Maipo y Peñaflor.
Fuera de la capital, el río Maipo y el agua subterránea del acuífero es utilizada por la agroindustria para la fabricación de productos de exportación como paltos, nogales y cítricos. La pequeña agricultura familiar y campesina, que es la que abastece con diferentes hortalizas a las ferias libres locales, ha sido desplazada progresivamente.
Esta situación, el aprovechamiento del agua para satisfacer las exportaciones internacionales sobre las demandas locales, es un punto que Caamaño critica de la matriz económica chilena por los conflictos que genera con relación al acceso al agua. Pero junto a esta problemática, existe una amenaza más palpable y visible a lo largo del recorrido del río Maipo: la extracción de áridos para la provisión de insumos pétreos utilizados principalmente en la construcción.
“Es el principal factor que ha provocado un daño irreparable y modificado la forma del río. Las empresas areneras parecen mineras emplazadas, y lo que es más grave, en un bien nacional de uso público, que es el río Maipo”, puntualiza Caamaño.
La extracción de áridos es una actividad altamente invasiva que se realiza con maquinaria pesada para abastecer de cantos rodados, ripio, gravilla y arena la construcción de edificios, obras viales y puentes, entre otros. Según la legislación actual, son las municipalidades las que deben otorgar los permisos y concesiones de extracción, que deben contar con la aprobación de la Dirección de Obras Hidráulicas (DOH).
El avance de la ciudad sobre la ribera se tradujo en las imágenes del río llevándose casas y vehículos tras las torrenciales lluvias de fines de junio
A pesar de ser una actividad que extrae el lecho y ribera del río, alterando la estabilidad y morfología e incluso puede ser un factor que provoca socavamiento y aluviones, no existe un catastro actualizado que caracterice los sitios de extracción y los volúmenes extraídos en el país.
Tras el paso de las maquinarias que transforman la morfología del río, grandes explanadas y zonas antes integradas a los ecosistemas ribereños, pasan a ser zonas que son consideradas inertes y utilizadas para el vertimiento de basura e incluso para el emplazamiento de viviendas. Este avance de la ciudad sobre la ribera o en lecho mismo, fue el que se tradujo en las imágenes del río llevándose casas y vehículos tras las torrenciales lluvias de fines de junio que provocaron el aumento del caudal de los ríos Maipo y Mapocho en la zona sur de la RM.
“Las personas, confiadas pensando que, debido a la sequía, cambio climático y escasez hídrica, el río nunca más iba a retomar su cauce, se han instalado de forma regular e irregular en lugares cercanos a los cauces, y bastó una lluvia fuerte para que se manifestara esta compleja problemática socioambiental”, concluye Caamaño.
El trabajo desarrollado por Caamaño y las organizaciones a las que pertenece lo han comunicado a distintas autoridades y con base en evidencia científica han advertido sobre esta problemática. De hecho, una contradicción importante del Plan Regulador Metropolitano de Santiago -principal herramienta de planificación urbana- es que distintas zonas de las riberas están declaradas sobre el papel como Parque Metropolitano, debido a que son “zonas de inundación”. Pero en la práctica son basurales o están tomadas por viviendas precarias e irregulares.
La institucionalidad chilena en materia de gestión del agua está muy dispersa y no permite canalizar las inquietudes, demandas y conocimiento de la ciudadanía
Desde ese cargo, pudo de alguna manera comprobar lo que ya había constatado como activista: la institucionalidad chilena en materia de gestión del agua está muy dispersa y por tanto “no permite canalizar las inquietudes, demandas y conocimiento de la ciudadanía sin estar dirigiéndose a varias instituciones del Estado, lo que es bastante desgastante”, opina el exconvencional.
Al respecto, Mauricio Fabry, jefe del Departamento de Medioambiente, Biodiversidad y Acción Climática del Gobierno Regional Metropolitano, realiza el mismo análisis en el contexto de sequía y crisis climática de la cuenca.
“En Chile tenemos una institucionalidad que no conversa con la escasez del recurso. Tenemos más de 56 instituciones que tienen alguna competencia en los ámbitos relacionados al agua”, detalla el candidato a Doctor en Conservación de la Biodiversidad y agrega que, “por otro lado, durante el verano, en la cuenca del Maipo podemos tener hasta un 36% más de derechos de aprovechamiento que agua en el río, lo que genera una tremenda presión en el acuífero, afectando el acceso al agua de mucha gente”.
Es más, según Fabry, la cuenca del Maipo es una de las más estresadas del mundo y “el río Maipo es uno de los 20 ríos más estresados del mundo. Por lo tanto, tenemos un problema bien complejo”, afirma el encargado de Medioambiente del Gobierno Metropolitano.
Los matices y aristas de esta problemática del estrés son variados. Un elemento relevante a considerar es al agricultura, ya que la mayoría del agua de la cuenca (superficial y subterránea) se ocupa para la producción de alimento pero, a pesar del progresivo aumento en la eficiencia hídrica en este sector, ésta no se ha traducido en un menor consumo de agua. Por el contrario, se ha aumentado la extensión de las áreas regadas o ha aumentado la intensificación de su uso.
Según la Superintendencia de Servicios Sanitarios (SISS), hoy en Chile existe un 33,5% de pérdidas de agua potable en lo que se conoce como agua no facturada, es decir, agua que en el proceso de distribución se pierde por roturas, filtraciones, conexiones clandestinas y errores en las mediciones, entre otros ítems, algo “tremendamente grave” para la autoridad metropolitana.
La desembocadura, amenazada
Durante el verano de 2023 un suceso histórico fue noticia nacional: el río Maipo, por primera vez, dejó de desembocar en el mar. El bajo caudal de sus aguas y los cada vez más frecuentes episodios de marejadas, generaron un tapón de arena que el famélico río no pudo sortear.
En su desembocadura, el Maipo se convierte en un vasto estuario con humedales flanqueado por terrenos de cultivo en sus riberas. Las cientos de aves playeras y migratorias que gozan de sus aguas y refugio de sus juncos, embellecen con su vuelo el cielo del litoral central de Chile.
En el verano de 2023 el río Maipo, por primera vez, dejó de desembocar en el mar
Sin embargo, en San Antonio, donde el Maipo vierte minerales y nutrientes transportados desde la cordillera, el megaproyecto Puerto Exterior de San Antonio podría poner fin no solo a una desembocadura, sino a ecosistemas estrechamente vinculados a modos de vida locales, como los pescadores artesanales en la desembocadura del río.
“Si este proyecto se construyera tal y como está presentado, tendría impactos terriblemente negativos en el humedal, en la playa y en el estuario, ya que están interconectados, lo que se sumaría al cierre de la desembocadura”, afirma Gladys Clavijo, representante de San Antonio Ambiental, organización local que denuncia las graves intervenciones que supondría este proyecto, como es el cambio de la dirección de las aguas desembocadas y de la acumulación de sus sedimentos.
El megaproyecto de Puerto Exterior busca expandir la infraestructura de la actual terminal marítima, presentó, en su proyecto original en 2020, que habría impactos en la calidad de las aguas superficiales y en los niveles en el acuífero conectados a la desembocadura del Maipo; pérdida de hábitat acuático y su relación con el hábitat para la fauna local y emisiones sonoras con efectos en sitios de nidificación y reproducción de aves. Todo esto, debido a que el proyecto inicial consideraba rellenar tres lagunas urbanas conocidas como “Ojos de Mar”.
Parte de la comunidad de San Antonio, ante la inminente amenaza, se agrupó en la ONG Ojos de Mar, cuyo objetivo es la protección del sistema de lagunas del mismo nombre en la que habitan más de 500 especies de flora y fauna. La ONG pretende que este lugar sea un polo de desarrollo local sostenible a través del turismo. Pero deben enfrentarse a este “Goliat” que es el proyecto de expansión portuaria, que el mismo Presidente Boric ha dicho no se puede “seguir postergando”.
“Acá tiene que haber una regeneración local ambiental y social y para allá vamos encaminados. La protección del humedal ha abierto el espacio para pensar en un desarrollo que va mucho más allá de recibir, guardar y mover contenedores”, explica Lily Plaza (28), una de las fundadoras de la ONG Ojos de Mar.
En la actualidad, Puerto Exterior está paralizado en el sistema de evaluación ambiental gracias a las más de 7.000 observaciones ciudadanas realizadas contra el proyecto. Por otro lado, el municipio, junto a otras agrupaciones, está resolviendo en tribunales ambientales la situación de Ojos de Mar, que fue el primer humedal rechazado por el Ministerio de Medio Ambiente para ser protegido como humedal urbano, en el marco de la ley 21.202 de Humedales Urbanos, principal herramienta legal para la protección de estos ecosistemas.
Unos kilómetros antes de la desembocadura, otro gremio ha sido afectado en su modo de vida: los agricultores ribereños. Ellos son testigos de la transformación del caudal del Maipo, la basura que arrastra, las riberas extraídas por las plantas de áridos y, según ellos, el agua salobre que ingresa mucho más que en el pasado, afectando sus ricas tierras de cultivo.
“Antes, todos estos terrenos se inundaban con las aguas que traían ciénego, semillas, agua rica en nutrientes. Pero hace décadas que eso no sucede por la disminución de las lluvias, la sequía y porque en los 2000 la extracción de áridos se intensificó”, explica Julio Clavijo, agricultor integrante del Comité de Pequeños Agricultores de San Juan de Llolleo.
Clavijo también insiste en que en su juventud las riberas del río Maipo eran un bellísimo balneario popular en el que familias enteras podían pasar sus tardes de primavera y verano de forma tranquila y en contacto con la naturaleza, “incluso venían muchos santiaguinos a estas zonas a bañarse en el río, a andar a caballo, a hacer picnic y pasear sus mascotas. Era un lugar recreativo, pero todo eso ya se acabó”, comenta con evidente nostalgia y agrega que “debemos proteger estos espacios para proteger la felicidad, si de eso se trata”.
El Instituto Nacional de Derecho Humanos (INDH), que realiza desde 2012 el Mapa de Conflictos Socioambientales en Chile, registra como conflictos tanto Alto Maipo como el Puerto Exterior de San Antonio. Este último figura allí gracias a las gestiones de la ONG Ojos de Mar, como parte de sus acciones para visibilizar el conflicto a nivel nacional.
Durante julio, ocurrirá un nuevo encuentro de gente de la cordillera y del mar cuando Voluntarios por el Agua se junte con Ojos de Mar en San Antonio para medir al río y seguir estableciendo redes entre organizaciones a lo largo de la principal cuenca de la Región, acciones que parecieran ser inversamente proporcional a los impactos y abusos de sus aguas, sus territorios y su gente.
Desde su nacimiento a su desembocadura, el río Maipo y su cuenca, de la que depende la mitad de la población de Chile, es objeto de todo tipo de agresiones y de explotaciones sin límite, y actualmente se encuentra en un estado agonizante. Sólo la acción concertada de los múltiples actores implicados en su explotación y en su defensa pueden evitar una muerte anunciada. Ya se está tardando demasiado.