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Marek Edelman, líder de la rebelión del gueto de Varsovia

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NECROLÓGICA:

Marek Edelman, líder de la rebelión del gueto de Varsovia

Los nazis cercaron a los judíos, la lucha duró tres semanas

ELISABET SANS, EL PAÍS, ESPAÑA

http://elpais.com/diario/2009/10/24/necrologicas/1256335202_850215.html

 

El paso del tiempo siempre ha hecho inevitable la desaparición de testimonios clave de nuestro pasado. El pasado 2 de octubre [de 2009]  falleció por causas naturales, a los 90 años, Marek Edelman, el último líder superviviente del levantamiento del gueto de Varsovia contra la ocupación nazi. Jamás se consideró una víctima; para él las víctimas fueron los que murieron en el Holocausto. Era más bien un superviviente, y sobre todo un luchador por la dignidad y la libertad.

Edelman nació en 1919 en Gómel (hoy en día parte de Bielorrusia), pero a finales de los años veinte ya vivía en Varsovia con su familia. Tras la invasión alemana de Polonia en 1939, como tantos miles de judíos, fue confinado en el gueto de la capital polaca. Un gueto cerrado por los nazis en 1941 con un muro de tres metros de altura y más de 10 kilómetros de largo en el que se hacinaban medio millón de judíos. «Cada 25 metros había patrullas alemanas. Cuando alguien se asomaba, disparaban. La ración de pan para un polaco era de 250 gramos diarios. Un judío podía obtener 30 o 40 gramos. Al mes morían unas 6.000 personas a causa del hambre, las enfermedades, las infecciones. Esto era el gueto de Varsovia», describió Edelman en una entrevista publicada en EL PAÍS en 1993.

«Fue una insurrección contra la muerte en la humillación», decía

En 1942 se convirtió en líder juvenil de la Unión General Laboral Judía, ayudando también a formar la organización judía de la lucha (ZOB), protagonista de la que sería la primera rebelión contra la ocupación hitleriana en Europa. A diario veía partir trenes hacia el campo de exterminio de Treblinka. Edelman aprovechó su puesto de mensajero del hospital del gueto para entregar documentos a los oficiales que acreditaban como enfermos para viajar a algunos de los pasajeros. Pasajeros a los que la ZOB formaría para organizar la resistencia.

Tan sólo fueron unos 220 jóvenes, muchos seguían queriendo creer en las versiones de los alemanes que decían que los trenes que salían de Varsovia llevaban a campos de trabajo. Apenas tenían algunas pistolas, granadas y bombas de fabricación casera. Los planes de la resistencia se convirtieron en lucha el 19 de abril de 1943, cuando más de 2.000 nazis cercaron el gueto. Su misión era asesinar o llevar a campos de concentración a los 60.000 judíos que quedaban en el gueto. Fueron tres semanas de lucha que acabaron con la derrota de los judíos y todas las casas calcinadas. «Queríamos demostrarnos a nosotros mismos que éramos iguales, seres humanos como los soldados que estaban en el otro bando. Fue una insurrección contra la muerte en la humillación», recordaría Edelman en la entrevista.

Logró escapar por los canales del alcantarillado en la parte polaca de Varsovia, donde a él y a otros pocos de su unidad les esperaba un camión. Sobrevivieron 40 insurgentes. Poco después regresó a la lucha junto a la resistencia polaca para participar en el sangriento levantamiento de Varsovia que pretendía liberar a la capital de los nazis, que tampoco tuvo éxito.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, y siguiendo su creencia de que jamás sería víctima, decidió continuar con sus planes de vida y estudió medicina. Durante más de tres décadas se guardó sus vivencias; hasta los años setenta no contó su historia a la periodista Hanna Krall, que escribió un libro con sus memorias. Ese tiempo lo dedicó a convertirse en un cardiólogo de renombre. Pero nunca abandonó la lucha. En los setenta ingresó en las filas de la oposición anticomunista y en el sindicato Solidaridad -que colaboró en la caída del comunismo en Polonia en 1989-, lo que le costó la reclusión por parte del régimen comunista. Aunque su mujer y sus hijos emigraron a Francia él nunca abandonó Polonia, ni siquiera en las explosiones de antisemitismo de los sesenta. Siempre se negó a contestar preguntas sobre por qué no se había ido, las consideraba demasiado simples. Aunque en una ocasión respondió: «Alguien se tenía que quedar con todos los que murieron».

En 1983 se negó a participar en el 40º aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia, organizado por las autoridades comunistas. «Sería cínico y despreciable en un país en el que la vida está dominada por la humillación y la coerción». Seguía combatiendo contra un régimen que le privaba de la libertad por la que tanto había luchado. Finalmente, en 1998, con motivo del 55º aniversario del levantamiento, recibió la mayor condecoración de Polonia, la Orden del Águila Blanca, un reconocimiento que jamás buscó pero que seguramente merecía desde mucho antes. Con su particular discreción y silencio, en el acto tan sólo dijo: «Recordad, fuisteis pasivos una vez, nunca más podéis volver a serlo».

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de octubre de 2009

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