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Perú – De la protesta a la segunda oportunidad

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Escrito por Silvio Rendón 

Revista Ideele N°308. Enero – Febrero 2023

La falaz consolidación del gobierno de Dina Boluarte

En dos meses de gobierno de Dina Boluarte, su mayor logro es indudablemente seguir ahí. Aguantó la mayor protesta social, con consignas políticas fuertes y en todo el Perú. Y no renunció. Las Fuerzas del Orden (FFOO) le siguieron obedeciendo. No obedecieron a Merino cuando mandó a reprimir. No obedecieron a Castillo cuando hizo un pseudo-golpe de estado. Pero a Boluarte le obedecieron sin chistar en la mayor masacre masiva cometida en el Perú desde la guerra insurgente-contrainsurgente. Es imposible que los militares o la policía se crean de verdad que estamos en un escenario similar al de hace cuarenta años. El terruqueo hoy es una excusa para una agenda política represiva. Pero con Boluarte finalmente adoptaron esa narrativa descolocada. Las FFOO le pudieron dar gobierno, pero no le pueden dar gobernabilidad. Vencen, pero no convencen.

Vicegobierno

Boluarte pasó de ser vicepresidenta a presidenta y varios en su gabinete pasaron de ser viceministros a ministros. Es el gobierno de los vices. Boluarte tomó el aparato del estado tal como estaba (que tampoco había sido muy cambiado por Castillo) y lo hizo funcionar para sus intereses. Una cosa es administrar el estado; otra cosa es dirigirlo. Una cosa es saber timonear el barco, otra cosa es saber implementar las directivas de quien timonea el barco. En dos meses, Boluarte encabeza un improvisado gobierno administrativo sin una orientación clara. No es el resultado de ningún programa que ganara las elecciones ni se sometiera al debate nacional. Su autoimagen de haber mejorado la capacidad de gestión el gobierno de Pedro Castillo se basa en haber recurrido a las líneas de carrera de los ministerios. Pero eso no equivale a una política nacional, que no existe. La prioridad de este gobierno, por todos conocida, es la supervivencia política.

¿Mucho mejor gestión que Castillo?

La narrativa mediática presentó al gobierno de Castillo como uno de pésima gestión. Y es cierto que hubo muy mala gestión en varios ministerios, notablemente en los sectoriales, particularmente en Transportes, Vivienda y Energía y Minas. En los dos primeros hay, aparentemente una mejora. Pero no se puede decir los mismo del tercero ni de muchos otros ministerios. ¿Qué gran mejora puede haber en un ministerio en que la viceministra ahora es ministra? Mismo aparato, mismas personas, mismas políticas. ¿Es Alberto Otárola mucho mejor que Aníbal Torres? Una comparación justa es aún prematura, pero con cinco docenas de muertos en protestas sociales el gobierno de Boluarte resulta jalado en la principal gestión de un gobierno que es gobernar un país.

Sin núcleo duro ni núcleo blando

Castillo con todo lo que se le criticó tuvo un claro núcleo duro de apoyo que iba al alza cuando fue vacado. Boluarte no tiene nada de eso. Sus apoyadores son circunstanciales y oportunistas: la derecha congresal, mediática, militar y empresarial. Boluarte los necesita, pero no es claro que ellos la necesitan a ella. La imagen de solidez que el gobierno intenta transmitir es proporcional a su fragilidad real. Es muy improbable que Boluarte concluya su mandato formal, cualquiera que éste resulte ser. No hay base política clara, no hay apoyo político claro, no hay políticas claras.

La gran protesta social

Como nunca en el Perú hay un movimiento social con reivindicaciones políticas a nivel nacional. Tanto que se criticaba académicamente la lógica meramente reivindicativa y fragmentada del movimiento social, hoy se levantan las mismas banderas en todo el Perú. La diversidad peruana coincide en pedir la renuncia de Dina Boluarte, gobierno de transición, adelanto de elecciones y Asamblea Constituyente. Ciertamente, es la protesta que comenzó con el 30% del núcleo duro que tuvo Pedro Castillo hasta su caída. Pero es una protesta que ha atraído rápidamente al núcleo blando que le dio la victoria electoral hasta llegar al 50%, y ha ido más allende estos núcleos con la represión mortal del gobierno de Boluarte. Hoy dos tercios de la ciudadanía apoya una Asamblea Constituyente, un apoyo que ha subido concomitantemente a la baja del apoyo a Dina Boluarte. Hay momentum de cambio social.

La protesta es resiliente

El discurso del gobierno que “lo peor ya pasó” en base a números de reducción de bloqueos de vías en el país es engañoso. Es como pensar que “lo peor y pasó” porque ya pasó el choque del Titanic con el iceberg. La protesta muta. Bajan los bloqueos, aumentan las marchas. Las caras de quienes cayeron en las primeras marchas siguen en las pancartas de las siguientes marchas. Los sufridos pueblos de Andahuaylas, Huamanga y Juliaca y tantos otros, siguen altivos. Las marchas salen del centro histórico de Lima y van a nuevos centros. De El Cercado a Surquillo o Miraflores, como nunca había ocurrido. Quien no se mueve se conmueve. Toda movilización es finalmente una movilización de conciencias y éstas siguen rechazando activamente a un gobierno sin mandato, un gobierno de legitimidad leguleya, que no fue votado por la ciudadanía. Si la democracia es el gobierno del pueblo, definitivamente el gobierno de Dina Boluarte no califica como democracia.

Protesta-gobierno-protesta

El gobierno de Castillo vino del movimiento social. Fue un gobierno desordenado, sin medidas concretas para la población que se movilizó por él. Cayó desgastado por la papaya que el propio Castillo dio a sus feroces oponentes rodeándose mal con gente corrupta y oportunista que fue la primera en hacer negociados y la primera en acusarlo a él. Fuera del gobierno Castillo sigue siendo un símbolo catalizador ante el vacío evidente. Es una protesta que tiene consigna política, pero no representación política. Va en contra de Boluarte, pero ¿a favor de quién? ¿De un gobierno como el de Castillo? Después de una experiencia de gobierno fallido se volvería al movimiento social y ahí quedaría la cosa. Pues protesta eres y en protesta te convertirás.

El sacrificio popular no es para aupar a Brunos, Karelymes o Zamires

Castillo fue una decepción en no armar un gobierno con capacidad de gestión a favor de las mayorías sociales que lo eligieron. Si no se entiende qué falló en una experiencia, se fallará otra vez. No se formó una coalición de gobierno de izquierda y centro por las rencillas entre facciones, intereses personales y la falta de visión del propio Pedro Castillo. La constelación antropológica de familiares y paisanos fue el principal tamiz para malrodearse de gente interesada en lucrar, sin conciencia política ni capacidad de gestión. Se malversó el esfuerzo de décadas de construcción política y se saboteó desde dentro el más grande triunfo electoral de la izquierda, verdaderamente una gran oportunidad. Ya está hecho, pero ¿se va a recaer en lo mismo en un futuro cercano?

Gobierno-protesta-gobierno

¿Es posible que una opción de izquierda vuelva al gobierno después de Castillo y la protesta post-Castillo? La consigna popular de la salida de Boluarte y adelanto de elecciones va desde luego de la mano con elegir un gobierno que sintonice con el movimiento social, una segunda oportunidad. Evidentemente, no se han perdido las esperanzas de un gobierno en serio que ejecute medidas a favor de las mayorías sociales. Es prematuro hablar de la dinámica electoral, una dinámica que divide, particulariza y en definitiva abre lógicas individualistas por encima de lógicas sociales y cooperativas que sí que hay en la protesta. Pero la ciudadanía ha encontrado su forma de no dispersar el voto. Como no hay coaliciones ni alianzas, acaba funcionando la lógica de los tsunamis y huaycos electorales: el voto se concentra al final en la opción más potable, generalmente contestataria a valor literal. Prematuro y todo, una segunda oportunidad a un gobierno de izquierda está sobre la mesa como una posibilidad real. La derecha va contra el reloj para hacer “reformas”, es decir, tomar las medidas excluyentes para evitar tal posibilidad. De hecho, la derecha tiene más claro que la izquierda que el juego va por ahí y usará su arsenal para cancelar el retorno de una opción de izquierda al gobierno. Desde la zurda, la posibilidad está ahí, pero su ejecución pasa por una profunda autocrítica y una detallada evaluación de las falencias del gobierno de Castillo. (19 de febrero de 2023).

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