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La creciente marea negra de Italia, una contrarrevolución rampante

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Italia

En vísperas de las elecciones nacionales, mirando hacia atrás

La creciente marea negra de Italia, una contrarrevolución rampante

Stefanie Prezioso *

Viento Sur, 15-9-2022

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Traducción de Viento Sur

Imagen: Giorgia Meloni. Foto: Tiziana FABI / AFP

El desasosiego y la desorientación que pueden embargar al observador ante las diversas crisis (económica, política, cultural, social y moral) que atraviesa la sociedad italiana desde hace treinta años se multiplican por diez al tener la sensación de que el horizonte se aleja, mientras que ya no parece haber ninguna orilla a la que aferrarse. La imagen de un barco a la deriva, o de una barca sin remo, es una de las más reveladoras en una época en la que ya no parece haber ninguna visión de futuro. Estamos en vísperas de las elecciones italianas, y la marea negra del fascismo sigue subiendo.

El 25 de septiembre Italia celebrará elecciones tras la dimisión del primer ministro Mario Draghi, y la preocupación es palpable. The Economist escribió que difícilmente podrían llegar en un momento menos oportuno, en medio de al menos tres crisis interconectadas: la invasión de Ucrania, la crisis energética y la inflación, que a finales de agosto alcanzó el 8,4% en Italia, su nivel más alto desde 1986. Además, la deuda de Italia representa actualmente el 150% de su PIB, lo que supone «la mayor proporción de deuda de los residentes de cualquier país grande de la eurozona»[1]. Por último, como señaló el Financial Times, los gobiernos y los inversores se preguntan qué impacto tendrá la salida de Mario Draghi en el fondo de estímulo de la UE de 800.000 millones de Covid, del que Italia es el principal beneficiario[2]. Los temores de los mercados económicos se centran también en el aumento del diferencial entre el rendimiento de los títulos públicos italianos y los bonos alemanes a diez años, que alcanzó en junio el máximo de dos años, un verdadero termómetro político.

El presidente saliente del Consejo anunció el 5 de agosto que quería ir a Nueva York para tranquilizar a los inversores, un paso que podría allanar el camino para un nuevo gobierno técnico en el improbable caso de que no haya una mayoría suficiente para formar un ejecutivo tras las elecciones; una opción favorecida no sólo en el extranjero, sino también en Italia, por una parte importante de la burguesía que subraya, a quien le quiera escuchar, que la agenda de política económica establecida por Mario Draghi sigue siendo la vara de medir al próximo gobierno: «Sin embargo, cualquier alteración o desviación significativa del programa de reformas e inversiones, establecido en un anexo de 664 páginas del acuerdo de Roma con la Comisión, pondría en peligro el pleno acceso de Italia a los fondos», escribe Amy Kazmin en el Financial Times[3]. Una agenda que ya había establecido en 2011 cuando era jefe del BCE. Una agenda basada en recortes masivos en el sistema de seguridad social y protección de los desempleados, asalariados y pensionistas en un país que ha provocado un aumento masivo de la pobreza en los últimos años, alcanzando un máximo histórico de unos 5,6 millones de personas en situación de pobreza absoluta en 2021[4].

La preocupación es tanto más palpable cuanto que en esta ocasión la coalición de la derecha y la extrema derecha tiene muchas probabilidades de obtener la mayoría: los sondeos le dan más del 45%; con la ley electoral, esta coalición podría obtener el 70% de los escaños en el parlamento. La anunciada victoria de Giorgia Meloni, líder del partido Fratelli d’Italia (FdI), y su posible llegada a la jefatura del gobierno es una grave amenaza por tratarse de un partido por cuyas arterias aún circula el fascismo y cuyo logotipo muestra con orgullo el símbolo de la llama tricolor en el centro, que representa el espíritu aún vivo del fascismo[5]. El FdI tiene sus raíces en el neofascismo de posguerra, heredero directo, tanto en personal militante como en tradiciones y culturas políticas, de la experiencia fascista, como la de Giorgio Almirante, un fascista entusiasta, editor en los años 30 de la revista antisemita La Difesa della razza, que se unió a las filas de la República de Saló en 1943, y que después de la guerra fundó el Movimiento Social Italiano (MSI), cuyo legado reivindica con orgullo Meloni. El apoyo al FdI ha aumentado constantemente, pasando del 1,96% de los votos en 2013 al 4,35% en 2018[6]; hoy en día, alrededor del 25% de los votantes dicen que le votarían. A medida que se acerca el centenario de la Marcha de Mussolini sobre Roma, el posfascismo parece estar a las puertas del poder en Italia. Una contrarrevolución sin un proceso revolucionario concomitante, un fenómeno descrito en su época por Antonio Gramsci como revolución pasiva.

Ahora, más allá de la instantánea que ofrecen cada día un amplio abanico de politólogos, filósofos, activistas, sociólogos, es importante intentar comprender cómo hemos llegado a este desastre para captar los contornos de un cambio de época, para volver al origen y ver dónde empieza el ascenso (ir)resistible del peor resultado posible, encarnado por una derecha nacionalista, racista, reaccionaria y patriarcal.

Más de treinta años de marea negra

El temor a un retorno del fascismo se produce a intervalos regulares en el país que lo vio nacer hace un siglo. La prensa internacional lleva unas semanas centrándose en Giorgia Meloni y su movimiento, olvidando de paso que no es una recién llegada a la coalición de Silvio Berlusconi, quien la nombró ministra de la Juventud en 2008, y reforzando la idea de que es la única recién llegada en el relativamente amplio campo de los partidos que se autodenominan antisistema; tampoco destaca los viejos vínculos de la Lega de Matteo Salvini con los neofascistas, su capitán en las elecciones de 2018.  En su momento, la presencia de Matteo Salvini en las filas de la coalición de derechas, junto con el partido de Silvio Berlusconi, Forza Italia, y los Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni, reactivó los mismos temores; tanto más cuanto que entonces el 80% de la gente encuestada afirmaba la necesidad de un hombre fuerte para salir de la crisis y que quienes pensaban que la democracia era la mejor forma de gobierno posible alcanzaban su nivel más bajo desde 2008 (62%, es decir, menos 10 puntos porcentuales en diez años)[7]. Una proporción que ha aumentado ligeramente en la actualidad hasta cerca del 70%, aunque la demanda de un líder fuerte sigue siendo mayoritaria (alrededor del 59% de las y los italianos encuestados)[8].

El partido de Silvio Berlusconi, que había sido el motor de la coalición de derechas antes de 2018, ha ido desapareciendo lentamente. Pero el cambio en el equilibrio de poder en su seno es un cambio en el grado, no en la naturaleza, de la coalición inventada por Silvio Berlusconi hace más de un cuarto de siglo, que une a la derecha conservadora y reaccionaria, a la nueva extrema derecha y a las organizaciones neofascistas o postfascistas. Al fin y al cabo, ¿no se había «comparado» al propio Berlusconi con Benito Mussolini durante sus diversos mandatos como primer ministro italiano (1994, 2001, 2008)? La llegada a su primer gobierno, en 1994, de cinco ministros procedentes del Movimiento Social Italiano fue sólo uno de los pasos que condujeron a la ampliación del horizonte de legitimidad política de un partido heredero directo del fascismo.

Silvio Berlusconi ha sido el paladín victorioso de una marea negra en un país en el que el fascismo nunca ha desaparecido, porque se ha inscrito poco a poco en el territorio social, político, cultural, mental de Italia, de modo que se ha «insertado en las entrañas brutalmente egoístas» de su sociedad. Un fascismo miasmático, en cierto modo, que exhala el aire viciado (la mal aria) de una cultura que sobrevivió al régimen instaurado por Mussolini[9]. Frankenstein-Berlusconi consiguió reunir en 1994 al Movimiento Social Italiano (MSI) de Gianfranco Fini, la organización neofascista más antigua de Europa, y a la Lega Nord de Umberto Bossi, un movimiento con un regionalismo identitario exacerbado que ha ido creciendo en influencia desde principios de los años 80; en el año 2000, logró unir a todos los partidos de derechas en la Casa de las Libertades, y después, en 2009, fusionar durante un tiempo a los herederos del MSI y de la derecha conservadora en un único Popolo della libertà.

El estilo de Berlusconi fue una forma exitosa de hibridación que combinaba «las viejas tradiciones con los nuevos impulsos modernizadores de la década anterior»[10]. Basado tanto en la búsqueda del «consentimiento popular activo» como en la coerción (la consiguiente restricción y represión de las libertades colectivas), el berlusconismo movilizó un fuerte aparato cultural de legitimación ideológica que logró imponer su hegemonía política. Se apoyó en una red especialmente eficaz de canales de televisión públicos (los tres canales de la RAI) y privados (los tres canales propiedad de Silvio Berlusconi, Canale 5, Rete 4, Italia Uno), periódicos (como Il Giornale, Il Foglio, Libero) y revistas. Estos instrumentos, cada vez más importantes, se combinaron con la crisis de legitimidad de las organizaciones políticas tradicionales, atrapadas en el revuelo de los escándalos de sobornos de Tangentopoli, proceso que iba a acelerar los fenómenos de distanciamiento de las tradiciones sociales y culturales a las que hasta entonces estaba apegada la población, pero también de los vínculos sociales en los que podía apoyarse y referirse.

El revisionismo histórico acompañó al reagrupamiento de Berlusconi cada vez con más firmeza. Hasta el punto de que, en 2003, Fabrizio Cicchitto, antiguo diputado del Partido Socialista, sostuvo que La Casa delle libertà estaba «situada en la corriente del revisionismo histórico». El anticomunismo, y el anti-antifascismo, constituían el cemento ideológico, pero también lo que Francesco Biscione definió ese mismo año como el «sommerso della Repubblica», es decir, la persistencia de una cultura reaccionaria antidemocrática, verdadero caldo de cultivo de la coalición de Berlusconi. A esta ofensiva historiográfica se añadieron los repertorios de acción política movilizados por la derecha para borrar de la memoria y de la historia «las fechorías e infamias del fascismo». En el país de Silvio Berlusconi, el uso público y político de la historia nunca ha sido tan inmoral. Buscando oponer constantemente el antifascismo a la democracia; donde la democracia se convierte en sinónimo de liberalismo y donde los límites de la antidemocracia se extienden a todo lo que no puede asociarse con la visión liberal del mundo. Así, como señaló el historiador Pier Paolo Poggi, el «punto de conexión entre el revisionismo y las culturas políticas dominantes […] está precisamente en el juicio sobre el capitalismo» y la despolitización necesaria para «la esclavización de miles de millones de seres humanos»[11].

El discurso de esta derecha fue y sigue siendo pobre, pero eficaz. Valora la sociedad civil en su conjunto, como único filtro para «proteger la comunidad nacional», a la que sitúa por encima de las divisiones de clase y, sobre todo, de los «defectos» imputados a la democracia representativa[12]. Esta cultura política era coherente con sus propios objetivos: superar la herencia del Estado del bienestar, imponer políticas antisociales, pero también dificultar infinitamente cualquier perspectiva de emancipación social[13]. La aparente victoria de esta nueva derecha no puede entenderse sin la grieta abierta por la crisis de la izquierda y el apoyo efectivo de una parte de ella a Berlusconi[14]. La reorganización del campo político de la izquierda comenzó con la presentación de una alternativa gubernamental, primero socialdemócrata (del Partido Democrático de Izquierda, desde 1991, de los Demócratas de Izquierda, desde 1998), y luego puramente democrática (del Partido Democrático – DP, desde 2007, nacido de la fusión de antiguos miembros de los Demócratas de Izquierda y los católicos de Romano Prodi). Tras 2014, el DP de Matteo Renzi cerró el ciclo; el demoledor encarnó en Italia en ese momento el realismo capitalista del que hablaba Mark Fisher, ese realismo que presentaba el capitalismo neoliberal como la única opción posible[15].

Pretendiendo deshacerse de las «scoriae», la escoria, de los totalitarismos del siglo XX, los intelectuales poscomunistas abandonaron a la condena general lo que consideraban en adelante, en el mejor de los casos, como «el pasado de una ilusión» (François Furet), en el peor, como una herencia demasiado engorrosa. Este proceso estuvo acompañado de la elaboración de una lista negra de historiadores marxistas. De ese modo, la izquierda parlamentaria se mostró abierta a una relectura del pasado, en particular del periodo de la resistencia y el antifascismo, reclamando la creación de una memoria compartida, que fue la base de la legitimidad de la alternancia de gobiernos de los dos polos políticos que se disputaron el poder entre 1994 y 2018.

Pero también la llamada izquierda radical ha seguido, al menos en parte, estas interpretaciones. Fausto Bertinotti, líder de Rifondazione comunista, el único partido de la izquierda radical que tenía audiencia nacional a principios de la década de 2000, también se rindió a esta ideología post-antifascista a su manera, valorando, en una carta al director del Corriere della Sera, la «no violencia» como «una condición esencial para llevar hasta el final toda la radicalidad de este proceso de transformación social que llamamos comunismo»[16]. La Resistencia, así como la revolución, se convirtieron así en una «experiencia útil para no repetir los errores del pasado». La gran revisión cultural de la derecha plural se ha inscrito profundamente en el subsuelo italiano, seguramente, porque ha ido acompañada, al menos en parte, de la renuncia de la izquierda a su historia. El berlusconismo ha integrado todas las esferas de la sociedad, incluso sin el propio Berlusconi ni su partido. «No tengo miedo de Berlusconi en sí mismo, sino de Berlusconi en mí», resumió a su manera el cantante, compositor, actor y dramaturgo Giorgio Gaber poco antes de su muerte.

El suicidio de la República, ¿una práctica cotidiana?

Esta sensación de crisis de la política italiana no es nueva. Se ha repetido a intervalos regulares desde principios de los años 90 y el colapso del sistema político italiano, atrapado en la agitación de la maquinaria judicial de manos limpias [Mani pulite], con el telón de fondo de la crisis económica y social. Este tsunami dio lugar a varias fuerzas nuevas, o presentadas como tales, que colaboraron, cada una a su manera, en la profundización de las desigualdades y la destrucción de los derechos sociales fundamentales. Su legitimidad se ha visto erosionada por la alternancia de administraciones políticas, marcada por la incapacidad de responder a las necesidades más acuciantes y por una corrupción casi asumida que, como escribió el comunista italiano Antonio Gramsci, es «característica de ciertas situaciones en las que el ejercicio de la función hegemónica [el necesario equilibrio que debe alcanzarse entre el consentimiento y la fuerza] es difícil, ya que el uso de la fuerza presenta demasiados peligros»[17]; este es particularmente el caso de Forza Italia y el PD, las dos fuerzas a las que el ex comunista y ex presidente del Consejo Democrático, Massimo D’Alema, se refirió, el 10 de abril de 2018, como los «pilares del bipolarismo italiano» «expresión de las dos grandes familias políticas europeas»[18].

Esta irresistible erosión del new deal de principios de los años 90, el tiempo de una generación, se ha dado junto al fracaso más general de la política, que en Italia ha adoptado formas radicales desconocidas en otros lugares[19]. Téngase en cuenta que, desde el comienzo del siglo XXI, el poder ejecutivo ha estado gestionado cinco veces por príncipes prepotentes, como dicen los franceses; en este caso por los dos presidentes sucesivos de la República (Giorgio Napolitano y Sergio Mattarella): el gobierno técnico de Mario Monti, en noviembre de 2011, que sustituyó al dimitido  Silvio Berlusconi; el de Enrico Letta, en abril de 2013, tras las elecciones de febrero en las que no salió ninguna mayoría clara de las urnas; el de Matteo Renzi, en febrero de 2014, después de que éste, convertido en secretario del Partido Democrático, echara a Enrico Letta; Paolo Gentiloni, en sustitución de Matteo Renzi, en la noche del 4 de diciembre de 2016, tras el rotundo fracaso del referéndum para la revisión de la Constitución italiana, por el que había trabajado intensamente; y, finalmente, Mario Draghi en febrero de 2021. En concreto, son los gobiernos técnicos de Mario Monti y Mario Draghi los que han sustituido la función deliberativa del parlamento por la de las decisiones de su ejecutivo, presentado como por encima de los partidos. Parlamentos en estado de guerra que, bajo el pretexto de una emergencia financiera y/o sanitaria, han aceptado abandonar la mayoría de sus prerrogativas e imponer verdaderos choques estructurales a la población.

Como señala el periodista Carlo Formenti, la crisis económica y social iniciada en 2008 se estaba convirtiendo en un «instrumento del capital destinado a desarticular a las clases subalternas y a destruir su capacidad de resistencia»[20]. En 2012, se consagró el equilibrio presupuestario en la Constitución italiana (art. 81) con el apoyo del Partido Democrático; España se había hecho lo mismo unos meses antes. Stefano Rodotà, profesor emérito de Derecho, declaró irónicamente en su momento que esta decisión sancionaba «la inconstitucionalidad de Keynes»[21]. Las clases trabajadoras se llevaron la peor parte de los programas de austeridad, con recortes en las pensiones, en la asistencia social, la sanidad, la cultura, la educación, etc. Por no hablar de la calidad de vida relacionada con el cambio climático y la incapacidad demostrada para afrontarlo con verdaderas catástrofes públicas (incendios, inundaciones, terremotos), ya que más de 40 millones de personas, dos tercios de la población total, viven ahora en zonas peligrosas.

La «retirada de las clases trabajadoras del debate político» se ha convertido en un objetivo para imponer un «bloque burgués reagrupado»[22], y la creciente abstención es el indicio más convincente de ello. El número de votantes ha disminuido en 3,7 millones en diez años. La abstención pasó del 19,5% en 2008, al 24,8% en 2013 y al 27,1% en 2018, más alta en el Sur que en el Norte (en Nápoles, el 60,51% no vota)[23]. Se estima que en las próximas elecciones sólo votará alrededor del 2% de los electores elegibles[24].

La sucesión de crisis económicas ha empeorado implacablemente las condiciones de vida y de trabajo de los asalariados, transformando poco a poco, pero de forma real, el horizonte político y la legitimidad social de la lucha. El retroceso de la simple idea de que uno puede organizarse para luchar contra la injusticia, parece tanto más esencial cuanto que ha ido acompañado de una dinámica de adaptación constante a lo peor, ligada tanto a una especie de banalización de la injusticia como a una forma de deterioro de la relación de las y los italianos con el Estado. A merced de la alienación y la explotación, los trabajadores y trabajadoras han pasado de ser una clase capaz de pensarse a sí misma como motor del cambio social a una «clase fantasma», evidenciadada por la esfera política italiana[25]. Parafraseando a la politóloga de Princeton Wendy Brown, el neoliberalismo ha enmascarado y despolitizado la reproducción de la desigualdad, la «desproletarización» de las y los asalariados para «conseguir que adopten las formas de pensar y comportarse de los empresarios»; la estigmatización concomitante de los «extranjeros» y los parados sirve para desviar la creciente ira[26].

Este oscuro marco ha producido resentimiento e ira. La relación de confianza de la población italiana con sus propias instituciones políticas (Estado, Parlamento, partidos) se ha visto gravemente afectada. La desconfianza en la política se ha unido a una crisis de confianza en el Estado y en los instrumentos de mediación. Pensemos en el hecho de que, según una encuesta publicada en La Repubblica en diciembre de 2011, la confianza en el Estado era del 29,6%, en los partidos de alrededor del 3,9% y en el parlamento del 8,5%[27]. Hoy, tras dos años de pandemia, estas cifras han aumentado significativamente, pero siguen siendo relativamente bajas (Estado, + 7%; partidos + 9%; parlamento + 14%)[28]. El desprecio popular hacia la clase política está ciertamente relacionado con la impotencia de ésta para afrontar la crisis. Pero también, y qui´zas sobre todo, debe estar relacionado con el creciente sentimiento de falta de poder y la pérdida de control de la población sobre las decisiones sobre las que ya no parece poder actuar, mientras que los partidos representados en el parlamento parecen haberse contentado con levantar la bandera blanca admitiendo su total incompetencia. La alternativa fue un payaso.

¡Que se vayan todos!

Beppe Grillo y su Movimiento 5 Estrellas (M5S) cabalgaron durante un tiempo sobre este caballo de Troya y llenaron el vacío de representación en Italia secando definitivamente las potencialidades de una izquierda por reconstruir. El movimiento que tomó forma en 2009 bajo el nombre de Movimiento 5 Estrellas (M5S) se construyó inicialmente sobre la extraordinaria popularidad del cómico de Génova. El hijo de un pequeño empresario genovés fue descubierto por un presentador estrella, Pippo Baudo, a finales de los años 70, que le abrió las puertas al programa estrella de la RAI, Fantástico. Pero fue la colaboración con Antonio Ricci la que hizo popular a Grillo con el programa Te la do io l’America [Te daré un poco de América], emitido en la RAI en 1983. El mismo Ricci pronto frecuentaría la corte de Silvio Berlusconi y crearía, en 1988, el programa berlusconiano por excelencia, Striscia la notizia (aún en antena), un informativo cómico con mujeres desnudas y un deus ex machina encarnado por un gran peluche rojo llamado Gabibbo, abanderado de lo que él llamaba «sentimientos populares» y al que comparó en diciembre de 2018 con Matteo Salvini[29]. Antonio Ricci inventó el lenguaje televisivo del berlusconismo. Su objetivo: conquistar a la audiencia, lo que hizo durante más de treinta años con frases huecas: «Me importa un bledo», decía, «si la sátira gusta o no a la gente como yo, a los inteligentes y a los cultos. Lo que me interesa es captar la atención de la señora Pina a las 20:30″[30].

Beppe Grillo supo rodearse de personalidades con un fuerte capital cultural de simpatía, desde Michele Serra (periodista y columnista de La Repubblica) hasta Giorgio Gaber, pasando por Antonio Ricci y Dario Fo; recuperó fragmentos de identidad colectiva que reordenó según sus necesidades.

El cómico genovés convirtió su sátira en una importante palanca política. En 2005, Time lo definió como «seriamente divertido» y lo incluyó entre los 37 «Héroes Europeos» que están «cambiando el mundo a mejor». Time destacó en particular su papel en la denuncia del gigante alimentario italiano Parmalat, la mayor quiebra de Europa antes del terremoto de 2008. Grillo entró en cientos de miles de hogares italianos a través de Striscia la notizia. El papel de justiciero cómico se vio facilitado por el hecho de que había construido y difundido una narración engañosa de su propia vida, evocando un supuesto destierro por parte de los medios de comunicación tras denunciar, en noviembre de 1986, en Fantástico, la corrupción del Partido Socialista y de Bettino Craxi como jefe de gobierno. En 1988 volvió a la RAI y en 1993 tuvo su propio programa en dos partes, el show de Beppe Grillo. Ante un público desorientado por los escándalos de corrupción de Tangentopoli, pronunciaba su eslogan: «No sé qué pasa, la realidad supera a la ficción»: su público era el mismo que, unos meses después, votaría por primera vez a Silvio Berlusconi.

Beppe Grillo puede considerarse un producto perfecto del berlusconismo. A principios de la década de 2000, se convirtió en el portavoz de la protesta antipolítica que Silvio Berlusconi había encarnado una década antes. Lo que cambió fue su encarnación de la ruptura: una novedad que se pensaba aquí y ahora, sin ningún horizonte de referencia futuro o lejano. Y al igual que su mejor enemigo, el discurso que portaba asociaba la desarticulación del vínculo social y expresaba la innovación absoluta en el campo político italiano. Pidió acabar con los políticos profesionales y con todas las formas de mediación social (como los sindicatos), en un momento en el que Sergio Rizzo y Gian Antonio Stella, dos periodistas del Corriere della sera, es decir, el diario por excelencia del empresariado italiano, transmitían a toda Italia la imagen de una clase política que ya no estaba al servicio de la comunidad nacional y del bien común, sino de sus propios intereses. Su libro, titulado La Casta, sería un hito; el subtítulo es bastante revelador: «Así es como la clase política se hizo intocable»[31].

El libro se publicó el 2 de mayo de 2007; cuatro meses más tarde, el 8 de septiembre, Beppe Grillo lanzó el primer V[affanculo] Day [Día del vete al carajo], en el que anunció la muerte de los partidos políticos. Exacerbando la imagen de la relación sublimada del líder con su pueblo, se propuso a sí mismo como la «única posibilidad de realidad», en un periodo en el que el PD estaba completando su transformación, al servicio de las virtuosas políticas económicas de reducción de la deuda pública, convirtiéndose en el partido de la derecha, la otra derecha, el partido de la burguesía modernista. El abandono de su base electoral, especialmente de los empleados del sector público y de los estudiantes, fue acompañado de una renuncia más profunda a las propias ideas de justicia e igualdad. Esta adaptación al orden existente acabó desdibujando permanentemente las categorizaciones políticas clásicas en las que las nuevas generaciones ya no se reconocían. La izquierda se redujo cada vez más al grupo de los que creían pertenecer a ella, pero sin compartir necesariamente sus valores fundamentales. Ciertamente, más o menos al mismo tiempo, la metamorfosis que afectaba al PD también se producía en otros partidos de toda Europa. Sin embargo, su condición de precursor fue acompañada aquí por un extremismo sin parangón, cuyo impacto fue especialmente devastador, incluso para la izquierda radical, que también se ha desarticulado, deshilachado, descompuesto, evaporado, arrastrada por la marea menguante.

Ante el desastre de una izquierda incapaz de dar forma a un horizonte para la cólera que se elevaba, Beppe Grillo y su movimiento iban a imponerse como el único sujeto alternativo. De hecho, la aparición en la escena política italiana del cómico genovés captó en su beneficio la esfera social de la indignación en el inmenso vacío dejado por la izquierda, y bloqueó las experiencias que iban a extenderse por todo el mundo (Indignados, Occupy, Ciudades sin miedo, etc.) y sus encarnaciones políticas (Podemos, Syriza, etc.)[32]. Las crisis políticas, sociales, económicas y morales que atravesó la Península en la década de 2000 dieron al movimiento el oxígeno que necesitaba. En Italia, la fórmula de los manifestantes argentinos («que se vayan todos») fue despojada de su fuerza insurreccional.

El cáliz de la muerte

La Lega de Umberto Bossi había conseguido desarticular la Democracia Cristiana, con dificultad en sus principales bastiones, ganando una base de apoyo duradero en la llamada zona blanca o zonas católicas y conservadoras de la península, donde el voto de la Democracia Cristiana era, hasta los años 80, un voto «a favor de la Iglesia y en contra del comunismo»[33]. En este sentido, desempeñó un papel clave en la consolidación de la constelación de derechas que surgió a principios de los años 90. Este es el mismo camino que tomaron Beppe Grillo y su movimiento. Después de todo, ¿no fue precisamente el partido de Umberto Bossi el que Gianroberto Casaleggio, mentor de Grillo y creador del blog BeppeGrillo.it en 2005, decidió emular? Esta vez, sin embargo, su terreno favorito fueron las llamadas zonas rojas, los antiguos bastiones del Partido Comunista, dislocando, desposeyendo y finalmente desechando lo que quedaba de los valores, la historia y la memoria de la izquierda, en particular la del antifascismo.

Así, Beppe Grillo eligió el 8 de septiembre de 2007 para lanzar su primer Día del Vaffanculo, una fecha con un alto valor simbólico en la historia italiana del siglo XX y en particular en la historia del fascismo. En efecto, el 8 de septiembre de 1943, el mariscal Pietro Badoglio anunció la firma del armisticio con los aliados. En esa fecha, el rey y el gobierno huyeron de la capital, dejando atrás a una población desorientada a merced de las tropas alemanas que habían entrado en el país tras la destitución de Benito Mussolini 45 días antes. «Tutti a casa» [todos a casa] parecía ser el confuso lema de aquel día, bien interpretado por la película homónima de Luigi Comencini. Este Día del Vaffanculo (V-Day) fue la culminación de los miles de Vaffanculo (¡Jódete!) que Grillo había gritado en todos los escenarios, grandes y pequeños, de Italia. Como el del teatro Smeraldo de Milán, donde en 1992 anunció el nacimiento de la gentocracia, invocando la toma del poder por el estado de ánimo del pueblo y su ira; un pueblo que «ya no tiene miedo de decir lo que piensa (…)»[34]. «La gente», sujeto singular en italiano, cuya declinación plural en español (el pueblo) traduce bien la idea de una entidad que se desintegra en una multitud «egoísta» de individuos[35]. El gentismo, pensado como la «evolución última de la antigua noción de pueblo», se refería al público indistinto e intercambiable, que en el lenguaje del futuro M5S se convertirá en «uno es uno», una horizontalidad que conduce precisamente a lo contrario de los objetivos declarados de la democracia directa, es decir, a la negación de lo colectivo mediante la fragmentación de las opiniones y al lugar que finalmente se deja a las amplias prerrogativas del líder.

Aunque las movilizaciones del Día V tuvieron lugar en más de 180 ciudades italianas, incluso fuera del país, fue en Bolonia, en el corazón de la llamada zona roja, donde Beppe Grillo decidió tomar la palabra, desafiando a la izquierda, o mejor, buscando borrar su memoria. Ante decenas de miles de personas, Beppe Grillo iba a decir a los políticos que se fueran a casa con un grito único: «Vaffa…» [Que te den…] a «la casta»: «italianos, ha llegado el 8 de septiembre, el día de nuestra derrota; este 8 de septiembre será el día de su derrota. El Día V, como el Día del Vaffanculo». Al hacer del 8 de septiembre, el día de la derrota de la guerra de Mussolini, el día de la derrota del público al que se dirigía, Beppe Grillo se reapropió de las relecturas revisionistas del fascismo italiano de los años noventa, incluido el concepto de «muerte de la nación», aplicado por el revisionismo precisamente al 8 de septiembre de 1943, que convirtió en ilegítimos los partidos surgidos de la Guerra de Resistencia.

En aquella ocasión, el cómico anunció que quería «recuperar el país» organizando un movimiento de los «burgueses» y los «conservadores»[36]. Un año más tarde, Beppe Grillo se apoderaría del 25 de abril, una referencia fuerte en la memoria de la Resistencia italiana, organizando nuevos mítines en más de 400 ciudades, al grito de «nosotros somos los verdaderos partisanos». Y fue en Turín, la ciudad insignia del movimiento obrero, el Petrogrado italiano, la ciudad de Antonio Gramsci y de los Consejos de Fábrica, el epicentro de la insurrección de 1917 y 1945, donde decidió hablar. Esta vez, fue para promover un referéndum sobre la supresión de la financiación pública de la prensa; un duro golpe, en particular, para los medios de comunicación no alineados, los de la izquierda radical, y un bienvenido impulso para los que, como Gianroberto Casaleggio, hacían su agosto en la Red.

Beppe Grillo ha tratado activamente de borrar la memoria de las luchas de los oprimidos confiscando el espacio de la izquierda, una izquierda que él define como mucho peor que la derecha, al tiempo que afirma no ser «ni de izquierdas ni de derechas, sino del lado de los ciudadanos»[37] El movimiento puesto en marcha entonces, que dos años más tarde se convertiría en el Movimiento 5 Estrellas (M5S), no se configuró como un movimiento que promoviera la conciencia de uno mismo, de los demás y del grupo formado con otros a través de batallas libradas colectivamente. Porque durante los Días V, el centro no era la plaza «lugar de protesta y conflicto», sino Beppe Grillo, y en Bolonia, como en Turín y otras ciudades italianas, no se reunían manifestantes, sino espectadores. La participación se limitó al «Vaffa…» repetido a coro acompañado de los gestos de una multitud que, en lugar del puño levantado, símbolo de las luchas colectivas por la emancipación humana, levantó el dedo corazón. Una insoportable burla para esta idea, que estuvo en el corazón de las movilizaciones de los años 1968, cantado en 1972 por Giorgio Gaber: «La libertad, no es quedarse en un árbol, no es tampoco el vuelo de una mosca, la libertad no es un espacio vacío, la libertad es la participación»[38].

El Vaffa funcionó como un conector que buscaba tanto despertar la emoción como jugar con un conjunto de sentimientos confusos, un vínculo tangible entre elementos diversos, del mismo modo que el gráfico de la V de MoVimento, tomado de la película de James McTeigue, V de Vendetta, con su carácter cultural compuesto, o la «valentía» del M5S al elegir el color amarillo, un color «cuidadosamente evitado en el mundo político» porque es el de «la mentira, la hipocresía, la traición»[39]. Con la crisis de 2008, Grillo se convirtió en el portavoz de una nueva forma de organización política, «ligera y poderosa»[40], un movimiento que combinaba la energía de la Web para movilizarse, comparable con los partidos políticos de los años dorados del capitalismo, y el canal de difusión de la pequeña pantalla, un instrumento favorecido por Silvio Berlusconi y en el que debutó Grillo. La web fue la carta mayor de este dispositivo[41]. En 2009, el blog BeppeGrillo.it fue clasificado como el séptimo entre los veinticinco más populares del mundo por la revista Forbes y, en el mismo periodo, estuvo entre los diez más influyentes del planeta según The Guardian. En aquella época, el 53% de los hogares italianos tenía acceso a Internet (frente al 66% a nivel europeo), un índice que no haría más que aumentar con el tiempo hasta alcanzar el 84% diez años después. El éxito del blog y su seguimiento estaban relacionados con la monopolización casi total de los canales de televisión por parte de Silvio Berlusconi, que estaba en el gobierno en ese momento. El blog pretendía ser «una alternativa a la información clásica»[42] «Beppe hace un verdadero trabajo periodístico de síntesis», dijo uno de sus seguidores, «sería muy cansado ir a buscar toda la información que nos ofrece»[43].

El blog se convirtió en el vector de lo que Robert Proctor llamó una «ignorancia culturalmente producida», utilizando la duda como arma privilegiada de su «agnotología», es decir, de su agnosticismo, y de la construcción de realidades paralelas[44]. Grillo afirmó, por ejemplo, que el SIDA era el «mayor intoxicante del siglo» o que las campañas de prevención del cáncer eran peligrosas. En 2019, llegó a anunciar su participación en el congreso de los que creen que la Tierra es plana[45]. El blog se valía de fakes (usuarios con identidades falsas que dirigían la discusión), trolls (usuarios que intervenían para provocar a los interlocutores) e influencers (usuarios que influían en los demás)»[46]. Una práctica adoptada por grupos del M5S o cercanos a él, algunos de los cuales promovieron campañas de linchamiento mediático y amenazas. El blog de Grillo también difundió los temas queridos por los Verdes, en la ola de la gran movilización contra la privatización del agua, «poniendo las cuestiones medioambientales en el centro de la acusación contra las empresas capitalistas», al tiempo que daba a conocer, por ejemplo, el uso de Biowashball, una bola producida en Suiza que supuestamente haría superfluos los detergentes[47].

Rápidamente, los periodistas, todos los periodistas, se convirtieron en objeto de invectivas, llegando a prohibirles la entrada a las reuniones del movimiento, incluida la de la Plaza de San Juan en Roma, al final de la gira del tsunami para las elecciones nacionales de febrero de 2013. En 2017, Beppe Grillo llegó a pedir la creación de un jurado popular contra los periódicos y los telediarios que publican noticias falsas, en un país que en ese momento ocupaba el puesto 77 en cuanto a libertad de prensa[48].

Rechazando la división izquierda-derecha, al igual que Umberto Bossi antes que él, Beppe Grillo fue capaz de constituir una especie de atractivo para una franja creciente de la población. Inicialmente se apoyó en la amplia oposición a Berlusconi, captando, reordenando, desarticulando y vaciando un vocabulario propio de la izquierda, atrayendo hacia él a algunas de las principales figuras de sus intelectuales (Erri de Luca, Dario Fo…), y luego ampliando su base de masas, aprovechando la descomposición del campo político italiano y la succión de sangre del berlusconismo, «una forma de destrucción de la democracia sin precedentes»[49]. «Hemos conseguido», dijo Beppe Grillo durante el mitin de clausura de las elecciones nacionales de marzo de 2018, «acelerar y aniquilar a todos los partidos, que se han disuelto en una especie de superficie nauseabunda […] el único partido real que existe hoy en Italia es el nuestro». Partidos que describió como «zombis», «muertos vivientes» y «ataúdes andantes», a los que el M5S iba a convertir, según Gianroberto Casaleggio, en «el hongo venenoso amanita phalloides».

Llega el invierno

El M5S llevaba mucho tiempo cociéndose en las entrañas del país, como demuestran sus rápidas victorias electorales, insertándose en los territorios y organizándose a nivel local. Hunde sus raíces en las profundidades del subsuelo italiano, en el «sovversivismo» sobre el que escribió Antonio Gramsci, «el carácter ‘subversivo’ [sovversivismo] de estas capas tiene dos caras: una girada hacia la izquierda, la otra hacia la derecha, pero la figura de la izquierda es sólo una finta; siempre van hacia la derecha en los momentos decisivos y su valor desesperado siempre prefiere tener a los carabinieri como aliados». Y, efectivamente, la derecha y la extrema derecha (la Lega, la Casapound, la extrema derecha del sur) aparecieron como la orilla a la que esta ideología de la no-ideología se había adherido de forma duradera, mientras alimentaba activamente el señuelo de una formación de izquierda alternativa. Así, el M5S se presentaba en ocasiones como un baluarte contra la extrema derecha. El 10 de julio de 2013, tras ser recibido por el presidente de la República Giorgio Napolitano, Beppe Grillo también lo hizo saber a su manera: «(…) Fui a los territorios, y estoy enfadado porque he recogido el enfado de los que he conocido. (…) Siempre intento moderar los espíritus, se lo dije al presidente de la República, lo que digo es algo que experimenté (…); hay que moderar los espíritus, los espíritus de la gente que quiere armarse con pistolas, con palos y que dicen que la revolución se hace sólo así y yo les digo, calma, intentemos de nuevo con los métodos democráticos (…). «[50]. Pero detrás de la invocada revolución, estaba la eversión y el eco lejano de las «pistolas de Bérgamo» que la Lega Nord agitaba en los años 90 con la misma retórica de un Umberto Bossi que entonces también decía dominar los ardores de la base[51]. El M5S participó también en la cultura común de la derecha basada en el «culto al líder, la desarticulación de las organizaciones intermedias y un eclecticismo ideológico» que el historiador Paul Ginsborg denominó en su día como una mezcla de elementos carismáticos, plebiscitarios y tradicionalistas.

El M5S demostró ser experto en «interceptar e interpretar todo tipo de protestas y malestares» y mantenerlos unidos. Se presentaba como un megáfono que daba fuerza y voz al sentimiento (o resentimiento), al enfado de una población que, desde hace más de treinta años, sufre tanto las consecuencias de las crisis económicas, sociales y políticas que vive toda Europa como el inversismo (inversión radical de valores) al que ha conducido la gran revisión cultural del berlusconismo y la derecha plural. Un inversismo que puede verse, por ejemplo, en el posicionamiento de los portavoces del M5S sobre el fascismo: «una ideología del pasado», según Beppe Grillo, que se limitó a decir que no es fascista; Luigi di Maio afirmó que, dentro del M5S, «hay quien se refiere a [Enrico] Berlinguer [dirigente comunista italiano de los años 80], al Partido Demócrata Cristiano o a Almirante». Defendió que «las categorías de fascismo y antifascismo sólo se utilizaron para instrumentalizar [los debates], porque nadie merece ser demonizado, y es posible que se cometieran errores en ambos bandos, pero también que se tomaran decisiones de buena fe». Otro joven dirigente       de la época, Alessandro di Battista, anunció sentenciosamente que «es más importante ser honesto que antifascista». Una postura que coincide con la de una parte creciente de la población. Beppe Grillo abrió un diálogo con el movimiento neofascista CasaPound, o al menos con sus activistas, y atrajo hacia él a hombres socializados en el Movimiento Social Italiano, como Luigi di Maio y Alessandro Di Battista, ambos hijos de militantes del MSI. El padre del actual ministro de Asuntos Exteriores, ahora fuera del M5S, admitió con orgullo haber trabajado con Giorgio Almirante y Gianfranco Fini y dijo haber encontrado en el M5S los «valores de la vieja derecha»[52].

La retórica utilizada por Beppe Grillo, amparada en el humor, es la de la extrema derecha. El desplazamiento de la base electoral del movimiento hacia las posiciones de la Lega, en diálogo con las orientaciones generales del M5S encarnadas por Beppe Grillo, parece confirmarlo. En 2008, ¿no declaró: «No soy un político… sólo podría hacerlo en una pequeña dictadura donde tuviera la posibilidad de utilizar un estadio para poner a las 80.000-100.000 personas que hacen daño a Italia»?. Y en 2013, después de las elecciones de febrero, ¿no dijo: «Que los que no quieran adherirse a nuestras reglas lo digan inmediatamente. Entonces podremos apedrearlos»)[53].En enero de 2017, cuando la extrema derecha europea, reactivada por la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, se reunió en Coblenza y anunció «el amanecer de un Nuevo Mundo» (Marine Le Pen) y el sueño de una «nueva Europa» (Geert Wilders) hegemonizada por sus partidos, Beppe Grillo anunció en el Journal du Dimanche francés «La política internacional necesita estadistas fuertes como ellos [Vladimir Putin y Donald Trump]. Los veo como un beneficio para la humanidad»[54] La web de Alt-right de Steve Bannon, Breitbart, seguro que acogió estas palabras. Entre 2012 y 2016, la propensión de los votantes del M5S a votar a la derecha aumentó gradualmente. Así, según Delia Baldassari y Paolo Segatti, en las encuestas a pie de urna de marzo de 2018, el partido preferido de los votantes del M5S después del suyo propio era el de Matteo Salvini[55].

Los repetidos ataques de Beppe Grillo a la «izquierda santurrona y angelical» (buonista) en lo que respecta a la política de inmigración o al antirracismo fueron sólo una de las declinaciones de un nuevo sincretismo que mezclaba indistintamente la lucha contra los inmigrantes y la lucha contra la corrupción y las mafias («el inmigrante ilegal es útil», escribió, «a la criminalidad». )[56]. Grillo y su M5S se convirtieron en los abanderados de la lucha contra una invasión extranjera inexistente, que supuestamente ponía en peligro la seguridad y los salarios de los italianos, montando el caballo de Troya racista sin dudarlo. El gentismo que Grillo ha defendido desde los lejanos años 90 se refería a un pueblo étnico, como señaló muy hábilmente uno de los líderes de Podemos, Íñigo Errejón[57], y los votantes del M5S no se equivocaron. Considera el hecho de que entre los que votaron al M5S, la mayoría creía que «la inmigración es una amenaza para la identidad cultural italiana»[58]. ¿No dijo Grillo que los gitanos eran una «bomba de relojería» y añadió que «antes de que las fronteras de la Patria fueran sagradas, los políticos las profanaron»? La Nación, Italia, la defensa de la Patria y de los italianos frente a los emigrantes, los poderes ocultos o Europa, han estado en la agenda desde la estructuración del movimiento y esta retórica no ha cambiado desde entonces, como mucho ha sufrido adaptaciones tácticas.

El gobierno del M5S-Lega de junio de 2018 a agosto de 2019 así lo atestigua. Un gobierno que el sociólogo Domenico Masi definió como el más derechista de la historia de la Italia republicana, que el analista Ezio Mauro calificó de «derecha realizada» y que el periodista Claudio Tito describió como «laboratorio práctico de una nueva derecha» basada en un «nuevo bloque social»[59]. Este ejecutivo aprobó una serie de medidas, entre ellas la renta de ciudadanía, hoy el buque insignia social del M5S, que es atacado desde todos los frentes, pero que en realidad es un workfare, que pone a trabajar a los más precarios con la prohibición de rechazar más de tres empleos ofrecidos en dos años; empleos que podían encontrarse en un radio de 100 km para el primero, 250 para el segundo y en todo el país para el tercero. El ingreso de la ciudadanía se restringió además a los italianos y a los inmigrantes con permiso de residencia de larga duración que hayan vivido en Italia durante más de diez años, dejando al margen a todos los que llegaron a Italia después de 2012, en un momento en el que el número de inmigrantes en Italia ha aumentado más del 43% en comparación con 2008, y que constituyen el segmento más vulnerable, precario y pobre de la población[60].

El mismo gobierno aprobó el «Decreto sobre Seguridad e Inmigración», definido hoy como un error por Giuseppe Conte, el nuevo líder del M5S y, sin embargo, presidente del Consejo en aquel momento, una de las disposiciones más autoritarias y reaccionarias de toda la historia de la Italia republicana, modificada en 2020. Preveía la supresión del permiso de residencia por razones humanitarias, la duplicación del número de días de internamiento en los centros administrativos creados a tal efecto (Centro de Retorno Permanente -Cpr-), la imposibilidad de que los solicitantes de asilo se inscribieran en el registro civil y, por tanto, tuvieran acceso al derecho de residencia. En materia de seguridad, el decreto autorizó el uso de pistolas eléctricas en los municipios de más de 100.000 habitantes y penas más severas, de hasta dos años de cárcel, para quienes promuevan la ocupación de terrenos o edificios. El gobierno dirigido por Matteo Salvini y Luigi di Maio ha hecho de la lucha contra los pobres y los inmigrantes su prioridad política. Mientras la violencia por motivos raciales ha seguido aumentando en toda la península (un aumento que Luigi di Maio ha negado a voz en grito), el gobierno de la Lega-M5S optó por criminalizar la solidaridad y facilitar la posesión legal de armas de fuego, incluidos los Kalashnikov.

Este experimento gubernamental duró 14 meses. En agosto de 2019, Matteo Salvini abrió una crisis en el seno del gobierno pidiendo elecciones inmediatas; asustados por esta perspectiva tras la victoria de la Lega en las elecciones europeas de mayo, el Movimiento 5 Estrellas y el Partido Democrático establecieron una nueva alianza, encabezada por… el mismo Giuseppe Conte. Además, no había ninguna diferencia de naturaleza con las políticas neoliberales aplicadas hasta entonces por el PD y la derecha aliada con la extrema derecha, sólo un grado de diferencia en cuanto a la precariedad laboral y las restricciones a la inmigración. La constitución del gobierno M5S-PD en septiembre de 2019 y el apoyo del M5S al gobierno presidido por Mario Draghi en febrero de 2021, en plena crisis sanitaria, es la confirmación magistral de ello.

El sociólogo francés Éric Fassin propuso interpretar lo que llamó el «momento populista» no como una reacción al neoliberalismo, sino como una forma de garantizar su éxito popular[61]. El M5S fue un producto del neoliberalismo, pero también de la subjetividad neoliberal interiorizada que implica su práctica. «Usuarios» que hicieron valer su «capital humano» individual a través de una «autocomunicación masiva» digitalizada que parece poder prescindir de las mediaciones tradicionales, al tiempo que difumina la asimetría de los actores[62]. Donde la Web y sus herramientas no se consideraban como medios para alcanzar una democracia directa digital que debía construirse y pensarse en función de las potencialidades que efectivamente abría Internet, sino como una forma política ya consumada. Esta tecno-utopía se basaba en los condicionantes económicos y culturales de un neoliberalismo integrado por la subjetividad de los sujetos, donde la horizontalidad y la participación reivindicada entran en contradicción con la necesaria centralización extrema de un movimiento compuesto, so pena de implosión, como parecen mostrar las últimas salidas del movimiento y las vertiginosas pérdidas en la intención de voto al M5S[63].

El eslogan «ni de derechas ni de izquierdas» el relación al M5S ha funcionado como un mantra que ha impedido una reflexión seria sobre este fenómeno político sin precedentes que ha servido de correa de transmisión del léxico político de la ultraderecha. Grillo y su M5S han jugado con lo que Wendy Brown llama «resentimiento de clase sin conciencia de clase»[64]. Este resentimiento retroalimenta las modalidades de acción y el discurso del M5S, que ha desdibujado los mecanismos que reproducen, intensifican y despolitizan las desigualdades, y así ha eliminado la capacidad de reacción. Grillo y su M5S han defendido la desaparición de las instancias que existían antes para combatir las formas de odio, humillación y subordinación a las que se enfrentan los oprimidos, sin proponer otras. Utilizando un novolenguaje calcado del npov (punto de vista neutro) wikipedista, vaciando las palabras de su contenido, inventando otras, invirtiendo u «obliterando su significado (…) impidiendo pensar en términos diferentes» y minimizando los ataques a los subalternos (los recortes de austeridad se limitan en el lenguaje de Grillo a frattaglie, despojos), reduciendo a la nada toda posibilidad de elevar el nivel de conciencia de clase, que es la única forma de contrarrestarlos[65]. En esta perspectiva, el M5S sería una derecha (post)moderna que proviene de la guerra contra las élites, de la polémica permanente contra el Estado, del rechazo de lo políticamente correcto[66].

No sólo el M5S y sus líderes agitaron significantes que ahora están vacíos (democracia directa, libertad… ), sino también lo que el historiador Furio Jesi, inspirado en Oswald Spengler, denominó «ideas sin palabras» propias de la cultura de la derecha, o para ser más precisos, «palabras espiritualizadas» «que pretenden poder decir realmente y por tanto decir y al mismo tiempo ocultar en la esfera secreta del símbolo»; términos que se supone que ocultan un secreto compartido, pero que no necesitan ser explicados y que, mediante su uso, se convierten en un vector de ideas sin palabras y fundan así la solidez presente y futura de la comunidad a la que pretenden dirigirse[67]. El voto al M5S no tenía «raíces sociales», sino que fue llevado por «ideas sin palabras». Era una base que se acerca a lo que Luigi Salvatorelli, un liberal antifascista, llamó en 1922, el quinto Estado, indicando una nueva categoría que «no coincide con el proletariado social y políticamente definido», el alimento de una nueva forma de revuelta que busca salidas.[68]

El M5S podría identificarse con un catalizador químico. Beppe Grillo defendió el carácter biodegradable de su movimiento, indicando que podría convertirse en una simple molécula que podría ser utilizada por la nueva política que habría contribuido a crear al producir la descomposición de la vieja[69].

El eterno retorno del fascismo

Estas últimas semanas no es raro ver referencias a un discurso pronunciado por Umberto Eco en la Universidad de Columbia el 25 de abril de 1995. Titulado «El eterno fascismo», fue pronunciado tras el atentado derechista que asoló Oklahoma City, dejando varios cientos de heridos y decenas de muertos. Al reflexionar de nuevo sobre la persistencia del fascismo, sus formas y su evolución a lo largo del tiempo, parecía, más allá de la celebración del quincuagésimo aniversario de la liberación de Italia, una necesidad urgente. El texto hacía hincapié en los riesgos todavía muy reales que el (re)nacimiento del fascismo suponía para el mundo: «Sería mucho más fácil, para nosotros -escribió Umberto Eco-, si apareciera en la escena mundial alguien que dijera: ‘Quiero reabrir Auschwitz, quiero que los Camisas Negras vuelvan a desfilar por las plazas italianas’. La vida no es tan sencilla. El fascismo [el fascismo eterno] puede aparecer bajo el más inocente de los disfraces. Nuestro deber es descubrirlo y señalar con el dedo cualquiera de sus nuevas instancias, todos los días, en todas las partes del mundo»[70]. Esta misma conferencia se volvió a publicar pocos meses antes de las elecciones de marzo de 2018, cuando la amenazante presencia de Matteo Salvini en las filas de la coalición de derechas reactivó el temor a un retorno del fascismo. Giorgia Meloni y su partido parecen estar cerrando ahora el ciclo de esta contrarrevolución rampante iniciada hace unos 30 años y en cuya aceleración política y cultural el M5S desempeñó un papel crucial. Mientras tanto, Italia ha estado a la cabeza de una crisis sanitaria mundial, consus decenas de miles de muertos; una Italia desangrada, políticamente inestable y socialmente desgarrada. Una de las economías más frágiles de la Eurozona, golpeada en el corazón, donde las medidas de contención han generado una recesión global, sin precedentes en su magnitud y extensión histórica.

¿Fascista? Son muchos los términos que se utilizan para describir a la derecha que se enfrenta hoy a las puertas del poder, hipnotizando el debate público, buscando palabras «para designar a la familia de demagogos peligrosos»[71]. Su propia sobreabundancia remite a la dificultad de determinar sus nuevos contornos: fascista o postfascista, para señalar la continuidad en su transformación; populista, para marcar la novedad de un fenómeno nacido en la segunda parte del siglo XX, designando (o no) un vínculo de continuidad con el fascismo del periodo de entreguerras[72]. No hay duda de que el FdI es el verdadero, independientemente de lo que haya pensado la prensa internacional tras la publicación de un vídeo en tres idiomas en el que Giorgia Meloni habría abjurado del fascismo, pero en el que, sin embargo, abordaba el problema de la herencia del fascismo en una sola frase y se dirigía principalmente al antifascismo, al comunismo y a la izquierda. Y, sin embargo, quienes agitan el peligro del fascismo hoy no son escuchados por la mayoría de los italianos, porque se ha utilizado con demasiada frecuencia para empujar a la población a votar por el mal menor, incluso tapándose la nariz, según la fórmula utilizada por Matteo Renzi durante la campaña electoral de 2018. Los antifascistas, que pensaban que llamar fascista a cualquiera (Bossi, Salvini, Berlusconi, el propio Grillo, etc.) era suficiente para descalificarlo ante el electorado, han cometido graves errores. Al mismo tiempo que no captaron las nuevas dimensiones del fascismo y la necesidad de combatirlas como tales. Pero también porque la destrucción del pasado, es decir, de los lazos que unen a los contemporáneos con las generaciones anteriores se ha producido aquí, más que en otros lugares, con especial diligencia en los últimos treinta años.

Un país que recientemente ha visto amenazado a un periodista del diario La Stampa por un reportaje dedicado a la nostalgia del fascismo. Un país en el que el 9 de octubre de 2021, la sede nacional del mayor sindicato italiano fue atacada y devastada por los llamados grupos No Vax. Un país en el que un diario como Il Giornale pudo distribuir Mein Kampf en la traducción italiana de 1938 como regalo a sus lectores[73]. Un país que durante décadas ha criminalizado al antifascismo, ese eterno «alborotador» de un orden político y social represivo, señalado como el único «peligro real para la democracia italiana». Ernesto Galli della Loggia, editorialista del diario Corriere della Sera, que a menudo comienza sus editoriales con «los que han leído algunos libros», lo que se supone que le da una legitimidad incuestionable, resume esta posición política en una frase: «Si el fascismo es la violencia, la ilegalidad y la supresión de la libertad, su antítesis no es el antifascismo, sino la democracia»[74]. Y, sin embargo, «donde se han roto los diques del antifascismo, se extiende el odio racial»[75]. El 3 de febrero de 2018 en Macerata (Las Marcas), Luca Traini, antiguo candidato fracasado de la Lega y antiguo miembro del servicio de orden de su líder, disparó a seis personas del África subsahariana; cuando, dos horas después, la policía lo detuvo, Luca Traini, envuelto en la bandera italiana, gritó: «¡Viva Italia!» mientras hacía el saludo fascista. Tras este ataque, todo el mundo, desde el FDI hasta el DP, acusó a los inmigrantes de ser los responsables de esta violencia.

«Italia es un país circular», escribió Pier Paolo Pasolini en sus escritos corsarios, «como el Leopardo de Lampedusa, en el que todo cambia para seguir siendo como antes», porque, siguió diciendo, «es un país sin memoria que, si se preocupara por su historia», sabría que «los regímenes son portadores de antiguos venenos, de metástasis invencibles»[76]. Este país sumido en una multicrisis: económica, política, social, ecológica y moral, que se suma y combina, parece vivir el momento del retorno de uno de esos interregnos en los que «surgen los más variados fenómenos morbosos» (Gramsci). Sobre todo, porque ha olvidado el sentido de la historia, de los oprimidos y de sus luchas, porque se hunde en una ignorancia producida culturalmente desde hace décadas y porque parece haber agotado toda forma de discernimiento. La irracionalidad del capitalismo ha terminado por socavar sus formaciones tradicionales; los principios democráticos elementales se erosionan y la huida de la libertad (Erich Fromm) parece imponerse. La escisión del ser social se enmascara entonces con la apelación al pueblo contra los poderosos, tendiendo a neutralizar la capacidad de tomar conciencia de uno mismo, de los otros y de las múltiples dimensiones colectivas de nuestra humanidad, y a rechazar los fenómenos de contestación en un universo prepolítico a la manera de lo que Gramsci definió como apolitismo, que se expresa en «frases de rebeldía [ribellismo], de subversivismo [sovversivismo], de antiestatismo primitivo y elemental»[77]. Algo así como el «fascismo tardío» señalado por el filósofo Alberto Toscano[78]. [78] Sea cual sea el resultado de las próximas elecciones, está en marcha un cambio de época. Italia año cero…(Publicado originalmente en New Politics, 12-9-2022: https://newpol.org/on-the-eve-of-national-elections-looking-backward-italys-rising-black-tide-a-creeping-counter-revolution/

* Stefanie Prezioso, profesora de historia contemporánea europea en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad de Lausana (Suiza). Es autora de numerosas publicaciones sobre la historia contemporánea italiana, la Primera Guerra Mundial y los problemas relacionados con el uso público de la historia.

Notas

[1] Nikou Asgari & Ian Johnston, «Italy long-term borrowing costs stuck near eight-years high», 28 /07/2022.

[2] Amy Kazmin, «Doubts over Italy’s access to €800bn EU Covid fund after Mario Draghi’s exit», 6/8/2022

[3] idem.

[4] ISTAT, Le statistiche dell’ISTAT sulla povertà. Anno 2021, junio de 2022, https://www.istat.it/it/files/2022/06/Report_Povertà_2021_14-06.pdf).

[5] Lobby nera, Fanpage, 30/09/2021, https://youmedia.fanpage.it/video/al/YVXPpOSwUXALhewA).

[6] Para los resultados de 2018, Il Sole 24 ore, 23/03/2018; para los resultados de 2013, http://elezionistorico.interno.gov.it/

[7] Ilvo Diamanti, Gli Italiani e lo Stato. Rapporto 2017 (demos.it).

[8] Ilvo Diamanti, Gli Italiani e lo Stato. Rapporto 2021 (demos.it).

[9] Giovanni Valenti, «Un «Cavaliere nero» per gli orfani del regime», La Repubblica, 24(/11/1993.

[10] Rino Genovese, Che cos’è il berlusconismo, Roma, Manifestolibri, 2011.

[11] Pier Paolo Poggi, Nazismo e revisionismo storico, Roma, Manifesto libri, 1997, p. 112.

[12] Carlo Ruzza, “Italy: the political right and concepts of civil society,” Journal of Political Ideologies, No. 15, 2010, p. 264.

[13] Geoff, Eley, “Legacies of Antifascism: constructing democracy in Postwar Europe,” New German Critique, No. 67, Winter 1996, pp. 73-100.

[14] Perry Anderson, » An invertebrate lef. Italy’s Squandered Heritage», London Review of Books, vol. 13, nº 5, marzo de 2009.

[15] Mark Fisher, “How to kill a Zombie: strategizing the end of neoliberalism,” Opendemocracy.net, julio 18, 2013.

[16] Fausto Bertinotti, «Rigettiamo il determinismo, pensiamo ad un processo aperto», Corriere della Sera, 1/12/2003.

[17] Antonio Gramsci, «Note sulla vita nazionale francese», Cahiers N°13, § (37).

[18] Massimo D’Alema, «Il voto italiano è il punto di rottura della crisi europea», Il Manifesto, 10/04/2018.

[19] Marco Revelli, Finale di partito, Turín, Einaudi, 2013, p. IX.

[20] Carlo Formenti, La variante populista. La lotta di classe nel neoliberalismo, Roma, DeriveApprodi, 2016, p. 7.

[21] Stefano Rodotà, «Lo scippo della Costituzione», La Repubblica, 20/06/2012. Adam Tooze, Crashed. How a decade of financial crisis changed the world, Paris, Belles Lettres, 2018 (ebook)

[22] Bruno Amable, Stefano Palombarini, L’illusion du bloc bourgeois. Alliances sociales et avenir du modèle français, París, Raison d’Agir, 2017, p. 13.

[23] Il Manifesto, 5/03/2018

[24] Alessandra Ghisleri, «Verso il voto: El FdI dobla a la Lega, Azione supera a FI. Un elettore su tre non ha deciso», La Stampa, 31/08/2022.

[25] Loris Campetti, Ma come fanno gli operai. Precarietà, solitudine, sfruttamento. Reportage da una classe fantasma, San Cesario, Manni, 2018.

[26] Wendy Brown, «Rien n’est jamais achevé». Un entretien avec Wendy Brown sur la subjectivité néolibérale «, Terrains/Théories, N°6, 2017p. 1.

[27] Demos, «XIV Rapporto. Gli Italiani e lo Stato», 9/01/2012 (demos.it).

[28] Demos, «XXIV. Informe. Gli Italiani e lo Stato», diciembre de 2021 (demos.it).

[29] Aldo Cazzullo, «Antonio Ricci: «Salvini mi riccorda Gabibbo, Masterchef rovina le cene», Corriere della Sera, 2/12/2018.

[30] Citado en Giuliano Santoro, Breaking Beppe. Dal Grillo qualunque alla Guerra civile simulata, Roma, Castelvecchi, 2014.

[31] Sergio Rizzo, Gian Antonio Stella, La Casta. Così i politici italiani sono diventati intoccabili, Milán, Rizzoli, 2007.

[32] Benedetta Tobagi, «Queste nostre democrazie fragili», La Repubblica, 14/02/2017.

[33] Martina Avanza, Les » Pure et durs de Padanie «. Ethnographie du militantisme nationaliste de la Ligue du Nord (Italie), tesis doctoral, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París, diciembre de 2007.

[34] Camillo Arcuri, «Voglio un pubblico col cartellino», Corriere della Sera, 13/02/1992.

[35] Dany-Robert Dufour, «Vivre en troupeau en se pensant libres», Le Monde diplomatique, nº 646, enero de 2008.

[36] Giuliano Santoro, Breaking Beppe.

[37] «Questa sinistra peggio della destra», La Stampa, 10/09/2007.

[38] Canción del álbum Dialogo tra un impegnato e uno non so (1972).

[39] Catherine Calvet, «Michel Pastoureau : ‘Le jaune est la couleur des trompeurs mais aussi des trompés'», Libération, 5/12/2018.

[40] Paolo Gerbaudo, Il Partito piattaforma. La trasformazione dell’era politica nell’era digitale, Milán, Feltrinelli, 2018.

[41] John Hooper, «Italy’s web guru tastes power as new political movement goes viral», The Guardian, 3/01/2013.

[42] Eurostat, «Hogares: nivel de acceso a Internet», 31 de enero de 2019 (https://ec.europa.eu/eurostat/web/digital-economy-and-society/data/database).

[43] Federica de Maria, Edoardo Fleischner, Emilio Targia, Chi ha paura di Beppe Grillo, Milán, Selene, 2008, p. 38.

[44] Robert Proctor, Londa Schiebinger (eds.), Agnotología. The Making and Unmaking of Ignorance, Standford University Press, 2008.

[45] Francesco Merlo, «C’era una volta Beppe Grillo», La Repubblica, 1/01/2019.

[46] Carlo Vulpio, «La Rete è un trucco», Corriere della Sera, 1/07/2012.

[47] Nadia Urbinati, «Mobilisations en réseaux, activisme numérique : les nouvelles attentes participatives», Esprit, N°8, agosto-septiembre de 2013, p. 89.

[48] Clasificación de Reporteros sin Fronteras para el año 2016 (rsf.org).

[49] Paolo Flores d’Arcais, «Fascismo y berlusconismo», Le Débat, N°164, 2011, p. 10.

[50] «Beppe Grillo al Quirinale: conferenza stampa, 10/07/2013» (www.youtube.com); véase también Rinaldo Vignati, «Dai comuni al Parlamento: il Movimento entra nelle istituzioni», en Piergiorgio Corbetta (ed.), M5S. Cómo cambia el partido de Grillo.

[51] Stefano Marroni, «Avevo 300 mila ribelli», La Repubblica, 30/08/1994.

[52] Corriere della Sera, 13/02/2018.

[53] Giuliano Santoro, Breaking Beppe.

[54] «Beppe Grillo: «Le bilan de l’Europe est un échec total» «, Journal du Dimanche, 22/01/2017.

[55] Delia Baldassari, Paolo Segatti, «Ancora Sinistra-Destra», en Itanes, Vox populi. Il voto ad alta voce del 2018, Bolonia, Il Mulino, 2018

[56] Beppe Grillo, «Un clandestino è per sempre», beppegrillo.it, 1/05/2011

[57] Ludovic Lamant, » Errejón : «Le plus grand perdant des élections italiennes c’est Bruxelles» «, Mediapart, 12/03/2018.

[58] Luca Comodo, Mattia Forni, «Gli elettori del Movimento: atteggiamenti e opinioni», en Piergiorgio Corbetta (ed.), M5S. Come cambia il partito di Grillo, Bolonia, il Mulino, 2017

[59] Ezio Mauro, «La destra realizzata», La Repubblica, 3/06/2018; Marco Travaglio, «Senza parole», Il Fatto Quotidiano, 5/06/2018; Claudio Tito, «La alleanza giallo-verde e la nuova destra al potere», La Repubblica, 31/05/2018.

[60] Ufficio centrale di statistica, «Dati statistici sull’immigrazione in Italia dal 2008 al 2013 e aggiornamento al 2014», Ministero dell’Interno, Dipartimento per le politiche del personale dell’amministrazione civile e per le politiche del personale, 2014 (http://ucs.interno.gov.it/files/allegatipag/1263/immigrazione_in_italia.pdf)

[61] Eric Fassin, Populisme, le grand ressentiment, París, Textuel, 2017.

[62] Manuel Castells, Communication et pouvoir, París, Éditions des Sciences de l’Homme, 2013 (ebook 2017).

[63] Gianluca Passarelli, Filippo Tronconi, Dario Tuorto, «Chi dice organizzazione, dice oligarchia», en Piergiorgio Corbetta (ed.), M5S. Come cambia il partito di Grillo.

[64] Wendy Brown, Wendy Brown, Défaire le Démos. Le néolibéralisme, une révolution furtive, París, Amsterdam, 2018 ; Owen Jones, The Demonization of the Working Classe, Londres, Verso, 2011.

[65] Beppe Grillo, «Tagli, ritagli e frattaglie», beppegrillo.it, 1/05/2012.

[66] Ezio Mauro, «L’anno zero della politica», La Repubblica, 10/05/2018.

[67] Furio Jesi, Cultura di destra, Milán, Figure nottetempo, 2011 (1979) (ebook).

[68] Luigi Salvatorelli, «La vittoria del Quinto Stato», La Stampa, 1/11/1922; en Id., Nazionalfascismo, Turín, Einaudi, 1977 [1923

[69] Entrevista a Beppe Grillo por Iann Bremmer, US GZeroWorld, 27/07/2018 (https://www.youtube.com/watch?v=PLLGpCqsyKg); Annalisa Cuzzocrea, «M5S, Grillo avverte Di Maio «Guai a diventare un partito», la Repubblica, 3 de marzo de 2018.

[70] Umberto Eco, ”Ur-Fascism. Freedom and Liberation are an unending task”, New York Review of Books, 22/06/1995.

[71] Maurie Agulhon, » Le peuple à l’inconditionnel «, Vingtième siècle. Revue d’histoire, N°56, 1997, p. 225.

[72] Federico Finchelstein, “Returning Populism to History», Constellations, No. 4, 2014.

[73] Simonetta Fiori, «Bocciatura degli storici: Iniziativa inopportuna fanno solo marketing», La Repubblica, 12/06/2016.

[74] Ernesto Galli della Loggia, «I violenti e le parole ambigue», Corriere della Sera, 24/02/2018.

[75] Alessandro Portelli, «Aperta la diga dell’antifascismo, dilaga l’odio razziale», Il Manifesto, 6/02/2018.

[76] Pier Paolo Pasolini, Scritti corsari, Milán, Garzanti, 1975, p. 87.

[77] A. Gramsci, Quaderni del carcere, edizione critica dell’Istituto Gramsci a cura di V. Gerratana, Torino, Einaudi, 1975, pp. 2108-2109.

[78] Alberto Toscano, “Notes on Late Fascism,” Historical Materialism, April 2, 2017; Jairus Banaji, “Trajectories of Fascism: Extreme-Right Movements in India and Elsewhere,” The Fifth Walter Sisulu Memorial Lecture, Jamia Millia Islamia, New Delhi, March 18, 2013; David Riesman, The Lonely Crowd : a study of the changing of American Character, New York, Garden city, 1953 (French translation: La foule solitaire, anatomie de la société moderne, Paris, Arthaud, 1965); Dany-Robert Dufour, “Vivre en troupeau en se pensant libre”, Le Monde diplomatique, January 2008.

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