© Foto : Twitter / @NicolasMaduro y @PetroGustavo
Sputnik
Samuel Cortés Hamdan
Corresponsal en México
Colombia y Venezuela son pueblos ligados históricamente y durante siglos incluso conformaron un mismo territorio, primero como el virreinato de Nueva Granada y luego como la Gran Colombia, en los primeros años de las independencias americanas ante el imperio español.
Sin embargo, los hechos políticos ocurridos a finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI, concretamente la asunción de Hugo Chávez al poder en Caracas, han distanciado a las dos naciones al grado de que rompieron relaciones diplomáticas en 2019, pese a compartir más de 2.200 kilómetros de frontera.
Esta ruptura, de larga configuración pero agudizada durante el mandato de Iván Duque (2018-20229, está comenzando a repararse luego de que el izquierdista Gustavo Petro ganó las elecciones presidenciales colombianas en junio de 2022 y tomó posesión del cargo el 7 de agosto.
En un proceso que va dando sus primeros pasos, el mandatario de Venezuela, Nicolás Maduro, anunció que la frontera entre ambos países se abrirá el 26 de septiembre, además de que se retomarán vuelos entre Caracas y Bogotá, así como las rutas aéreas de Valencia a la capital colombiana.
Sputnik conversó con el investigador en derechos humanos colombiano Mario Hurtado y con el sociólogo y periodista argentino Marco Teruggi, quien tiene experiencia laboral en el Gobierno de Venezuela, para comprender los desafíos y alcances de este proceso que busca el restablecimiento de una relación de larga data, aunque muy lastimada en la actualidad.
Comercio y migración, pilares del intercambio
En su mejor momento, hacia el año 2008, la relación comercial entre Venezuela y Colombia generó un flujo económico en torno a los 7.000 millones de dólares, destaca Teruggi, por lo que será central en la agenda pendiente restaurar ese vínculo en particular y resarcir las afectaciones derivadas de la ruptura. Esta dimensión de intercambio la convirtió entonces en una de las zonas económicamente activas más importantes de toda la región sudamericana, apunta, por su parte, Hurtado.
En cuanto a la migración, Teruggi recuerda que hay una continuidad histórica de traslado de colombianos hacia territorio venezolano, y se registra también una dimensión masiva en los últimos tiempos de venezolanos en Colombia. En otro matiz, Hurtado especifica que varios sujetos desplazados por el conflicto armado colombiano (persistente en la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, si bien ha iniciado conversaciones con Petro) se han refugiado en Venezuela, mientras que son millones los venezolanos que han cruzado a Colombia.
«Actualmente hay más de dos millones de personas venezolanas en territorio colombiano y eso conlleva también cómo poder enfrentar la crisis social y humanitaria que muchas de estas poblaciones están viviendo», señala el defensor Hurtado.
En julio de 2022, Migración Colombia, la dependencia gubernamental a cargo del tema, afirmó a la prensa que son casi 2,5 millones de venezolanos los que radican en suelo colombiano.
Un capítulo particular: la petroquímica Monómeros
La tensión del Gobierno de Iván Duque contra Maduro escaló a diferentes dimensiones, al grado de que el antecesor de Petro en la Casa de Nariño, sede del Poder Ejecutivo localizada en Bogotá, reconoció al opositor Juan Guaidó como líder venezolano en 2019. Es en ese contexto se quedó en disputa la empresa de fertilizantes estatal venezolana Monómeros Colombo Venezolanos, emplazada en territorio colombiano, ante la que Duque dijo que reconocería a los directivos designados por Guaidó para la firma.
Ahora que Petro vuelve a reconocer al Palacio de Miraflores, sede del Ejecutivo venezolano, como su interlocutor oficial, se entra en un episodio de rearticulación de la planta, reconocen tanto Teruggi como Hurtado en conversación con Sputnik.
«(Monómeros) juega un rol muy importante en términos comerciales, pero en términos de soberanía alimentaria es creo que una de las estrategias principales actuales del Gobierno de Colombia, y eso se ve reflejado también con la asignación del embajador, en este caso Armando Benedetti, que juega un rol muy importante en términos de la campaña presidencial» de Petro, describe Hurtado.
La presencia militar de EEUU en Colombia
No es ningún secreto que Estados Unidos tiene una estrecha relación militar con Colombia en diferentes niveles, apunta Hurtado, en referencia al ofrecimiento de entrenamiento militar desde Norteamérica hacia el país sudamericano, la operación de cuerpos de élite en Colombia e inclusive la presencia en bases militares.
La información oficial señala que en 2009 el entonces presidente Álvaro Uribe (2002-2010), ideólogo cercano a la gestión de Duque, firmó un acuerdo con Estados Unidos para permitirle operaciones de sus elementos castrenses en bases militares colombianas, limitándose a siete.
A su vez, el Observatorio de la Escuela de las Américas (SOAW, por sus siglas en inglés) estima en decenas las bases militares estadounidenses en territorio colombiano, alrededor de 40 o hasta 50, si bien reconoce que no existe precisión sobre este aspecto porque algunas son clandestinas y otras se configuran de manera extraordinaria o volátil por razones estratégicas.
En ese marco, a pesar del triunfo electoral de Petro y de su ejercicio concreto de la administración pública, la presencia de elementos del Departamento de Defensa estadounidense en Colombia es un punto de tensión para el propio país y también en lo referente a su dinámica diplomática y política frente a Venezuela.
«Eso va a ser un reto, es un desafío, ya lo estamos viendo en la actualidad en términos de algunos temas, como es el glifosato, la eliminación de cultivos (de narcóticos) de forma voluntaria, el tratamiento incluso de la despenalización de ciertas drogas», enumera el investigador en derechos humanos.
Las adhesiones estratégicas de Colombia a discursos de EEUU
En los últimos años ha sido multifactorial la insistencia del discurso de Washington y los gobiernos de derecha en Bogotá en contra de Venezuela, además de las adhesiones estratégicas de Colombia a discursos estadounidenses, apunta Hurtado, como la suma de Duque al Grupo de Lima, que llegó a unir a 16 países latinoamericanos contra Maduro.
Otro punto tenso de las hostilidades entre Colombia y Venezuela se dio cuando la Administración de Donald Trump anunció en 2020 que consideraba al presidente Maduro un narcotraficante prófugo de la justicia, por cuya captura llegó a ofrecer una recompensa de alrededor de 15 millones de dólares, puntualiza Teruggi.
Esta confrontación no cambió sustancialmente, considera el periodista argentino, sino hasta el aumento de la necesidad de Estados Unidos del petróleo sudamericano, derivada de la crisis energética desatada en el mundo como consecuencia de las sanciones económicas impuestas contra Rusia desde febrero de 2022. Dado que Rusia es uno de los principales productores y exportadores de hidrocarburo del mundo, según estimaciones de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), el bloqueo a su comercio energético orilló al presidente estadounidense Joe Biden a acercarse a Venezuela para aprovechar su petróleo.
«Habrá que medir cómo son los tiempos de Estados Unidos, pensemos que tiene elecciones de medio término, cómo son sus urgencias, para ir viendo cuál va a ser la política exterior del Departamento de Estado y la Casa Blanca hacia Venezuela», matiza, en un escenario donde probablemente estará dividida la opinión estadounidense frente a Caracas, incluso al interior de la Casa Blanca.
Transformar la narrativa de hostilidad
Además de la declaración de Trump contra Maduro, también del lado venezolano han escalado las acusaciones contra Colombia, pues en varias ocasiones el Palacio de Miraflores denunció intenciones de Duque de intervenir en el territorio de Venezuela con fines golpistas, para no sólo para deponer al presidente sino incluso llevarlo emboscado como prisionero a Washington.
Ante un panorama tan lastimado por descalificaciones mutuas, el investigador en derechos humanos Hurtado considera que es fundamental virar la narrativa política hacia nuevas dinámicas de enunciación y reconocimiento del país vecino.
Es por ello que Petro, considera el investigador, ha avanzado en transformar el escenario con un discurso de solidaridad regional y llamados a la integración ante la Comunidad Andina.
A nivel social, la tensión ha sedimentado un sesgo aún vigente entre la población, lo que explicaría la cautela de Petro en sus acercamientos a su par venezolano, pues sabe que una aproximación acelerada tendría cierto costo político, pondera.
«Socialmente ese daño que se menciona todavía está en la sociedad, esa desconfianza (ante) que se hable de Maduro, de Venezuela», explica, además de que muchos de los migrantes venezolanos que habitan en Colombia tienen posiciones de rechazo al Palacio de Miraflores.
«Entonces también hay que tener cuidado, en términos políticos, de cómo se maneja y se comunica este nuevo viraje de la política exterior, pero se vienen dando pasos importantes (aunque) se está guardando bastante cautela» para no seguir ideologizando la relación entre dos pueblos hermanos.
El vínculo histórico de dos pueblos hermanos
La proximidad de Venezuela con Colombia no es sólo geográfica, sino que abarca varias dimensiones: la cultural, la económica, la histórica, la étnica, donde se vive un vínculo incluso al nivel más íntimo, con familias binacionales, coinciden tanto Hurtado como Teruggi.
Así, ir sanando la relación requiere evitar la demagogia e impulsar políticas reales que aborden los desafíos complejos bilaterales, propone el argentino, con impactos migratorios, laborales, de demanda de soluciones ante el Estado.
«Hay una alta expectativa de lado y lado en términos sociales, comerciales, en términos de alcaldías, de gobernaciones, con la reapertura de fronteras, porque finalmente esa frontera no es ideológica, sino económica, y lo que podría regresar es un gran intercambio», concluye Teruggi.
Sobre la fortaleza de la vinculación histórica, queda comprobada su elocuencia en que se ha celebrado en ambos lados de la frontera el anuncio de la apertura, recuerda Hurtado y apunta que ya se permite el tránsito peatonal.
«Hay mucho entusiasmo en términos de regresar un poco a las relaciones normales que se venían dando entre estas zonas fronterizas», describe.
«Va a ser un gran reto, eso va a implicar tiempo, pero creo que las acciones que se han venido dando van por muy buen camino y pues esperemos que eso contribuya y termine en un mejor porvenir para ambas poblaciones y, sobre todo, en particular las que viven en la frontera», concluye el investigador.