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DOS VISIONES SOBRE NUESTRO CONTINENTE: BOLÍVAR Y MARIATEGUI

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Por Gustavo Espinoza M.

Es una excelente iniciativa generar algunas reflexiones referidas a las visiones en nuestro continente, y hacerlo a partir de dos personalidades formalmente distintas, pero esencialmente iguales:  Simón Bolívar y José Carlos Mariátegui.

Decimos distintas porque Bolívar fue básicamente un hombre de guerra. Dirigió activamente la lucha por la independencia, y registró una actividad militar en buena medida insuperable; en tanto que Mariátegui fue propiamente un hombre de letras, un pensador social y un ideólogo.  Vivieron en distintas etapas de la historia, afrontaron diferentes retos y actuaron en escenarios propios, cada cual a su manera. Pero el sentido de su lucha, fue el mismo; y sus anhelos, resumieron la misma expectativa.

Y es que ambos tuvieron una visión continental, percibieron los problemas generales de nuestra región e incluso del mundo que les tocó vivir. Tuvieron ante sí aspectos cardinales del pensamiento y desarrollaron acciones que reflejaron un espíritu común y una misma acendrada voluntad de lucha. Por eso decimos que son esencialmente iguales

Cuando pensamos en Bolívar, habitualmente lo imaginamos con una espada enhiesta, el brazo en alto y sobre un brioso corcel al frente, siempre, de una batalla. En otras palabras, asociamos su figura con una acción militar: Carabobo, Pichincha, Junín o Ayacucho; recorriendo caminos, liberando pueblos.

Y no siempre reparamos que Bolívar fue mucho más que un militar afortunado, o un brillante soldado. Fue un hombre de ideas que enarboló ora el fusil y ora la imprenta, a la que consideró siempre “la artillería del pensamiento”.

Años después, aludiendo a la prensa, Lenin diría “cañón de largo alcance” y la calificaría como “la artillería pesada de la Revolución Mundial”  

No todos los que miran la estatua de Bolívar, esa que se levanta en la Plaza del Congreso de la Republica, saben que en 1810, cuando viajó a Londres en busca de apoyo a la lucha liberadora que había emprendido, lo que buscó fue una imprenta. Y pocos saben también que en 1817, en una carta que dirige a su colaborador Fernando de Peñalver, le solicita el envío urgente no de balas ni de fusiles, sino de una Imprenta, arma decisiva para asegurar su victoria. Y es que Bolívar no lucho sólo con el fuego, sino también con la idea.

Objetivamente, Bolívar fue consciente que la lucha por liberar América del yugo español rebasaba largamente el carácter de un operativo militar. Que se trataba de una batalla política y que por eso requería un complejo de ideas destinado a llenar la cabeza de la gente. Que para ganar la guerra, resultaba indispensable conquistar primero la conciencia de los ciudadanos originarios de este continente. Eso explica el afán de debatir los grandes problemas de la época, que fue el sentido que ideó Bolívar cuando, por ejemplo, redactó la Carta de Jamaica, en 1815.

Se trataba de un documento de fondo, de claro contenido ideológico, llamando a inducir a sus lectores a reflexionar en torno a la naturaleza misma de la acción emprendida y la necesidad de construir la unidad de América a partir de un contenido distinto, independiente y soberano. Un documento en buena medida comparable a la célebre Carta a los Españoles Americanos, de nuestro ilustre Juan Pablo Vizcardo y Guzmán

Por lo demás, Bolívar fue un periodista de pluma conceptuosa y calificada. Su primera experiencia en esa área se registró en “La Gaceta de Caracas” que fundada en 1813, a partir de 1814 estuvo al servicio de la causa independentista. Cuatro años después, en 1818, concretó una obra mayor: fundó un diario, el “Correo del Orinoco” en el que proclamo vibrante: “Somos libres, escribimos en un país libre y no nos proponemos engañar a nadie”. De  ese modo, no sólo ejerció noblemente una profesión esencial, sino sobre todo entregó un mensaje de honor, y de alta consideración ética que bien podría marcar el derrotero básico para los hombres de prensa aún en nuestro tiempo.

José Carlos Mariátegui anidó las mismas inquietudes. Hombre de otra época, revindicó el pensamiento como herramienta de combate y usó las palabras como balas para atravesar los muros de la conciencia humana.  Su objetivo, como se recuerda, fue iluminar el camino por el que tenían que transitar nuestros pueblos viviendo en estas Repúblicas, esencialmente defraudadas.

Mariátegui, como Bolívar, tuvo una visión internacional y continentalista de la lucha emprendida en estas tierras de América. Eso unió sus mensajes, y mantiene actualizada su visión creadora.  

Los pueblos de América Española -sostuvo nuestro Amauta–  “se mueven en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos históricos  no es una ilusión de la literatura americanista. Estos pueblos, realmente no son sólo hermanos en la retórica sino también en la historia. Proceden de una matriz única”.

Y perfilando con precisión el sentido de su política anti imperialista, subrayó un concepto derivado del de Bolívar. El caraqueño había dicho: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar América de hambre y de miseria en nombre de la libertad”. El nuestro sostuvo:  “La nueva generación hispano-americana debe definir neta y exactamente el sentido  de su oposición a los Estados Unidos. Debe declararse adversaria del Imperio de Dawes y de Morgan; no del pueblo, ni del hombre norteamericano”. Un modo de entrelazar una acertada noción de clase, a fin de juzgar mejor los procesos sociales.       

Los dos –Bolívar y Mariátegui- sumaron su pensamiento y su acción para construir entonces una América independiente y soberana, Ambos recusaron al colonialismo hispanista, y se proclamaron siempre defensores de un sistema republicano de gobierno- Bolívar pudo intuir que construirlo, no sería en absoluto fácil por cuanto habría que vencer obstáculos de todo orden. Su prematura muerte –a los 46 años- no le permitió ver el escenario posterior.

Mariátegui, en cambio casi cien años después, alcanzó a enjuiciar a la República sosteniendo que no había cumplid con sus deberes esenciales. “A la República le tocaba elevar la condición del indio”,sostuvo el peruano, “Y contrariando este deber, ha pauperizado al indio, ha agravado su depresión   y ha exasperado su miseria. La República ha significado para los indios la ascensión de una nueva clase dominante que se ha apropiado sistemáticamente de sus tierras”, añadióY no solo de sus tierras, sino virtualmente de países enteros, podríamos afirmar hoy.

Bolívar y Mariátegui fueron partidarios de la unidad continental. En noviembre de 1825, el Libertador aseguró: “nuestras republicas se ligarán de tal modo que no parezcan en calidad de naciones,  sino de hermanas unidas por todos los vínculos  que nos han estrechado en los siglos pasados”.

En esa misma circunstancia, acuñó un pensamiento muy similar al  que perfilara el Amauta un siglo más tarde. Bolívar dijo, oteando el porvenir: “Ahora vamos a abrazar una misma libertad con leyes diferentes y aún con gobiernos diversos, pues cada pueblo será libre a su modo y disfrutará de su soberanía, según la voluntad de su conciencia”.

Mariátegui, en septiembre de1928, aseguró: “No queremos ciertamente que el socialismo sea en América calco y copia, Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indo-americano. He aquí una misión digna de una generación nueva”.

Si hablamos entonces de una visión continental común debiéramos concluir señalando que estas dos prominentes figuras del pensamiento y la acción latinoamericana, visualizaron de manera trasparente y nítida la perspectiva planteada aún en nuestro tiempo como un reto para los pueblos de América: la suma de fuerzas, la unidad constante, la voluntad común, la alianza fecunda como un proceso en construcción.

Un proceso, sí; pero no cualquier proceso. Requerimos, el que esté ligado a la liberación humana, a la igualdad, la dignidad y la justicia; la verdadera democracia, la Independencia y la Soberanía de los Estados; la recuperación de las riquezas básicas y un  orden social inclusivo, y no excluyente

Este objetivo, no está sembrado en la tierra; ni habrá de caer, como el maná, del cielo. Tendrá que ser forjado con el sacrificio, la lucha y la conciencia de millones de hombres y mujeres que en cada uno de nuestros países, deberán derrotar a las oligarquías nativas y al Imperialismo en acción. Hoy lo hacen ya pueblos valerosos: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Y perfilan el mismo derrotero Bolivia, Honduras y Colombia. También Chile y Argentina.

En cuanto se refiere a nosotros, hay quienes dicen: “no hay que perder la esperanza”. El problema, no radica en afincar esperanzas ni ilusiones, sino en el trabajo constante que nos convoca de modo cotidiano.  Por eso, con el Amauta decimos: “Trabajan por el advenimiento de una sociedad nueva, los que todo el año, disciplinada y obstinadamente, combaten por el socialismo; no los que en esa u otra fecha, sienten un momentáneo impulso de motín o asonada”.

Muchas gracias   

Casa Mariátegui  /   Lima   /    21 de julio del 2022

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