Por Adán Salgado Andrade
Para que algún avance o descubrimiento científico pueda, realmente, darse por bueno, se requiere de bastante experimentación que, muchas veces, es larga y costosa.
Para mostrar cómo la brea, aunque extremadamente viscosa, era un fluido, el científico inglés Thomas Parnell (1881-1948), inició en 1927, en la Universidad de Queensland, en Australia, un experimento que habría de ser tan largo, que sigue desarrollándose a la fecha. Parnell, vació brea calentada en un embudo de cristal, que colocó en un trípode, sobre un matraz, para “demostrar a sus estudiantes que ese compuesto, aunque parecía sólido, era un fluido, pero muy viscoso. Al morir Parnell, le sucedió John Mainstone, para vigilar el experimento. A cada gota que ha fluido del embudo, le ha tomado alrededor de una década caer. La octava, lo hizo en noviembre del 2008, permitiendo a los experimentadores calcular que la brea tiene una viscosidad 230 mil millones de veces más alta que la del agua” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Pitch_drop_experiment).
El singular experimento, está protegido mediante una cúpula cristalina, que cubre embudo y matraz, y se encuentra en un espacio, dentro del edificio de la Gran Corte de Australia. Desde el inicio, no estuvo tan rigurosamente controlado. Variables como humedad, iluminación o temperatura, no se consideraron. En el 2008, “cuando la séptima gota cayó al matraz, se instaló aire acondicionado, en el espacio en donde se encuentra el experimento, lo que alentó el desprendimiento de gotas, de unos ocho años, a entre 12 y 13” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Pitch_drop_experiment).
Además, fue tan singular, que les fue concedido a Parnell, póstumamente, y a John Mainstone, fallecido en el 2013, el premio Ignoble Nobel Prize, “que hace honor a logros que, primero, hacen reír a la gente y, luego, pensar” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ig_Nobel_Prize).
El reportero Andrew Stafford, publicó en The Guardian el artículo “Literalmente, es más lento que ver a Australia desplazarse hacia el norte. El experimento de laboratorio que perdurará más que nosotros”, en el que comenta cómo han pasado 92 años del experimento “en el que nueve gotas han caído y se espera largamente que lo haga la décima” (ver: https://www.theguardian.com/education/2022/apr/30/its-literally-slower-than-watching-australia-drift-north-the-laboratory-experiment-that-will-outlive-us-all).
Platicó con el actual encargado del experimento, el profesor Andrew White, quien dice que “ni de broma soy la sombra de John (Mainstone), pues él era el alma y el corazón del experimento”.
White, hace la comparación de qué tan lento es el experimento de Parnell, “pues si lo comparamos con el desplazamiento de Australia, hacia el norte, que es de 68 milímetros por año, las gotas de brea son 10 veces más lentas en caer. Y hay gente que se enlaza en vivo por el internet, para ver ese experimento, lo cual, me maravilla”.
Dice Stafford que hay más de 35,000 personas “aguardando para ver que caiga la décima gota. Tendrán que seguir esperando, pues desde 1930, han caído sólo nueve gotas: en diciembre de 1938, febrero de 1947, abril de 1954, mayo de 1962, agosto de 1970, abril de 1979, julio de 1988 (cuando se popularizó el experimento en la Expo generacional de Brisbane de 1988), noviembre de 2000 y abril del 2014”.
Pues no sólo ha sido lento el experimento, sino que han pasado tantos sucesos, como guerras, la invención de las mortíferas armas nucleares, el calentamiento global, crisis económicas, ambientales, pandemias… pero ahí está esa brea, goteando muy lentamente, mientras alguien siga cuidando que los componentes del experimento, no se averíen con el tiempo.
Lo más irónico es que por la lentitud, todos se han olvidado de que allí está ese embudo de cristal, con brea que “gotea” y, por lo mismo, nadie ha logrado ver cómo cae la gota. Una foto del experimento, muestra una gota saliendo del embudo, pero cuándo caerá, es algo que nunca se ha podido precisar. En el 2000, se colocó una cámara, para estarla vigilando constantemente, pero por una tormenta, la electricidad se interrumpió y fue cuando la octava gota cayó. ¡Vaya frustración!
Ni siquiera Mainstone, que la vigiló durante 65 años, logró ver, por distintas razones, caer una gota. En abril de 1979, estuvo tres días y sus noches, vigilando a que cayera la sexta gota, que era sostenida apenas por un delgado filamento. Exhausto, se fue a su casa el domingo por la mañana. Cuando regresó el lunes al trabajo, todo desvelado, para su mala suerte, ¡la gota había caído! Muy frustrante para él, quien tampoco pudo ver las siguientes gotas caer.
La novena gota, que cayó en abril del 2014, fue a unos meses de su fallecimiento. Esa gota “técnicamente, no terminó de caer, pues sólo se escurrió en las ocho previas, sin terminar de desprenderse del embudo. White, muy de mala gana, tuvo que quitar el matraz anterior, y colocar otro, uno antiguo, que se le pareciera, para que pudiera continuar el experimento”.
Por las cambiantes condiciones, tanto de iluminación, como de temperatura, White dice, genuinamente, que “no sé cuándo caerá la siguiente gota”.
A unos metros, por debajo de donde el embudo con la brea se encuentra, “está un sótano dedicado a tecnología cuántica, en donde se hacen experimentos de pulsaciones de luz, que miden la décima parte de una mil millonésima de segundo de longitud, mientras que a la gota, le lleva de 10 a 20 años, caer. ‘Realmente, es una muestra las distintas escalas del tiempo físico que nos rodea’, afirma White, orgulloso”.
Dice White que seguramente el experimento se llevará unos cien años o más, pues todavía queda algo de brea en el embudo. “Habrá unos dos o tres encargados más. Ya será su problema de qué harán cuando sea su turno”.
Y eso, si realmente logra la humanidad vivir otros cien años.
Aunque con un mundo que se calienta rápidamente, por tanta depredación y contaminación ambientales, probablemente la brea incremente su velocidad de goteo y se vacíe completamente el embudo.
Y quizá el mismo White, para su satisfacción o preocupación, pueda verlo.
Contacto: studillac@hotmail.com