Pepe Gutierrez Alvarez
La de Cuba que culminó a finales de los años cincuenta, fue la primera revolución no liderada por un partido comunista, más bien fue en contra del PC cubano, algo que se repitió dos décadas más tarde en Nicaragua. El primer territorio libre de América Latina, el imperialismo tomó buena nota: había que impedir el segundo.
En la Andalucía de la época, los campesinos contemplaron a Fidel como alguien que sí hacía la tan soñada reforma agraria, echando a los terratenientes, obligándolos a trabajar…En este cuadro aparece un tal «Che», el único revolucionario de nuestra época que ha unido a todas las escuelas de la izquierda. A pesar de los pesares, esta china en la bota del Imperio sigue ahí.
En los inquietos años 60, Cuba representó a la juventud del mundo. El 68 fue ante todo “guevarista”: luchaba por la libertad en casa pero también por el pueblo del Vietnam; lástima de las terribles declaraciones de Fidel sobre la “primavera de Praga”. Por entonces se montaban reuniones amplias entre jóvenes obreros y estudiantes catalanes para escuchar con devoción los discursos de Fidel, que no eran breves precisamente. Se leía los «Gramma» y libros cubanos como «La historia me absolverá», que repartíamos entre los trabajadores.
Cuba fue un ejemplo de una revolución democrática-nacional que transcreció en socialista por las propias exigencias del proceso, reafirmaba la teoría de la revolución permanente. Pero en la época de la «primavera de Praga», el PC cubano que no había tomado parte en la revolución, fue ocupando espacio sectario. El burocratismo es una enfermedad seria, nadie lo puede dudar. Desde el exilio, Ruedo Ibérico (1967) publicó un número especial: CUBA, UNA REVOLUCIÓN EN MARCHA… preparada por el anarco José Martínez y el «trotsko» Francisco Fdez Santos. Los críticos por la izquierda lo tuvieron mal… Entre las firmas, la del intelectual cuartista David Alexander (Un nuevo internacionalismo revolucionario), que acabó suicidándose según se informó -secretamente- en el IX Congreso de la Internacional. Una historia que no dio a conocer para que no sirviera de arma a la despiadada campaña internacional. Por entonces, decenas de jóvenes del mundo formaban en las “brigadas de trabajo”, aprendían el castellano y admiraba el historial del país.
Solo sé que alguien lo explicó (quizás Joseh Hansen), el auxiliar que detuvo a Ramón Mercader, y que se recomendó prudencia porque el Imperio sacaba partido de todo. No hacía mucho que un tal J. Posadas, ahora olvidado, había hecho unas declaraciones estableciendo un cierto paralelismo entre Stalin y Trotsky en Fidel-Che. Fue cuando Fidel hizo su única alusión hacia «los trotskistas» entre los que estaba considerado el expoumista Julián Gorkin que precisamente nunca lo había sido…, y que había dejado el POUM y el marxismo para hacerse socialdemócrata de derecha. Había también un debate sobre la táctica guerrillera, y había gente que no estábamos de acuerdo con el “foquismo”, y que pensábamos que el imperialismo ya había tomado buena nota de la lección magistral de Sierra Maestra, una odisea sobre la que teníamos noticias por la prensa, incluso por “Gramma” que se podía coger del consulado cubano de Madrid y Barcelona.
Cuba fue el prólogo de un ciclo revolucionario que atravesó el mundo. Que acabó con los restos del fascismo en Europas. Fue se prolongó hasta la derrota de la revolución nicaragüense, así como de la crisis final del régimen del “apartheid” en Sudáfrica. Dos revoluciones frustradas que actualmente ya resultan irreconocibles. Entonces se empezaba a hablar del imperativo ecológico, el mismo que ahora señala el punto más desastroso de la historia humana gracias al productivismo, a la labor destructiva de una clase dominante enloquecida con la mercancía y los negocios.