Arturo Alejandro Muñoz
Reza el dicho: “para mentir y comer pescado, hay que tener mucho cuidado”. Ello le calza de maravillas a la realidad que en Chile vive ese derecho considerado sagrado en países democráticos: la libertad de prensa.
El sistema neoliberal, defensor a ultranza del libre mercado y la gestión privada, siempre ha insistido en que el Estado no debe competir ni inmiscuirse en lo que corresponde a la actividad empresarial y comercial de un país, dado que al hacerlo se transforma en un desleal competidor dueño de enormes privilegios, mismos que no tiene el mundo de los empresarios y comerciantes particulares.
Sin embargo, en lo relativo a la libertad de prensa, el Estado chileno incumple abiertamente esa regla. Lo viene haciendo desde la época de la dictadura, y lo perfeccionó durante la transición a la democracia para, después, dejarlo instalado cual elemento invariable.
La libertad de prensa fue (y sigue siendo) un traje confeccionado a la medida de los intereses económicos de escasos pero poderosos grupos mega empresariales que, además, tienen cooptada a la mayoría del mundillo parlamentario mediante el financiamiento de campañas electorales y -¡¡cómo no!!- ofertones para integrar directivas de empresas variopintas recibiendo jugosos estipendios sin necesidad de deslomarse trabajando, ni mucho menos.
Así entonces, la prensa existente en queda en manos de esos grupos, aunque alguna de esa prensa constituye desde hace décadas uno de esos mismos grupos, como es el caso de El Mercurio, consorcio periodístico reconocidamente sedicioso, clasista, ultra conservador, enemigo del progresismo y amigo íntimo (casi ‘amante’) de los habitantes del Pentágono, la Casa Blanca, el FMI y el Banco Mundial.
Le sigue en enjundia proto fascista otro consorcio periodístico, COPESA, con las mismas direcciones ideológicas, objetivos, intereses y amistades que el anterior.
Entre ambos consorcios manejan el 90% de la prensa escrita existente en Chile, lo que por cierto incluye a la prensa de regiones.
Pues bien, a esos dos grupos periodístico-empresariales, hermanados en su ideología e intereses, el Estado de Chile le entrega el 95% del avisaje fiscal, con lo que finalmente deja en la ruina y en la asfixia a decenas de medios informativos que, extrañamente, no poseen la misma tendencia ideológica ni profesional de los consorcios mencionados. Para el resto de los medios que aún circulan por el país, esta es una competencia absolutamente desleal financiada y propiciada por el Estado.
Aún más, y es oportuno decirlo, en su momento, especialmente durante los tres primeros gobiernos post dictadura (Aylwin, Frei y Lagos), la exConcertación se encargó de silenciar a toda la prensa que no perteneciera y/o dependiera de El Mercurio o de COPESA, y fue así que la “democrática” Concertación provocó el derrumbe de medios como las revistas Análisis, Hoy, Cauce, Apsi, Rocinante y otras, que habían combatido valientemente las persecuciones y el oscurantismo bellaco de la dictadura para que, precisamente, quienes dirigían la exConcertación hubiesen podido arribar a ella sin temores por sus vidas. Esos valientes medios de prensa fueron asesinados por los mismos náufragos que habían rescatado.
¿Cómo lo hicieron aquellos ’náufragos’ para que la sociedad civil no sospechara siquiera que estaban degollando la libertad de prensa apoyando fieramente a quienes el pueblo consideraba “enemigos de clase, corruptos, ladrones y asesinos”? Simplemente, negándoles a esos medios libertarios e y democráticos el avisaje fiscal, el que fue entregado casi en su totalidad a los consorcios que, al contrario de los medios mencionados, siempre apostaron y lucharon por el mantenimiento del totalitarismo militar-empresarial y el manejo de información amañada en beneficio de los intereses de grupos minoritarios, clasistas y predadores que no reconocen ley ni patria.
En este relevante tema, los socios del depredador mayor (la derecha) rompieron la sagrada regla del neoliberalismo, pues el Estado metió sus manos en el mundo de la iniciativa privada para inclinar la balanza en beneficio de dos consorcios periodísticos, el duopolio EMOL y COPESA, que otrora fueran sus enemigos, pero que hoy son sus financistas informativos.
¿Hay verdadera libertad de prensa en Chile? ¿Verdadera? Ello es dudoso, pues lo que si hay es ‘libertad de prensa con rienda y bocado’, ensillada y jineteada por los corraleros del neoliberalismo.
Este es un tema sensible, relevante en la que se supone república democrática, por lo que debería ser parte de las discusiones y acuerdos de los constituyentes. El Estado tiene que usar tabla rasa en sus apoyos a la prensa nacional con el avisaje fiscal…ello ha estado ausente en Chile durante cuarenta y ocho años. Los 155 constituyentes podrían (y deberían) remediarlo.