La Memoria y la Historia siempre nos llaman a estar alertas y vigilantes …por ello son tan odiadas, temidas y perseguidas por los totalitarios
Arturo Alejandro Muñoz
En esta segunda parte de “Políticos…el lado B”, se insertan algunas anécdotas de personajes extranjeros, con ello oxigenamos la idea de acercarnos –en envíos posteriores- a nuestros años actuales, estos de la inefable ‘globalización’ donde las fronteras, las banderas y las tiendas partidistas tradicionales parecen haberse fundido en un solo escudo, el del comercio y la economía.
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Ramón Barros Luco, político sagaz, asumió la Presidencia a la avanzada edad de 75 años, y gobernó el país desde fines de 1910 hasta el término constitucional en 1915. Es el responsable de múltiples anécdotas. Acá les contamos algunas.
Ramón tenía experiencia política y nadie conocía a los hombres de la Administración Pública mejor que él. Son incontables las anécdotas que se le achacan, incluso la idea de inventar el sándwich que lleva su nombre. Se dice, también, que habiendo sabido que un funcionario de La Moneda le copiaba la firma a perfección, lo encargó de refrendar los documentos estatales, pues «a él le quitaban mucho tiempo».
De sólida raigambre aristocrática, jamás designó a un ministro demócrata. Por lo demás, según afirman sus biógrafos, nunca nombró a un ministro, pues el trabajo se lo dejaba a Juan Luis Sanfuentes, quien organizaba los gabinetes.
Cuando Barros Luco, siendo Presidente, removió a un gobernador provincial por no cumplir cabalmente con sus deberes, el funcionario le envió un telegrama diciendo:
“Las sociedades obreras y las personas más importantes de esta ciudad me piden que me quede”.
A lo que el presidente contestó con un simple: “No les haga caso”.
¿Y cómo fue aquello del invento del sándwich conocido como “barrosluco”? La historia de ese sándwich está ligada a un local clásico del centro de Santiago, la Confitería Torres (en el barrio Dieciocho, en plena Alameda de las Delicias). Allí acudía un cliente frecuente, Ramón Barros Luco, quien siempre solicitaba un sándwich de carne con queso. Cuando en el año 1910 llegó a la presidencia de Chile, en honor a él la Confitería Torres bautizó este pan marraqueta, con carne y queso caliente como el «Barros Luco», que se convirtió en un ícono de la chilenidad.
Pero hay también otra versión que asegura lo siguiente: don Ramón regresaba de la tradicional Parada Militar desde el Campo de Marte (ayer, Parque Cousiño, hoy Parque O’Higgins), sentado en la carroza oficial escoltada por granaderos a caballo. Pero tenía hambre. En plena Alameda de las Delicias ordenó al auriga detener el carruaje porque deseaba “servirse algo” en un restaurante (que al parecer era la Confitería Torres, aún existente). Los mozos le dijeron –no sin rubor y temor- que la cocina ya se había cerrado, a lo que el mandatario les solicitó meter un trozo de carne y otro de queso dentro de un pan y … listo…nació el ‘barrosluco’.
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Esto le va a sonar conocido pues creerá que es muy similar a lo que ocurre hoy en Chile; sí, hoy, año 2021. Además, de seguro “se va desayunar” con lo que leerá a continuación.
Algunos distinguidos investigadores políticos e historiadores (como es el caso de Mario Góngora), lograron reparar en ciertos datos y eventos acaecidos en la segunda mitad del siglo veinte, en especial aquellos que están relacionados directamente con Jorge Alessandri Rodríguez y su presidencia (1958-1964).
A este respecto esos investigadores señalan que fue durante el gobierno de Alessandri que comenzó la política de reformas sociales en Chile, dictándose incluso una ley de reforma agraria, muy tibia en su concepción y en su implementación. Frei Montalva fue menos innovador de lo que nos dicen sus admiradores, pues se encontró con algo en el camino. También es clave el gobierno de Alessandri para explicar el quiebre del sistema de partidos que se produce en 1964/65 con el sorpresivo triunfo de Frei Montalva en las elecciones presidenciales y del PDC en las parlamentarias de 1965.
Recordemos que los partidos de derecha que lo habían llevado a la Presidencia (Liberal y Conservador), perdieron un terreno vital en las elecciones parlamentarias de 1961, que los debilitará por dos costados: el PR entrará como el hermano mayor a formar parte del Gobierno de Alessandri y el PDC podrá seguir creciendo y convertirse en las elecciones municipales de 1963 en el principal partido de Chile. En tanto, Alessandri verá desplomarse a sus partidos sin hacer nada, e incluso tiene responsabilidad en ello. Sin el desplome de los partidos de derecha, el PDC no habría llegado al poder en 1964. El libro que comentamos no está ajeno a las tensiones existentes por ese manto protector
Pero en esta nota el eje central es la personalidad de Alessandri- El icónico presidente llamado, popularmente ”el paleta”, vivió dos veces el exilio en Europa acompañando a su padre, y pocos investigadores chilenos (además que ningún político de derecha ni de centroizquierda) se atrevieron a dar cuenta de los problemas psicológicos del ‘paleta’; no así investigadores estadounidenses y mexicanos que en su momento hicieron referencias a una “neurosis abierta y derecha” cuando estaba en el exilio en París, teniendo que irse a “una casa de reposo u hospital, aislado, con tratamiento psiquiátrico por varios meses”. Sin embargo, esos mismos investigadores señalaban que Alessandri Rodríguez “no consiguió recuperarse del todo”, debiendo continuar con tratamiento en los meses siguientes cuando regresó al país.
Años más tarde, la derecha chilena lo proclamaría candidato a la presidencia de la república para la elección de 1958.
No puede negar, querido lector, que todo lo relatado en estas líneas tiene similitudes con la actualidad.
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Sabido es que el ego de Sebastián Piñera supera con creces su propia estatura, pues no acepta pasar desapercibido sea cual sea el motivo. Él siempre quiere estar en todos lados y hacer todo de todo. A su incontinencia verbal ha sumado acciones propias de un bufón, pero de aquellos que finalmente terminan siendo pifiados. Si hay un caballo, quiere montarlo; si hay un desfile militar quiere encabezarlo; si hay un bote, quiere remar; si hay una pelota quiere patear un penal; si hay un Ford ‘T’ quiere conducirlo; si hay un helicóptero, quiere pilotarlo; si hay una nalga quiere ponerle una inyección; si hay un escenario quiere ocuparlo…definitivamente, es demasiado.
Ratificando lo dicho, ha querido emular al presidente Ramón Barros Luco esperanzado en que el menú chileno cuente también con un “sándwich Piñera” que acompañe a los famosos “Barrros Luco” y “Barros Jarpa”.
Lo que a continuación leerá, sucedió en el mes de septiembre del año 2010, cuando Sebastián Piñera llegó hasta la Confitería Torres para ofrecer al cuerpo diplomático acreditado en nuestro país un brindis de honor por el Bicentenario.
Tras pronunciar un discurso de 10 minutos en el que recordó la celebración del Centenario que se realizó en ese lugar, Piñera se bajó del podio para reunirse con los diplomáticos presentes.
En ese momento el presentador del evento anunció que el restaurant bautizaría uno de sus tradicionales sándwichs con el nombre del Mandatario, noticia que sorprendió a los asistentes.
Al salir del local, el jefe de Estado comentó la situación: «Hay varios tipos de sándwich, pero ahora está el ‘sándwich Piñera’ que es más sano. Tiene salmón de Chile, rúcula de Chile y queso philadelphia de Chile. Más sabor y menos colesterol», señaló muy orondo. Pero, lo que no sabía (ni tampoco sospechaba) era que ese “sándwich piñera” no prendería ni conquistaría el paladar de la gente. Pocos lo conocen, y pocos también lo consumen. Pero el ego de Tatán quedó por las nubes.
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Ah…si las paredes y pasillos del viejo y hermoso edificio que albergó durante décadas al Congreso Nacional en Santiago pudiesen hablar, ¡de cuántas anécdotas –buenas y malas- estaríamos enterados! Vea usted…
En la Historia de nuestro desarrollo político como República hubo muchas personas merecedoras de distinciones y agradecimientos; una de ellas fue José Victorino Lastarria, rancagüino (1817-1888), abogado, escritor, político y literato.
Respecto de Lastarria, informa Wikipedia: <<Fue discípulo de Andrés Bello en 1834. Luego de egresar del Instituto Nacional, estudió variadas carreras, lo que le valió recibir los títulos de Geografía y de Abogado, ambos otorgados por la Universidad de San Felipe y el Instituto de Leyes y Sagrados Cánones, en 1839. Ya en 1842 junto a un grupo de alumnos del Instituto Nacional, conforma la Sociedad Literaria de 1842, establecido como ente para la difusión de ideas liberales, en ese entonces prohibidas por el gobierno de Manuel Montt>>
Luego, en 1843, conformaría el plantel de profesores fundadores de la Universidad de Chile. En 1873 fundó la Academia de Bellas Artes. Fue diputado por Rancagua (y más tarde por Copiapó). También fue decano de la Facultad de Filosofía y Humanidades, ministro de hacienda (gobierno de José Joaquín Pérez), ministro de la Corte de Apelaciones y diplomático.
Pues bien, a este distinguido chileno, un miembro del partido conservador le gritó en plena Cámara de Diputados -en entrevero por la discusión de una ley- lo que ese parlamentario, al carecer ya de argumentos en la mentada discusión, suponía era un insulto: “Bastardo”…en alusión a que Lastarria había nacido antes que sus padres contrajesen matrimonio. La respuesta de don José Victorino fue contundente:
“Señor diputado, eso no me insulta ni me hiere, porque yo soy hijo del amor…lo cual no es su caso, ya que usted es hijo de las componendas y acuerdos comerciales de algunas familias aristocráticas de nuestro país”.
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En la página web “lalupa.com”, la mexicana Rocío Benítez recoge una simpática anécdota de dos poetas inmortales, grandes amigos y también dados a las bromas. Cuenta Benítez:
En Facebook vi una foto que tiene como protagonistas a Pablo Neruda (1904-1973) y Federico García Lorca (1898-1936). Dicha imagen cuenta una curiosa historia, que bien se podría tomar a modo de meme. Resulta que los poetas fueron invitados a presentarse a un pueblo pero nadie fue a recogerlos a la estación del tren.
Cuando llegaron al lugar donde sería su evento, los organizadores dijeron que sí habían ido a buscarlos, pero que no los reconocieron, pues esperaban que fueran vestidos como poetas.
Entonces Lorca contestó: “es que somos de la poesía secreta”.
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En 1964 el demócrata cristiano Eduardo Frei Montalva había ganado la elección presidencial y se aprestaba a tomar el mando de la nación, aunque al momento de la ocurrencia de aquello que esta nota contará, aún gobernaba el derechista Jorge Alessandri Rodríguez. El 01 de octubre de ese año, el presidente francés, general Charles de Gaulle, desde el crucero francés “Colbert”, desembarcaba en el Muelle Prat, en Valparaíso, iniciando visita oficial a nuestro país.
Obviamente, el presidente Alessandri y gran parte de su gabinete (así como también senadores, diputados y muchos miembros del cuerpo diplomático acreditado en Chile), le esperaban con alfombra roja, mientras una multitud de personas avivaban al mandatario galo. A un costado del gentío y de las autoridades, en perfecta formación, se encontraban marinos y militares que con sus corazones henchidos de felicidad querían rendirle tributo al general que participó en el Segunda Guerra Mundial y liberó París, con el apoyo de las tropas estadounidenses por cierto. Como era su costumbre, el presidente francés lucía la solitaria condecoración que siempre gustaba portar: la Orden Nacional de la Legión de Honor.
La anécdota (¿será eso, anécdota, o será algo vergonzoso?) se produjo cuando De Gaulle –acompañado por el embajador de Francia en Chile- comenzó a caminar hacia la alfombra donde Alessandri le esperaba sonriente. Detrás del mandatario chileno había cuatro altos oficiales de nuestras fuerzas armadas, todos ellos con sus trajes de gala y decenas de medallas prendidas a sus pechos.
Fue entonces que De Gaulle, susurrando su frase, al mirar a nuestros hombres de armas con tantas condecoraciones, le dijo molesto al embajador:
– “Usted no me había dicho que este país había participado en tantas guerras”.
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