Mario R. Fernández, Canadá.
“Los pájaros comprenden lo de abajo, alegran los jardines, las arenas y si descienden hasta nuestra sombra se llevan en sus alas la tristeza”. Mario Benedetti
En Canadá la peste del Covid-19 ha tenido consecuencias serias para la salud pública y afectado a miles de personas, como ha afectado a millones en el mundo. En occidente el funcionamiento de la economía, una economía fuertemente basada en los servicios, ha sido duramente afectado; contrario a toda lógica ha aumentado la especulación bursátil, que aparentemente trabaja como un garito de jugadores separada de la sociedad, y que está en completo apogeo. También ha afectado a la especulación inmobiliaria, que sí involucra a la sociedad entera ya arrendataria o dueña de su vivienda, y que aparece sorpresivamente en auge también. Ambas especulaciones son la “otra” epidemia.
Vivimos en un contexto donde mentiras y especulaciones se han hecho habituales. En la ciudad donde vivo, Halifax, capital de Nova Scotia, provincia de la costa del atlántico norte de Canadá, los precios de las viviendas se han disparado aumentando en más de un 35 por ciento en comparación al 2020. Este aumento se da en muchas ciudades del país; si bien la especulación es grande y se puede tildar de descomunal en la historia de este país en especial porque vivimos bajo pandemia, y esta ha generado la mayor contracción económica desde la gran depresión de los años 30 en Canadá, con un marcado aumento de la deuda pública, federal y provincial, que hoy alcanza a más del 100 por ciento del Producto Interno Bruto, y de las deudas de los hogares canadienses que ha crecido también y es una de las más altas del mundo. Agregando a esto el crecimiento del desempleo, y teniendo en cuenta que aquí en Halifax más del 40 por ciento de la fuerza laboral gana simplemente salarios alrededor del salario mínimo, la gran mayoría en el sector privado. Creo que tenemos elementos como para hacernos difícil creer que el aumento de los precios de las viviendas sea legítimo.
La pregunta que uno se hace entonces es cómo es posible que se haya desarrollado la tal especulación inmobiliaria. Acaso el sistema neoliberal tiene capacidad de hacer milagros. Y esto tiene, evidentemente, una sola respuesta: no, el neoliberalismo no hace milagros. Lo que sí, tiene capacidad de montar escenarios engañosos, que nos puede hacer creer cualquier cosa. Algunos sospechan que la especulación inmobiliaria se debe a que hay dineros ilícitos involucrados en la compra de viviendas, también dineros que provienen de negocios o de capitales corporativos qué en Canadá, como en los Estados Unidos, compran viviendas como inversión o simplemente porque no hay otros lugares donde hacerlo pues se han achicado las posibilidades de invertir en la producción. Otros imaginan que se puede tratar de compradores qué, aunque sin dinero se atrevan a comprar viviendas pues los bajos intereses bancarios de los créditos inmobiliarios, históricamente bajos hoy, se lo permiten y porque imaginan vender a mayor precio aún, creyentes de que los precios subirán por siempre.
La especulación inmobiliaria comenzó hace más o menos dos décadas en todo Canadá, convirtiéndose (increíblemente) en la principal actividad económica del país -el 9 por ciento del PIB. Aquí en Nova Scotia, donde la población ha aumentado muy poco en estos 20 años, la industria inmobiliaria equivale al 16 por ciento del PIB. En Halifax, capital de la provincia, se han construido más de 200 edificios de condominios, que primeramente iba a ser destinados a la venta, pero pronto, por falta de compradores, pasaron a hacer a ser arrendados -para las corporaciones que los construyeron arrendarlos es conveniente porque pagan impuestos a la propiedad bajos y tienen plena libertad de subir arriendos cuando quieren. Se han construido además miles de casas independientes y varios edificios comerciales, todos ellos con alto nivel de vacantes. La construcción no ha sido respuesta a los problemas habitacionales de la ciudad, sino para aumentar rentas, vivimos en una economía rentista, las nuevas viviendas generalmente más lujosas aumentan los arriendos y perjudican a la mitad de la población que tiene ingresos bajos y dañan sus derechos básicos de tener un lugar propio donde vivir. La vivienda, que ha sido considerada tan básica como el alimento desde hace miles de años, es hoy como un lujo.
Las autoridades provinciales y locales en esta provincia de Nova Scotia irresponsablemente han ayudado a esta especulación inmobiliaria, no sólo asegurando garantías contributivas a constructores y promotores, sino vendiéndoles tierras fiscales de la provincia y la ciudad a precios irrisorios. Ha llegado todo a tal descaro que les han vendido, en forma encubierta, incluso terrenos que estaban a punto de ser declarados parques y reservas naturales. La municipalidad ha pagado sobreprecios a agentes privados para ella misma construir o vender espacios. No hay duda de que el mecanismo de estas operaciones estatales funciona solamente debido a un alto nivel de corrupción gubernamental frecuentemente presentado como “progreso,” “crecimiento económico” y “creación de puestos de trabajo.”
El impacto de la construcción sobre la naturaleza es enorme porque él suelo de Nova Scotia está formado por rocas duras, granito y basalto entre otras, por lo que para construir hay que primero dinamitar y destruir las formaciones rocosas naturales del terreno. Hay además muchos bosques que talar y hábitat de animales y plantas que destruir para darle paso a edificaciones que nadie necesita. NO se usan muchas veces terrenos baldíos, sino que se viola la naturaleza en búsqueda de vistas que aumenten el valor de comercialización de las viviendas. Por ejemplo, en Halifax viven, especialmente en el verano, más de 30 especies de pájaros, algunos, como los cuervos (American crow) viven todo el año. Estos pájaros, que se merecen nuestra atención, son muy afectados en esta especulación que continua, por la destrucción innecesaria de su compleja vida natural.
En Halifax los cuervos son relevantes no sólo para quienes los identifican como aves interesantes sino también para quienes los rechazan, aunque nadie les hace daño, porque estos pájaros tienen notoria mención histórica en culturas y mitologías, algunas los mencionan como malignos y signos de mala suerte, mientras otros, como los aborígenes de la costa del Pacífico norte de Norte América, entienden a los cuervos como “creadores del mundo.” Seguramente los pueblos aborígenes observaron la gran inteligencia y capacidad de los cuervos, que hoy viven generalmente en bosques y terrenos planos donde se alimentan y juegan y son altamente sociales, cooperan entre ellos en todo, hoy la ciencia nos enseña que incluso detectan peligro e identifican a quienes pueden hacerles daño y se lo comunican a sus descendientes para que su conocimiento pase a la siguiente generación. Los cuervos son familias extendidas, de 5 a 15 individuos, y su ascendencia llega a más de 100 años. Aunque viven un promedio de 8 años y pueden vivir hasta 12, generalmente se congregan por miles para pasar la noche en un solo lugar, se cree que para protegerse de depredadores o simplemente para volver al hogar común esto aún un misterio para la ciencia. En Halifax los cuervos tienen un lugar común; cada atardecer los cuervos se recogen en su lugar, que ha sido tocado por la destructora especulación inmobiliaria.
El lugar de asamblea de los cuervos de Halifax, es el colegio de una congregación de religiosas de la caridad, Sister of Charity of Saint Vincent de Paul, que fue un convento fundado a mediados del siglo 19, y que hoy está en parte ocupado por una residencia de hermanas retiradas y de la institución misma y además por la pequeña universidad de Saint Vincent que nació de esta congregación religiosa. La universidad, como todas en Canadá, pertenece al estado y el campo, una colina frente a la bahía de Halifax con una imponente vista, que no podía escapar a los especuladores que ya hace algunos años compraron gran parte de este terreno. En este lugar de más de 30 hectáreas existía un bosque, del que hoy sobrevive una reducida parte, y en este bosque era precisamente lugar de reunión, por muchas décadas, de más de 8.500 cuervos que llegan aquí en grupos o solos desde diferentes lugares de la ciudad. Yo mismo los veía pasar cada atardecer en bandada de hasta 100 cuervos desde donde vivo. Volando a pasar la noche juntos en este lugar que se resisten a abandonar incluso a pesar de que les han talado la mayor parte de los árboles, porque le consideran aún su hogar y su refugio. Hay algunos que argumentan que los cuervos no abandonarán su lugar, apegados a la leyenda de que estos pájaros son las almas de las hermanas religiosas fallecidas a través del tiempo que vuelven cada noche a su convento. Pero, la empresa de especulación inmobiliaria ya tiene proyectado construir 2.400 viviendas de mediano y alto precio, la mayoría de lujo al uso de hoy, por lo que el destino del lugar será la venta y la renta. No faltan “expertos” del medio ambiente que aprueben el proyecto afirmando que no se puede detener el progreso y argumentando que los pájaros, en este caso los cuervos, se adaptarán y encontrarán otro lugar de recogida gracias a su capacidad e inteligencia.
Desde 1970, en todo Norte América él declive de la población de aves silvestres es de entre el 40 y el 60 por ciento, el 80 por ciento tiene dificultades para sobrevivir. Para muchas especies de pájaros ser una población pequeña puede acelerar su declive por la pérdida de aprender a cantar, su canto que aprenden de padres o mentores, crucial para que los machos atraigan a las hembras y sin canto no hay reproducción. Sobrevivir, en las aves, no es solo instintivo sino también incluye aprendizaje. No es solamente el cambio climático el que afecta a las aves, también el monocultivo, la captura y la comercialización, el exceso de urbanización al extender las ciudades, las explotaciones mineras y petroleras, la tala de bosques, los centros turísticos y campos de golf que sacrifican terrenos extensos para pasatiempo. La naturaleza recibe los impactos porque no se la respeta y los animales que sobreviven no tienen más que adaptarse a la violación continua. Aunque cuervos y otros pájaros tienen capacidad de adaptación a ruidos y agresiones de la ciudad, también su adaptación, que es una resistencia, tiene límites.
Acaso es mucho esperar que se respete a la naturaleza cuando muchos seres humanos, incluso a millones de niños, sufren hambre, abuso, miedo, muerte por guerras directas e indirectas del imperialismo de occidente. Abuso en la miseria, en instituciones, en hogares disfuncionales. Esta pandemia nos ha mostrado el nivel de incapacidad, de irresponsabilidad, de algunos gobiernos que han fallado en prevenir millones de muertes, muchas evitables. Los aborígenes Mi’kmaq de Nova Scotia dicen “se debe tener respeto por la vida y por todo lo que mantiene la vida”. En Canadá existen regulaciones de protección de flora y fauna que la gente obedece, existen incluso grupos activos en proteger parques, bosques y animales en centros urbanos y rurales, pero la responsabilidad es individual, no corporativa. Los especuladores inmobiliarios que violan todo para llevar a delante sus proyectos son corporaciones, son ricos, tienen cómplices, no aceptan ni respetan tener responsabilidad con nada ni nadie y tienen copado el poder político representativo que debería regularlos.