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La Kombi de los derechos humanos: Una historia de resistencia en Valparaíso

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FACUNDO ORTIZ

La Voz de los Que Sobran FEBRERO 25, 2021 

Foto: Facundo Ortiz394Shares394

A bordo de una vieja Volkswagen Kombi T2, Johannes Vera von Bargen lleva más de un año sacando de peligro a las víctimas de la represión policial en Valparaíso. En plena ola de las masivas protestas de octubre de 2019, cuando las papas quemaban, los perdigones silbaban alrededor o se incrustaban en la carne y las lacrimógenas caían en tropel en patios de colegios, hospitales e incluso en tejados de casas de madera, este trabajador público del Ministerio de Cultura, tomó la resolución de poner su grano de arena para apoyar las movilizaciones sociales que sacudían al país y se echó a las calles. No volvería a abandonarlas desde entonces.


Con un distintivo color beige pastel, una gruesa rueda de repuesto colgada en el morro, el rostro del músico Ray Charles estampado en su flanco derecho y un precario cartelito en el salpicadero (con una cruz y la abreviatura “DDHH”), la inconfundible Volkswagen Kombi de 1990 se ha convertido en un símbolo de resistencia porteña.

A lo largo del último año y medio, su conductor, el germano-chileno Johannes Vera von Bargen (48), ha sufrido amenazas, encerronas, persecuciones, continuos registros arbitrarios y hostigamiento por parte de Carabineros. Su delito: haber tenido el coraje de ocupar un vacío institucional y prestar un servicio humanitario sin pedir nada a cambio. A la “zona cero” de las protestas del puerto, allí donde más estragos se producían y los manifestantes caían heridos por balines o bombas lacrimógenas, ninguna ambulancia podía acercarse. Ningún funcionario se detenía a prestar auxilio a los que sufrían asfixia o traumatismo. La Kombi fue la solución para todos, desde brigadistas a observadores, todos ellos autoorganizados y autoconvocados.

La que ahora es conocida en la ciudad como “la Kombi de los derechos humanos”, podía verse estacionada cerca de las plazas Sotomayor o Victoria, tradicionales puntos de encuentro de las manifestaciones, antes incluso de que la comitiva se pusiera en camino en dirección al Congreso.

Durante las marchas, emergía y se zambullía en los cruces de las esquinas, como un vigilante en la sombra, e irrumpía de sopetón en medio de las refriegas cuando alguien caía a tierra y se veía rodeado por las brigadas de salud voluntarias. La Kombi no regresaba a casa hasta pasada la medianoche, cuando el estruendo de las cacerolas, los gritos, los disparos y las sirenas policiales se apagaba hasta el día siguiente.

Quizá eso explique que, a finales del pasado enero, luego de que el vehículo llevara días retenido en la 8ª Comisaría de la ciudad, en el cerro Yungay, decenas de personas se hayan congregado ante las rejas del edificio. Observadores de Derechos Humanos con sus icónicos cascos blancos, brigadistas con sus escudos, prensa independiente, vecinos de la ciudad y cabros ondeando una bandera mapuche para exigir que la Kombi fuera devuelta a su dueño. 24 horas después, la presión social y mediática surtía efecto y la Kombi regresaba a las calles. Una pequeña victoria de colaboración y solidaridad cocida a fuego lento durante un año de revueltas en el puerto.

“Puros riesgos nomás, pero se hacía”

A finales de octubre de 2019, cuando las evasiones al Metro de Santiago desencadenaron en el mayor estallido social de los últimos 30 años, el descontrol en Valparaíso, al igual que en el resto del país, era total. En ese contexto, los funcionarios del Ministerio de Cultura formaron una comisión de derechos humanos con el fin de personarse en las movilizaciones. Johannes se sumó de inmediato.

Foto: Facundo Ortiz

De las 30 personas que conformaban el grupo, al cabo de un mes solo quedarían él y un puñado más que brindaban colaboración desde otros lugares. “Nos juntamos en Independencia, donde está la UPLA (Universidad de Playa Ancha)”, cuenta Johannes, recordando cómo empezó todo.

“Había alguien de la Defensoría de Derechos Humanos. No sabía quiénes eran, no sabía nada de nada, porque no ubicaba a las personas. Había llegado a Valparaíso en 2011 sin conocer a nadie acá, no tenía contactos. Llegué ahí sin redes de apoyo, sociales, nada. Nos formaron en un día con una capacitación para ser observadores. Nos entregaron una credencial amarrada con un nailon y eso fue. Se hizo todo a pulso, en la medida en que las cosas iban rápidamente tomando su curso”.

Johannes Vera von Bargen

Johannes recuerda el terror de aquellos primeros días, en los que la ciudad “parecía Beirut”. Él primero iba a pie, y junto a los demás observadores sin mayor entrenamiento, empezó a colocarse en la primera línea de las marchas, en el fuego cruzado entre los perdigones policiales y las piedras de los jóvenes que se defendían de la represión. Pronto se dio cuenta de la difícil situación que vivían los heridos y los brigadistas.

“Uno siempre tiene la imagen de la guerra, donde aparece la bandera blanca, o aparece una cruz. Y en el fondo, lo de que «estamos en guerra» lo dijo nuestro propio presidente. El traslado de heridos era terrible, no había camillas, se cogía a las personas de pies y manos y eran trasladadas a una zona un poco más segura donde eventualmente llegaba la ambulancia. Yo tenía la Kombi y me dije: «pucha, mejor lo hago yo entonces». Y lo hice”.

Johannes Vera von Bargen

Las acciones individuales y desorganizadas fueron, poco a poco, dando paso a un reconocimiento mutuo, a una coordinación tejida sobre la marcha para colaborar con las organizaciones de derechos humanos de la ciudad. Así, Johannes comenzó diariamente a trasladar a manifestantes o a simples transeúntes que se veían afectados por los disparos, los gases lacrimógenos o el agua con químicos que escupían los carros lanza-aguas, y los llevaba al hospital, la posta de salud o al centro de emergencia que los estudiantes universitarios organizaron en la propia sede de la UPLA.

“Ir con la Kombi a la «zona cero» significa mucho riesgo. La Kombi tiene muchos vidrios, además, ninguno está protegido. No cuenta con ningún seguro. Puros riesgos nomás, pero se hacía. Al final, nos organizamos y funcionó. Los mismos manifestantes empezaron a reconocer la Kombi como la ambulancia”.

Johannes Vera von Bargen

Aunque Johannes salía solo, llegó un momento en que, cada vez que había un herido, recibía una llamada en su celular, ya fuese de otros rescatistas, de observadores o incluso fotógrafos. De hecho, una vez, cuando la Kombi patinó en la calle Cumming y acabó en la cuneta, los mismos jóvenes de la “primera línea” de las marchas se lanzaron en su ayuda para sacar al vehículo del bache. Pero esta inesperada “fama” de la Kombi también atrajo las miradas de los que se encontraban enfrente: la policía, cuyo objetivo era obligar a todos los presentes a disolverse y a encerrarse de nuevo en sus hogares.

Foto: Facundo Ortiz

La Kombi en la mira

Los primeros indicios de persecución a la Kombi se dieron cuando Johannes comenzó a encontrar vidrios rotos, pese a la cámara policial que había en la calle y que el vehículo se encontrase estacionado ante una residencia de agentes policiales. “Cuando ya el neumático fue cortado, fue para mostrar que no fue sin querer. Ahí me dije: ‘Esta cuestión es por las marchas’”. Por suerte, los integrantes de la Casa Memoria de Valparaíso, situada a pocas cuadras, le abrieron las puertas y le permitieron resguardar su vehículo allí desde entonces.

“Desde un principio, las brigadas de salud fueron sistemáticamente agredidas por la policía. Contra la Kombi también, claro. Era la parte más visible. Todo el mundo la conoce y la identifica. Entonces, la violencia también hacia nosotros en la Kombi ha sido brutal”.

Johannes Vera von Bargen
Foto: Facundo Ortiz

Los encontronazos fueron en aumento. En reiteradas ocasiones, Johannes tuvo que maniobrar para evitar ser embestido por los carros policiales, que llegaban al extremo de desviar su curso y conducir a contramano con el único fin de interponerse en su ruta y colisionar con la Kombi. Al recordar estos hechos, Johannes contiene el temblor de su mano.

“Si un vehículo tan precario y poco desarrollado tecnológicamente es embestido por un colosal 47, que es el guanaco, o el mismo zorrillo, que es un jeep militar, y con un peso mucho más fuerte que el de la Kombi”.

Johannes Vera von Bargen

Además del peligro de colisión, el ataque fue también psicológico. Más de una vez, cuando ya se había puesto el sol, tres o cuatro carros policiales rodearon la Kombi en un operativo de “encerrona” total por los cuatro costados.

“En un momento fui a sacar a un chico herido de entre una turba inmensa. Había una barricada, y detrás, dos zorrillos, un guanaco, una micro y varias furgonetas. Subo al herido a la Kombi y me encierran todos esos vehículos policiales. Se bajan alrededor de 30 o 40 policías que rodean la Kombi. En el asiento trasero, el chico desvaneciéndose, gritando de dolor, y yo tratando de explicarles a los carabineros que iba con un herido a bordo, que iba a la Posta. Ese era mi destino y la única misión que estaba cumpliendo, nada más. Tuve que negociar diez minutos con ellos. Fueron los diez minutos más largos de mi vida. Las encerronas como esa, con heridos y heridas a bordo, han sido varias”.

Johannes Vera von Bargen

En dichas encerronas, el vehículo era regularmente revisado de arriba abajo por los agentes, convencidos de que hallarían elementos incendiarios, cosa que nunca sucedió. Pero eso no les impedía amenazar a Johannes.

Foto: Sebasti´án Runner

“Si usted no se aleja de las calles, lo esperan en el calabozo de la comisaría”, le dijo una vez un agente cuya placa con nombre y rango estaba cubierta con un parche, haciéndolo imposible de identificar. La obsesión por fiscalizar y tener vigilado al vehículo y a su conductor llevó a los carabineros a seguirlo hasta su hogar mediante un dron.

“Mi hijo sale al patio como lo hace cualquier niño en su propia casa, que es un entorno seguro, se supone, y hay luz en el cielo. Salgo y es un dron. Y no fue la primera vez. Fueron varias veces que estuvo el dron acá, tres horas en el barrio”.

Johannes Vera von Bargen

En diciembre de 2020, la misma Casa Memoria, en compañía de vecinos del cerro, emitieron una declaración para expresar su repudio por la presencia de militares armados en la zona en mitad de la noche.

“Según el relato de testigos directos, se vio llegar una camioneta blanca particular que se detuvo frente a la reja de la Casa, desde la cual descendieron tres uniformados aparentemente militares que se dedicaron a ejecutar reconocimientos visuales del recinto y de sus espacios exteriores, concentrándose hacia el final de la acción en el vehículo que presta apoyo a observadores de DDHH que se mantiene regularmente estacionado al interior del patio”.

Johannes Vera von Bargen

El hostigamiento a la Kombi se inscribe dentro de la represión regular que han sufrido las organizaciones de derechos humanos a lo largo de las protestas en Chile. La sede de la Comisión Chilena de DDHH, situada en Santiago, fue vandalizada hasta en tres ocasiones. Observadores, tanto de Santiago como Valparaíso y otras ciudades, han denunciado intentos de atropello, agresiones con gas pimienta y detenciones arbitrarias. Y la “ambulancia popular”, que presta un servicio semejante al de Johannes en las inmediaciones de la Plaza Dignidad, ha sido requisada en varias ocasiones.

Del mismo modo, en Valparaíso, los carabineros dieron el siguiente paso y, el pasado enero, secuestraron la Kombi en las proximidades de la calle Cumming, donde siempre culminan las protestas del puerto.

“Veo dos, tres carros apostados cerca y cometí el error de doblar hacia la ex Cárcel por atrás, que es un callejón sin salida. Di la vuelta para poder retomar el curso hacia Cumming y ahí fue donde me interceptaron, con dos o tres carros policiales. No había manifestantes, observadores, nada. Tenía alrededor mío a diez o doce carabineros”.

Johannes Vera von Bargen

Uno de ellos le pidió sus documentos y se marchó a revisarlos. Al regresar, indicó que faltaba un documento del vehículo, que Johannes asegura haberles dado. Le obligaron a entregar el vehículo. Ni siquiera permitieron que la observadora de DDHH que lo acompañaba, a la que sometieron a un interrogatorio, viniera con ellos.

“Les dije que los podía seguir en la Kombi, que no me iba a escapar a ningún lado. Pero la alternativa era que ellos mismos manejaran la Kombi o pedir una grúa. Se evitaron eso. Se sentó al lado mío un COP (Control de Orden Público), y fue súper incómodo. Con todo su aparataje, con spray de gas pimienta, con su casco, lacrimógenas de mano, su pistola, toda su armadura… Y además fui escoltado por una patrulla”.

Johannes Vera von Bargen

Una vez en casa, asustado, Johannes habló con amigos del cerro y acudió temprano en la mañana a la comisaría con una nueva copia de los documentos solicitados, además de la orden del juez de devolver el vehículo. Pero el comisario se negó a hacerlo, alegando que necesitaban el original del oficio del juez del Segundo Juzgado de Policía Local de Valparaíso, ignorando la situación de pandemia y cuarentena local que ha modificado todos los trámites para que se realicen de manera online y con copia simple de los documentos.

Foto: Jonathan Weichafe

Johannes volvió a intentarlo al día siguiente, acompañado esta vez por un miembro de la Casa Memoria, pero tampoco lo lograron. “Después de eso, decidimos que la estrategia era hacerlo público”.

Tras denunciar la situación en sus redes sociales, decenas de personas lo acompañaron ante la comisaría para exigir la devolución del carro, lo que llamó la atención incluso de medios de comunicación locales. Para los que se congregaron, el evento iba más allá de una cuestión personal. La Kombi era un símbolo de la labor que han cumplido los observadores y brigadistas a lo largo del último año y medio con el objetivo de proteger los derechos de los manifestantes, vulnerados continuamente por el accionar policial: hasta cuatro informes de organizaciones internacionales han alertado sobre la violación a derechos humanos en el país. Requisar la Kombi fue interpretado como un nuevo ataque al derecho a manifestarse.

“En ningún momento mi idea era la figuración pública. Aunque no lo crean, soy introvertido y de bajo perfil. Hablar en público no es lo mío, me siento incómodo. Pero era la salida”.

Johannes Vera von Bargen

Finalmente, arropado por los numerosos compañeros que se labró recorriendo las calles del puerto, y con la ayuda del abogado de la Comisión Chilena de Derechos Humanos de Valparaíso, Pedro Mauricio Delgado, la comisaría aceptó “liberar” el vehículo ante las cámaras de los fotógrafos y los aplausos de los allí reunidos. Queriendo acabar con la Kombi, el hostigamiento policial solo había logrado hacerla más visible que nunca.

Foto: Facundo Ortiz

Pesadillas y sueños

La entrevista con Johannes se produce a pocos días de la última ola de casos de abuso policial. En solo cinco días, hasta tres personas han fallecido por acción directa de la policía, o en condiciones sospechosas que la involucran.

Jaime Veizaga Sánchez, de nacionalidad boliviana, fue botado en las inmediaciones del Servicio Médico Legal de Calama por dos uniformados y falleció antes de que llegara la ambulancia. Camilo Miyaki, de 17 años, apareció ahorcado en la 51ª Comisaría de Pedro Aguirre Cerda, en Santiago, a las pocas horas de ser detenido. Estos casos se suman al de Francisco Martínez, joven artista callejero de Panguipulli que murió abatido a tiros por dos carabineros durante un control de identidad el pasado 5 de febrero.

“Me puse muy triste, estaba llorando a mares con esa noticia. Fue muy impactante. Creo que medio Chile estuvo, y está todavía, muy consternado”, comenta Johannes al hablar sobre el malabarista asesinado.

Las protestas han tenido un altísimo costo personal para muchos de los que se han movilizado desde octubre de 2019. “He tenido pesadillas”, confiesa Johannes.

“He postergado exámenes médicos para dar abasto en las calles. Sentirme perseguido policialmente, ir a comprar a la feria verduras para alimentar a mi familia, y estaciono en el Mercado Cardonal y están los pacos. Los mismos pacos de las manifestaciones. Y me impiden estacionarme porque es la Kombi… Es un coste personal sumamente alto. Siempre antes de partir reviso el auto por debajo para ver si es que no hay algún desperfecto, algún clavo puesto contra el neumático. Uno trata de ser valiente, pero afecta. Tengo pesadillas de que entren aquí los Carabineros, de que vengan a mi casa y tenga unos COP acá sacándome a la rastra. Esa es mi pesadilla”.

Johannes Vera von Bargen

Sin embargo, a pesar del crítico panorama que atraviesa el país, el activista por los DDHH también rescata los aspectos positivos que deja la movilización social. “Siento que ahora, con el estallido y en mi labor como observador, he desarrollado generar redes. Me vine de Alemania a Valparaíso sin conocer a nadie. Tengo seis cabros chicos, entonces… casa-trabajo, y en la casa tenía suficiente que hacer. No conocía a ningún personaje, ni partido ni colectivo ni nada”, comenta.

“Ahora somos una red. Con las brigadas, con otras comisiones, con la prensa independiente. Es una red de apoyo. Uno de los principios del «buen vivir» es territorial: habita primero tu territorio. Eso implica hacer vecindad. Ahora conozco a mi barrio, a gente en mi barrio. Ellos me cuidan. Les dejo a mi hijo encargado en la plaza si voy a la casa a buscar algo. Eso antes no lo tenía. Desconfiaba de todo el mundo, como desconfiábamos todos entre todos nosotros antes, debido a la desarticulación del sistema social en Chile que impuso la dictadura y que es consecuencia directa del sistema neoliberal”.

Johannes Vera von Bargen

El rescatista no se quedó quieto ni cuando descendieron las movilizaciones. Durante el pico de la pandemia, junto a sus compañeros de la Plataforma de Derechos Humanos para el Buen Vivir, estuvo colaborando con la olla común del cerro El Litre y participando en otras acciones sociales en los cerros del puerto.

“Cuando hablamos de cambio, tenemos siempre en mente un cambio donde nosotros lo vamos a palpar en algún momento. Y los sistemas y las instituciones son súper rígidas y estáticas. No porque hay un consenso y un plebiscito los grandes dueños del capital van a soltar así las lucas, ni van a dejar de depredar el territorio o la naturaleza. El cambio no va a ser así nomás. Además, creo que vamos a tener un cambio primeramente en el nivel de conciencia de las personas, de una generación, ojalá. Ya hoy día hay una mayor conciencia en la gente”.

Johannes Vera von Bargen
Foto: Facundo Ortiz

Preguntado por el futuro de la Kombi, la respuesta de Johannes revela que ni toda la represión y violencia policial han logrado acabar con el impulso soñador y creativo que se despertó en Chile con las movilizaciones de octubre. “La Kombi ya tiene treinta años. Hay que ser súper realista. Va a durar un par de años más. Pero confieso que tengo las ganas de hacer un proyecto y financiar la compra de una ambulancia popular para Valparaíso. ¿Por qué no? ¿Por qué no soñar?”.

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