Arturo Alejandro Muñoz
En Chile cada día se hace piel aquella frase -famosa frase- escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa en su obra “El Gatopardo”, pues da cuenta, con una exactitud asombrosa, de la verdadera realidad de la política local asentada en la idiosincrasia de nuestros hombres públicos. “Todo tiene que cambiar para que todo siga igual”.
Aunque no solamente a nuestros ’hombres públicos’ es posible aplicar la frase en comento, sino a toda la población del país, con muy honrosas pero escasas excepciones. Vea usted, amable lector, lo que ocurrió en nuestro país luego del imponente estallido social de octubre 2019…hubo una enorme tremolina que hizo a muchos pensar que venía por fin el anhelado cambio de fondo en cuestiones tan importantes como las pensiones, la salud y la educación…sin embargo, nada realmente significativo ha sucedido.
Muchos dirán que redactar una nueva Constitución Política con la participación de la gente es ya, de por sí, suficiente logro. Claro que lo es…pero el establishment se ha encargado de asegurarle puestos a sus propios asociados, y es un hecho indesmentible que en los meses transcurridos desde octubre 2019 a la fecha, ese mismo establishment operó de manera brillante (y letal) logrando que los independientes de verdad no tuviesen muchas opciones para ocupar un puesto en aquellos equipos redactores. Todo cambió, para que todo siguiera igual. .
Y así estamos hoy, mirando a nuestro alrededor constatando que nos encontramos ingresando a territorio oscuro incluso en lo referente a las elecciones parlamentarias y presidencial. Respecto de esta última, las ‘cartas’ a jugar no nos ofrecen un panorama halagüeño. Reinan en este escenario la indecisión, la sospecha y una anticipada decepción. Miremos el siguiente esquema.
La derecha es el sector que menos problemas pareciera tener en la futura nominación y elección de su “mejor candidato(a)”. Evelyn Matthei, Joaquín Lavín, Mario Desbordes e Ignacio Briones, le ofrecen al sector una propuesta conocida, probada y aceptada por sus electores. Las tenues diferencias entre los candidatos derechistas se constriñen a cuestiones personales de menor tono, y eso lo sabemos todos. Aunque la prensa que acompaña al sector siempre ha mostrado leve preferencia por Joaquín Lavín, no tiene dificultad ni empacho para promocionar abiertamente –y valorar- a los otros postulantes.
A la CPC, a Emol, a Copesa, a la TV abierta, a la SNA, a la Sofofa, en los hechos ciertos les da lo mismo chana que juana, aunque los nombres de Lavín y Briones toman cierta ventaja. Y sería todo.
En la otra vereda, donde se encuentra la centroizquierda, la cuestión se complica seriamente. Ninguno de los potenciales candidatos a la presidencia de la república cuenta con la aprobación y aceptación mayoritaria del sector. Ninguno. Muy por el contrario, cada uno de esos nombres provoca de inmediato una reacción –a veces airada e injusta- de simpatizantes y miembros de las tiendas partidistas que conforman ese importante bloque político. Ello atenta contra la necesaria unidad que la coalición centroizquierdista debería tener al momento de entrar a la lucha política por el sillón de O’Higgins. Definitivamente, en ese sector el exceso de ideologismo pasa factura. Lea los siguientes nombres y, con tranquilidad y sin apasionamiento (pensando primero en el país y en su gente), busque a quien podría tener real capacidad para derrotar al adversario derechista y neoliberal.
Lea bien eso último: ‘adversario neoliberal’, ya que al menos la izquierda no lucha sólo contra una derecha de pellejo conocido, sino contra un sistema que a todas luces requiere de cambios profundos. En cambio, en la ‘centroizquierda’ pareciera que no hay adversario, sino ‘colegas’ solamente, pues el sistemita de marras no cuenta con rechazo efectivo en las filas socialdemócratas y socialcristianas, las que no han tenido empacho en sumarse a derechistas y centroderechistas cuando se ha tratado de perfeccionar el sistema que hoy asfixia al Chile de a pie.
Los nombres de Paula Narváez (impuesta al partido socialista ‘a dedo’ desde Nueva York por la expresidenta Bachelet), Ximena Rincón (tibia carta DC), Heraldo Muñoz (propuesto por el PPD y por algunos organismos supranacionales, como la OEA), Gabriel Boric y el novel Frente Amplio (de inefable y errática actuación en estos dos últimos años), no han podido cuajar positivamente en las huestes centroizquierdistas. Se verán las caras en las primarias del mes de julio. No obstante, ese sector -por presiones socialdemócratas y socialcristianas- se niega a recibir en su seno a quien, hasta este momento al menos, muestra la mayor aceptación y adhesión popular, el comunista Daniel Jadue, exitoso alcalde de la comuna de Recoleta y dueño de propuestas claras y directas.
Tal como está hoy día el cuadro político, Daniel Jadue tendría que batallar en esta lucha presidencialista solamente con el apoyo de su partido. Vale decir, presentarse como candidato sin el apoyo del sector NuevaMayoría. ¿Le bastará el apoyo popular para triunfar en una eventual segunda vuelta, o balotaje? Difícil pronóstico. Ya es un hecho cierto que la centroizquierda chilena avanza hacia la izquierda solamente un par de cortos y tibios pasos…pero, nunca se ha atrevido a hincarle el diente a cuestiones relevantes, como las mencionadas líneas atrás.
Por ello, dada la realidad que existe hasta el minuto de escribir estas líneas, la derecha amenaza seriamente con mantener el poder en el ejecutivo, así como también en el legislativo mediante la mantención de su poder de veto ante cualquier proyecto e iniciativa de ley que considere lesiva a los intereses patronales…y lo que es aún más angustiante, intentará mantener la férula en la redacción de la nueva Constitución Política del Estado, en el sentido de asegurar que la actual “Constitución de las Bayonetas” sufra el menor número de cambios posible.
Para la izquierda y la centroizquierda aún hay tiempo para la unidad…mañana será tarde. Sin unidad, no hay triunfo. El pueblo ya está en la calle.