Con el estrepitoso fracaso de la vacuna AstraZeneca, el Reino Unido opera una «guerra de vacunas» al autorizar en forma precipitada la vacuna estadounidense/alemana de Pfizer/BioNTech antes que sus mismos fabricantes de EEUU y Alemania, lo cual parece más bien una maniobra geopolítica muy «británica» de una vacuna de guerra: la «vacuna de la OTAN».
Son momentos coyunturales en que el Reino Unido se encuentra a punto de concretar su dramático Brexit —salida de la Unión Europea— y cuando el megaespeculador nada «filántropo» George Soros exalta y exulta la balcanización fiscalista de la Unión Europea y el Reino Unido permuta su post-Brexit por la geopolítica del Indo-Pacífico», su agazapado primer ministro Boris Johnson —quien, por cierto, arrojó a su «aliado» Trump debajo del autobús— asesta un coup de théâtre, algo así como un golpe de timón, con su autorización intempestiva de la vacuna estadounidense/alemana de Pfizer/BioNTech que aún no ha sido aprobada por sus inventores ni en EEUU ni en Alemania.
El detalle que puede complicar a las vacunas de Moderna y Pfizer
A sabiendas de la legendaria perfidia de Albión, desde sus piraterías pasando por sus 2 guerras del opio contra China hasta la implantación financierista de la globalización thatcheriana, no es nada sorprendente que el Reino Unido de nueva cuenta intente vacunar en forma preventiva a sus ciudadanos y pretenda al mismo tiempo controlar la logística geopolítica de la vacuna a escala global —independientemente de sus jugosas ganancias bursátiles—.
La clase política británica se volcó en ditirámbicos autoelogios por haber colocado al Reino Unido como el «líder global contra el COVID-19», que la coloca al frente de la propagandística «guerra de vacunas» contra sus competidores más precavidos de Rusia y China.
Su secretario de Educación, Gavin Williamson, alardeó de que el Reino Unido «tiene mejores reguladores médicos» que los franceses, los belgas, los alemanes y los estadounidenses.
El jingoísmo británico escaló niveles de demagogia barata cuando su secretario de Salud, Matt Hancock, prometió que se iba a vacunar en vivo ante las cámaras de televisión: invocación que será imitada por 3 expresidentes de EEUU —Barack Obama, Bill Clinton y George Bush— conocidos por sus estrechos lazos con la Corona británica.
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AstraZeneca admite la necesidad de un «estudio adicional» para su vacuna contra el COVID-19
Ambrose Evans-Pritchard, el portavoz de la Corona británica, festeja ruidosamente que «Europa pagará un alto precio por la burocracia de sus vacunas, mientras que el muy ágil Reino Unido se mueve libremente e interrumpe una tercera ola del COVID-19», que atribuye a que el Reino Unido ostenta la «Regulación 174» que «permite una acción inmediata para combatir pandemias o ataques químicos y nucleares».
Evans-Pritchard opera una absurda comparación cuando contrasta la movilidad del Reino Unido, un archipiélago a carta cabal con 66 millones de habitantes, frente a la Unión Europea con 27 países y 447,7 millones de habitantes.
Evans-Pritchard, en un tono clásico de guerra, clama que el Reino Unido desplegará centros de inyecciones y cadenas de refrigeración de almacenamiento, «en su mayor operación militar desde la guerra de las Malvinas —las Malvinas para Argentina—».
Curiosamente, Evans-Pritchard juzga que la vacuna británica de AstraZeneca no está liquidada y que pronto demostrará sus «altas tasas de eficacia» y «salvará más vidas que las mismas vacunas de Pfizer o Moderna». En pleno delirio autista omite citar el éxito de las vacunas de Rusia y China.
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Nada menos que el infectólogo estrella de EEUU, Anthony Fauci, fustigó en una entrevista con Fox News la impetuosidad temeraria de los políticos británicos, lo cual pudiera desembocar en mayores daños que beneficios cuando los «reguladores» del Reino Unido no han aún escudriñado adecuadamente todos los datos, lo cual curiosamente ha rezagado a los investigadores estadounidenses de la FDA.
Justamente, la dupla anglosajona de EEUU y el Reino Unido ha sido la más golpeada por su pésimo manejo de la pandemia del coronavirus, lo cual ha provocado un enorme escepticismo aséptico de sus poblaciones, que alcanza en forma insólita a la mitad de sus respectivas poblaciones.
Es evidente que el arrebato de los agazapados políticos británicos comporta mayores aspectos electoreros que desdeñan la «seguridad» integral de la vacuna que se salta muchas trancas clínicas.
Están tan fanatizados en su jingoísmo financierista/neoliberal/thatcheriano que los británicos prefieren probar una vacuna estadounidense/alemana cuando fracasó la propia de AstraZeneca, que usar la vacuna rusa Sputnik V —con un costo casi 7 veces menor y que no requiere refrigeración a -70ºC, lo cual implica un enorme costo adicional— o las varias vacunas chinas.
En medio de sus cánticos triunfales en su «guerra de las vacunas» contra Rusia y China, ya empezaron a permear problemas logísticos. Pfizer solo podrá transportar la mitad de las 100 millones de dosis prometidas a finales de este diciembre, debido a «problemas con su cadena de suministro», lo cual pretende paliar con el transporte de 1.000 millones de dosis en todo el año 2021, según The Wall Street Journal.
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Así las cosas, en el mismo Reino Unido solo podrán ser vacunados a finales de diciembre hasta 5 millones de británicos en lugar de los 10 millones prometidos.
Como si se tratase de una operación «secreta de guerra», el Reino Unido importó las primeras vacunas de Pfizer/BioNTech bajo el velo de «razones de seguridad, evitando proporcionar las localidades exactas de su almacenamiento con el pretexto de que fueran a ser hurtadas por el crimen organizado.
Cuando el Club de Ricos» de la OCDE pronosticó que el Reino Unido sufriría con Argentina uno de los peores desastres económicos de 2021, ahora sus oportunistas y demagogos políticos exclaman que, gracias a su veloz adopción de la vacuna estadounidense/alemana, su recuperación económica será más rápida que el resto de Europa cuyos funcionarios criticaron acerbamente la impulsividad británica.
Peter Liese, miembro del partido CDU de la canciller alemana Ángela Merkel, fustigó que el apresuramiento británico pudo haberse debido a las fuertes presiones domésticas que enfrenta el primer ministro Boris Johnson, quien también ha prometido vacunarse ante la televisión: «El Reino Unido tiene ahora casi 60.000 muertes por el coronavirus» sin contar que «es una isla y nunca ha sido miembro del Schengen, de fronteras abiertas en Europa» cuando se debería comparar más bien con países como «Nueva Zelanda o Irlanda que tienen mejores resultados en su tasa de infección».
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El aséptico escepticismo alemán, sede de BioNTech, socio de la estadounidense Pfizer, es extensivo a toda Europa, donde no quieren correr riesgos de innecesaria precipitación ni quemar los tiempos clínicos de las pruebas cuando también pudieron haber optado por las mismas medidas de autorización expedita.
Pareciera también que la rápida adopción de la vacuna alemana-estadounidense por el Reino Unido comporta características geopolíticas y que pudiéramos denominar como la «vacuna de la OTAN» cuando se atan los cabos de su fabricación en EEUU (con la bendición de sus adictos expresidentes a la Corona británica y del controvertido Bill Gates), Alemania y el Reino Unido —3 miembros notables de la OTAN— y cuando el presidente electo de EEUU, Joe Biden, ha insinuado su intención de restaurar la fracturada alianza noratlántica.