Inicio Mujeres en Lucha 8 de Marzo – Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras.

8 de Marzo – Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras.

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Ximena Goecke 

“La revolución será feminista o no será”

 Una de las características más importantes del modelo económico-social en que vivimos es la creencia de que si somos incapaces de ser exitosos en términos materiales esto se debe a nuestra propia incapacidad. Esto se produce por una suerte de efecto espejo del neoliberalismo, que se manifiesta en que cuando tratamos de ver en él las fallas, lo que vemos es a nosotros mismos como defectuosos. No nos es posible mirar detrás del espejo para detectar las fallas del propio modelo, donde al mismo tiempo que se levanta la promesa de “mérito + trabajo = éxito”, se establece que el mismo se sostiene en, supone y alienta múltiples asimetrías. He ahí la razón por la cual se hace necesaria una crítica feminista y radical a la globalidad del modelo, más allá de la mera reforma o mejoramiento de un mecanismo particular, como el sistema previsional de las AFP.

Si todo está dado para que con mérito y esfuerzo podamos llegar a la cima, entonces ¿por qué no lo logramos?. El espejo devuelve una respuesta burlesca: nos falta el físico, el intelecto, la actitud, el empeño, más horas de trabajo…  Esto le ocurre a hombre y mujeres, por igual. Pero en el caso de las mujeres, este juicio es especialmente severo. No es raro encontrar a muchas de ellas que piensan que “no les da para más”, “no soy lo suficientemente bonita”, o que “no se puede aspirar a más”. Así como otras que dejan de lado “la vida” para plegarse a una serie de exigencias asumidas que parecen ser requisito para un ascenso: cuidar la apariencia, la moda, estudios avanzados, horarios de trabajo larguísimos, altas dosis de estrés, postergar tener pareja o hijos… Parece haber dos caras nada más: darse por vencida, pensando que de algún modo se está incapacitada para “surgir”; o aquella combativa, que busca y busca ascender, autoexigiéndose, pensando que es cosa de perseverar y mejorar “las falencias” que se poseen como persona e incluso “por ser mujer”. En ambos casos, la cuestión es ella misma como factor de éxito o fracaso.

No obstante, cuando indagamos en las cifras de nuestra economía, nos resulta particularmente interesante el hecho de que sistemáticamente las mujeres aparecemos con índices en rangos inferiores a nuestros pares masculinos. Si tomamos en consideración los índices de pobreza, por ejemplo, encontramos que esta se concentra sobre todo en los hogares uniparentales, y en ellos las mujeres son mayoritariamente las jefas de hogar.En el ámbito laboral, el salario promedio de las mujeres -a igual calificación y trabajo- siempre es más bajo, al menos un 20%. La calidad del trabajo femenino es también inferior. Ellas tienen menos contratos indefinidos, menos estabilidad laboral, más cesantía, más participación en el mercado informal.Respecto del trabajo mismo, ellas concentran un mayor índice de horas extra, realizan más funciones que las acordadas en el contrato, sufren acoso y violencia psicológica. Como esto se suma generalmente a trabajo de cuidados de niños, ancianos y enfermos en casa, y a la incertidumbre de sostener un hogar con recursos exigüos y trabajo precario, la calidad de vida de ellas se ve aún más afectada. Las mujeres necesitan más licencias médicas por estrés y depresión.

La única variable en la cual las mujeres sobresalimos, en el Chile de hoy, es en educación, la que no logra satisfacer las aspiraciones de igualdad de condiciones de trabajo y ascenso, en definitiva, de movilidad social, que nuestras mujeres esperan. En este ámbito los índices muestran que las mujeres chilenas poseen un alto índice de mérito académico: están ingresando a la universidad prácticamente en un 50% de las vacantes, aun cuando deben vencer una PSU con un marcado sesgo de género; desertan menos; completan sus estudios universitarios en menos tiempo y con mejores resultados académicos que sus compañeros; y han logrado ir entrando a áreas del saber que hasta hace poco les estaban cerrados. Sin embargo, a nivel laboral este mérito no se ha visto reflejado: ellas siguen siendo castigadas en sus posibilidades laborales y de ascenso por factores que, como señala Karina Narbona de Fundación Sol, “una vez despejados todos los demás, sólo pueden ser explicados por su condición de ser mujer”.

Esta diferencia se expresa también en la dramática desaparición de las mujeres cuando se “asciende” en la pirámide de los distintos ámbitos: en los programas de estudios avanzados (doctorados), en el Congreso, y hacia lo alto de las pirámides organizacionales tanto de carácter público como privado. Ellas ocupan principalmente los cargos inferiores e intermedios, y concentran la menor tasa de ascensos a cargos directivos o políticos.

Para nosotras, como mujeres, constatar esto es sólo una parte del proceso. Es importante tomar conciencia de que esto no es casual ni natural. No depende de un esfuerzo que no hemos realizado ni de nuestros cuerpos. Y se puede cambiar.

Sin embargo, el cambio tampoco ocurre de modo natural.Debemos tomar conciencia de que vivimos en un sistema culturalmente patriarcal, donde la subordinación de la mujer es parte sustancial del mismo. Es el patriarcado el que sustenta el modelo económico-social chileno, que en su versión neoliberal se nutre de esa dominación y exacerba los patrones de explotación de los cuerpos, la capacidad reproductora y productora de la mujer.

¿De qué nos sirve estar conscientes de esto? Un ejemplo de ello, es que hoy las mujeres nos hemos plegado a las movilizaciones por un verdadero sistema de pensiones, y es loable y necesario que lo hagamos. Sin embargo, sabemos que cambiando el sistema nuestra situación mejoraría, pero no se equipararía nunca a las de nuestros compañeros, en las condiciones laborales que ya hemos mencionado.

Las mujeres necesitamos trabajar, perseverar, en la búsqueda de cambios sustantivos, radicales. Es indispensable transformar –no reformar– la situación de la mujer en el trabajo, y aún más en la economía. Y para que esto sea posible también debemos lograr cambios culturales y sociales fundamentales. El trabajo es de largo aliento, claramente, pero no por ello debemos renunciar a él. Para que sea posible lograrlo, sabemos también necesitamos del feminismo.

El feminismo no es rechazado debido a la caricatura popular de cómo son o se ven las mujeres feministas. El rechazo fundamental de esta mirada proviene de los grupos hegemónicos que saben que el feminismo es provocador y subversivo: que el promover un cambio en la relación de hombres y mujeres supone una transformación sustancial de la arquitectura cultural, social, y también económica de nuestras sociedades. La autodeterminación de las mujeres sobre su cuerpo y su destino; el control de su tiempo y de su producción/creación; la redistribución de las tareas reproductivas entre ambos géneros; la provisión de iguales oportunidades educativas, de liderazgos y decisión; son subversivas. Por lo tanto, la forma de contrapesar la ideología patriarcal, de develar sus sujeciones y prácticas, depende del desarrollo de nuestra consciencia feminista.Es en este camino donde feminismo y socialismo se encuentran: no hay socialismo sin feminismo: “La revolución será feminista o no será”.

Este 8 de Marzo les invitamos a marchar para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras. Invitamos a aquellas que trabajan en el hogar, el barrio, las industrias, los servicios, la intelectualidad. Todas las mujeres. Todas trabajadoras. Pero la invitación no se restringe a marchar. Las invitamos también a activarse en la búsqueda de la transformación de nuestra realidad. Y a formarse. El desarrollo de un pensamiento crítico, activo e ilustrado es fundamental para contrarrestar la poderosa maquinaria cultural patriarcal y neoliberal. ¡Fuerza, sororidad y perseverancia compañeras!.

Ximena Goecke J

Red de Mujeres Feministas CIT – Latinoamérica

Escuela de Formación y Acción Feminista “Diana”

edufemdiana@gmail.com

https://www.facebook.com/EduFemDiana

 

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