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El grupo de Lima vs. el grupo de Lima. Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

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El grupo de Lima vs. el grupo de Lima.
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein

En una situación inédita para la América Latina actual, han convergido ex presidentes de todas las orientaciones políticas en torno a la defensa del “derecho” de Latinoamérica a presidir el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y su rechazo a la propuesta de Estados Unidos de presentar un candidato propio. Se trata de Mauricio Claver-Carone, quien en este momento es el Director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional, nombrado por el propio Trump como parte de la cuota de poder que le corresponde a Marco Rubio en el acuerdo que hizo con el presidente a cambio de darle los votos de la Florida y financiamiento del exilio cubano y venezolano para su campaña.

Desde Lula da Silva y Evo Morales, miembros del Grupo de Puebla, hasta Juan Manuel Santos, Fernando Henrique Cardoso, Julio María Sanguinetti y Ernesto Zedillo -es decir un amplio y heterogéneo abanico de ex presidentes- se alinearon para rechazar y observar con severa preocupación la nominación de un candidato de Estados Unidos para la futura presidencia del BID.
Con la candidatura de Claver-Carone, uno los más voraces halcones del lobby anticubano y antivenezolano, Estados Unidos rompe una tradición de seis décadas de presidentes latinoamericanos del BID. El elegido protagonizó un incidente en la asunción presidencial de Alberto Fernández al retirarse molesto por la presencia en el evento de altos dirigentes de Cuba y Venezuela. Argentina ha ratificado la postulación de Gustavo Beliz al cargo.

La decisión de Trump expresa la fidelidad a su práctica de romper tradiciones y tensar la cuerda, incluso con los países aliados y subordinados. Al postular a Claver-Carone, Trump quiebra la costumbre de que -desde su fundación- los titulares de esa institución siempre hayan sido latinoamericanos.
En todo caso, esto es posible porque en América Latina se ha desintegrado el multilateralismo. Nunca nuestra región estuvo tan dividida, con una crisis estructural preocupante que muestra diferencias conceptuales y de estilos de liderazgo. Se han desarmado los mecanismos de colaboración y coordinación regional. Hoy Unasur, Celac y Mercosur no tienen mucha validez. La jugada Claver-Carone confirma este dato, en el que Trump juega al pragmatismo puro y duro: su opinión es que si Estados Unidos pone, el dinero, Estados Unidos debe poner al presidente del BID.

La elección será en septiembre. Según lo que se ha sabido, el candidato de Trump ya recibió el apoyo de varios gobiernos de ultra derecha como los de Brasil, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador, Paraguay, Bolivia, El Salvador, Honduras y Haití. Se necesita una doble condición para obtener la presidencia: alcanzar el voto de al menos 15 países de la región y que estos sumen el 50% más uno del paquete accionario.
Más allá de lo que ocurra en esta elección, la misma es expresión prístina de la actitud de las derechas latinoamericanas que priorizan su lambisconería a Estados Unidos a los intereses de sus propios países. En esta ocasión, el Grupo de Lima se ha volteado en contra de si mismo, solo para satisfacer al amo imperial.


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