por Pepe Gutiérrez-Álvarez, Estado Español
MEMORIA ANTIFASCISTA: EL CASO FRITZ BAUER (Lars Kraume, Alemania, 2015), una película excelente que reivindica la lucha del antifascismo alemán por su memoria histórica está más vigente que nunca:
«Acabamos de tener elecciones en Alemania y el 20% ha votado a un partido nuevo de extrema derecha porque tienen miedo a los refugiados. Hay que mantener vivo nuestro pasado», recordó el cineasta Kraume en una entrevista. Tanto es así que los historiadores sospechan que Europa vivirá en breve un periodo de remordimiento parecido por sus políticas de migración.
«Si hemos sido capaces de hacer algo así, lo podemos volver a hacer». «¿Por qué debemos sentirnos orgullosos de Alemania? ¿Por nuestra Constitución democrática?, pregunta una joven en un programa de televisión.
«Podemos escribir párrafos y artículos, pero lo que necesitamos es que la gente viva estas cosas democráticas», contesta Bauer. Haciendo uso de un comienzo digno de Aaron Sorkin, la escena pone sobre la mesa la incredulidad de un hombre que había visto demasiado de la guerra como para confiar en un pedazo de tinta y papel.
«Las leyes estaban hechas por exnazis y los tribunales estaban llenos de exnazis», dice Kraume. Sus detractores le consideraban un «judío vengativo» por hacer justicia retrospectiva cuando ni víctimas ni verdugos querían poner el dedo en la llaga. «Donde no hay demandantes, no hay jueces».
Después de regresar de su exilio en Dinamarca, Fritz Bauer fue llamado a la Fiscalía General para disimular el olor a podrido de las instituciones. Poner a un socialdemócrata al frente fue un tiro de gracia que le salió por la culata al gobierno.
Bauer no era un judío cabreado, era un patriota que no concebía una democracia con sus criminales de guerra campando a sus anchas. Alemania había intentado saldar sus cuentas en un insuficiente juicio de Nuremberg. La justicia internacional se llevó su ración mediática de cabezas de turco, exactamente 24, y los antiguos nazis de la RFA respiraron tranquilos.
Fritz Bauer fue el bofetón necesario contra la amnesia colectiva. Con mucho esfuerzo, y entre varias amenazas de sus propios colegas, impulsó los procesos de Auschwitz.
Bauer murió como un socialista que tenía la foto de Rosa Luxemburgo en su despacho. En aquel momento se sintió solitario y despreciado, sin saber que, finalmente, el caso Adolf Eichmann alcanzaría una dimensión sin precedentes y llevaron la verdad, la justicia y la reparación a una parte importante de sus víctimas de una realidad social que convertía en sociópatas brutales a señores anodinos.